En la edad media, el dolor era aún importante y todo lo que tenga que ver con la risa y la alegría va a estar mal visto. En La poética de Aristóteles, va a hablar de la tragedia y la comedia. O sea, sobre el dolor y la risa. El libro sobre la tragedia permaneció, pero el de la comedia se perdió, quizá por temas religiosos. Guillermo de Ockham intentó encontrarlo, tiempo en el que trataba de dilucidar qué era un universal. Si en la época medieval el arjé era Dios, ¿Qué es Dios? ¿Es algo real, una idea o un concepto? Esa pelea se llamó "La querella de los universales", que enfrentó a varios filósofos religiosos.
Humberto Eco, que es un excelente medievalista, retrató la búsqueda del libro de la comedia de Aristóteles de Guillermo Ockham. El tema que los medievales tenían que resolver era qué era de los unos de la diferencia y qué es del Uno de la unidad. Esto mismo que Lacan toma en el seminario 19 "La identificación" enfrentó a los pensadores medievales de manera sangrienta.
La querella de los universales parte de Agustín de Hipona (354-430). Este filósofo adoptó el realismo platónico y transformó esa noción en una relación de emanacionismo trascendente a partir de un ser que se dice por revelación "soy el que soy". Ese que es el que es, es el Uno. El tema es si eso es del orden de los sentidos, del intelecto, un concepto o qué.
Anicio Manlio Torcuato Severino Boecio (430-525) dio respuestas vagas a este problema. Género y especies son cuestiones intelectuales. Pero la similitud es la base entre las cosas en la naturaleza como la de los universales en la mente. Esto se entendió como un nominalismo, ya que leyó en Aristóteles los predicados como cuestiones del lenguaje. Lo que está en muchos no puede pensarse uno por lo cual lo universal no puede ser un ente.
Juan Escoto Eriúgena (810-877) sostuvo la preeminencia de ideas sobre los entes concretos. Las ideas crean los entes, por lo que ese Uno es la idea.
San Anselmo de Canterbury (1033-1109) otorgó una preeminencia al pensamiento sobre todas las cosas. Si la idea es, la cosa existe. Si la idea de perfección existe, entonces ese ente perfecto debe existir. Se trata de un realismo exagerado.
Juan Roscellino (1050-1121) dice que los universales son solo voces pronunciadas, voces al viento (flatus vocis).
Guillermo de Champeaux (1070-1121), pese a que estudió con Roscellino, tuvo una idea absolutamente opuesta: los miembros de una especie diferente, difieren accidentalmente pero no como sustancia. Ante las críticas y la acusación de panteísmo, abandonó la teoría de la identidad y adoptó la de la indiferencia: dos miembros de la misma especie son la misma cosa, no esencialmente, sino individualmente.
Pedro Abelardo (1079-1142) sostenía que los universales no son sustancias, tampoco voces: son palabras. Se abstraen las semejanzas y se hacen universales, pero no hay realmente universales, sino imágenes confusas. Los géneros están y no están en las cosas. El realismo extremo es falso para Abelardo, pero tampoco adopta un nominalismo.
Tomás de Aquino (1225-1274) propone un realismo moderado. El universal está fuera de la mente pero solo como cosa concebida y solo está en la mente como concepción mental. El universal está fundado en la cosa o en la realidad, sino sería simplemente imaginación.
Como vemos, hay una gran dispersión acerca de lo que es un universal, qué son los unos y el Uno.
Por último, Guillermo de Ockham (1280-1349) dirá que no hay más realidades que las particulares y que los universales son por naturaleza un signo de pluralidad. Quiere decir que los universales son solo entes nominales, producto de la nominación.
Este Problema se seguirá extendiendo pero de manera laica, acerca de qué es la identidad y qué es la diferencia. Desde la arjé, siempre se trata de la búsqueda de lo que unifica, del uno. No se puede concebir la pluricausalidad, o la acausalidad. Nietzche es quien pensará a la filosofía de forma anárquica, sin arjé. Heidegger dirá que Nietzche fue el último metafísico y que él la superó.
En el pensamiento aún prevalece la supremacía del pensamiento por encima del cuerpo y que el alma es superior al cuerpo. Tendremos que esperar hasta Spinozza para que esto se revierta y se pongan a las pasiones en el centro del pensamiento. Las pasiones quedaron reducidas al dolor y esto tendrá consecuencias en el pensamiento de los filósofos. El sufrimiento, el sacrificio, la penitencia estarán en función de Dios en la edad media, aunque hoy la idea de sacrificio sigue funcionando. Por ejemplo, el fantasma tiene una construcción fundamentalmente masoquista. Todo el pensamiento se ha reducido en una visión unificante y esto no se diferencia mucho de lo teológico.
¿Por qué no se puede pensar una pluricausalidad a la forma de rizoma, como propone Deleuze? O a la forma de enjambre, como dice Lacan. En las próximas entradas vamos a continuar con esto y las consecuencias en el pensamiento moderno.
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