viernes, 15 de diciembre de 2023

Las máscaras de la demanda

 La demanda implica necesariamente a la pregunta más allá del grado de su enmascaramiento, y es inseparable del surgimiento del deseo que nunca puede ser anónimo, y esto reviste un valor determinante puesto que exige de un Otro que responda de él. Si éste no es puesto en juego, la condición de constitución de una demanda de amor no opera.

Diana Rabinovich señala que el objeto a es aquello con lo cual el sujeto responde a la inconsistencia del Otro, y esto en sus dos dimensiones: causa de deseo y plus de gozar. Si el a obtura sólo como plus, el sujeto allí instalado en el lugar de una respuesta obstaculiza la puesta en forma de una pregunta, que es la condición de posibilidad de una demanda, también la analítica.

En este sentido, Rabinovich ejemplifica con esos casos cada vez más usuales, en los cuales un sujeto se presenta con una demanda difusa, poco clara y con grandes dificultades para poner en acto una pregunta que le permita alojarse en la posición del analizante. Se trata de sujetos que llegan con fenómenos clínicos, llamémoslos así, que no podemos poner bajo la égida del síntoma y que pertenecen más a la esfera de lo fantasmático. Son presentaciones clínicas necesariamente dominadas por las impulsiones, la prisa, la ausencia de pregunta o involucramiento subjetivo.


Sin dudas estas presentaciones clínicas de los sujetos que escuchamos a diario son la consecuencia de algo que opera a nivel de la estructuración, y proponemos en este punto una hipótesis: el Otro de nuestra contemporaneidad se caracteriza por un abandono de su función nominativa amparado en una serie de esloganes vacíos sobre la supuesta libertad. Y esto conlleva en el sujeto un déficit en cuanto a sus anclajes, por eso son presentaciones subjetivas dominadas por algún sesgo de la errancia.

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