Notas de la clase dictada por Diana Ramos sobre “Las letras del análisis” de Isidoro Vegh, capítulo “Qué lee un psicoanalista”, el 17/11/17
El aforismo “Dime cómo lees y te diré cómo analizas” es interesante en tanto a lo que se entiende que es la letra. ¿Escuchamos o leemos? No es lo mismo, porque según se entienda lo que es la letra, es la dirección a la cura de lo que se va a imprimir. Seguimos con esta orientación del síntoma como satisfacción pulsional, esta cuestión de lo que no cesa de tratar de inscribir aquello que nunca se va a inscribir, que es lo real.
Yo recorté algunas partes del texto de Isidoro Vegh, como para pensarlo y de qué clínica hacer. Lacan dice que la letra no es el significante, no es lo mismo letra que significante. En el seminario “Aún”, el 20, dice que la letra es litoral -en el sentido de frontera- entre el saber y el goce, entre el saber significante y el goce del objeto. Lo que va a decir Lacan es que el significante muerde el goce. Ustedes piensen en el caso Signorelli, el olvido que muerde el goce. Fíjense que en el olvido del nombre Signorelli, Freud llega a muerte y sexualidad, que no tienen inscripción. Eso no se va a inscribir nunca, nunca cesa de no inscribirse, núcleo de lo real.
Pregunta: ¿Cómo es que la muerte y la sexualidad nunca se inscriben?
La sexualidad, en el sentido de la complementariedad de los sexos, que no hay relación sexual. De lo femenino, que no hay inscripción de lo femenino en el aparato. Y de la muerte, tampoco. Se inscribe como interpretación, pero hay algo que escapa y hay un borde que no puede ser significado. Hay algo que cae, que es un resto, que nunca podrá ser significado. Esto va a insistir, el objeto a sería lo que va a ser inscripto como síntoma, lo que está en el fantasma, el objeto de deseo. Pero el objeto a causa de deseo no, eso cayó. Si pensamos en Freud, esa experiencia mítica de satisfacción, ¿estuvo alguna vez? ¿Se inscribió alguna vez? No. Lo traumático, por ejemplo en el caso Emma, ¿se inscribe alguna vez esto de que la pellizcan? No, aunque si se resignifica en la segunda escena. Hay algo de lo traumático y de lo real que no va a poder ser significado, porque no hay significante que lo represente. Esto va a insistir en el sonido, por ejemplo. La voz, el sonido, la mirada…
Pregunta: ¿Y lo que sí se puede inscribir?
El síntoma. Lo que se inscribe es siempre significante, vía síntoma. El síntoma inscribe, es una formación del inconsciente, pero hay satisfacción pulsional ahí, que es el objeto a. El aparato psíquico intenta inscribir lo que no se inscribe. El síntoma intenta inscribir lo que es imposible de inscribir, pero insiste una y otra vez, porque nunca termina de entenderse eso que es lo traumático.
Pregunta: ¿Esto traumático es a posteriori?
Es a posteriori, con el síntoma. Antes, eso queda suelto, es un S1 que luego se encadena a otro significante y eso se puede inscribir como síntoma.
Pregunta: ¿Cómo se une esto con la satisfacción que hay en el síntoma?
En realidad se trata de un goce perdido que se va a desviar y va a hacer una satisfacción en el malestar. La satisfacción en el síntoma es mediante una desviación de la pulsión. El goce es esta satisfacción en el malestar. Si nosotros pensáramos míticamente en un sujeto que pudiera gozar de algún objeto completamente, vamos a encontrar que siempre está el Otro interfiriendo. Por ejemplo, ¿hay goce en el autismo? Si, ahí se ve bien. El niño grita y apila objetos, hay algo del orden del sonido, de la voz pura, de la mirada pura del Otro, donde ni siquiera hay mirada. En el autismo severo no hay posibilidad de contacto ocular, es una mirada perdida. Es como si el objeto no cayera. Uno podría preguntarse si hay acomodamiento con el objeto o si encuentra el objeto de la satisfacción pulsional, que es lo más cerca que habría, como un animal. Pero después, con la intervención del Otro, con el deseo y su falta más la respuesta que da el sujeto a esto, ahí se pierde el goce. Por suerte, porque ahí hay goce del Otro. No es goce fálico, ni goce del síntoma, sino goce del Otro, que es terrible. Pero sabemos que hay satisfacción en el displacer en el síntoma, en la repetición. ¿Qué es lo que se repite? Lo traumático, lo que no se puede inscribir de ese encuentro con el deseo y goce del Otro, con la castración.
La letra es litoral entre el saber y el goce, entre el saber significante y el goce del objeto. La letra, para nosotros los analistas, no se reduce de ningún modo a un juego de palabras. En todo caso, como tal, reenvía a otro juego que tiene que ver con el cuerpo de un goce, lo que llamamos también lo real. Cuando los analistas hablamos de lo real, nombramos varias cosas, pero esencialmente a los distintos goces. Todos los goces pertenecen al registro de lo real y serían los 3 goces que Lacan escribe:
- Goce fálico.
- Goce del síntoma, plus de gozar, que es el objeto a.
- Goce del Otro.
Pregunta: ¿Qué relación hay entre lo real y la pulsión?
El concepto de pulsión tiene que ver con lo real anudado a lo simbólico. La pulsión no agota el concepto de lo real, porque la pulsión está anudado a la demanda del Otro. Lo real estaría en la pulsión, pero también por fuera de ella, en eso que está caído y constituye a la pulsión. El objeto causa de deseo está antes que la pulsión. Si no cae, no hay pulsión, estamos en el campo del autismo donde no hay pulsión. La pulsión es el sujeto dividido anudado a la demanda del Otro. Ya está lo simbólico ahí, no hay real puro.
Lo real está ligado a la letra, que lo bordea y que al hacerlo marca su diferencia con el significante. Es inherente a ese real no cesar de no escribirse (en el síntoma, la inscripción es lo real anudado). En el fantasma también hay real y no cesa de escribirse eso que es imposible de escribir. Pensemos que en lo real estamos hablando de los 3 goces, el goce del Otro, el goce fálico y el goce del objeto. Es inherente a ese real no cesar de no escribirse en la medida que no hay palabra que lo cubra totalmente. No hay un sentido, un representante, un significante que cubra lo real. En este sentido, también puedo decir que lo real es lo incesante o aquello que incita a la incesante escritura. Esto es lo que llamamos síntoma. Entonces, 2 cosas distintas. Aquello que no cesa de no inscribirse (no es el síntoma). El síntoma es lo que no cesa de inscribirse o de escribirse. El síntoma intenta escribir eso que no se puede escribir. Hay una desviación, como leíamos en el texto de Inhibición, síntoma y angustia.
Lo real escapa a la escritura, que desespera por escribirlo. La irrupción de lo real hace incesante la escritura, si bien la letra no logra sustituirlo, como tampoco la representación. Es decir, no lo sustituye, pero existe. Aparece la metáfora, aparece la metonimia… Aparece el síntoma, los rebus, los juegos de palabras, la homofonía, la homonimia… Todas estas cuestiones que van a tratar escribir pero no lo agotan.
La transferencia negativa también es intentar escribir esto, pero no lo logra. La repetición, lo que se intenta es escribir algo que insiste y que es imposible de decir, que es la muerte y la sexualidad. Volvemos al caso del nombre Signorelli. El inconsciente interpreta, porque hay un saber no sabido y va a insistir y producir su propio escrito en el lenguaje, en el discurso, que en el medio del decir produce su propio escrito, esa escritura que es lo que escuchamos los analistas. El inconsciente no estaría en las profundidades de la consciencia, sino en el discurso, que es lo que se escucha. Si uno se pone a saber qué quiso decir con, es otra cosa, porque estamos tratando con otra orientación que la que le quiere dar Lacan, porque en estos términos él hace una homofonía:
L’unbewrïsst / L’une-bévue
L’unbewrïsst sería el inconsciente o lo inconsciente según los autores. y L’une-bévue es de una equivocación. Lacan utiliza L’une-bévue para referirse al inconsciente, que significa una equivocación, que está en el seminario 24, “L’insu…”, para marcar la diferencia en pensar la orientación de la cura con un inconsciente como cualidad de la consciencia en la cual habría que ir a las profundidades para ir a la historia del sujeto, a que lo encontremos en el L’une-bévue, a que no estemos tratando de comprender qué quiso decir ni ir a lo profundo. Es en el mismo discurso donde se lo encuentra y que además es una pulsación: cierra y abre, cierra y abre. Es una clínica diferente.
La letra es borde de lo real. Dice que L’une-bévue surge de un seminario de Lacan de 1976-77 -piensen que él muere en el 81- y en español la traducción es “lo no sabido que sabe de una equivocación”. Él está trabajando ahí con la homofonía. Entonces, dice que lo no sabido que saben de una equivocación también puede ser un fallido, que Lacan también va a decir tropiezo. Insiste en que tiene que ver con el acto fallido. Puede ser también el lapsus, esto de lo no sabido que sabe de una equivocación. Se ampara en la morra, que es un juego de azar. Se basa en el azar. Lo no sabido de una equivocación se ampara en el azar. Esto es porque quiere decir una cosa y dice otra. Un acto fallido es del orden del azar. Allí donde Freud habla de inconsciente, que sería este término L’unbewrïsst, Lacan propone L’une-bévue.
En 1976, Lacan dice que tradujo L’unbewrïsst como L’une-bévue al francés. Dice que el inconsciente, en alemán y en francés equivoca con inconsciencia. Entonces, ¿Por qué no traducir por L’une-bévue? Esto tiene la ventaja de poner en evidencia ciertas cosas. Él propone traducir algo que va más lejos que el inconsciente.
Lacan dice que hablar (el “bla-bla”) pone en juego el goce fálico. No es por el bla bla que lo real del síntoma podrá ser alcanzado, cosa que podemos pensar en la clínica, donde hay goce fálico por la vía del significante. En cambio, por este saber que toca a lo real. Cuando el paciente habla, un significante remite a otro significante, ¿pero cuándo cortamos? Hay un cuestionamiento al bla-bla en tanto ligado a un goce fálico, que no solo impediría resolver el síntoma, sino que más aún, lo eternizaría. Respecto a Freud, no es lo mismo La Interpretación de los Sueños que el Freud de La metapsicología. En La Interpretación de los Sueños, la equivocidad se desplegaba de todas maneras. Ahora vamos al concepto de letra. Por ejemplo, el profesor Gardner era el jardinero, porque garden en alemán es jardín. O bien, otra suerte de equívoco que sabe de una equivocación, ahí es donde encontramos la letra. Gehen Italian (ir a Italia) es igual que genitalien, órganos genitales. Esto escuchamos y a veces dejamos pasar por alto porque estamos tratando de comprender qué quiso decir cuando dijo que no tiene plata, no puede pagar, los pasamos a privado o no…
Este sería el buen Freud, dice, el que juega con la homofonía. Reduce la equivocidad a la homonimia. La homonimia es una palabra que se escribe igual, pero que tiene significado distinto. Entonces da un ejemplo que me parece interesante, que toma de Joyce cuando le van a hacer un reportaje. La escritura es completamente escencial al ego, dice, hablando de Joyce y él lo ilustró cuando en un encuentro con alguien que acababa de entrevistarlo. Un día alguien llegó a verlo y le pidió que hablara en lo que concernía a una cierta imagen. Era una imagen que reproducía un aspecto de la ciudad de Corck. Joyce tenía un cuadro de la ciudad de Corck. Entonces Joyce, que sabía dónde esperar a su tipo, aprovechando la ocasión cuando un tipo le pregunta qué es eso, él responde “That’s Corck”. El tipo le responde que es evidente que yo sé lo que es, es un aspecto de la gran plaza de Corck, ¿pero qué es lo que cuadra?, a lo que Joyce le responde “That’s Corck”. Es decir, lo que eso quiere decir, es corcho. Lo que enmarcaba el cuadro era corcho. Entonces el tipo le preguntaba qué era eso, y él respondía “That’s Corck”. El tipo quería saber del marco y él volvía responder “That’s Corck”. Joyce, en El Ulises, escribe con homonimia y homofonía y significa que no es más que una imagen, que lo real no está. Y eso se expresa con la misma palabra: corck, corcho, era a la letra, a lo real. Eso no es Corck, es una imagen de la ciudad de Corck. Es distinto que “Esto no es una pipa” del cuadro de Madrid, que va al sentido y este ejemplo de Joyce, que iría al sin sentido, cuando el sentido cae.
Eso es lo que produce lo que nosotros tenemos que provocar, como alguna vez les dije con el jueguito de “Juan y Pinchame se fueron al río, Juan se ahogó, ¿quién quedó?” y uno decía “pichame”. Eso que va al pinchar tiene que ver con lo que uno lee. Cuando aparece el sentido y aparece el sin sentido, aparece la sorpresa y el pinchazo.
A la pregunta que le plantea su interlocutor, qué es esto de mostrarle la ciudad de Corck y él responde “That’s Corck”, la cuestión siempre vuelve señalando el marco. Hay homonimia, pero ¿es una relación de sentido o una caída de sentido? No tiene la misma estructura del cuadro de Madrid que dice “esto no es una pipa”, también traducido por Foucault, porque la respuesta de Joyce es “That’s Corck”. También comporta afirmar “Eso que vos crees que es Corck, es nada más que una imagen”. Eso es la caída del sentido, no producción de sentido.
La inconsciencia, donde uno está en estas cosas que importan, no tienen nada que ver con el inconsciente, como con el tiempo yo he creído deber designar L’une-bévue. Simplemente el psicoanálisis supone que nosotros estamos advertidos de que el hecho de un tropiezo -L’une-bévue- es siempre de orden significante. Hay L’une-bévue cuando uno se equivoca de significante, como en el acto fallido. Ese es el inconsciente. Yo trabajo en lo imposible de decir, dice Lacan, decir es otra cosa que hablar. El analizante habla, el analista corta. El analizante hace poesía cuando lo logra. Cuando el analizante habla y puede utilizar los recursos de la lengua, hace poesía. Sería el momento de cuando Lacan habla de la palabra plena. El analista corta, porque si no corta, corre el riesgo de la homofonía con el “es tarde”. Esto que él dice es corte, participa de la escritura. Cuando el analista corta, escribe y participa de la escritura. Si no, no aparece la escritura, queda como suelto. Cuando el analista corta, algo se inscribe. Hay un imposible de decir, pero con el corte el analista participa de la escritura, escribe junto con el analizante.
Se puede apreciar que siendo la palabra el lugar habitual donde encontramos el sentido de un modo manifiesto, cuando se dan estas homofonías, cuando la misma palabra mostramos que se está jugando el rebus (juego de palabras, jeroglífico), la sorpresa puede ser mayor. A eso vamos, a la sorpresa, a la caída del sentido, cuando el sin sentido florece.
¿Sólo habrá letra cuando hay homofonía o la letra la encontraremos cada vez que podamos advertir los lugares donde el texto se pliega? Cuando hablamos de texto, se trata del discurso. Porque ya lo dijimos: el inconsciente utiliza el discurso para su escritura. lacan lo dice en el seminario del semblante: el inconsciente es un lenguaje que en medio de su decir produce su propio escrito. Y ya Freud decía que el texto del sueño era una escritura jeroglífica.
¿Qué quiere decir que el inconsciente pliega a sus fines el discurso? Que bordea el goce prohibido y a su operatoria. ¿Por qué consideramos que su lógica general es la del rebus? Entonces habla de la diferencia entre lo que sería el efecto de sentido en relación a la gramática y la diferencia con el psicoanálisis. Se juegan leyes distintas en la gramática. Para nosotro los psicoanalistas se juega una lógica que desborda a la gramática, que sería la lógica del fantasma y la gramática de la pulsión.
Vegh habla de la banda de Möbius, la conjunción de un anverso y un reverso, que es una cosa que simboliza bastante bien la unión entre lo consciente y lo insconsciente, donde no hay corte en el discurso. Encontramos que se pasa de una letra a otra letra y podemos pasar por la banda de Möbius, donde no hay un interior y un exterior, un adentro y un afuera y es siempre la misma cara, aunque hay un pliegue. Entonces, en primer lugar para nosotros el lenguaje no existe. Para nosotros los psicoanalistas no se trata del lenguaje como le incumbe al lingüista, sino que se trata del lenguaje en movimiento, tironeado por la sustancia gozante que nos constituye. No es que no vayamos a escuchar significantes, pero esos significantes que bordean lo real, que muerden el goce, la sustancia gozante, está anudado. esto es la última enseñanza clínica lacaniana. Esto se llama lalengua y apunta a que la operación de análisis deshaga por la palabra lo que está hecho por la palabra.
La importancia de escribir: Freud decía que si no escribiera, no podría ser analista, porque la escritura es lo que permite abrochar. Alba Flesler cuenta la experiencia de un grupo que ella coordinaba en que se trataba de escribir casos y cómo aparecían cosas de la letra del analista que obstaculizaban el análisis de ese paciente.
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