Existe un vínculo, tal como Freud lo descubrió, entre la fantasía inconsciente y el síntoma. En este artículo, vamos a indagar la naturaleza de ese vínculo que es fundamental ubicar para la dirección de la cura.
Freud nos dice que la fantasía inconsciente tiene un vínculo importante con la vida sexual y le ha servido para su satisfacción durante la masturbación infantil.
El acto masturbatorio infantil se componía de dos pasos: la convocatoria a la fantasía y la operación de autosatisfacción. Ambos pasos se expresan como una soldadura, es decir, uno no es sin el otro.
Cuando, debido a la amenaza de castración, se produce la renuncia a esta clase de satisfacción masturbatoria y fantaseada, la fantasía misma, por efecto de la represión, deviene inconsciente.
Si no se introduce otro modo de satisfacción y no se consigue sublimar la libido, desviarla a otra meta, se produce la condición para que la fantasía inconsciente se reavive y se abra paso como síntoma. En otras palabras, luego de la renuncia a la masturbación infantil aparecen los síntomas.
Estos síntomas, si los pensamos como formaciones de compromiso, dan cuenta del efecto de la represión.
Los síntomas histéricos, como nos dice Freud, no son otra cosa que las fantasías figuradas mediante conversión, es decir, enlazados al cuerpo.
El nexo de las fantasías con los síntomas es múltiple. Un síntoma no corresponde sólo a una fantasía, sino a muchas. Se hace necesario un trabajo de construcción, de distintas vueltas en la cura.
Freud nos trae una serie de fórmulas sobre el síntoma:
- El síntoma es un símbolo mnémico (una marca) de vivencias traumáticas. Pensemos lo traumático como aquello que toca la sexualidad infantil. El término traumático tiene un sentido económico de intensidad del estímulo que no se puede tramitar.
- El síntoma es el sustituto del retorno asociativo de esas vivencias traumáticas.
- El síntoma es la realización de una fantasía inconsciente al servicio del cumplimiento de deseo.
- El síntoma corresponde al retorno de una modalidad de la satisfacción sexual que fue real en la vida infantil y desde entonces fue reprimida.
- La represión, entonces, es la precondición de la formación de síntoma.
Lacan nos dice que el síntoma se nos presenta como una huella y que permanecerá incomprendida hasta que el análisis haya avanzado lo suficiente para ubicar su sentido.
El síntoma es el significante reprimido de la conciencia del sujeto, es una cifra, un sentido que el sujeto ignora. Está ahí para hacer reconocer un deseo.
Lo que el psicoanálisis descubre es la estructura del síntoma, su estatuto significante.
En el comienzo del análisis, con respecto al síntoma, el sujeto sabe que aquello le concierne, pero no sabe lo que es. Frente a este no saber lo que es del sujeto, emerge sobre la figura del analista la del Sujeto Supuesto Saber. Esta suposición de un saber en el analista anuda la transferencia entre él y el analizante.
Allí terminan las entrevistas preliminares y comienza otro tiempo de trabajo, a saber, la cura propiamente dicha. Se inicia entonces un largo camino para atravesar el síntoma y los fantasmas o fantasías allí anudados.
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