La vez pasada vimos el capítulo 4 de El Patenaire síntoma de Miller, donde habla un poco de 2 concepciones del síntoma. Una era la del síntoma como metáfora, que es lo que vemos en la conferencia 17, y el síntoma como satisfacción pulsional, que es lo que veíamos en la conferencia 23 de Freud. Miller habla del síntoma como metáfora, ese que se puede descifrar, que es lo que hacemos nosotros al preguntarle al paciente qué se le ocurre y que asocie. Luego, lo que nosotros cernimos sobre aquello que puede llegar a ser síntoma. Una vez que hacemos la construcción del síntoma y pedimos que asocie. A partir de ahí empieza esa cuestión de la sustitución de un significante por otro. Pero está también esta otra orientación que, sin desconocer lo anterior en la clínica, apunta más a la satisfacción pulsional, que es el núcleo del síntoma. Si nos quedamos en la clínica del sentido de los síntomas, lo que ocurre es que no termina, es algo que se infinitiza. Por supuesto que vamos a hacer esto, pero a veces no podemos cortar.
Pregunta: Vos la vez pasada hablabas de la satisfacción pulsional como momento donde se hacía el corte. ¿Ese es el momento donde aparece el objeto o la pulsión?
D: Uno en realidad hace el corte cuando percibe la satisfacción y ahí se trata del objeto. Se trata de la repetición, de ese goce que insiste en eso que cae como repetición sintomática. A donde se apunta es “estás gozando de tus síntomas”. Hay satisfacción ahí, pero con la modalidad de corte permite que no dejemos que el bla bla bla siga repitiendo siempre lo mismo. Si seguimos con el tema significante y no cortamos, en realidad, lo que está en el núcleo del síntoma es el objeto, que es ese resto de goce que va a insistir en el síntoma. Es como el plus de gozar, entonces cuando viene un paciente repite lo mismo, hay que cortar y no asustarse porque está gozando de esto. El corte va ahí, sin decirlo. Hay otras maneras, sin tener que cortar la sesión. Es una manera de decir basta.
En la página 81 del Partenaire síntoma dice que la bisagra es el texto de Inhibición, síntoma y angustia en Freud. Y el texto que toma Lacan como bisagra para pasar de una clínica a otra. Lacan le estaba contestando a los pstfreudianos, acerca de la primacía de lo imaginario, a hablar de la determinación de lo simbólico o del significante. Pero en una primer clínica, quedaba el goce por fuera. En el primer momento de Lacan la primacía es de lo simbólico, el goce queda por fuera y es un momento ese real queda como resto y se trabajaba con lo real y lo simbólico. Inhibición, síntoma y angustia es un texto bisagra donde él empieza a trabajar esta cuestión de lo real y lo simbólico. Luego, en una tercer clínica, va a trabajar los nudos y del síntoma dirá que es el cuarto nudo: es lo que anuda a los 3 registros, que en el caso de la neurosis es lo que hace de suplencia en el caso de que los nudos no existan. Es lo que se dice “tratar de hacer con el síntoma”, arreglarse con lo sintomático.
En el texto que vamos a ver ahora, Miller dice que es algo del orden de la necesidad, es inevitable porque existe la pulsión, que es inevitable. No se pueden suprimir los síntomas, porque existe la pulsión y existe el lenguaje que viene a cortar y a reprimir esto de la pulsión y por eso existen los síntomas. es imposible que los síntomas no existan. Aún después de atravesar el fantasma, en un final de análisis, ¿qué pasa con la pulsión? Esto es lo que se pregunta Lacan. No es que la pulsión concluye y que no haya síntoma, sino cómo nos arreglamos con el síntoma y esto es algo del orden de la necesidad. Me interesaba este texto porque de alguna manera nos orienta en 2 modalidades de dirigir la clínica. Dice que a partir de Inhibición, síntoma y angustia, es imposible responder que el síntoma se descifra. El síntoma está presentado de entrada como un avatar de la pulsión. Freud se pregunta por qué la pulsión se degrada en síntoma. Estamos ante el devenir síntoma de la pulsión.
¿Pero por qué la pulsión se convierte en síntoma? Porque la pulsión es una fuerza dinámica, que es la cuestión del drang. En realidad no existe un curso normal de la pulsión que pueda ir hacia un objeto exterior y satisfacerse. Freud empieza diciendo una cosa, pero termina diciendo otra cosa, en relación al síntoma. Freud dice que por un lado está la pulsión, que podría satisfacerse en un objeto exterior, y después está esto de la desviación de la pulsión en el síntoma. Es decir, se desvía la meta vía el síntoma. El curso sintomático de la pulsión.
Lo que se plantea es qué satisface el síntoma. La pulsión, para retomar términos lacanianos, es una demanda. Recordemos el grafo del deseo y además el matema de la pulsión:
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Sujeto barrado, lozange, demanda. Freud dice “exigencia”, una exigencia que no cesa. Lacan dice que se trata de una demanda en la cual no se ve a qué otro se le dirige. Es una especie de demanda pura de satisfacción.
El síntoma emerge como ofreciendo a la pulsión otra satisfacción, por eso en el seminario XX él va a hablar de la otra satisfacción. Esto lo encontramos en Inhibición, síntoma y angustia, que es la otra satisfacción que conlleva al síntoma. Es una satisfacción anómala en la medida que se presenta como unlust, como displacer. Estamos ante una paradoja, la de una satisfacción pulsional que se presenta como displacer y de esta paradoja Lacan hace surgir el término goce. Esto sería el goce, una satisfacción displacentera. El término goce se justifica porque el síntoma está articulado con la pulsión y a la vez hace que esta se desvíe. El síntoma es el resultado de una desviación de su curso normal, pero al mismo tiempo satisface su exigencia. Se trataría de un placer inconsciente que no se conoce a sí mismo. Es lo que Freud expresa cuando habla de una degradación del curso de una satisfacción en síntoma.
Habría un doble aspecto de la represión:
- tenemos la que está asociada con el esquema de la metáfora, que indica que lo que está reprimido es el significante, eso que Freud llama el representante de la pulsión. Siempre lo que se reprime es el representante de la pulsión. La pulsión es un concepto freudiano, y la pulsión está representada. Esto conduce a que representaciones significantes sean separadas de la consciencia y a través de la interpretación puedan ser restituidas.
- Después de Inhibición, síntoma y angustia, Freud incluye en su análisis del síntoma un segundo aspecto de la represión, donde va a decir que lo que se reprime también es la pulsión.
O sea, estaría por un lado la represión del significante y la represión de la pulsión. Estaría, por un lado, la represión del significante y la represión de la pulsión. Nuestra descripción del proceso que sobreviene a raíz de la represión, según Freud, ha de destacar de manera expresa el éxito en la coartación de la consciencia, pero … han dejado subsistirlas. Dice que junto con el representante de la pulsión, también se reprime el elemento dinámico de la pulsión, o sea, es la búsqueda de la satisfacción lo que se reprime. Lo que va a decir Lacan, que es lo que está hablando acá, es el anudamiento del significante y el goce. Se puede articular el significante con el goce, porque en realidad el goce originario se reprime, queda como perdido.
Freud se pregunta cómo una satisfacción pulsional puede generar displacer y cómo puede engendrar al síntoma. Me parece importante que esta oposición entre estos 2 aspectos de la represión ya es susceptible de cambiar el sentido de la interpretación del analista. Podríamos decir que existe la interpretación que concierne a una representación inconsciente se restituya por deducción, pero dice que existe una manera más fundamental, otra interpretación que es acerca de la cuestión particular sobre la que se expresa. Es la interpretación de base de la experiencia analítica, si la tomamos a partir de Inhibición, síntoma y angustia, que es la interpretación que plantea aquello que aparece como unlust en el síntoma, como displacer, con sufrimiento. Unlust en realidad es una satisfacción, pero aparece como displacer. Entonces, podríamos hasta decir que esta interpretación es la que fija la posición analítica, en lo que ella tiene de no empática, de no sufrir con el sujeto. A veces esto aparece en las supervisiones, esto de la empatía y de decir “pobre, como sufre” y tratamos de calmarlo y de aliviarlo. Esto a veces hay que hacerlo, pero podemos excedernos al no saber a dónde puede ir el sujeto, por ejemplo en un pasaje al acto. Se trata de no sufrir con el sujeto, sino por el contrario, de una manera de un cierto modo inhumana, decirle “allí donde sufres, es allí donde te satisfaces”. Por eso es importante la posición del analista, porque puede pasarnos en relación a la repetición del paciente. A veces el analista puede empantanarse con un paciente y viene y siempre habla de lo mismo…
Es importante la función del corte, que es lo que permite justamente corte cuando algo del objeto está ahí. La repetición de un síntoma, donde uno ve por ejemplo que el objeto mirada está puesto ahí, o el objeto voz y que va y va… A veces uno no se anima o le cuesta cortar, porque tiene miedo cómo el paciente va a reaccionar. De alguna manera, es lo que Freud le decía a Dora, cuál es su responsabilidad en lo que le pasa.
Pregunta: ¿Por qué habla de 2 tipos de interpretación, una lenta y una rápida?
Porque cuando uno va con la interpretación por la vía significante, es ágil. El paciente produce, habla, asocia. Es más, a veces da tanto sentido que viene a asociar para nosotros. Viene con el sueño, asocia… Eso es dinámico, el paciente habla. Y lo que produce son efectos significantes. Pero cuando al paciente se lo quiere pinchar en el goce, de ágil no tiene nada, porque genera la reacción terapéutica negativa. Genera un empantanamiento ahí y resistencia. De ágil no tiene nada, queda ahí como detenido. Empieza a faltar, a no venir, a hacer acting out. no es algo cómodo la posición del analista si uno no tiene en cuenta esto de la abstinencia, esta cuestión de poner la persona del analista entre paréntesis, o de no manejarse por la vía de la comprensión y de la empatía con el paciente. Por ejemplo, si uno escucha el goce en un paciente que se quedó sin trabajo, quizá sea el momento de aumentarle la sesión.
En un caso, el analista le pone un honorario hasta que el paciente consiga trabajo. El analista queda entrampado. Se pregunta, ¿Hasta cuándo voy a sostener a este paciente?, Más allá que este tema del dinero pesaba en el análisis. Uno puede decir “Este es el honorario y vamos viendo…”, pero el conseguir o no trabajo tiene que ver con lo sintomático. Tiene que ver con esta cuestión del goce, de esta satisfacción en el displacer, en lo que a este sujeto le pasaba: no conseguir trabajo era una situación que venía repitiendo con la madre, con el marido… A veces uno se apresura a decir “Bueno, hasta que consigas trabajo...”. es una intervención apresurada, tiene que ver con la angustia del analista. Es hasta una especie de maternaje, que justamente engorda el goce, no va hacia esta clínica de cortar con la satisfacción pulsional, sino al contrario: engorda el síntoma. Y ahí el analista queda entrampado, porque encima esta paciente se quejaba de que el padre nunca había cumplido las promesas. Con lo cual, si este analista le decía que aumentaba, ¿dónde está la promesa que le hizo? Quedó entrampado en esto de la promesa. Por eso es importante esto de callar, de la abstinencia.
Pregunta: ¿Por qué el síntoma genera displacer en esta satisfacción pulsional?
Porque se reprime la pulsión y se desvía de su curso de satisfacción. Entonces, la manera que tiene de satisfacerse es en el displacer. Es una satisfacción, pero es otra, porque en realidad reprime el goce originario y obtiene un plus de gozar. Esto siempre que haya represión, cosa que en la psicosis no hay. En la psicosis se forcluye el significante del Nombre del Padre y el sujeto no quiere saber nada con la castración.
Lo que se reprime es por la angustia de castración, y eso es porque al Otro le falta un significante. El Otro está barrado y ante esta falta en el Otro no es la misma respuesta que da un sujeto neurótico que un psicótico. Este significante falta por estructura: la falta de respuesta, esto que el Otro no puede decir, lo que falta… Ahí viene la angustia, porque el displacer el yo lo percibe como señal de angustia. Recuerden que el yo es la sede de la angustia, según Freud. Lo que va a dar el yo es la señal de angustia, que es displacentera. El displacer es la angustia, va en contra del principio de placer. L angustia es siempre frente a la castración del Otro, no la propia. Es la castración del Otro primordial. Acuérdense que el neurótico, justamente, por no querer saber nada de esto se muestra permanentemente castrado: no puedo, no me sale, no sé… De lo que no quiere saber nada es de que el Otro esté castrado.
Pregunta: ¿Cómo sale el neurótico de su síntoma en un final de análisis?
El neurótico no soporta es que el Otro esté castrado. Hace lo imposible por mantener al Otro entronizado en un lugar donde no le falta. Tapona esta falta que lo angustia, porque si el Otro está en falta, no existen garantías. Se cae la ilusión de algo completo y el neurótico siempre busca la garantía de la completud, como si fuera posible que no exista la falta. El fin de análisis es cuando el analista puede decir algo y el paciente dice “¿qué va a saber?”. Creer que el analista sabe es entronizar al Otro, que existe el que sabe sobre lo que le pasa. Este tiempo tiene que ocurrir, porque así como en los tiempos constitutivos es importante que exista la alienación para que se constituya el sujeto, si no hubiera alienación estamos en el campo del autismo y de la esquizofrenia. Pero el sujeto también va a hacer el otro movimiento, que es la dialéctica de la operación subjetiva, que es la separación. Es el Otro el que le da el sentido a lo que piensa, a lo que le pasa y a lo que hace, pero como en realidad el Otro hace una cosa pero dice otra, aparece la falta y el sujeto se empieza a preguntar sobre esto que al Otro le pasa: se ausenta, se contradice, le habla de tal o cual manera… Esa respuesta que el sujeto se da es la respuesta fantasmática. Ahí se constituye el fantasma y eso es lo que permite la separación de la alienación. Igualmente, termina alienado a que el Otro no está castrado, pero hay algo que el sujeto pone de su propio goce ahí. Esa es su respuesta, es un recorte subjetivo, es algo propio en la relación que tiene con el Otro, algo que saca de su propio goce. Respondo que me quiere tal cosa, me quiere tal otra. Tanto en los momentos constitutivos de un análisis como en un análisis, es necesario primero la constitución de la transferencia. La transferencia en sentido simbólico es la alienación al sentido del analista, a esto del sujeto supuesto saber que sobre el síntoma le pregunta a un Otro que supuestamente sabe cómo se soluciona lo que le pasa. Le pide un sentido al Otro. Si el analista se queda en esta vertiente del sentido y no apunta desde el inicio a la separación, va a quedar siempre en la clínica de la alienación y va a terminar identificándose al superyó del analista, al yo del analista, que es lo que hacían los post-freudianos, que planteaban el final del análisis con la identificación al ideal del analista. Daban consejos, cosa que a veces es importante intervenir desde lo imaginario, sobre todo cuando el paciente está muy angustiado, pero hay toda una orientación hacia esto.
La alienación se tiene que dar, sino no hay transferencia. Se tiene que instalar el sujeto supuesto saber, la alienación al sentido que el analista le va a dar a su síntoma. Lo que va a hacer el analista es decepcionarlo de esto. Pero sino se da lo primero, no hay análisis.
Lo que opera en esta desviación de la satisfacción de la pulsión hacia el síntoma, esta sustitución es lo que llama el moi de Lacan. Es el yo de Freud el que reprime. En Inhibición, síntoma y angustia, Freud se preguntaba cómo es que el yo podía ejercer sobre el ello una influencia tan profunda que haga desviar una pulsión. Recuerden que yo es parte del ello. El ello sería el inconsciente real, con el das-ding. Eso es el ello. Con la ayuda del principio de placer, el yo genera esta desviación. La señal de displacer hace que el yo ponga en marcha el principio del placer para obtener esta desviación. Esta señal de displacer es la que va a poner en marcha, lo que va a producir la desviación, es la angustia. Hacer de la angustia una señal a partir de la cual se pone en marcha la represión es la novedad de Inhibición, síntoma y angustia.
Freud va a decir, al final, que la exigencia pulsional es un ¿pedido?. Lacan va a decir que la pulsión en tanto tal constituye una infracción al principio de placer, en la medida que su exigencia, precisamente, no es de una satisfacción del placer, sino que su exigencia es la de un plus de gozar. Esta es la exigencia, un plus de gozar. El goce originario se pierde, pero insiste. No es el originario, pero igual insiste, es un plus de gozar. El goce mítico está perdido. La categoría del plus de gozar, que Lacan introduce para decir que la pulsión en tanto tal está en infracción con el principio de placer, por lo tanto no es un avatar, no es un accidente que haya síntomas. La pregunta de Freud será cuál es el origen de la neurosis, por qué hay síntomas. La respuesta de Lacan es que la represión de la moción pulsional no es un avatar de la pulsión, el síntoma no es un accidente, no es contingente. El síntoma es, por el contrario, del orden de la necesidad. Freud decía que era el yo el que reprimía. Lacan va a instalar, en el lugar del yo, en el lugar que Freud distingue como la organización del yo, al lenguaje: la articulación estructural del lenguaje. Es la estructura del lenguaje como tal lo que él instala en lo que Freud había preparado para la organización del yo.
El goce como tal está prohibido para quien habla. Se trata de ese goce puro y mítico. Se trata de la pérdida de la cosa por la incidencia del lenguaje. Freud decía que el objeto está perdido, incluso antes de haberlo encontrado. Es una experiencia mítica de satisfacción y en realidad la angustia va a repetir esa experiencia mítica de satisfacción. Esta frase quiere decir que no es el yo freudiano el que reprime la pulsión. Lo que Freud llamaba represión de la pulsión es consecuencia necesaria de la estructura del lenguaje. Pero implica también la necesidad del síntoma. O sea, se reprime por una cuestión estructural del lenguaje y la respuesta siempre es el síntoma, que es esta desviación de la pulsión, que es la satisfacción en el displacer. Esto ya lo encontramos en los niños.
Hay una parte que no se puede anular, de este resto de goce originario que se reprime: a minúscula mantiene su exigencia. Es nuestra manera propia (lacaniana) de dar cuenta que Freud plantea cuando constata que la moción de la pulsión escapa a toda influencia que la represión del goce, la represión de la pulsión, no es suficiente para callar esta exigencia. El síntoma manifiesta su existencia por fuera de la organización del yo, independientemente de ello. Lacan dice que a minúscula es el centro del síntoma. Aquí toma valor el hecho que para Freud el síntoma se presente como unlust, como sufrimiento. Incluso lo que se exige al comienzo de análisis, que haya en alguna parte del inicio unlust, sufrimiento. Si no hay registro de lo que está padeciendo, no podría preguntarle al Otro cómo hacer con eso que está padeciendo. Tiene que haber algo que no sea del orden del placer. Pero aun siendo displacer, no es menos que el retorno de la pulsión y por lo tanto es siempre interpretable como satisfacción. Siempre. Lo mínimo de la interpretación, desde esta perspectiva, es “tu gozas de tu síntoma”. Es lo que siempre tenemos que tener en el horizonte. Hasta podemos decir que todo lo que puede desplegarse como interpretación analítica se realiza sobre la base de este “tu gozas de tu síntoma”. Estamos hablando de la neurosis. Es idéntico al esquema del retorno de lo reprimido. Así como lo que está prohibido decir se dice simétricamente, hay retorno del goce bajo la forma del síntoma. Hay un goce originariamente perdido. Se desvía y hay un retorno de este goce, con un resto que retorna en síntoma y hace que el sujeto repita, repita y repita. Uno se pregunta por qué vuelve sobre lo mismo. Y es a este resto persistente al que Lacan designó con la letra a minúscula. Esa a minúscula puede ser el objeto mirada, el objeto voz, del que pudo haber gozado: la voz o la mirada del Otro. O el golpe del Otro, que sería lo anal. Freud establece aquí bajo el nombre zigma un elemento que es irreductible al principio del placer.
Lacan se pregunta en el S. XI: ¿cómo vivir la pulsión una vez que se hizo la experiencia del fantasma fundamental? Una vez que se atravesó el fantasma, una vez que se salteó el lano de la identificación… ¿Cómo se vive entonces la pulsión? Una vez que se desanudó el efecto de verdad en tanto tal, una vez que se está satisfecho por el lado de la pregunta por el deseo, ¿se puede vivir la pulsión sin síntoma? No hay pulsión sin síntoma. El curso normal de la satisfacción de la pulsión va siempre hacia la producción sintomática. Es por eso que Lacan va a proponer para el final del análisis, saber arreglárselas con eso que se repite. Va a estar siempre esa tendencia a repetir eso mismo, eso que ya quedó estructurado, que ya no toca los registros. El tema es que va a estar advertido de la satisfacción que hay en juego y va a poder hacer con eso. Esto se ve en análisis, porque no es que no desaparezca esta manera de satisfacerse con lo mismo. Es algo que se va a repetir, el tema es que va a poder hacer con esto. Hay veces que no, porque hay fines de análisis y testimonios de pase donde por alguna contingencia desencadena que hace que tengan que volver a análisis por un corto tiempo, a pesar de haber atravesado el pase.
Pregunta: saber hacer con el síntoma, ¿podría implicar también la sublimación?
D: Si. Por ejemplo, un sujeto que goza con que lo miren, que pueda llegar a pintar o a hacerse mirar de otra manera, más productiva o beneficiosa. O ir al boliche los fines de semana y ser mirada y no tener que andar armando escenas con el novio o la madre. El sujeto queda anoticiado y puede hacer con eso, por la vía sublimatoria, o por un acto que haga, que no sea del orden de lo tortuoso, por ejemplo, de que el Otro lo mire de forma incondicional.
En la neurosis hay logros que no se pueden vivir como logros. Está esta cuestión de estar angustiado, estar mal por un goce recto que no cede. Hay sujetos que no pueden vivir un logro con placer. Está esta cuestión del superyó que ordena gozar, del castigo, del sentimiento de culpa, masoquismo primordial, que remite a que fracase. Triunfa y fracasa o abandona, alejándose de lo que logró.
Freud dice que hay una lucha defensiva, primaria y secundaria contra el síntoma. La lucha primaria se realiza contra la exigencia de la pulsión. Es defensiva, porque es lo que se opone a la pulsión. Pero al mismo tiempo, dice en Inhibición síntoma y angustia, Freud habla de esta lucha secundaria, de este segundo aspecto de la lucha, donde el yo quisiera incorporar el síntoma. Esto se ve bien en la neurosis obsesiva: el yo lo incorpora y es parte de su personalidad. No está separado, no lo puede considerar extraño a esto que le pasa. “Soy así, soy celoso”. Esto, que no se lo cuestiona, es parte de su síntoma pero está incorporado al yo. En Inhibición síntoma y angustia, estaría construido sobre la oposición entre la unicidad de la repetición significante y la multiplicidad de la represión de la pulsión. Las pulsiones reprimidas aparecen como múltiples, mientras que el motor de la represión aparece como uno. Es lo que da lugar en efecto, a la angustia produce la represión, la angustia de castración. Este es el motor, por eso la frase de Lacan, que formula que la castración es la clave de ese sesgo radical del sujeto, por donde tiene lugar el advenimiento del síntoma. Esto es así, no puede no existir síntoma. Va a hacer de la represión de la pulsión la defensa contra el goce más originaria que la represión segunda.
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