sábado, 30 de noviembre de 2024

No hay cambio sin pérdida. Y perder, duele.

El término rectificación, presente en diversos escritos y seminarios de Lacan, se configura como una categoría relevante en el ámbito clínico del psicoanálisis. Este concepto alude a una transformación en la posición del sujeto que puede producirse en el proceso analítico. Aunque actúa como una orientación o meta, no es algo que pueda garantizarse de antemano.

Cuando ocurre, la rectificación representa el efecto de la cura, manifestándose como un cambio en la posición del sujeto frente al deseo del Otro. Sin embargo, denominarla "rectificación" evita reducirla a un estándar universal o aplicable a todos los casos, ya que su singularidad radica en cómo afecta específicamente la posición del sujeto.

Dado que el deseo, la demanda y el goce se entrelazan de maneras diversas, aunque nunca homogéneas, es posible hablar de rectificaciones subjetivas o incluso rectificaciones de goce. Estas transformaciones se sitúan en la posición que el sujeto ocupa en la escena del fantasma, donde se desarrolla su relación con el deseo del Otro. La escena es necesaria porque falta un objeto natural que pueda completar al sujeto, y este intenta constantemente obturar, dirigir o causar el deseo del Otro a través de su posición fantasmática.

En esta escena, la posición del sujeto como objeto implica una forma de satisfacción, que no siempre se vincula con el placer y que se coagula en el "penar de más" que lleva al sujeto al análisis. La rectificación, cuando tiene lugar, transforma esta posición, pudiendo generar un alivio o un cambio. No obstante, esta transformación implica inevitablemente una pérdida, con todo el dolor que esta conlleva.

Lacan resalta la importancia de la función de la pérdida, como un desarrollo que no invalida la función de la falta, sino que la complementa en la interrogación sobre el tránsito de lo lingüístico hacia lo discursivo en el inconsciente. La pérdida es indispensable para pasar de una falta sincrónica, ligada al lenguaje, a la posibilidad de causación del deseo. En este sentido, aunque el deseo puede articularse en torno a la falta, no hay causa sin pérdida.

La noción de pérdida puede entenderse en dos momentos fundamentales. Primero, en el proceso de subjetivación del niño, quien a través de la interdicción paterna (el "no gozar de la madre") experimenta la pérdida como el costo de convertirse en sujeto. Segundo, en el marco del análisis, Lacan llama a este proceso desasimiento, una operación que implica un desprendimiento de algo que cae y que abre la posibilidad de instalar el deseo como condición absoluta.

La pérdida generada en el análisis no implica simplemente perder "algo" específico, sino que concierne a la posición misma del sujeto. Al operar este desprendimiento, se crea una nueva vía para el deseo, ya no atrapado en el Otro de origen, sino orientado más allá de él. Esta transformación, aunque dolorosa, enriquece la lectura de la práctica analítica y marca una apertura hacia una reconfiguración del deseo y del goce del sujeto.

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