miércoles, 7 de diciembre de 2016

Histerias: la patología del ideal. El goce materno.


Apuntes de una conferencia dictada por Alicia Hartmann

Lo primero que quiero decirles es que en las conferencias de Yale, EEUU, Lacan dijo que Freud, trabajando con las histéricas, leyó el inconsciente. Uno podría situar este descubrimiento en el inicio de su práctica como en el análisis de la interpretación de los sueños. Pero en nuestro tiempo, ustedes saben que en nuestros tiempos la histeria se convirtió gracias al DSM, en una suerte de trastorno disociado, fragmentado, donde se habla de trastorno conversivo, trastorno de alimentación, trastornos por cuestiones afectivas, etc. Es como si la histeria se hubiera fragmentado en múltiples pedazos, ubicándola en relación a lo funcional y con base neurológica, donde la psico­neuro­endocrinología, pareciera dar respuestas. Pero la histeria, ¿vive o no?

Es interesante ver que han aparecido algunas publicaciones bastante importantes respecto a la historia de la histeria, sobre la historia de Freud con las histéricas. Cuando aparecen en libros cosas que parecieran del pasado, uno se tendría que preguntar por qué está viendo esto. ¿Han desaparecido esas histerias históricas de la época de Charcot o todavía se pueden ver en ciertas guardias de los hospitales? El otro día una persona me contaba de un caso respecto a una persona de clase social baja, con poco acceso a la cultura, que hizo un cuadro histérico conversivo donde efectivamente la familia no sabía qué recurso tomar ni tampoco fueron a una guardia hospitalaria auxiliar. Entonces es importante pensar que la histeria vive, no en este contexto que nos provee el DSM, sino que sigue enseñando cuestiones al psicoanálisis y que esa herida que percibe la histérica por estructura en relación a la privación fálica hace enseñanza en relación al complejo de castración y nos convoca especialmente en relación a la dirección de la cura. Especialmente, en relación a cómo se manifiesta en reacción al deseo, al goce y al amor. Las histéricas enseñaron al psicoanálisis cómo a través de un discurso se vehiculiza el goce, la relación entre goce y discurso. Y un goce específico que nos muestra cómo se arreglaron con la falta. Entonces, si uno pudiera seguir cuidadosamente los últimos seminarios, buscando la diferencia que Lacan hace respecto de las histéricas, dice algo así, en el seminario del discurso, que los que las siguen verán hasta dónde nos lleva. O sea, seguir el tránsito de una histérica en una cura, nos puede llevar a un trabajo muy exhaustivo en donde la histérica desde ya podemos decir que la histérica utiliza rápidamente el falo como semblante. Por otro lado, tenemos las fórmulas de la sexuación para mostrar cómo bordean la no relación sexual, que explica a través de las fórmulas de la sexuación, lógica que aparece en la última época de la tradición de Lacan, cómo transita la cuestión del universal y cómo intenta ubicarse del lado de la excepción. Y por otro lado, nos ubica en el problema de la sexualidad femenina.

Yo hablé con Silvia Amigo y ella hace una diferencia con la que coincido, de que una cosa es trabajar el discurso histérico como movimiento en la escena de lo que podría ser un análisis, hablando de la posición de sujeto barrado, buscando este lugar de saber como producto, y otra cosa es adentrarnos en lo que es el meollo de la psiconeurosis histérica. Desde ya me parece pertinente hacer una relación a la historia, no porque histeria e historia sean analógicas, sino porque en la historia vemos aportes que nos permiten entender algo de la constitución subjetiva, que es inherente a esta posición, que aparece como ustedes han trabajado en otros espacios del lado del síntoma, pero si nosotros nos mantenemos en una clínica que apunta al deseo, lo más importante a destacar en una posición histérica es la modalidad particular que tiene el deseo, que se puede caracterizar en este caso, como deseo insatisfecho. Deseo imposible para la neurosis obsesiva, deseo prevenido para la fobia, deseo insatisfecho para la histeria y lo que Freud aborda con mucha claridad, en el sueño de la Bella Carnicera.
En un pantallazo de lo que podría ser el abordaje de la histeria, podríamos decir que aquel que viene con este tipo de padecimiento, rápidamente hace una novela y hace historia. Construye una novela y se refiere al pasado. Arma una ficción plena de recuerdos encubridores y a medida que empieza a hablar y a interrogarse por su padecimiento y sus síntomas, si las cosas funcionan en el sentido que ahora voy a destacar, se ponen en acto en la transferencia. Este es un punto importante para pensar la posición del analista, intentando poner palabras a un fantasma que está muy amordazado, que se manifiesta muchas veces en contradicciones discursivas paralizantes. Pero más paralizantes aún son cuando estas referencias están vinculadas a la posición del analizante respecto de la madre. Entonces el sesgo que yo voy a tomar en la noche de hoy son las histerias más difíciles, que son las centradas en el estrago materno, pensando esta relación entre estrago materno y lo que puede devenir luego en una patología, que Lacan consideró en Helene Deutsch, en lo que ella ubicó como “personalidades como si”. Las “as if”, que es muy interesante diferenciar ese tipo de presentaciones de lo que puede ser un velo cuadro histérico. Y por otro lado aparecen las locuras fenoménicas de las que yo me ocupé en este libro, que lo titulé “No se vuelve loco el que quiere”, porque entran en estados de locura que no son locuras histéricas sino que son presentaciones fenoménicas con cierta peculiaridad a las que me voy a referir dentro de un ratito.

Entonces, trabajando estos fantasmas que van apareciendo, y que es interesante lo que puse en el pizarrón, una fórmula que aparece en el seminario de la transferencia, es algo que Lacan no explica mucho, en el capítulo de la transferencia real, que es muy interesante, porque allí ubica también el fantasma del obsesivo. Este fantasma de la histérica,​ tiene el –φ debajo de la barra, sosteniéndolo, es decir se inscribe la castración pero entra en conjunción y disyunción con este A sin tachar. En el fantasma del obsesivo,​ donde aparece el Otro como barrado. O sea que lo que está mostrando aquí Lacan es que el trabajo con la histeria y el despliegue de la novela, de los cuentos y el despliegue de esta primera mentira, van apareciendo una sucesión de fantasmas imaginarios en pos de la construcción de una axioma fantasmático que la histérica en su relato, va a contarnos su mentira, esta búsqueda inalcanzable de este deseo que nunca se satisface, lo imposible de ese traumatismo sexual, se va a inventar, se va a mentir anécdotas, muchas anécdotas que llevan a los analistas a operaciones muchas veces duras en la transferencia, a mi entender, a no escucharlas, a acotarlas, a no soportarlas. Estas mentiras están para armar lo que es el teatro histérico con los distintos personajes que la histérica va representando en búsqueda del lugar fálico que luego vamos a desarrollar con más claridad. Pero en principio, si se puede leer en un análisis a quién está dirigido su relato, es a la búsqueda de ese padre en donde la madre entra como rival sexual, seductor, servidor, violador, amo por momentos, amo impotentizado, y su padecimiento crucial estaría centrado allí. Lacan avanza sobre la histeria en relación a un tema que a Freud le preocupa seriamente y que lo convoca a ciertas charlas que tiene con Marie Bonaparte. Ella padecía de una enorme frigidez, entonces Freud le confiesa es que con 30 años de práctico no pudo desarmar el meollo de la sexualidad y no puede entender qué desea una mujer.

Esa frase la toma Lacan para trabajar lo que Freud deja como signo de pregunta para que de los escritos de su última época, los escritos sobre la sexualidad femenina. Me parece importante es que las histéricas exitosas hacen ese pasaje con facilidad a la figura del padre, pero las que se van quedando en el camino, que son las que tienen que ver con mi experiencia clínica: quedan detenidas, y Freud en 3 artículos de 1925 a 1932 va a escribir 3 artículos que son “Sobre las diferencias anatómicas entre los sexos”, 1925, “Sobre la sexualidad femenina” (1932) y “La Femineidad”, donde ubica muy claramente a la madre como el primer agente de la seducción, o sea que saca al padre del lugar de seductor y pone a la madre como el primer agente de la seducción. Y dice que la pre­historia edípica es la madre, aquella respectivamente goza (es un punto importante para entender de dónde Lacan saca toda la cuestión de los goces, especialmente la importancia de esto, como lo dice Silvia Amigo, “goces fálicos del Otro”), porque entre goce fálico y goce del Otro hay una íntima relación y el cuerpo de la niña es tomado gozosamente por la madre. Voy a dar ejemplos muy concretos sobre esto. Freud dice que fue la madre la que ejerció los menesteres del cuidado corporal, es la que impartió las primeras sensaciones placenteras y es la que va a acordarse de la niña y que estas mujeres aparecen atascadas en la relación con madre. En los análisis, esta ligazón a la madre pre­edípica está absolutamente tomada por los fantasmas maternos y siendo muy pequeñitas, según mi experiencia, he atendido a pequeñas brujitas que no hubiera escoba que les viniera bien. La transferencia era de un nivel de violencia pocas veces vista. Si los varones hiperkinéticos son difíciles en términos de cómo pararlos, las brujitas exasperan: insultan, denostan, agreden, pegan. Son análisis sumamente difíciles que pueden no iniciarse.

Siempre pensé en la adolescencia como una segunda oportunidad donde estos significantes fundamentales que los escribí en el pizarrón en el esquema R, o sea, deseo de la madre, el nombre del padre y el real, que hacen un conjunto en la batería del Otro, agrego el falo como 4° elemento, ustedes saben que en la lógica lacaniana siempre la estructura es cuaternaria.
Entonces, estos significantes en la crisis adolescente se ponen en cuestión y aparece una segunda oportunidad para mejor o para peor. Este hallazgo del objeto, así lo llama Freud en la metamorfosis de la pubertad, da la oportunidad que alguien muy perturbado en la infancia salga, o que alguien que ha pasado una infancia tipo meseta haga una crisis muy grande. Nos encontramos con esta difícil cuestión en el abordaje de estos jóvenes.

Pero muchos de estos análisis con niños prosperan. Prosperan si hay un pasaje al padre, pero si esto no ocurre y rivalizan eternamente con la madre, pueden ocurrir cuestiones y recordé una paciente adulta que tenía una relación con una madre fóbica que no salía de la casa, que todo el tiempo estaba con rodeos, que la hostigaba continuamente con cuestiones paranoides, que a cada intervención que yo le hacía, me decía “No me estás diciendo nada que yo no sepa”. Trataba de otra manera, “No me estoy llevando nada en esta sesión”, para mostrar la privación y cómo opera. Pero no es la privación simbólica, es la privación real porque lo que ocurre es que están privadas a nivel real, hay algo de esta cuestión del amor materno que no las constituyó, que solo las instituyó como objeto de goce. Entonces otra forma de decir “Esto no me llena”. Obviamente este análisis duró un tiempo y en un momento lo interrumpió. Y a partir de esto y de varios casos de estas características, donde el vínculo con un padre que sostenga y una madre muy difícil, realmente lo vi repetirse, yo pensé que eran pacientes donde hubiera sido preferible que las atendiera un hombre a que las atienda una mujer. Y este es un tema que lo cuento, porque se arma una cuestión imaginaria en la trasferencia con la que hay que tener mucho cuidado y hay que estar alerta porque a veces es mejor hacer un pasaje antes que de vuelta y se vaya, por ejemplo, a una terapia cognitiva. ¿De dónde viene esto y qué pasa con esta cuestión pre­edípica? Lacan toma a Freud, pero también Melanie Klein toma este trauma que a Lacan le interesa muy especialmente.

Es muy interesante pensar que muchas de las cosas que Klein pudo descubrir en la relación de la madre con la hija son cuestiones que se jugaron con su propia madre y con su propia hija. En Freud, es importante aclarar que él ya está hablando de función materna, es lo que Lacan después va a trabajar y luego otros autores, por Lacan trabajados en función de la matemática, en lo inconmensurable del goce que se puede jugar en esta función materna si la madre no está atravesada por la castración. Pero este es un término ya de Freud y que Lacan lo toma para pensar que la madre es agente de la frustración en el sentido del pasaje de la frustración de goce a la frustración de amor. Y que estos sujetos que quedan ligadas a este goce materno no pueden hacer este pasaje. Quedan estancadas en esta frustración de goce, por eso los reclamos imparables a la madre, por eso esos celos que aparecen en los textos de Freud, esa rivalidad que no termina, que como Freud dice, llega hasta los límites de la paranoia pre­edípica. Y esto lo va a reafirmar Lacan en el estadío del espejo, cuando él en 1936 dice, muy al final “Hay una marca en el cuerpo que proviene del ¿¿?? del cuerpo fragmentado, el que va a ser no ajeno a la pasión del significante...” Recuerden que la pasión está tomado de la pasión de Cristo, es esa marca en el cuerpo al estilo Cristo en la cruz, es algo que se clava, que deja marca, “...donde las líneas de fragilización se muestran en esa escisión esquizoide o de espasmo de la histeria”. Esta es una referencia en el estadío del espejo, entonces vemos que la histeria está muy vinculada a cuestiones esquizoides y ahora vamos a ver cómo las toma Freud, y también lo que está señalando es que efectivamente son muy tempranas. Al punto que en la carta 52, Freud ubica el punto de comienzo de la histeria entre los 2 y 4 años. Esto es bastante interesante, porque los que trabajamos con niños sabemos que la mayoría de los síntomas de los niños en la primera infancia, son síntomas conversivos. Son síntomas conversivos o que pertenecen a neurosis actuales, porque son síntomas en el cuerpo. El trabajo de los analistas es ver si se puede construir o producir en análisis alguna representación que los alivie, pero lo que aparece en el cuerpo, muchas veces aparece casi directamente al filo de las neurosis actuales. Por todas las transcripciones de las percepciones hasta que algo se inscriba en términos de la representación de palabra.

En esta etapa de seducción materna, nosotros las sabemos también por el lugar que la madre puede ocupar en los casos clásicos, Freud omitió en esa primera época trabajar por qué la mamá de Dora tenía una psicosis de ama de casa. Era una neurótica de acá a la China y Freud no se preocupó por saber por qué esta jovencita buscaba alguna relación con una mujer, en este caso la sra K, que le diera algún saber que ella no tenía. Y Freud en ese momento estaba lejos de poder trabajar la sexualidad femenina.

Lo mismo le pasó con la joven homosexual, el problema de la joven homosexual, creo yo, es que la madre se dedicaba a despertar envidia en la chica. No la atendía, atendía a los hermanos varones, se vestía a la mañana y lo único que le importaba era su arreglo personal y que de ninguna manera le dio ninguna muestra de amor y además que la separaba del padre. Pero lo que es interesante es empezar a pensar que a partir de estos cuadros, lo que aparece en la transferencia, como dije hace un rato, estas pacientes se quejan todo el tiempo, están en esa insatisfacción permanente respecto de los hijos, del marido, del trabajo, del analista, y no encuentran lugar. Freud trae muy claramente esta sensación de extrañamiento, trae con fuerza esto de que la histérica no tiene paz y no tiene paz porque estos sentimientos, estas pasiones, no se han escrito mucho sobre los afectos. Últimamente han aparecido libros sobre los afectos. Lacan no le temió a los afectos, porque estas cuestiones son las que muchas veces se desatan en estos casos, porque aparece un sentimiento muy primario, por esta relación tan estrechamente con la madre, que es la envidia.

Esta envidia maligna, vamos a decirlo así, es muy distinta de la envidia de la cual Lacan habla en el S. XI, en el sentido del in­videre, esa envidia que genera deseo. Esto afecta directamente a la teoría de las identificaciones, ahora voy a volver sobre esto. El término que hace marca en la trasmisión de Lacan en relación a estas fantasías de ser tragada, devorada por esa boca de cocodrilo y esas citas que ustedes habrán escuchado tanto, en el caso de la madre e hija el término que se usa es “estrago”. Tenemos la oportunidad, en este tiempo, [inaudible].

Voy a leer un texto que pude conseguir. Una de las novelas más famosas de [nombre inaudible], que fue íntima amiga de Simone de Beauvoir, quien le hizo de suplencia materna y le funcionó como nombre del padre. Ustedes se van a ir dando cuenta que Simone de Beauvoir va a ir trabajando psicoanalíticamente, pero yo creo que toda la crítica está basada en las múltiples novelas de [nombre] de Luque. Ahora, es interesante que la obra es del año ’55, y Lacan va a utilizar el término “estragos” en el S. XVII. Lacan se valió de varios títulos de seminarios y temas. Es muy probable que Lacan haya tomado de De Luque ese término ilustrando la relación entre madre e hija, que es la historia de Belen de Luque.

Lacan comienza en el S. V hablando de un concepto que vale la pena recortar: la ley de la madre. El estar sujetado a la ley de la madre. ¿Qué pasa cuando una madre hace la ley? Voy a leer la cita de Lacan, que me parece importante:

La ley de la madre es una ley incontrolada. El sujeto se vuelve dependiente, se articula en total y cuanto a la ley, pero esta ley es una ley que el sujeto soporta en el bien o mal querer de la madre, la buena o mala madre.

Fíjense qué interesante, porque estos son los términos de Winnicott y de Melanie Klein. Y estas son las palabras de Lacan. Los invito a que lo piensen: Winnicott, con la madre suficientemente buena, esto es el seminario V. Entonces yo ahí empecé a pensar que si estamos pensando en la ley de la madre, no basta el deseo de la madre, porque el deseo de la madre se articula con el ideal del yo. Entonces, por eso en el subtítulo puse “patologías del ideal”, porque efectivamente hay algo de este primer sello, de esta primera marca, de esta marca –que como dice Lacan­ de asentimiento del Otro, seminario de la transferencia. Este ideal va a ser el que coordine, con el deseo de la madre, toda la estructura del narcisismo, el cuerpo del niño y por supuesto la construcción de los fantasmas imaginarios, siempre sostenidos con el –φ en el fondo del espejo. Los gráficos del esquema óptico que aparecen en el seminario de la angustia.

Tiene que estar la falta en el fondo del espejo. Si esa falta no funciona eficazmente, efectivamente se producen estos estragos. El deseo de la madre es un significante vacío, que inscribe la función materna. Es una madre que está dispuesta a recibir al niño que venga, con los defectos que tenga. Se me viene un ejemplo a la cabeza: Una niña nace con una tremenda deformidad física, un problema genético, que le causaba [...]dactilia, dedos de pato. La madre ahí entra en una depresión brutal. La nena se transformó en una nena mala. La nena venía a sesión, se paraba frente al escritorio, me miraba y me decía “¿Cuánto falta, boluda? Estúpida...” 4 años estuvo así. Traía un chocolate a las 18 hs, se lo comía y decía “Cómo te gozo, ¿eh? Debés tener un hambre...”. Entonces, lo que quiero mostrar es que esta cuestión tan gráfica de lo que es este niño que no responde al ideal materno, efectivamente, perturba todo el circuito identificatorio y si bien la primera identificación,​ que nosotros podemos pensar como identificación al falo, está constituida; la segunda,​ se puede volver fácilmente melancólica, de la identificación al rasgo. Es, digamos, “sos eso”. Lo que me decía a mí, era cómo ella se sentía. Ella se sentía mogólica, estúpida... Esto caía como marca de hierro sobre ella y por supuesto que se queda perturbada la tercera identificación,​que es al deseo del deseo. Lacan trae en el seminario de problemas cruciales, un trinomio que se llama escopificación: se hace un eco, se arma una relación especular porque el –φ no funciona bien en el fondo del espejo. Entonces son las histéricas que rivalizan como ella,no me llega lo que me decías”, “no me sirve lo que me das”, “no me llevo nada de esta sesión”, “esto me parece una estupidez”, denigrando todo el tiempo a otros y por supuesto, el lugar del analista. La segunda falla en la identificación puede traer melancolizaciones, la tercera es un combate en el seno de la transferencia y el problema es cómo el analista puede sortear esta especularidad que no permite que la cadena prosiga.

Freud trabajó en un caso de paranoia, el complejo materno y dice que en realidad, en estos casos, lo que está en juego no es la madre actual, sino la madre primitiva: una madre muy primera. Quiero decirles algo: con estos pacientes no es fácil obtener recuerdos, porque son cuestiones muy tempranas. Entonces son casos donde en muchos momentos lo que funciona son más los posicionamientos en la transferencia, y los análisis cursan como más allá de la neurosis de transferencia. Esto de más allá de la neurosis de transferencia Freud los trae en fobias muy graves, creo que es posible hacerlo extensivo a estos cuadros de histerias tempranas.

Dice Lacan: “La elucubración freudiana del complejo de Edipo en la mujer es como el pez en l agua, o sea la castración en ella inicial, bien sabemos, contesta dolorosamente con el estrago y la mujer en la mayoría es con relación con la madre, de la cual se puede esperar, en tanto mujer, subsistencia que con el padre, lo que no opera con su ser segundo en este estrago”. Entonces, cuando esta relación es efectivamente muy perturbada, Lacan va a tomar 2 posiciones para el hombre y para la mujer en torno a la sexuación. La mujer como síntoma del hombre, el hombre como estrago, tomando la cuestión de Freud de que un primer matrimonio es un matrimonio que reproduce la relación con la madre. Freud dice que en la segunda vuelta, a lo mejor tenemos mejor suerte.

Es interesante pensar, en relación al discurso, que la histérica va a buscar un amo que tenga las condiciones de operar como amo castrado.


Este amo va a tener en su posición todo el goce y ese goce todo, que en realidad le corresponde a la madre, lo va a traspasar al hombre que funciona como estrago. Y es bastante interesante pensar la diferencia que puede haber entre un hombre que funcione como estrago y una relación estragante con lo que es la reivindicación fálica. Es interesante pensar si es un mismo tipo de goce el que opera en relación a la virtuación fálica, lo que piden, todo eso que tendrían que tener, esa insatisfacción permanente entre ser y tener, a diferencia de ese goce estragante que aparece ya por afuera del falo, como si fuese otro goce. Es un punto importante, según algunos autores, como Colette Soler, donde se da esta precisión, pero creo que se debe investigar.

Desde las fórmulas de la sexuación, las mujeres como locas del todo, y así lo dice Lacan, entrarán de alguna manera en el universal. Pero las histéricas apuntan siempre a ocupar, sin pensar en la psicosis, un lugar excepcional en convertirse en una mujer para el hombre. O sea que las fórmulas de la sexuación podrían funcionar como lugar en la identificación donde efectivamente el cuadrante de la excepción liberaría esta singularidad que buscan, tratando de hacer consistir que no hay relación sexual.



Si bien en las neurosis hablamos del universal, ellas aspiran a este lugar de excepción. Solamente como lugar de identificación, no como en una psicosis. Es un punto importante de aclarar, porque el cuadro en la neurosis tiene movilidad. En todo análisis se recorre el padre de la excepción, el padre de la ­­­horda, es decir, la del goce, para pasar luego al “para todo” y el para no­ toda ­ella y llegamos a esta relación con el todo que va a hacer una consecuencia de fin de análisis con una posición realmente femenina.

La historia de Irene Nemirovsky: Ella fue una escritora en el año 42. Fue deportada ella y su marido y quedaron 2 hijas que quedaron con una familia, que las llevaron a un convento. Y había una abuela muy poderosa, que salió de Francia con su poderío económico, pero que rechazó absolutamente a sus nietas. Las nenas se fueron con la valija con los escritos de la madre. Muchos años después se abrió esa valija y se encontraron distintas novelas. Algunas ya habían estado publicadas, entre ellas la primera que apareció y que no terminó, en la que ella contaba la entrada de los nazis a París. En “El himno Isabel” es la historia de una histérica maligna, como es la historia bíblica. Isabel era una reina fenicia que sedujo al rey Israel, hizo que se apartara de las enseñanzas de las tribus de ese momento y finalmente se fue apoderando, hasta que produjo una rebelión muy grande y en una contienda, terminó absolutamente destrozada por las maldades cometidas. Y Nemirovsky cuenta, en esta novela, cómo esta madre histérica, lo único que le importaba era su imagen. Porque hay histéricas por conversiones y otras preocupadas por la imagen, las cirugías, los adelgazamientos, los tratamientos excesivos, que tienen que ver con los temas de nuestro tiempo. En una historia policial cuenta que un momento, la mujer tiene una hija a la que esconde. No quiere que la hija le haga sombra, la viste de nena... Lo mismo le hace la madre a Irene Nemirovsky, vistiéndola de nena y ocultándola. En el momento que la chica tiene una pareja, le prohíbe casarse, la chica se embaraza, tiene un hijo en la casa de la abuela. Ella la esconde, la hija muere en el parto y la abuela regala a su nieto. Es una historia absolutamente tétrica pero muy bien contada. Pensé que iba a tener tiempo para leerle fragmentos, pero prefiero que me hagan preguntas.

Pregunta: ¿Qué es esto de la ley de la madre?

A.H.: Porque responde a ese todo-­poder. En la constitución subjetiva, el todo­poder materno tiene que regularse con la aparición del padre. Cuando la ley de la madre funciona absolutamente, sin que el padre pueda meter una sola cuña, efectivamente funciona la ley incontrolada de la madre. Hay 2 frases de De Luque:

“Mientras tomábamos el desayuno, mi madre me ilustraba sobre la frialdad de la vida. Todas las mañanas me ofrecía un terrible regalo, el de la desconfianza y la sospecha. Todos los hombres eran unos canallas, ningún hombre tenía corazón. Me miraba con tanta intensidad durante su exposición, que me preguntaba a mí misma si yo era o no era un hombre. No había ninguno que compensara a los demás, abusar de uno, he allí su finalidad. Yo tenía que comprender y no olvidarlo nunca: unos cerdos.”

En ese sentido, se hace ley del capricho, de la omnipotencia del Otro, del todo poder, de la
omnipresencia.

Pregunta:​ Cuando hablaste de los casos precoces, ¿es aplicable para varones también?

A.H.: Por supuesto. Yo he tenido muchísimos varoncitos con dolor de panza, con toda una serie de sintomatología directamente física y que tiene que ver con algo de reconstruir el tiempo después... Estoy pensando en un caso en particular, donde la madre estaba muy enferma y la hiper­presencia, en este caso, de una de las empleadas. Había un goce que se armó en torno a las empleadas. El pibe era un histeriquito, porque seducía a todo el mundo, un histérico varón, pero aparecían siempre síntomas físicos: dolor de cabeza, dolor de panza, vómitos a la mañana. La derivación es directa al cuerpo. En este caso en particular, mucho tiempo después él le decía a la madre que le pasaba todo eso porque la madre estaba enferma y estaba muy asustado cuando ella no se ponía pañuelo. Todos estos síntomas fueron hasta los 4 o 5 años. Yo lo tomé en análisis a los 5 y él pudo hablar esto a los 8. Es muy interesante, porque él no lo había podido decir hasta entonces, lo cual fue una sesión extremadamente conmovedora.

Pregunta:​ Mencionaste a las personalidades “como sí”...

A.H.: El libro de Helene Deutsch es un libro interesantísimo porque da muchas vueltas sobre la histeria y habla de las personalidades “como si”. Lo que ella insiste es que en estas personalidades es que hay que diferenciarlas de las histerias porque en las histerias veras, el tema del padre está bien marcado. En cambio, en estas personalidades “como si”, que funcionan en muchos aspectos muy bien en la vida, pero que tocás cuestiones del amor o ciertas cuestiones narcisistas y se viene abajo con muchísima facilidad. Con lo cual la depresión está por debajo muy fácilmente. Hay una caso muy interesante de Karinovich cuyo título es “Una histeria melancolizada”, porque la depresión está ahí a flor de piel, cuando hay algo muy primario en la relación con la madre. Entonces lo que Helene Deutsch va a decir es que en las histerias de veras, uno puede ver que las asociaciones cursan la relación al padre, en cambio en estas personalidades “como si” inmediatamente el conflicto materno o con otras mujeres es no como la otra, sino como esa que no te da y que no necesariamente es en relación a un hombre, es el eje de la cuestión. Lo que es interesante en las personalidades “como si” es que el conflicto es con los ideales y no es con el superyó. Son melancolías, son problemas con relación al ideal, que mantienen la relación con el mundo objetal y es un conflicto claramente intrapsíquico, en el sentido de la sombra del objeto, que pueden tener momentos melancólicos, pero no son melancólicas.

[Pregunta inaudible.]

A.H.: Hay un capítulo muy interesante que vale la pena leer en Psicología de las Masas, “Un grado en el interior del yo”. Es un conflicto en el seno del yo con el ideal, porque nunca alcanzás es ideal, en este caso el ideal materno. Hay una relación del ideal materno con la imagen, es interesante hablar de la joven homosexual: ella era preciosa, ella era bárbara, ella se vestía bien. Hay un tema en relación a la mirada, porque toda la cuestión del ideal tiene que ver con el objeto mirada, por eso es bastante interesante seguir la problemática del ideal con las distintas versiones del tema escópico. El ideal materno se incorpora, marca el cuerpo e influye en el espejo, a veces perturbándolo cuando hay algo de la castración materna que no funciona. Héctor Yankelevich trabajó esto en relación a las neurosis narcisistas, en donde coincido con él que no es un tema donde no funciona el nombre del padre, sino el rechazo de la castración. El tema, digamos, es en relación a la castración materna y a la apuesta amorosa porque hay una clase muy interesante que dice que el goce del cuerpo del Otro que lo simboliza no es signo de amor. Esta es una clase de ancore, diferenciando lo que va por el lado del goce, que lo que va del lado del amor.

[Pregunta inaudible.]

Sin llegar a pensar en el holding winnicottiano, hay que poder sostener estas subjetividades, porque uno puede jugarse, cuando la transferencia está constituida, con el corte, aunque eso de acotar el goce no me representa, pero en un comienzo hay que sostener, hay que constituir el espacio, hay que alojar, aun cuando haya rechazo. En jóvenes ni hablar.

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