Recordemos las conferencias 17 y la 23 de Freud.
Conferencia 17: se refiere al sentido del síntoma, el desciframiento, el síntoma como metáfora.
Conferencia 23: habla de la satisfacción pulsional.
En la clínica de Lacan, hay una bisagra, que es el texto de Inhibición, síntoma y angustia de Freud que Lacan trabaja. A partir de ahí, le da prevalencia al síntoma y no a la cuestión del inconsciente, que sería la primera clínica de Lacan. En esa primera clínica Lacan hace el retorno a Freud, diciendo que el inconsciente está estructurado como un lenguaje y que el inscienciente es el discurso del Otro. Él trata de retornar a Freud en respuesta al privilegio de lo imaginario que los post-freudianos le habían dado a la clínica y al psicoanálisis.
En la segunda enseñanza de Lacan, aparece esta cuestión de la conferencia 23 de Freud, retomando Inhibición, síntoma y angustia, que es el síntoma como satisfacción pulsional. Y esto en realidad hace a la clínica, en qué orientación le damos a nuestra clínica. Podemos orientarla hacia el sentido (el sentido y el desciframiento de lo que está diciendo el paciente) u orientarla hacia lo real (la satisfacción pulsional del síntoma).
Que uno se oriente a lo que es lo real de la clínica no implica que no va a decirle al paciente la regla fundamental y que el paciente al hablar sin que comande el yo, lo que aparece es el síntoma. En realidad lo que aparece es el inconsciente, el lapsus, el sujeto dividido. El paciente va a resistir o no, pero en la medida que aparezca este discurso del Otro del sujeto, este inconsciente, las relaciones de vivencias entre el sujeto y este Otro primordial, uno no va a decir “No me hable, porque todo es bla bla bla”. No se trata de eso, porque a veces se malinterpreta que cuando el paciente habla no escuchamos nada. Lo que si, cuando nosotros nos orientamos a la clínica de lo real, no vamos a excedernos en esto, porque hay una especie de casamiento y de goce con esta cuestión del significante. Si uno va al sentido, resulta infinito porque remite a otro, a otro y a otro.
Yo quería leer y comentar esta clase de Miller para después hablar sobre el síntoma y ver cómo podemos trabajar en la clínica en relación al síntoma. Cuando se hace un recorte, a veces aparece esto de escuchar por demás, o uno se pregunta cómo o dónde interrogar.
L: O poner el corte…
D: Claro, porque lo que se trata cuando se abre este espacio del lapsus, que es la última enseñanza de Lacan y que Colette Soler y Miller retoman y hablan de 3 momentos que serían esta cuestión del espacio del lapsus pero sin inconsciente. En realidad no hay sujeto del inconsciente ahí, después aparece en el análisis cuando esto es tomado por el analista que lee ahí el inconsciente y ofrece el lugar para que de esto hable en transferencia el sujeto y tome conocimiento de que el inconsciente existe. En el medio, hay toda una cuestión de construcción de análisis (segundo tiempo), pero sería que en el tercer tiempo sería que en el inconsciente… También hay inconsciente en el espacio del lapsus, pero en el trabajo del analizante es que hay inconsciente. Tendría que ver con el fin de análisis, saber hacer con ese incurable. Lo que va a trabajar la última clínica lacaniana es que justamente hay un incurable en el síntoma. Este incurable tiene que ver con el inconsciente real, no con el inconsciente a descifrar, el inconsciente de la interpretación o inconsciente transferencial.
L: ¿Por qué hablar de lapsus?
El lapsus sería la apertura del inconsciente. El inconsciente es un efecto de la experiencia analítica. Esto no significa que un sujeto en su vida no tenga espacios de apertura del inconsciente, entrando en una división subjetiva y que aparezca esta cuestión del “entre dos”. Ese sería el lapsus. Pero hasta que no se entera con un analista, no tiene ni noticias de esto. El analista va a producir el inconsciente ahí. No es que no exista, sino que es un efecto. Después el analista, pidiéndole que hable, hace que aparezcan los efectos de verdad del sujeto. El sujeto empieza a narrar y a historizar. Esto es importante. Lacan, en su primera clínica, lo hablaba como la palabra plena, donde aparece la cuestión del sentido, mientras que la palabra vacía era más una cuestión imaginaria.
A veces, lo que se escucha en los análisis, es que se quedan en esta cuestión del significante, en esta cuestión de articular los efectos de verdad al significante, como si todo fuera pasible de tener un sentido y que si ese sentido es descifrado, viene la cura. Freud se encuentra que pese a que aparece el sentido, está la compulsión a la repetición y la persistencia del síntoma. En “análisis terminable e interminable” cuenta de que el paciente ya se había curado y después aparece la reacción terapéutica negativa, por ejemplo, y se enferman cuando ya están por salir a la vida solos.
¿Qué posición tomamos ante un paciente con esta cuestión de “hable”? Suponemos que hay un sujeto de la palabra ahí y lo que va a decir es un saber no sabido por él, pero es un saber que habla por si solo. Ese es el discurso del inconsciente. ¿Pero hasta cuando va a hablar?
L: Hasta que aparezca la satisfacción pulsional o el objeto.
Exactamente. Esta cuestión del objeto es fundamental en la cuestión del corte, porque si no uno pide asociaciones una y otra vez ¿Y cuándo termina? Es más, aparece un goce al significante. Hay pacientes, sobre todo las histéricas, tienen una facilidad para seguir hablando y aunque las corten, siguen hablando en el pasillo. Lo que nos va a dar la orientación del corte es el objeto a, en relación a la satisfacción pulsional. El paciente habla, historiza y nosotros orientamos esto de lo real no diciéndole el sentido inconciente de los síntomas (que también es importante, porque es una alienación al sentido que el analista le da, replicando el momento de constitución subjetivo), sino apuntando a la satisfacción pulsional o el goce. “Usted goza de su inconciente, usted con lo que dice y ese sufrimiento y displacer, se satisface”. Esto no es para decírselo, pero es hacia esto a lo que vamos a apuntar con el corte de la sesión. Un paciente que habla, habla y habla se está satisfaciendo en eso que cuenta y en el acto de contarlo. Uno a veces no se autoriza a cortar ahí.
Cuando el paciente se está satisfaciendo y pescamos algo en relación a la satisfacción pulsional, hay que cortar. Los efectos son importantísimos e increíbles si uno se anima. Por supuesto, esto tiene sus tiempos en el análisis. El momento de ver, de comprender y de concluir se dan en una sesión. Si un paciente no vio nada, no se puede cortar. Si no hay pregunta de lo que le pasa, ¿qué vamos a cortar? A veces el paciente está hablando y es el corte lo que produce eso de ver. El ver, el comprender y el concluir son sincrónicos y el corte hace que eso se produzca. Generalmente, le tenemos temor a esto del corte. A mí me ha pasado. Uno piensa: ¿y si se va? ¿Y si hace un pasaje al acto? Entonces no se autoriza uno al corte. Tampoco se trata de trabajar como lo hacen algunas escuelas cortando siempre a los 10 o 15 minutos de una sesión. Ahí hay una cuestión de no al estándar. Se trabajan en las sesiones breves con 15 minutos por reloj.
Las escansiones que se hacen en las asociaciones, quedan sin efecto si no hay corte. Uno puede escandir, que es una puntuación. El analista puede ponerse a dar explicaciones, por ejemplo. Eso hace que quede sin efecto la escansión. Entra otra vez en la vía del sentido, que lo va a aliviar -al paciente y al analista también-. La escansión es un corte, pero el corte de la sesión es efectivo. Uno corta, se para y dice “hasta la próxima”. Lo que yo he notado en analistas de la EOL es que los cortes son a los 15 minutos reloj, entonces uno se pregunta dónde está el corte según los dichos del paciente. Por otro lado, este tipo de sesiones tan breves y tan cortas, cuando Lacan las hacía, es porque lo visitaban 2 o 3 veces por semana. Miller cortaba a los 5 minutos y de repente los podía volver a citar a las 7 pm. Lacan también lo hacía, o los mandaba a que esperaran en la sala de espera durante dos horas. O los citaban al otro día. O todos los días. Todos esos cortes son muy efectivos, pero se trata de tratamientos de todos los días. Si uno hace cortes y se ven la otra semana, se pierde que es importante que el sujeto hable.
Las sesiones cortas son muy interesantes, es otro tipo de clínica que realmente es super efectiva, incluso tratándose de personas que no sean analistas ni tengan mucho tiempo de análisis. Si es cierto que se trabaja de otra forma, y que con una vez por semana no se puede hacer, por lo menos en mi experiencia como analista. Es importante que el paciente hable y en 5 minutos no puede hablar. En los casos que conozco, que eran todos los días o 2 veces por semana, uno corta y realmente es otro efecto… que hay que bancarlo, porque produce mucha angustia a veces. Por eso es importante volverlo a citar, porque sino el paciente queda muy desamparado con todo lo que le pasa, porque es ir a cortar cuando dijo algo que es el hueso y es animarse a cortar ahí. Aparece la pregunta de qué me quiere, es apuntar a la respuesta fantasmática, a la respuesta que el sujeto se dio con su Otro en relación al objeto que lo satisface. El sujeto va a responder, por ejemplo, “El analista me quiere cagar”, entonces en transferencia lo que se va a producir es la transferencia real, la que accede al inconsciente, no la transferencia del sujeto-supuesto-saber, donde lo que tenemos es un Otro entero sin barrar y le suponemos que sabe todo. Es ese Otro que pensamos que tiene el sentido. Ahí no hay pregunta por el que me quiere, no aparece el objeto. Cuando se dan estas maniobras de analista, aparece esto de “¿Por qué, qué dije, por qué lo hace, qué me quiere..?” ¿Lo habré aburrido, lo habré hecho enojar? Estas cosas a veces no se ponen a trabajar transferencialmente porque el Otro sigue sin barrar.
Los análisis que giran alrededor de los efectos de verdad pueden durar años, porque siempre aparecen nuevos sentidos. Estos son los análisis interminables, digamos, cuando aparece solamente esta vertiente. A mi me parece que se trata de ambas, donde se puede trabajar con esta cuestión del significante, con la historia que el paciente va construyendo con las interpretaciones del analista, que también es importante para que contemporáneamente pueda aparecer esto de lo real de la satisfacción. Uno no puede decir de entrada “Te estás satisfaciendo”, pero se lo dice a través del corte. Un paciente puede hablar siempre de lo mismo y ante una interpretación, como en el caso de la histérica, va a intentar barrarnos y uno se siente un boludo que cayó. Así uno puede seguir escuchándola por años. Ahí hay una satisfacción sintomática que uno está avalando y ahí uno tiene que orientar que ahí se está satisfaciendo. La única manera en la que uno se va a enterar es si uno corta.
El partenaire-síntoma (Miller) - Cap. 4. “Síntoma y pulsión”
Es la que se anuda con la conferencia 17 y la conferencia 23. Miller habla de que hay una antinomia en la orientación del psicoanálisis. El habla de una orientación hacia la ficción y una orientación hacia lo real. Dice:
La orientación hacia la ficción se afianza hoy en el psicoanálisis a partir de lo que llamamos los efectos de verdad, que resultan de la articulación significante. Es una orientación narratológica de la práctica analítica, según la cual el paciente tiene que construir una ficción que supuestamente debe satisfacer. Y el analista estaría allí para orientarlo, pero esto supone un relativismo en cuanto a lo real.
Miller habla de “Inhibición, síntoma y angustia” como bisagra y dice que es el texto que Lacan invoca en su seminario en el momento que comienza lo que podemos llamar su última enseñanza, que es inhibición, síntoma y angustia.
Una orientación psicoanalítica hacia lo real encuentra en primer lugar no el inconsciente, que es lo que uno encuentra cuando dice “asocie”, la ficción de que el yo manda. Por eso el inconsciente y el síntoma están ligados, pero hay una disparidad porque el síntoma se basta a sí mismo y el inconsciente no. En realidad se articulan, porque cuando aparece el inconsciente y el sujeto dividido, aparece la queja sintomática.
Lacan privilegia el término síntoma en tanto no cesa de inscribirse, en tanto su permanencia se impone a la experiencia. A la pregunta de qué es un síntoma, la respuesta de manual cuando se trata de Lacan es “una formación del inconsciente”. Es decir, estamos formados para ubicar el síntoma en el mismo registro del sueño, que el lapsus, que el acto fallido y el chiste.
Después vamos a ver cómo dice que se ubica en otro registro. Miller lo diferencia, más adelante lo dice, en el sentido del fantasma, es decir, la implicancia del fantasma en el síntoma. Esto es lo que hace al síntoma duradero, la inercia imaginaria fantasmática. En cambio, el chiste y el acto fallido no es algo que dura. Pero esto hasta acá él todavía no lo menciona. Hasta acá lo que vemos es lo que Lacan se responde en su primera clínica: que el síntoma es una formación del inconsciente y estaría en el mismo registro.
Nos damos cuenta ya que “Inhibición, síntoma y angustia” no se trata de esos fenómenos subjetivos (el sueño, el lapsus, el fallido y el chiste). En la dimensión de Freud, deja de lado totalmente estos fenómenos. Acuérdense que en “Inhibición, síntoma y angustia” él habla del tema de la pulsión, cómo se satisface en la pulsión el síntoma. Además habla de esta cuestión que hace que aparezca la represión de lo pulsional, que es la angustia. El yo es la sede de la angustia.
En el informe de Roma es que Lacan pone un punto de comienzo y habla de las palabras vacías y las palabras plenas. La palabra vacía se aplica en el eje imaginario, mientras que la palabra plena supuestamente se aplica en el eje simbólico. Esto sería la primera clínica, que estaría en la orientación ficcional, con esta cuestión de los efectos de verdad de la palabra plena. Si hay un objeto en juego en esta configuración, es el eje imaginario. En esta cuestión del yo al yo, est cuestión del paciente quejándose de lo que le pasa con el semejante, es donde Lacan dice, en este momento, se pone en cuestión lo del objeto. Se ve la relación del sujeto con el objeto. El único objeto que se trata es del eje imaginario, mientras que sobre el eje simbólico se ubica esta palabra plena, porque ella confiere un sentido a las funciones del individuo. Dice que el sentido le es conferido a las funciones, pensemos en “Inhibición, síntoma y angustia” en la inhibición, donde se trata de las funciones del yo, que están limitadas. Uno podría decir que cuando Freud habla de las funciones del yo limitadas, ahí está hablando del síntoma.
Todas esas funciones -no poder caminar, como Isabel, que tenía la atasia abasia, porque se había quedado dormida en las faldas del padre cuando él estaba por morirse- todas esas funciones pueden ser tomadas a partir del sentido, del símbolo que tiene esta cuestión de no poder caminar. Lo que Freud distingue, en lo que atañe a estas funciones, es la función erótica, la dimensión libidinal, que ellas pueden tener un sentido erótico, libidinal.
Miller dice que lo que también trae esta cuestión del sentido es la implicación del Otro, que es a partir del cual el sentido se escande y al mismo tiempo lo sanciona. De este modo da al sujeto una realidad transindividual. Lo que estaría en juego en esto del sentido es la implicación del Otro. Ese primer capítulo del Informe de Roma otorga una significación propiamente discursiva al inconsciente. Responde Lacan, en este momento, a la pregunta de qué es inconsciente, diciendo que es el discurso del Otro. Pensemos nosotros en nuestra clínica cuántas veces hacemos abuso de esta cuestión. En este punto de partida de Lacan, el síntoma es lenguaje y palabra. Llama síntoma a una formación determinada por la estructura del campo analítico y esto en nombre de un retorno a Freud.
La última enseñanza de Lacan constituye un segundo retorno a Freud. Ahora, aún habiendo Lacan leído “Inhibición, síntoma y angustia”, asigna al síntoma una estructura de lenguaje. En “Inhibición, síntoma y angustia” Freud no había hablado de esto, sino de la satisfacción pulsional y de la conversión de la pulsión en el síntoma. Esta perspectiva de Lacan, pone en primer plano el desciframiento del síntoma y llega a formular, una vez más, que el síntoma es descifrado como una inscripción y que esta inscripción puede ser destruída, desvaneciéndose el síntoma sin pérdida grave. Si se descifra el síntoma, se destruye. Una vez que se sabe lo que el síntoma quiere decir, puede ser destruído. Esta perspectiva se considera como totalitaria, porque en los escritos Lacan dice que el síntoma se resuelve por entero en un análisis del lenguaje. Este sería el abuso, que se resuelva por entero en esta cuestión del significante, del sentido, y que el paciente hable, asocie… Miller dice que a pesar de que Lacan leyó “Inhibición, síntoma y angustia”, Lacan dice en un primer momento que el síntoma es el significante de un significado reprimido de la consciencia del sujeto. Es un significante y un significado reprimido: S/s. La cura y el tratamiento del síntoma consistiría en liberar el sentido aprisionado por la represión. Es decir, el síntoma se lee solo como un significante. No apunta a la satisfacción pulsional en ese momento, sino que eso tiene un sentido. En la historia lo vamos a descifrar. Es importante que un paciente asocie, pero si alguien dice “me mandé una cagada”, por ejemplo, está esta cuestión de la satisfacción pulsional de cagarse. En uno de los casos, vimos a la paciente que contaba cómo era su caca, si era dura, cómo era… Faltaba que trajera la muestra. Está la satisfacción pulsional, algo del orden de la pulsión anal que se desvió de su satisfacción para tener este desvío en otra satisfacción que Lacan habla en el seminario XX, que es la otra satisfacción, que es la satisfacción que se obtiene del síntoma. No se trata de la satisfacción del placer, sino una satisfacción en el displacer, que Lacan va a llamar goce.
En el síntoma se va a satisfacer la pulsión, pero de otra manera. No en la realidad exterior, como la pulsión que busca el objeto y se satisface, sino se desvía y va a encontrar la satisfacción en el displacer, o sea, en el padecimiento. Eso es lo que uno dice “Es goce, está gozando”. El paciente lo sufre. Freud y lacan, para poder dar cuenta del goce sintomático, trabajan con el obsesivo porque se ve claramente el anudamiento entre significante y goce. En la histeria, no tanto. Entonces, en el primer tiempo el síntoma es lenguaje y palabra.
En la primera enseñanza de Lacan, podríamos decir que el síntoma no es de lo real, siempre es simbólico. Miller lo llama “imperialismo simbólico”.
Pensemos en el automatismo de repetición al que Freud recurre al final de Inhibición, síntoma y angustia para tratar de cuenta de aquello que aísla como la persistencia. En este primer Lacan, el automatismo de repetición no constituye en absoluto una objeción a este imperialismo simbólico.
O sea, Miller dice que aún Lacan habiendo leído Inhibición, síntoma y angustia, él sigue diciendo que el síntoma es un significante cuyo significado está reprimido y en relación al síntoma como repetición, que sería esta persistencia del síntoma, porque pensar que se descifra, se cura y listo, a Lacan no le hace obstáculo. En ese momento él estaba conceptualizando otra cuestión. Acerca del automatismo de repetición, Lacan lo traduce a nivel de la práctica como una temporalidad histórica de la experiencia de la transferencia. O sea, que esto tiene que ver con los tiempos de la transferencia, que se repiten. Pero una vez resuelto la cuestión del significante con el Otro, transferencialmente se soluciona y se extingue lo de la repetición. No hay un incurable en este Lacan, digamos.
De este modo, el automatismo de repetición es arrancado a lo real del síntoma. Incluso, no permite que se le forme el concepto que no cesa de inscribirse.
Esto lo va a articular después. Dice que Lacan sustituye este primer esquema de que el síntoma era un significante con un significado reprimido, y lo que va a hablar es de la metáfora: un significante que sustituye a otro significante. De todas maneras, estaríamos en el terreno del significante, de lo simbólico. No cambia, dice, porque el significante sustitutivo se hace equivalente al síntoma. El S1 que está arriba se hace síntoma, y el significante que suplanta pasa a ser una especie de significado, como un significante latente. Algunos años más tarde, la dirección a la cura Lacan la va a ordenar, no sobre el síntoma, sino sobre el sueño, donde analiza el sueño de la Bella Carnicera. Lo que indexa la cura es el sueño.
Sobre la formación de los síntomas, se pregunta y va a hablar del fenómeno fundamental del síntoma, que Lacan marca como una sobredeterminación del síntoma, que es el doble sentido que se encuentra en el síntoma. Ya en “Dirección a la cura…” Lacan se esfuerza por dar una articulación a la sobredeterminación y él la explica por la interferencia del fantasma. En el grafo del deseo, teníamos el cuadrito:
A es el Otro, s(A) es el significado del Otro. S(Ⱥ) es el significante del Otro tachado; a la derecha está $◊D(la pulsión) y en el medio está d (el deseo) y $◊a (el fantasma).
Hay una flecha que va desde el fantasma al significado del Otro, que es lo que determina el sentido síntoma. El Otro retroactivamente le da un sentido al sujeto, a sus dichos o al deseo. Pueden haber varios sentidos, pero hay un sentido que es axiomático, absoluto, según Lacan. Se trata de una significación absoluta que es el fantasma fundamental. El fantasma le da un sentido fijo y está en el corazón del síntoma. El fantasma determina al síntoma, esto lo va a decir después, pero Miller va haciendo un camino, hasta que llega al texto de Inhibición, síntoma y angustia y habla de la satisfacción pulsional del síntoma. O sea, que ya lo que le va a dar fijeza a la sobredeterminación al síntoma, va a ser la implicación del fantasma. Esto es lo que siempre nosotros encontramos cuando un sujeto habla de su padecimiento sintomático, que el síntoma siempre es una relación del sujeto con el deseo del Otro. Piensen en un síntoma conversivo, como en la histeria o en un síntoma obsesivo. Siempre se trata de la relación del sujeto con el deseo del Otro. Este padecer sintomático que el sujeto va a venir a contarnos, ya sea figurativamente en una conversión (que es un significante que representa a otro significante), siempre supone la construcción de la respuesta fantasmática, que es la respuesta que el sujeto se da acerca de lo que el Otro quiere de ese sujeto. Cuando escuchamos al síntoma, llegamos a esta cuestión fantasmática. En el núcleo siempre encontramos al fantasma en ese padecimiento sintomático. Esa respuesta fantasmática se traslada a todos sus otros.
La implicación del fantasma en el significado del Otro sería lo que daría cuenta de la formación del síntoma y ello implica marcar que hace falta un elemento suplementario en lo que ataña al síntoma. Porque señalemos que esta implicación del fantasma no la supone ni el sueño, ni en el lapsus, ni en el acto fallido, ni en el chiste. Para dar cuenta de esos fenómenos, en cierto sentido podríamos conformarnos con el puro discurso del Otro, o sea solamente con el significado del Otro.
La determinación fantasmática que permite que el síntoma dure, que sea fijo, no la encontramos en el chiste. Lo que se manifiesta en el sueño es el sentido del Otro (el Otro es el discurso del inconsciente). Puede ser un sentido hoy, otro mañana… En cambio en el síntoma escontramos la repetición, a no ser que venga un sujeto a decir que todos lo días sueña lo mismo. El fantasma no está en el sueño, en cambio en el síntoma está siempre la misma frase gramatical, la misma modalidad de goce del sujeto.
Este elemento suplementario es la implicación del fantasma inconsciente, que es la diferencia que da entre el síntoma con las otras formaciones del inconsciente, a saber, que dura y que permanece. Así, en cierto sentido, le hace falta implicar en la palabra plena la inercia imaginaria y esto es lo que implica el fantasma, que define en primer lugar así, como la posición que el sujeto sostiene en relación con el otro, su semejante.
Después va a revisar esto y va a decir que “el fantasma es la posición del neurótico con respecto al deseo”. En la primera definición, que sería que la posición que el sujeto sostiene con el otro, su semejante, estaríamos más en esta cuestión de lo imaginario. Y cuando dice “el valor de ser la posición que el neurótico con respecto al deseo”, aquí ya está evidenciándose lo simbólico, la interrogación simbólica del deseo. La imagen de la que se trata está en función en el significante, si bien lo imaginario está, está en función en el significante, a imagen de que se trata. En realidad la respuesta fantasmática es imaginaria, la relación imaginaria entre un sujeto con un objeto, con el partenaire. Se manifiesta con una textura de lo imaginario, pero es una respuesta significante a lo que el Otro quiere. Es una estructura simbólica, un axioma, una gramática que tiene que ver con la pulsión. Aquí está la pulsión, en “hacerse cagar”, gozar con esta cuestión activa del hacerse lo que fuere.
Inhibición, síntoma y angustia no se trata del fantasma. ¿Cómo dar cuenta de la formación del síntoma? ¿Qué es un síntoma? Si nos planteáramos la pregunta en la primera clínica sería una formación del inconsciente, o un significante. A partir de Inhibición, síntoma y angustia es imposible discernir que el síntoma se descifra. Es imposible responder que el síntoma quiere decir algo. No es, en primer lugar, una formación que se descifre. El síntoma está presentado de entrada como un avatar de la pulsión. Freud lo que se pregunta es por qué la pulsión se convierte en un síntoma. Sería el devenir síntoma de la pulsión.
Tomemos la pulsión en el texto Inhibición, síntoma y angustia. ¿Cómo aparece? Como una función dinámica, digamos, como un vector. Sería una moción o un movimiento. Una unidad de movimiento. A esta pulsión dinámica de movimiento o empuje, se le describe un fin que busca la satisfacción. Sobre esta base fija, coloca Freud un curso normal de la pulsión, que es obtener la satisfacción a partir de su propio objeto y que implica ir a buscarlo a una realidad exterior no psíquica y luego un curso sintomático, que hace surgir un elemento sustitutivo. Freud dice que esto es el síntoma. No se plantea la pregunta de qué quiere decir el síntoma. El síntoma no está confrontado al sentido en Inhibición, síntoma y angustia, sino que se plantea a qué satisface el síntoma. Freud se pregunta cómo la pulsión, que busca una satisfacción, da lugar al síntoma.
La pulsión, para retomar los términos lacanianos, es si se quiere una demanda. Es el término que emplea Freud, incluso reforzado, que sería la exigencia, término que recorre Inhibición, síntoma y angustia. Hay una exigencia y podemos decir que al final de Inhibición, síntoma y angustia se va a estrechar en torno a este término de exigencia. Se trata de una exigencia que no cesa, a tal punto de que nos preguntamos qué es lo que finalmente sería capaz de satisfacer a esta exigencia que dura. Esto lo vemos en los análisis, que vienen y repiten, incluso cuando parecía que ya no más, otra vez… Es esta exigencia, es lo incurable del síntoma. Esto justifica por completo que Lacan haya puesto primero -como en el grafo del deseo- el registro de la demanda, con la salvedad que se trata de una demanda en la cual ya no se ve a qué otro se le dirigiría. Es una especie de demanda pura de satisfacción. Entonces, esto es importante: el síntoma emerge como ofreciendo a la pulsión otra satisfacción. Fíjense que Lacan, en el S. XX, el seminario “aún”, habla de otra satisfacción y se basa todo en Inhibición, síntoma y angustia. Ese texto es espectacular, porque toda la última enseñanza lacaniana está basada en ese texto.
Entonces, lo que ofrece el síntoma es otra satisfacción. Pensemos en nuestros casos y qué escuchamos cuando escuchamos y a dónde orientamos nuestra escucha y dirección. Este es el punto, hacia acá tenemos que orientar, para no ir hacia ese sentido interminable, que si bien es importante para alienarlo al sentido del Otro, en este primer momento de análisis, que tiene que ver con lo transferencial, esto es lo que va a permitir la separación. Vamos a ir desde los inicios al fin de análisis si tenemos esto en cuenta, la orientación hacia lo real, porque en los inicios están los finales. La manera en que concebimos el fin de análisis va a ser la manera en que vamos a dirigir la cura desde los inicios.
Pregunta: ¿Cómo resolver algo que empuja constantemente? ¿Vía el sinthome?
Exactamente. En realidad, se trata de que en el análisis el sujeto le va a preguntar al Otro qué hacer con su padecimiento. Pueden pasar años preguntándose lo mismo. El análisis de lo que se trata es de que no hay una verdad, de que hay un incurable si se acerca a la verdad, en todo caso… Y que el Otro no sabe. Ese es el momento en que el paciente se pregunta qué es lo que le dice ese analista, ¿qué va a saber? Cae el sujeto supuesto al saber. Pero bueno, que un paciente esté por dar el pase no significa que uno no tenga que volver a ajustar algo, quizá por los acontecimientos de la vida del sujeto, como una muerte. O algo traumático que lo hace responder con ese incurable, pero no sabiendo hacer con eso. De lo que se trata es de la destitución subjetiva. Al principio vamos a la institución del sujeto supuesto saber, a esta institución del sujeto dividido, de que el sujeto está entre 2. Pero después se trata de la desinstitución de esto, es decir “con esto gozás”. Cuando uno va por la vía del sentido, en un punto ya no se va a poder decir nada. Se trata de la manera del sujeto de gozar y cómo hacer con eso. Vía la sublimación, o lo que sea. Por eso, generalmente, se dice finalmente hay descreimiento en las palabras, por eso al final casi no hay demanda y hay mucho silencio. Esto no quiere decir que haya una melancolización por pensar que el Otro existía, que era el analista o lo que fuere. Se trata de aceptar, sin ese dolor, que la palabra en realidad no tiene un sentido y que son solamente palabras. Al principio caemos en esta ficción de que las palabras tienen un sentido, pero al final de análisis descubrimos que son palabras. Uno puede jugar con la poesía, que tiene que ver con esta cuestión sublimatoria.
Cuando se pasa a análisis, la transferencia se instaura a partir de un significante desde donde se moviliza el análisis. Pero lo demás son palabras, ¿dónde está la verdad, quién la tiene? ¿Qué puede saber el analista? Se trata de hacer con lo que uno ya sabe. Esto tiene varios recorridos, porque cuando pareciera que el paciente ya de esto se enteró, reacción terapéutica negativa, acting out, quilombo grande, se arma. Uno se pregunta cómo, si ya estaba ahí en la puerta. Tenía que solamente salir, pero renunciar al sujeto supuesto saber, a que el Otro no castrado, implica enfrentarse con la propia castración. Si no hay garantía en el Otro, ¿qué hay para uno? El Uno, justamente, poder hacer con eso que insiste constantemente, que es lo traumático de eso que se gozó y no tiene inscripción, que vuelve todo el tiempo. Eso visto, eso oído, dice Freud en Inhibición, síntoma y angustia, que no se articuló ni encadenó con nada pero que está. Una letra, el grito, la voz, la mirada y que de eso quedó una letra, dice Lacan al final. No un significante, una letra. Hay un texto muy lindo de Norberto Rabinovich que se llama “Las letras del análisis”, que es chiquito y lo recomiendo.
Es la otra satisfacción que conlleva el síntoma. Es una satisfacción anómala, en la medida que se presenta como unlust, como displacer. De este modo, en entrada en Inhibición, síntoma y angustia, estamos ante una paradoja: la de una satisfacción pulsional que se presenta como displacer y es de esta paradoja de Lacan de donde Lacan hizo surgir el término goce. Freud suponía una satisfacción en el horror de algunas pacientes, donde por un lado se querían sacar el vestido y por el otro no. Hay una satisfacción en el displacer, si uno no corta ahí y pide asociaciones, engordás esta cuestión de la satisfacción pulsional del goce. Uno tiene que hacer que el paciente se entere, por ejemplo “No, no no… No me cuente eso”. Quizás el paciente se empiece a dar cuenta que hay un exceso de él ahí.
El término goce se justifica por la noción de que el síntoma está articulado a la pulsión y que a su vez hace que ésta se desvíe. El síntoma es el resultado de una desviación de su curso normal, pero que al mismo tiempo satisface su exigencia de alguna manera. La necesidad del término goce ya está prescripta por el hecho de que no podemos conformarnos con la simple oposición del placer con el displacer, sino que hay, que es lo que se desliza en Inhibición, síntoma y angustia, es que es un placer inconsciente, un placer que no se conoce a sí mismo y que se presenta al sujeto, que se vacía bajo la forma de displacer. Entonces sería por una lado el retorno pulsional, que va a buscar el la realidad exterior un objeto normal que lo satisface. Donde se satisface es donde se detiene y luego hay una desviación cuyo resultado es este síntoma, que es lo que encuentra para satisfacerse. Digamos que se trata de un …. pulsional desviado. Es lo que Freud expresa cuando habla de una degradación del curso de la satisfacción en síntoma. La satisfacción se degrada en síntoma. La modalidad de satisfacción cambia, al displacer. No se trata de una satisfacción en el placer, sino que se degrada a síntoma porque se satisface en el displacer, en unlust.
Esto nos permite pensar en qué escuchar, en qué hacer con los pacientes. El término alemán de degradación, también es el que Freud usa en La degradación de la vida amorosa. Este tipo de degradación también se da así, esta cuestión del clivaje, de la división, la corriente tierna… Hay una satisfacción y los pacientes padecen de esto. Pero al mismo tiempo, hay un segundo esquema que se pone en términos de Freud: en lugar de desviación y degradación, hay en cierto modo una sustitución. El síntoma como sustituto, viene a lugar del objeto, que sería el bueno, el que le convendría a la pulsión. Pero esto, va a decir, está interpuesto por el yo, que lo que hace es reprimir. La pulsión, entonces, encontraría un objeto con el cual se satisfacería. Esto angustia y lo que hace el yo es reprimir, porque hay un monto de excitación, una cantidad que no puede ser absorbida por el aparato, la angustia y el yo reprime. En lugar del objeto, que sería el bueno, el que convendría a la pulsión (que se desvió de su curso por esta cuestión de la interposición de la represión por la angustia). El síntoma viene al lugar de la pulsión y está en lugar del objeto. En realidad, esto es porque se interpone a la satisfacción la angustia y eso es lo que va a generar la represión. Lo que se interpone a la satisfacción es que a la demanda pulsional, que es una demanda y está en relación al Otro, está siempre que ese Otro está barrado. Nos encontramos con el deseo del Otro o con su castración, según Freud. Esto es tan insoportable que hay que reprimir. Se reprime porque la la primera angustia, la inminencia del deseo del Otro es traumático y se reprime por lo intolerable del encuentro con ese deseo del Otro. Uno intenta responder vía fantasmática o sintomática.
Acá no lo dice, pero después va a hablar de la represión, pero en realidad es el encuentro con el lenguaje, que es lo que hace que haya esta sobredeterminación y que el sujeto tenga que reprimir por la angustia que produce el encuentro con la falta. Lacan le va a dar una vuelta más y va a decir que no es solo la angustia de castración, no es la falta, sino la falta de la falta: el goce del Otro. No el deseo solamente, sino el goce del Otro. Este Otro que nos goza y nos toma como objeto, pero no sabemos qué clase de objetos somos para el Otro y esto genera muchísima angustia. Entonces el desvío, lo que tiene que ver con lo pulsional, se desvía y se degrada en síntoma, que es la respuesta que el sujeto da vía fantasmática. La pulsión sería lo que permite que haya otra satisfacción en todo esto, que algo del plus de goce exista. El goce completo se pierde, pero hay un plus vía síntoma.
Desde este punto de partida debemos comprender el doble aspecto de la represión: por un lado, lo que está reprimido que es el significante, que Freud llama aquí representante de la pulsión. Esta pulsión está representada y esta representación es portadora de la moción del movimiento. Entonces, la unidad del movimiento está sostenida por un significante. Y esta representación puede ser reprimida e impedida de acceder a la consciencia. Lo que se reprime es este representante de la pulsión, el significante. La represión conduce a que representaciones significantes sean separadas de la conciencia y pueden entonces, a través de la representación, ser restituídos. Está claro que esto incluye en el análisis del síntoma un segundo efecto de la represión, que junto al representante de la pulsión llevada al inconsciente está el destino… La próxima vez lo veremos con más profundidad, pero habla de esta cuestión del yo interponiéndose. Recuerden que Freud decía que el yo es parte del ello. Por un lado está el ello como real puro y por otro lado está el yo como parte del ello, que también es inconsciente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario