martes, 28 de diciembre de 2021

¿Por qué el mero esclarecimiento del conflicto no resuelve la neurosis?

 ¿Qué dificultades acarrea conceptualmente la idea de la defensa en términos de que el mero esclarecimiento del conflicto no resuelve la situación? ¿Cuál es, en definitiva, el concepto que  entre 1894 y 1904 está en pleno desarrollo y construcción pero que aún no ha podido terminar  de articular en los primeros escritos?  

En Sobre la iniciación del tratamiento (1913), Freud justamente se pregunta: “¿Cómo podía ser que el enfermo, conociendo ahora su vivencia traumática, se comportara empero como si no supiera más que antes? Ni siquiera el recuerdo del trauma reprimido quería aflorar tras su comunicación y descripción.”


Agrega Freud (1913): “los enfermos saben sobre la vivencia reprimida en su pensar, pero a este último le falta la conexión con aquel lugar donde se halla de algún modo el recuerdo reprimido. Sólo puede sobrevenir una alteración si el proceso consciente del pensar avanza hasta ese lugar y vence ahí las resistencias de la represión”.


De esta manera, la mera comunicación conciente de lo reprimido no deja de producir efectos en el enfermo. Sin transferencia, podemos decir, no hay tratamiento. Para Freud, la transferencia era una palanca exitosa al tratamiento ó el arma más poderosa de las resistencias. 


El término Übertragung, que significa transferencia, también aparece como sinónimo de resistencia. Freud la nombra cuando dice que el paciente detiene sus asociaciones. Freud dice que lo que ahí hubo fue una transferencia, en el sentido que el paciente transfirió a la persona del médico una idea o una fantasía. El paciente no puede seguir hablando, porque se trata de la manifestación de un deseo actual que incluye a la persona del médico.


¿Pero en qué punto se anudan transferencia y resistencia? Dice Freud en Dinámica sobre la transferencia (1912): “Las mociones inconcientes no quieren ser recordadas, como la cura lo desea, sino que aspiran a reproducirse en consonancia con la atemporalidad y la capacidad de alucinación de lo inconciente. Al igual que en el sueño, el enfermo atribuye condición presente y realidad objetiva a los resultados del despertar de sus mociones inconcientes; quiere actuar {agieren} sus pasiones [...]”


La resistencia ocurre porque, según Freud (1912) “la enfermedad del paciente a quien tomamos bajo análisis no es algo terminado, congelado, sino que sigue creciendo, y su desarrollo prosigue como el de un ser viviente”.


De esta manera, “La iniciación del tratamiento no pone fin a ese desarrollo, pero, cuando la cura se ha apoderado del enfermo, sucede que toda la producción nueva de la enfermedad se concentra en un único lugar, a saber, la relación con el médico”.


La neurosis, que estaba causada en un lugar desconocido que hay que averiguar en el transcurso del análisis, toma al analista como causa. El analista se vuelve causa de esa nueva neurosis donde se produjo la transferencia y que Freud llamó, justamente, neurosis de transferencia. Freud dice que la única neurosis que podemos curar es la neurosis de transferencia, de manera que “ya no se está tratando con la enfermedad anterior del paciente, sino con una neurosis recién creada y recreada que sustituye a la primera”.


Lo importante, resumiendo, es que la neurosis se forma alrededor de la transferencia con el analista. Esa neurosis toma como núcleo y como objeto al analista.


La idea de defensa, por otras parte, presenta la pregunta sobre la perdurabilidad  de las representaciones fuera de la conciencia del enfermo, por qué siguen teniendo eficacia, fuerza y significación. Además, la defensa rompe con la idea de que lo psíquico sea la consciencia, justamente porque la defensa separa de la consciencia a un grupo de representaciones, que son las que forman los síntomas. Este es el antecedente del concepto del inconsciente.


Mientras que en el “Proyecto…” los grupos de representaciones separados corresponden a la dinámica de la “neurona” y de la “cantidad”; en “La interpretación de los sueños” esta  dinámica se debe a las ideas de representación y afecto.


Lo inconsciente es una sumatoria de procesos complejos múltiples que se configura poco a poco. Por tanto, uno no nace con un inconsciente. Según los registros mnémicos en sus reordenamientos, se establece paulatinamente. Podemos hablar de inconsciente descriptivo ( inconsciente propiamente dicho y el inconsciente que no está en la consciencia pero que con atención se lo puede traer), dinámico ó tópico. Este último es el que nos interesa en psicoanálisis. Es imposible concebir el inconsciente tópico sin el otro sistema preconsciente consciente. 


Para plantear el inconsciente, Freud partió de un aparato perceptivo, que como en cada especie, tramita los estímulos que penetran en el aparato psíquico humano. La organización de los signos perceptivos (cara 52) producto del procesamiento da lugar a las representaciones freudianas. Si esa representación queda como transformación permamente del sistema, será una huella mnémica. Hay representaciones que pueden no transformarse en huellas mnémicas y no alterar permanentemente el sistema. Al transformar permanentemente el sistema, van constituyendo al aparato psíquico.


Las representaciones que habitan el inconsciente son representaciones de pulsiones, que se rigen por el proceso primario. Esto implica que la energía que se encuentra dentro de ese sistema es energía libre, se puede desplazar de representación en representación, o condensarse en una sola representación. 


El proceso primario, propio del inconsciente, es indiferente a la realidad y actúa por el principio de placer-displacer, donde de lo que se trata es de evitar el displacer. La irrupción del proceso primario se ve en los fallidos, lapsus, olvidos, el síntoma y los sueños. Lo que está reprimido en el inconsciente, produce efectos. Esos efectos sí llegan a la consciencia pero son incomprensibles para el sujeto, que lo vive como algo extraño y ajeno.

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