El surgimiento de los cuidados paliativos en el siglo XX responde a una necesidad ética dentro del campo médico: atender al sufrimiento del enfermo cuando ya no hay posibilidad de curación. Cicely Saunders acuña la noción de total pain, señalando que el dolor del paciente no se reduce a lo físico, sino que incluye dimensiones emocionales, sociales y espirituales.
Sin embargo, desde la perspectiva psicoanalítica, el sufrimiento no puede ser comprendido en términos de totalidad. El sujeto del inconsciente no es un individuo completo, sino una división producida por el lenguaje. Por eso, el psicoanálisis se distancia de toda mirada integradora del dolor: no se trata de “aliviar” el sufrimiento como totalidad, sino de escuchar lo singular que se juega en él.
En El malestar en la cultura (1930), Freud dedica un pasaje fundamental a las fuentes del sufrimiento humano. Allí distingue tres fuentes principales de malestar —Unbehagen—, situando en primer lugar el propio cuerpo, “destinado a la decadencia y la disolución”, que impone el dolor, la enfermedad y la muerte. Aquí se encuentra lo que en cuidados paliativos se experimenta con más crudeza: la imposibilidad de escapar a la vulnerabilidad orgánica.
Otra de las fuentes de malestar es la contingencia de las fuerzas naturales. Curiosamente, Freud ubica que el sufrimiento producto de las relaciones con otros seres humanos, son “la fuente más dolorosa de todas”. Es el punto decisivo: el sufrimiento "mas penoso" proviene de los lazos amorosos, de la dependencia del otro, de la agresión y de la imposibilidad de una convivencia armoniosa.
Para Lacan, el sufrimiento no es una mera “reacción emocional”, sino una modalidad de goce. En el dolor corporal o anímico se expresa la presencia del goce en el cuerpo, ese plus que no se deja reducir al discurso médico. El analista, por tanto, no busca eliminar el dolor, sino alojar el sufrimiento en tanto decible, permitiendo que el sujeto se subjetive frente a lo imposible que atraviesa.
Epicuro afirma en su Carta a Meneceo:
“Acostúmbrate a pensar que la muerte nada es para nosotros; pues todo bien y todo mal reside en la sensación, y la muerte es la privación de la sensación.”
Desde esta perspectiva, la muerte no puede ser experimentada: mientras existimos, la muerte no está; cuando la muerte está, nosotros ya no somos. Por tanto, no hay experiencia posible de la muerte, ni motivo racional para temerla. El sabio, para Epicuro, es aquel que logra liberarse del temor a morir comprendiendo que el miedo se basa en una ilusión: la de poder experimentar la propia desaparición.
Esta concepción funda una ética del placer moderado, donde la serenidad (ataraxia) se alcanza al eliminar los miedos infundados, en especial el miedo a la muerte y a los dioses.
Freud, en cambio, descubre que ni el saber ni la razón logran apaciguar el retorno pulsional de la muerte: lo reprimido retorna, la pulsión de muerte insiste.
Por eso, para el psicoanálisis, la posición frente a la muerte no es la de eliminar el miedo, sino la de asumir el límite y sostener el deseo allí donde lo real se impone.
6. Autores y referencias fundamentales
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Sigmund Freud
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“Consideraciones actuales sobre la guerra y la muerte” (1915)
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“Duelo y melancolía” (1917)
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Más allá del principio de placer (1920)
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Jacques Lacan
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Seminario 7: La ética del psicoanálisis
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Seminario 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis
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Seminario 17: El reverso del psicoanálisis
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Jean Allouch – Erótica del duelo en tiempos de muerte seca
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André Green – sobre la presencia del vacío y la pulsión de muerte
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Cicely Saunders – concepto de total pain (para contraste interdisciplinario)
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