miércoles, 14 de diciembre de 2016

Clínica de la histeria: “La dirección de la cura: posición del analista”


Apuntes de la conferencia dictada por Silvia Amigo, el­ 15/07/14

El tema de la conferencia se inserta en el tema de la histeria, que es un poco la punta del nacimiento del psicoanálisis. Para hablar de la dirección de la cura, voy a empezar diciendo que habitualmente en el psicoanálisis, particularmente con Lacan, los términos toman un valor estructural y estructurante y un valor clínico o patológico. Entonces, histeria no solamente se refiere a algo clínico o patológico, sino también a un valor estructural y estructurante.​

Recuerden que para entrar a un psicoanálisis,​ cuando estamos entrevistas preliminares, ¿Qué hacemos? Intentamos histerizar el discurso. Estructuralmente, la histeria es el discurso que se puede analizar. En la psicosis se usan otro tipo de dispositivos que son muy útiles. Cualquier paciente, en las neurosis, cualquier posición en la que venga el sujeto, uno trata de histerizarla. Esto quiere decir colocarla en posición de que el sujeto no sólo demande una solución a algo que lo hace sufrir, lo cual es normal, sino que además se ponga a asociar o producir saber​. La histeria es uno de los discursos, que es nada más y nada menos que el discurso de entrada al análisis, es el discurso que se puede analizar en la neurosis.


Los pacientes llegan con la parte superior del matema, es decir, un sujeto que pide un S1, un significante que le solucione el problema, una explicación. Lo que hacen las entrevistas preliminares es armar la parte de abajo del matema. La histérica produce un saber sobre el sufrimiento del sujeto que intenta ver qué sucede con el objeto de goce de ese sujeto​. Si vamos a Freud, recordemos la actitud perpleja que tenía Freud cuando va a París a ver de qué se trata la histeria. Freud se atrasaba de sus estudios de medicina, no porque fuera un mal estudiante, sino porque le tomaba muchísimo de su tiempo los estudios de neurología. En la época de Freud, se acababa de descubrir la neurona. Freud estaba tan ocupado en eso, que no se recibía. Freud se recibió y puso un consultorio de neurología, que es lo que él estaba estudiando. Era un excelente semiólogo neurólogo.

Según su biografía, él se dio cuenta que el 95% o más de los pacientes no tenían ninguna afección orgánica, sino que padecían de histeria. Como le parecía deshonesto darle la indicación, el S1, de “vaya a darse baños de mar” o “vaya a las curas termales de Ostende”, que aliviaba al paciente porque lo sacaba del medio familiar que lo enfermaba, por ejemplo, o porque le daba ocasión de tener relaciones sexuales como en el Hombre de las ratas.

Freud va a Paris porque Charcot acababa de abrir la primera cátedra en la Salpêtrière sobre histeria. Charcot era un neurólogo conocidísimo, hoy en día hay un montón de síndromes neurológicos orgánicos que llevan el nombre de Charcot. Era un enorme neurólogo y tuvo la virtud de darle a la histeria, por primera vez, el carácter de una cátedra donde se la estudiara. Entonces, Freud fue a ver las experiencias de Charcot con las histéricas y vio que las hipnotizaba y en estado de trance hipnótico, Charcot daba una contra­orden. Por ejemplo, “Usted levantará con su brazo paralizado en funcionamiento”. O sea, le da un S1, una orden, mientras la histérica hablaba sobre que el tío había abusado de ella, por ejemplo. Y Freud se preguntaba “¿Por qué no la escucha y solo se limita a darle la contra­orden?” Acá vemos divergir al analista del hipnotizador. Cuando vuelve a Viena, Freud queda persuadido de lo que ha aprendido escuchando a las histéricas, que hay un saber no sabido. Esa idea de un saber no sabido que determina el síntoma y que hace que el síntoma sea el jeroglífico donde está escrito, de una manera difícil de leer, una verdad del sujeto. Eso lo toma Freud como la apertura inicial del psicoanálisis. Ahí donde el hipnotizador da una contraorden, Freud escucha el relato. Para lo cual, entonces, vuelvo al matema de donde Lacan pone a la histeria estructuralmente como lo que se puede analizar, en la medida de que el sujeto asocia y no se limita a pedir una solución y produce un saber. Un saber que tiene que ver con el objeto de goce que determina al sujeto. Está en el analista interpretar cómo toca ese saber ese objeto de goce. Entonces, hay en la histeria esta fase estructural, no es todo negativo en la histeria.

Además, como todo discurso, atesora un imposible, se hace cargo de un imposible.

✓ El discurso del amo​, o del maestro (el que sabe de algo), atesora un imposible: lo imposible de gobernar al 100%. Se puede gobernar, pero no al 100%.
✓ El discurso universitario atesora otro imposible: es imposible educar al 100%. No somos educables al 100%.
✓ El discurso del analista​, atesora el imposible de analizar sin resto.
✓ El discurso histérico​, atesora el imposible de hacer desear. Es decir la posición histérica hace desear y esto hace mover la estructura.

Esto es normativo de la histeria, no es una patología. También, la histérica es la que hace trastabillar al amo, maestro o el que sabe hacer, porque siendo ella la que hace desear, demuestra que el amo que la desea(o lo desea, porque hay histéricos masculinos también) le falta algo. Es decir, al hacer desear, demuestra la incompletud del amo. Todo esto es lo que tiene de positivo y de importante la posición histérica.

Fase clínica o patológica de la histeria.

En su fase patológica, la histeria se caracteriza por lo que Freud llamó un deseo insatisfecho​. Lacan, por su parte, hace “jardín a la francesa” de las vías abiertas por Freud. Lo que Freud está en la cosa desordenada del que descubre, Lacan va a poner vías ordenadas. Lacan va a decir:

✓ El deseo insatisfecho de la histeria
✓ El deseo imposible del obsesivo.
✓ El deseo prevenido del fóbico.

A estos hay que poder pasarlos a lo que Lacan llama deseo decidido: atravesar la castración y llegar al acto. En términos de la Bella Carnicera, la que no quería que el marido le trajera caviar: “comé caviar, que de todas maneras, el deseo no se va a obturar”. El deseo va a permanecer con su hianchia (hueco), a pesar de consumir el caviar.

Otro problema patológico de la histeria es la religión del padre​, que es el soporte que hace el histérico o histérica de un padre al que no se puede cuestionar o se le hace un cuestionamiento de rebelión, porque se le pide algo que el padre no puede dar, por más que se lo idolatre o se le haga una rebelión. La idolatría del padre o la perpetua rebelión son 2 caras de la misma moneda, lo que Jorge Jinkis llama muy bien “En la histeria el padre deviene en una referencia desesperante”. Hay algo que el padre puede donarnos a todos los $, que es el significante fálico, y hay algo que no puede donar: el significante de la femineidad, pero no porque no quiera, sino porque no hay.

El deseo insatisfecho en la histeria se mantiene insatisfecho a la fuerza, es “puedo comprar caviar y no lo compro”, o “mi marido puede comprar y le pido que no me lo compre”. Y también es esta referencia a un padre que done algo que no hay, lo cual lleva a una tercera fase de la parte patológica de la histeria, que es la confusión,​ absolutamente extendida entre los analistas.

Femineidad e histeria.

Femineidad implica haber aceptado, porque la dirección de la cura en la histeria tiene que ver con llegar al puerto de la femineidad: hombres y mujeres. La femineidad es aceptar que hay algo, que es lo propiamente femenino, que carece de significante. Lo femenino es la grieta del discurso, es lo que comprueba que no hay universo del discurso. Freud había elegido como biógrafo oficial a Ernest Jones, es decir que puso el legado de su vida en quien Lacan llamó “el galés astuto”. Con ese biógrafo, Freud tuvo 2 discusiones para esa biografía.​

1) Jones le discute a Freud,​citando a la Biblia, que si Dios los hizo varón y mujer, entonces hay representante inconsciente de la vagina y hay representante inconsciente del falo​. Y Freud le dice que no, que no hay representante inconsciente de la vagina, es decir, no hay inscripción simbólica de la femineidad. La femineidad es real. Eso no quiere decir que las mujeres no seamos, además, fálicas como sujetos. La mujer es fálica en tanto sujeto, no en tanto que en “mujer”. Lo discute con Jones denodadamente y Freud se planta “NO hay significante de la femineidad”. Las feministas rechinan, pensando que Freud considera que esto es una minusvalía de la femineidad. Freud dice que lejos de ello, esto es una ventaja de la femineidad. Es una apertura a lo real no obturado por el significante, si y solo sí esa mujer tiene una relación al falo que haga que no sea loca. Pero esa pisca de relación directa a lo real, no obturada por el significante, es un alcance de la dirección de la cura en la histeria para transformarla en femineidad. Y en el varón vamos a ver que también, para que pueda aceptar a una mujer no fálica o no “puro objeto a”.

2) La existencia del padre de la horda primitiva. El padre de la horda darwiniana es el que prohibía la sexualidad a todos los machos de la horda y podía tener acceso sexual a todas las mujeres. Obviamente, es una horda animal, porque en el mundo humano no existe. Hay un pacto entre hermanos que hace que asesinen a ese padre y nadie tome su lugar, sino que se lo comen crudo y que un retazo del padre quede incorporado como prohibición de acceder a las mujeres del clan. Es decir, que de ahí en más, el padre puede con “no todas”. Ambas discusiones que Freud tiene con Jones tienen que ver, en primera instancia, con la femineidad. En realidad, la hipótesis de Darwin de la horda primitiva ya había sido totalmente descartada y es verdad que no existió nunca. A Freud no le importaba y Lacan lo llamaba “el último mito moderno”. Es un mito, porque si era una horda animal, no pueden acordar nada porque no hablaban. Pero el mito, en griego significa “relatar”, el relato del mito permite pasar una contradicción que no nos duela en el oído. Mitifica el pasaje de la naturaleza a la cultura, de la mano de una función paterna que permite incorporar ese pedazo de padre. Es el falo, como distribuidor de con quién se goza y con quién no.

Parte del jardín a la francesa que hace lacan sobre Freud es, siendo freudiano y declarándose como tal, hacer un par de observaciones que tienen mucha importancia en relación a la femineidad. Una es que no es lo mismo el órgano pene que el falo. Puede elevarse al significante fálico si entra la ley, es decir, no te acostarás con tu madre, para tu madre no lo tenés, entonces es un pene que ya entró en la ley. Pero Lacan tiene la virtud de llamar al falo el significante desigual consigo mismo, siendo el significante a la vez de la castración y del goce. Siendo el significante a la vez de ambas, es el significante maestro que permite que el goce tenga un acceso a la ley. Este significante lo tenemos varones y mujeres, solo que las mujeres no estamos enteramente en la lógica del falo. Tenemos algo que es propiamente femenino que es real, no tiene significante.

Entonces, jardín a la francesa que hace Lacan es, primero, el falo es el significante del goce y la castración​, por ende es el significante del deseo, porque es un goce que sufrió la castración. Es el significante del deseo y no del órgano pene, si bien el órgano pene se va a normalizar en el varón si y sólo si el varón está castrado. Cuanto más castrado esté para su madre, más viril va a ser el varón. La castración libidiniza, cuanto más pollerudo es el varón, menos viril es. Cuanto menos comprometido está al servicio sexual de la madre, es más viril.

Otro de los grandes ordenamientos que va a hacer Lacan en relación al falo es que no es lo mismo tenerlo que serlo​. La mujer, al no tenerlo, puede encarnar con más facilidad “serlo” para el deseo del hombre. De ahí todo lo que se llama mascarada femenina, sea de belleza, seducción, del misterio o aún de inteligencia, pero femenina. Y el tener queda más del lado del varón, si bien las mujeres tenemos el derecho de tener lo que se nos ocurra o lo que podamos.

Voy a hablar del feminismo y de la cortedad de vista de la posición feminista y voy a hablar un poco de las diferentes posiciones de Freud en relación a la salida del Edipo femenino.

En principio, las feministas no solamente gritaron n la época que Freud dijo que las mujeres no tienen el falo (lo tenemos en tanto sujeto, no en tanto mujeres). Trinaron y siguen trinando, sin darse cuenta que es una ventaja. Tenemos un acceso a la vida a través del canal fálico y un acceso directo real. Y si podemos llevar bien, lo cual no es obligatorio, un mix de ambas posiciones, en verdad puede ser interesante. Lacan decía de sí mismo que sería mucho mejor analista si fuera judío y mujer. Judío, por el apego a la letra y a la lectura del texto sagrado y a su interpretación y mujer por el acceso a lo real. Y de las analistas mujeres decía que son las mejores, si no son las peores. Porque pueden ser las peores si pasa algo que voy a comentar en la salida del Edipo Freudiano.

En los inicios de su realización, Freud dijo que el Edipo masculino terminaba muy rápidamente, porque el varón, apegado a su madre, arriesgaba su virilidad: pollerudo de su madre, es como un tipo que no la tiene. Al arriesgar la castración y el órgano sobre el que se podía llevar a cabo la castración, el varón tiene que salir rápido del Edipo. Mientras, Freud decía, la mujer se apega al padre y es difícil sacarla de ahí porque cómo castrar a un ser que no tiene pene. Acá viene el jardín a la francesa de Lacan, que es bastante de ayuda, porque ser el falo tiene que dejar de serlo el varón y la mujer. O sea, la castración en el orden del ser​la van a sufrir ambos de la misma manera. La castración el orden del tener​, claramente no, en este punto: la mujer va a recibir de su padre el significante fálico en tanto sujeto, pero en tanto sujeto es masculina y debe serlo. Y en tanto que mujer, tiene que encontrar la manera propia de llevar su real femenino. Por eso es tan importante para una mujer la otra mujer, es decir, cómo hace la otra para llevar adelante su femineidad.

Freud, al inicio dio para la salida del Edipo femenino la norma, sobre la que también trinan las feministas, de encontrar hijos que restauren la falta fálica. O sea que para Freud habría un destino normal, que era la maternidad, lo cual llevaba a la mujer a buscar al varón. Recuerden que no habían métodos fertilizadores de tener un hijo sin un varón, o sea que el varón era casi un accidente en el camino hacia el hijo. El niño falo normalizaría la posición femenina. Luego dijo que está la mujer que por no poder tener el falo, se hace anestésica y renuncia a toda actividad y después está la mujer fálica masculina.

Pero al final de la obra, Freud, que aparentemente había contestado aparentemente que lo que quiere la mujer es un niño, se pregunta “¿qué quiere una mujer?”. Si él se pregunta al final de la obra qué quiere una mujer, es claro que para Freud un niño no es lo único que quiere. Eso no quiere decir que un niño no sea importante para una mujer y estabilizador fálico de la vida femenina. Pero en la pregunta qué quiere una mujer hay algo por fuera del niño­falo. Hay algo más que puede querer una mujer, y ahí es donde Lacan verdaderamente hace una intervención formidable: tiene que ver con la femineidad, que no está obturada por el significante fálico y en directo contacto con lo real, no enteramente, pero no toda fálica. Es decir, tiene el significante fálico (por eso no está loca) pero tiene además una posibilidad de toque con lo real que le da otra ductilidad, lo que Lacan llamó goce místico, goce estático, goce suplementario. Por supuesto, esta ductilidad la puede adquirir un varón, porque todos estamos en todos los lugares de la sexuación y debemos estarlo.

Entonces, para el fin del análisis, Lacan destraba un impasse que Freud había presentado para el varón y la mujer, que tiene que ver con el “no todo fálico”. Para Freud, que era todo fálico, la mujer llegaría al final de análisis con la envidia del pene. Es decir, lo quiero tener y no lo tengo. Y el varón, encallaría en la rebelión contra el padre, en la rivalidad fálica. Mientras que Lacan, al plantear este acceso que se daría al final del análisis a la posición femenina, para hombres y mujeres, diferencia histeria de femineidad. La histeria busca que el padre le dé la clave del sexo femenino. Pero el padre no puede, porque no la tiene. Lo que puede hacer un padre, que es bueno que lo haga, amar a una hija en tanto hija mujer. Si leemos el historial de la mal llamada joven homosexual, veremos que la chica tiene otros problemas: no puedo ser amada en tanto a ser la única hija mujer del matrimonio. O sea que amar a una mujer es amar el misterio de aquello que no tiene significante. No estoy diciendo que el amor del padre no importe, sino que por más que ame, el padre no puede dar el significante que no existe.

Hay una autora norteamericana que escribió “El sexo y la eutanasia de la Razón” donde muestra que la femineidad es análoga a la incompletud del discurso. Es decir, el “sexo” viene del latín sectare, que significa cortar. Sexo es sectum, el participio pasado del verbo secare. Sectum quiere decir cortado. O sea, sexo es lo que está cortado, es la parte cortada donde lo simbólico fracasa para decirlo todo. La diferencia sexual no es biológica, nadie que nazca con o sin pito es varón o mujer. La diferencia sexual tampoco es maleable, como dicen las feministas, que hay concepto de mujer en las tribus amazónicas y que hay concepto de mujer en el medioevo, etc. Lo que Lacan intenta rayar continuamente es que la diferencia sexual es real, es del registro de lo real, es ahí donde los discursos fracasan para decirlo todo. Sectum, el sexo, es el fracaso del cierre del universo del discurso.

Freud tuvo algunos problemas clínicos por creer y confundir pene con falo y por creer que lo que quiere una chica es un chico. Y lo que quiere un chico es una chica. Ejemplo, en Elizabeth D.R., Freud capta perfectamente el sentido simbólico de los síntomas como “No puedo dar un paso más”, “Esto no se sostiene”, que el dolor del muslo es donde el padre enfermo del corazón apoyaba su pierna. Es una lección de la lectura jeroglífica del síntoma. El problema de este historial es que Freud dice a Elizabeth D.R. que está enamorada de su cuñado. Recuerden que Elizabeth es la tercera hija mujer del matrimonio. El papá le decía a Elizabeth que era su hijo varón y amigo con el que podía hablar. Y ahí hay una de las grandes preguntas de la histeria, ¿soy hombre o soy mujer? ¿Qué soy? Elizabeth ya no sabe qué quiere el padre de ella, puesto a que la quiere mucho y le dice que es el hijo y el amigo que nunca tuvo. Una de las hermanas se había casado con un hombre que Elizabeth consideraba muy brutal y muy injusto, luego el padre muere y luego la segunda hermana se casa con el famoso cuñado al que Freud le señala como candidato cuando muere. Si ustedes leen el libro, ella dice que no le interesaba lo más mínimo el cuñada. Lo que dice Elizabeth en sus memorias, era que lo que le interesaba era la circulación de deseo que había entre el cuñado y la hermana. Lo que le interesaba era qué era lo que el cuñado veía en esa mujer, como mujer. Ella, a la que el padre veía como un hijo o un amigo. Freud ahí se equivoca pensando que un chico quiere una chica, que una chica quiere a un chico. Lo que puede ser es que una mujer mire cómo es que ese muchacho quiere a otra en tanto mujer sin pito, sin falo.

Otro caso en donde Freud hace la corrección es Dora,​cuando le dice “Bueno, su papá se puede quedar con la sra. K y usted con el sr. K” y ella no, lo que le interesaba era ver qué tenía la sra. K que hacía que el padre impotente y enfermo pudiera desearla a ella y ella tener el poder de hacer desear. Le interesaba que el Sr. K deseara a la Sra. K. ¿Qué tenía esa mujer de femineidad que el padre del Sr. K la deseara? El misterio principal de Dora era ese. El problema clínico que tiene Freud en estos 2 casos es que confunde que una mujer quiere buscar el pitín de un hombre y si es posible, a un niñito que llegue de ahí. Las mujeres podemos querer eso, pero no es la pregunta por la femineidad. La pregunta por la femineidad es “¿Cómo hacer con eso real que hace desear, justamente en la medida que queda el misterio de lo real, aquello a donde el significante no llega?

Caso clínico.

En este caso, la dirección de la cura fue parcialmente conseguida, porque hay una dificultad importante en pasar al costado femenino, el costado donde uno acepta que no hay garantía ni significante. Eso no quiere decir que uno no se asegure teneres fálicos: la casa, el coche, el niño, etc.

Es un hombre que vino a verme hace tiempo e hizo análisis conmigo durante 3 años. Viene porque supone (parte de arriba del discurso de la histérica), que yo lo voy a ayudar a que no se realice el divorcio que le pide su mujer. Él creía que ese divorcio era una locura pasajera. Yo le pido que me cuente sobre eso, porque él me pedía que yo le dijera cómo convencerla. Ellos tenían 4 o 5 chicos, que son muchos para la clase media acomodada argentina. Le insisto, y en las entrevistas empieza a contarme que ella le pide esto a los 15 años de matrimonio, pero que hace solamente 2 que la familia vive sola, porque habían vivido en casa de la familia de la madre de ella o en la casa de la familia del padre de él. Esas casas eran muy grandes, esto no se debía a cuestiones económicas.

Él dice que ama a su esposa, que la idolatra, pero yo le digo que no la escucha. La puede amar, idolatrar, pero que no la está escuchando. ¿Cómo puede ser que ame a alguien que no está escuchando? Le pedí que me contara por qué pensaba él que ella se quería separar, en vez de decirme que era una locura pasajera, un capricho, etc. Entonces me cuenta que ella dice que no está satisfecha con la vida sexual que tienen. ¿Qué pasa con la vida sexual que tienen?, le pregunté, y él preguntó por qué ahora se queja de algo que estuvo mal 15 años. Yo le dije que no tenía idea y le insisto que me diga de qué se quejaba ella. Otra vez, a ver si la escuchamos. Lo que cuenta es algo bastante serio, y es que él eyaculaba sin penetración, cosa que infertiliza. O sea, no podía penetrarla. Le pregunto si no le parecía raro que haya venido a preguntar solo por el divorcio y no por esto. Entonces, es cierto lo que él dice, de que eso a ella no le había molestado nunca. Yo le pregunto si esto no le había molestado a él y me dice que no, porque la tenía a ella. Le pregunto si esto fue siempre así y entonces él comenta que fue casi siempre así. Entonces le pregunto qué es ese “casi”, y me dice que se inició sexualmente con la que iba a ser su mujer pasados los 20 años, lo cual es más o menos tarde, y que por un tiempo no tiene esos síntomas. O sea, en ese tiempo él podía tener penetración y demás y que luego se le instaló ese síntoma. Entonces no puede determinar cuándo se instaló ese síntoma. Lo que se destilaba en el discurso de este hombre por la mujer era una admiración, porque lo que cuenta es que la esposa es refinada, culta, que tiene información sobre todo, que es fina, elegante. Hay algo de espectáculo escópico donde él mira a esta mujer y le parece irremplazable. Lo que yo noto es que hay más admiración y espectacularidad que lo que él le atribuye a ella. Lentamente, a partir de las entrevistas, él va a empezar a hacerse preguntas sobre esta disputa sexual y por qué la toleró, no solamente ella sino él mismo. Esto empieza a ser prevalente y es ahí donde empieza a armarse el discurso como para que él pueda hacer diván y empezar a analizarse.

Comenta que probablemente esto pasó porque en su casa natal el sexo era una ausencia. Le pido que me cuente qué significaba eso y me cuenta que la madre era también una mujer elegante, culta, refinada, con ideas de avanzada, informada de todo, pintora y pianista amateur, extranjera y con un aire exótico de extranjera, con acento, etc. Yo le marco eso, que él no lo podía ver. Le pregunto qué pasó con la madre y me dice que nunca le va a perdonar que lo haya abandonado. Le pregunto qué quiere decir que lo haya abandonado, y empieza a aparecer que la madre le pide el divorcio al padre cuando él tenía 11 años y él queda viviendo con la madre y antes de que él se casara, la madre decide volver con el padre, dejando a un hijo de veintipico de años que se estaba casando. ¿De qué abandono me está hablando? Entonces, le cae la ficha de que el síntoma sexual empieza cuando la madre se va y cuenta que durante años, desde que se casó hasta el momento de la consulta, la madre lo invita todos los años al extranjero y que no fue nunca. O sea que fue la madre la que fue viniendo a visitar a los nietos y demás, pero él nunca aceptó esto.

Lo que va apareciendo es que él se hizo un pequeño análisis cuando la madre se estaba por ir, y de ese análisis dio que con el casamiento iba a superar la ausencia de la madre, porque la esposa iba a tomar el lugar de la madre. Ahí se instala el síntoma sexual. Y esto él empieza a verlo. Por otro lado, la ex mujer, lo adoctrina contra la madre. Hacen una especie de pacto contra esta mujer de que no debió irse.

Le vuelvo a preguntar por esa ausencia de la casa, entonces él cuenta que el padre admiraba a esa mujer y que aún después de divorciado, aún al día de la fecha, el padre dice que aún la sigue amando, es decir, de una mujer de la que se divorció hace 20 años. Con lo cual, el padre no toma mujer después de separarse. Entonces, le voy marcando que en realidad que con su ex mujer, él hace casi lo mismo que el padre. Y que finalmente, le pasó lo mismo a los dos. Entonces, la admiración por esta mujer, que es la madre y/o su mujer, sumado a la fijación de su padre también, porque el padre tenía una posición de admiración también y había una identificación importantísima al padre. No es que el padre fuera una ausencia. De hecho, el paciente tenía nombre y apellido como el padre. Los 2 eran “Juan Perez”. Y además, según una tradición argentina que no sé si sigue existiendo, el padre tenía un cargo estatal que hereda el hijo. El hijo había despuntado en su profesión universitaria y cuando se recibió se encuentra que estaba en un lugar que no le interesaba demasiado, atornillado a un cargo del que le debitan un crédito, con lo cual tiene que debitar el crédito o quejarse trabajando. Además, en esos 10 años se la pasó admirando a su mujer y no haciendo amistades, ni cursos de posgrados, ni nada que tuviera que ver con un verdadero interés sublimatorio.

Entonces, él se va dando cuenta lentamente que había tomado la misma posición del padre de reducirse a ser una mirada. Él miraba la incompletud supuesta de una “toda”, “la mujer”. Era una figura que no tenía sexo, sectum, porque no había falta ni agujerito. Si no había agujerito, ¿por dónde penetrar? El síntoma sexual empieza a tomar sentido para este hombre, el sentido de que él no toma contacto con eso que sería la vacuidad. Por supuesto, la vagina no es que sea la falta de significante, pero hay algún problemita con eso, alguna relación guarda.

El padre y la madre habían vivido en el norte y el padre tenía un cargo muy importante. Cuando lo van a ascender, el padre renuncia y vuelve a un cargo estatal, porque dice que él prefiere escribir poemas y no tener un cargo que lo va a abrumar. Con lo cual es una decadencia económica enorme, de vivir de un buen sueldo en una empresa, pasa a tener un sueldo estatal que se va degradando con el tiempo. O sea que va empobreciéndose cada vez más. De hecho, él recuerda cómo iban al paraíso, al Teatro Colón, donde por supuesto la palabra “paraíso” es trabajada altamente en análisis, porque él dice “El lugar donde no se debe hablar de sexo”, claro, porque circula como fruto prohibido. Y vamos viendo cómo había en el padre esta decisión de nunca querer publicar los poemas. Y me cuenta que varias editoriales estaban dispuestas a publicar. Recuerden este dato: el padre viene a Buenos Aires con un cargo estatal bajando brutalmente el nivel de ingresos para poder escribir, pero no va a publicar. Él empieza a sospechar que toda esta historia tiene que ver con su síntoma sexual.

El padre le había machacado algo muy complejo: había que respetar a las mujeres, pero para el padre eso era “servir a la mujer caballerosamente” y le decía que cualquier actitud de querer encararla sexualmente era ofensivo y que tenía que tener mucho cuidado. Va a tener un par de sueños que los quiero comentar porque son importantes, son sueños de transferencia. El primero fue cuando estaba atravesando el divorcio, que es complejo, pero más complejo es cuando no hizo amigos ni salió de la casa. Tampoco fue a un club y no conoce a nadie. Él empieza a moverse socialmente y comienza a darse cuenta que tiende a tener citas con mujeres con el mismo perfil: elegancia, exotismo, sofisticación... Las cita, básicamente, para mirarlas. Vamos empezando a trabajar cómo él es una suerte de mirada, una especie de espectáculo, que es una mujer “toda”. Para él, la mujer es toda.

1° sueño: Él se halla en el consultorio tendido en el diván. La analista se levanta del sillón, acerca su mano a él con los dedos extendidos. Él está sorprendido y encantado. De pronto, siente la característica onírica de no poder moverse y se angustia. Y angustiado, se despierta.

Le pido que asocie. Asocia los dedos de las manos extendidos con un comentario muy largo sobre los dedos de la madre, que mientras tocaba el piano, mientras pintaba... Era la mano para él un órgano fálico. Luego le pregunto qué lo encanta y dice que no sabe. La angustia aparece cuando él se pasiviza frente a los dedos. Entonces le digo que asocie, y lo que asocia es una pesadilla a repetición de la infancia. Era una pesadilla que le traía dificultades para dormir, no se quería dormir porque tenía sueño de tener la pesadilla. Esto hacía que para dormirlo, había que mimarlo, contarle cuentos. La pesadilla era “2 dedos gigantes, pulgar e índice, ocupan toda la pantalla del sueño e intentan torpemente tomar una aguja”. Le propongo analizar ese sueño infantil, porque tiene que ver en principio con la mano y con los dedos. Y él había hablado de que los dedos eran algo que él miraba por horas cuando la madre tocaba el piano o pintaba. Entonces dice que “sí, son esos dedos. Y mi pito es la aguja, pero mi pito no pincha”. Entonces, si 2 dedos intentan tomar una aguja, entonces es que todo él es un pito, no que una parte de él es pito.

Entonces, aparece claramente delineado “¿Soy o tengo?” ¿Soy varón o soy mujer? La gran pregunta de la histeria. Empieza a verse como siendo algo que los dedos agarran. Estamos trabajando la intelección del sueño infantil y la dificultad que eso le trae, que es totalmente histérica. ¿Lo soy o lo tengo? Y que en esa vacilación él no encuentra la respuesta. A la vez que el análisis muestra que no es lo mismo admirar fascinadamente que amar, que se ama a una mujer por lo que no tiene, no por todos los atributos positivos que genera.

Cuando Lacan habla del goce femenino como goce místico, en la teología positiva, uno ama a Dios por todas sus atribuciones. Por ejemplo, porque puede ver, porque es omnisapiente, omnipotente, omni­todo. En la teología negativa, que es la teología de los místicos, es “No sé quién eres, no sé tu nombre, no te conozco, pero te amo”. Ustedes saben que los místicos siempre estuvieron con un pie en la hoguera, porque justamente amaban a Dios por lo que no podían nombrar. Esta es la característica del místico. Entonces, es después de trabajar en el sueño infantil que él puede citar a una de estas mujeres que él coloca, porque en el medio, él empieza a tener relaciones más o menos satisfactorias pero con mujeres degradadas. ¿A qué llamamos mujeres degradadas? Para él eran mujeres que no eran refinadas, elegantes. En el sueño que yo hago lo de la mano, él me pone en la misma serie que la madre y su mujer. Él me dijo “usted está igual a ellas”. Empieza a poder con mujeres degradadas que no son ni tan bellas, ni tan exóticas, ni tan cultas, pero además son mujeres solas. Esto es muy importante para él. Solas significa que no tienen marido o ex marido, es una mujer que no tuvo un admirador y sin hijos. Los hijos y el marido, para él son la esencia de la femineidad, porque lograron hacerse de una corte de admiración. Ellos constituyen una corte admiradora, miradas que completen.

En el medio conoce a una de estas mujeres que coloca en la serie de las refinadas, la cita para contemplarlas, y con esta empieza a poder de vez en cuando y para su sorpresa, esta mujer que era ex de uno, él empieza a preguntarse que no quieren que la miren, sino que hagan algo. Con esta mujer es muy importante la relación. Como el análisis en este momento no estaba muy avanzado, ella lo abandona y eso lo pone muy triste. Va a tener otro sueño.

2° sueño transferencial. Delante suyo está su ex mujer y él se acerca, la encara, la besa, La abraza. La figura empieza a rotar y se transforma en la madre joven y luego se transforma en mí, en la analista. Y se hace borroso el sueño y él siente que sigue adelante borrosamente, un acto sexual. Cuando se da cuenta, dice “¿incesto?”. Le pregunto si estaba angustiado y me dice que no. Me dice que es una falta de respeto y le digo que el respeto hay que tenerlo, pero el miramiento no, basta. Es decir, que hay figuras a las que les está perdiendo el miramiento. Entonces, es que aparece en su vida una mujer bella, refinada, con todo esto que estamos diciendo y él empieza a tener verdaderamente un muy buen sexo. Mientras, empezaba a cambiar su vida económica. Pero, la mujer le dice “preséntame” y no sabía qué hacer. Recordemos que el padre no quería publicar.

Este paciente hizo una cura sintomática enorme, él no pudo del todo, pasar al no­todo. Él accedió a la femineidad, porque pudo con mujeres a las que valorara. Pero siguió guardando en la ex­mujer y en la novia esta que lo dejó, un foco de idea de que “La Mujer” existe. Y como el padre, no abandonó del todo la identificación al síntoma del padre. No pudo hacer público el vínculo, que hizo que la mujer, lo mandara al diablo. En el momento en que va a dejar el análisis, él dice que el análisis es muy caro. Es muy gracioso, porque cuando él más dinero ganaba, cuando mejor le iba... Pero es cierto que el análisis le resultaba muy caro, por lo cual digo, hay dirección a la cura hacia el no­todo, donde pudo entrar al agujero de la femineidad y la conoció, pero reservó un pedazo histérico, la idea de que como el padre, prefiere mantener la idea de una mujer entera. O sea que hay reducción parcial de esta histeria masculina, si bien aparenta ser una fobia espectacular. Lo que yo he constatado a lo largo de muchos años de clínica y como fines de análisis, es que hay una dificultad importante en el neurótico de dejar ir a todos sus ídolos. Por ejemplo, en este caso, una identificación al padre que cree que hay sujetos que tienen un universo de discurso, es decir, que tienen todos los significantes.

Lacan definió el fin de análisis de muchas maneras. Una de las maneras es acceder a la femineidad, pasar de la existencia del padre que done el significante a la inexistencia de ese padre. Ese pasaje de duelo es un punto sobre los cuales varias de las definiciones de fin de análisis que dio Lacan, como atravesamiento del fantasma, identificación al síntoma, creación de sinthome, que no se contradicen, pero una es que para terminar un análisis, es lograr acceder a que no hay universo del discurso y no hay seres que encarnen ese universo, que encarnen todas las respuestas, o todas las palabras, o todos los significantes.

Pregunta: ¿Dónde ubicás el deseo insatisfecho en la histeria masculina?

Yo diría que es casi una caricatura del deseo insatisfecho, es decir, son 15 años de hacer mal el amor con tal de mantener la figura de “La Mujer” sin tachar. Ese es el deseo insatisfecho, no era satisfactorio para él. Y luego, perder a la mujer que amaba por no poder “publicar”. Se mantuvo el deseo insatisfecho. Obviamente, él pudo hacer algunos deseos satisfechos y fue una ganancia enorme del análisis. Este hombre cambió realmente muchísimo, porque además de poder hacer el amor con mujeres, cambió su posición económica, profesional, estudió, de formó. Pero dejó un foco, prefirió la insatisfacción a atravesar la castración, que es esa figura total.

Pregunta: Si el fin del análisis significa escriturar que no hay universo de discurso, ¿eso implica además que hay una suerte de inscripción en el inconsciente de eso que en la discusión Freud y Jones se jugaba sobre que no hay inscripción de la mujer en el inconsciente?

Sí, en realidad no hay inscripción ni había en este joven histérico, inscripción de la mujer, simplemente porque el significante femenino no existe. Su mirada hacía completa a la mujer, por eso recordaba a la mirada sobre la nariz de Freud, ¿recuerdan? El caso del fetichismo del glanze. Freud decía que había un paciente que tenía un fetichismo muy particular, que le gustaban las mujeres que tenían un brillo en la nariz. Como el paciente era bilingüe, él le dice glanze, que es una mirada. Es la mirada de él la que le pone el brillo. Él decide inconscientemente a cuál le pone ese brillo que la haría “toda”. El fetiche es el monumento a la castración de la que se reniega. El matema del discurso del fantasma de la histeria, Lacan lo va a escribir así en el seminario de la transferencia:



Un objeto que tapona la castración fálica, en este caso la mirada del caballero admirador, deseando un Otro sin tachar. O sea, lo que va a inscribir un fin de análisis, es, si me permitieran escribir la fórmula de la sexuación:



Del lado del padre, en el que se asentúa la norma fálica, que pase a la inexistencia, que acepte que no hay padre de la posición femenina, “La” tachada. O sea, que no hay posibilidad de mantener una ilusión de que haya un padre que publique o no publique, no va a constituir ninguna “La mujer”. O sea, que lo que va a suceder al final del análisis, es la aceptación de una apertura a lo real, no mediada por el significante. Ese pasaje de que existe un padre que dona todos los significantes a “no existe” es un duelo de fin de análisis. Esa es otra de las definiciones de Lacan, el duelo del padre.

Pregunta: ¿En el caso, el niño queda como fetiche de la madre? Y no pudiendo llegar a identificarse a un padre al que le reclama la femineidad. ¿Cómo quedó ese niño, qué le pasó?

Obviamente, las 3 identificaciones constituyen la subjetividad. El tema es a qué. El paciente, en no publicar o admirar a las mujeres, es una identificación al síntoma del padre. Dentro del síntoma del padre, hay trazas paternas que sirven, pero la masa sintomal mantiene la entereza de la mujer. Si el problema de este muchacho es que está excesivamente identificado a la traza sintomal del padre, no puede extraer de ahí el rasgo mínimo que le sirva de nombre del padre. Eso es lo que trato de hacer en el análisis. Y los logros en cuanto a admirador, es mucho en no caer en el objeto mirada, porque la última novia, de la mirada fija, elegante y todo lo demás, pudo tener una muy buena relación con ella. Lo que no pudo atravesar fue el “no publicar”. Porque si lo publicaba, implicaba romper de facto con la primer mujer o con la novia que lo había dejado. No creo que ellas les importara mucho, pero a él sí le importaba mostrarse libre, como el padre se había mantenido libre de vínculos oficiales durante decenios. O sea, que cuando uno habla de identificación, hay que tener cuidado en si es identificación a un trazo mínimo o una identificación masiva sintomal. No es lo mismo una mimesis sintomal en la identificación de la histeria, a un trazo, que es necesario.

Pregunta: Vos dijiste que el fin de análisis sería el duelo del padre, entonces, ¿no se quedaría sin identificaciones?

Cuando uno se identificó, no necesita más el personaje al que se identificó. Justamente, puede hacer el duelo. Es más, Freud decía que el duelo es un proceso expiatorio, uno retiene algo del muerto para dejarlo ir. Es decir, identificarse no es retener, sino opuesto a conservar la figura. Sobreviene tras la pérdida. Yo soy mamá y me doy cuenta que cuanto más mis hijos se identifican a valores míos, es cuanto más pueden dejar caer. Ya nos llevan puestos. Con lo cual, pueden visitarme pero no necesitan estar pegados. Identificar es hacer propio un rasgo, es extraérselo a otro, hacerlo interior y poder verlo en el otro. Recuerden la definición de Freud: una relación de objeto es sustituída por una identificación. Ahora, haciendo un balance de la pregunta de la compañera, insisto que no es lo mismo identificarse a un trazo, que a uno le sirva algo en la vida, que hacer una identificación masiva al síntoma del padre, que en este caso cayó en cuanto admirador, pero no cayó en lo de no publicar. Hay un abandono parcial de la trama sintomal. Hay adherencia al padre, hay religión al padre, en este caso, pero decía que es la base de toda neurosis como en la histeria.

Pregunta: En Dora, en el epílogo, se plantea a esa mujer que se mira como enigma, ¿qué lugar tiene la otra tiene para la histeria? Es un lugar complicado, justamente, porque esa otra la histérica le atribuye todo, ve a esa otra como pudiendo todo, como teniendo todo, belleza, inteligencia, felicidad. Entonces creo que hay una paradoja en relación a esta mirada que la histérica hace a la otra: por un lado, un enigma; por el otro, como una creencia de que tiene todo.

Yo diría que hay histerias mejor llevadas que otras. En general, la función normativa de la otra en la histérica, es una función más bien no envidiosa, que no le atribuye a otra todas las virtudes del Planeta Tierra, sino simplemente cómo se las arregla con la feminidad. El tema es que la otra puede adquirir, pero entonces ya no toma el carácter de la otra mujer sino de la Otra completa, el carácter de una perseguidora que hace sufrir, o una perseguidora que incluso hay que desfigurar. Hay relatos policiales que salen en los periódicos, en donde la linda de la clase es desfigurada por una banda de chicas que no podían soportar tanta perfección. Entonces, la tenían que imperfeccionar mutilándola. Yo diría que hay 2 posiciones que yo diferenciaría bien: una es la Otra que se transforma en “o ella o yo”, no hay lugar para las 2, pero eso no es el triángulo histérico. El triángulo histérico es el que Lacan dice “La histérica es siempre otra”, en el triángulo histérico es por ejemplo el triángulo de Dora con la señora K. Dora se llevaba bárbaro con la sra K, no solo le atribuía perfección, insisto en que fue compañera de Bridge toda la vida. Entonces, una cosa es el “Es ella o yo, no hay lugar para las dos”, pero ese no es el verdadero triángulo histérico, sino que es un espejo dado que como no hay significante, miro cómo se las arregla con lo real. Cómo se las arregla con lo que no hay, no con lo que hay, con el agujero. Otra cosa muy distinta es la rivalidad, es ella o yo, que eso es del etéreo para la femineidad, es insoportable. Puede ser sufriente o puede pasar al acto agresivo. El triángulo histérico es con la otra que podría darme alguna noción de cómo arreglarme, hasta incluso con la ropa pasa, a ver qué te ponés, que no te ponés, qué queda bien, qué se usa...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario