La hostilidad, rasgo característico del patrón de conducta tipo A, ha sido considerada de modo absoluto como un componente negativo y “tóxico” de esta personalidad asociado a la enfermedad coronaria.
Se parte de la hipótesis de que las personas hostiles son más vulnerables a desarrollar enfermedad coronaria. También se ha constatado que situaciones de ira precipitan episodios agudos de la enfermedad. En ambos caso sean o no expresados en una conducta agresiva.
La definiciones de hostilidad, ira y agresión, estrechamente vinculadas, dependen de la distinción que hacemos entre las dimensiones afectivas, cognitivas y conductuales.
Definimos la ira como una emoción desagradable de variada intensidad que surge como consecuencia de percibir un maltrato o una provocación en nuestro entorno.
La agresión es la conducta manifiesta de esta emoción. Supone acciones de ataque hacia el entorno con el fin de causar daño y destrucción.
La hostilidad, considerada como un rasgo estable de personalidad, relacionada con creencias y actitudes hacia los demás, que incluyen el cinismo, el resentimiento y la desconfianza, es una dimensión más duradera que las anteriores, y presupone venganza oblicua o encubierta.
Las personas hostiles son caracterizadas por:
- esperar lo peor de los demás.
- estar siempre a la defensiva crear ambientes de tensión y competitividad en la medida que perciben al entorno como el lugar de una lucha incesante para alcanzar sus objetivos.
- permanecer en estado de alerta y vigilancia sobre los otros.
El estado de hipervigilancia permanente promueve una activación fisiológica constante y desorganizada, que se asocia al desarrollo de la enfermedad coronaria y que, a su vez, se incrementa con el desencadenamiento de la emoción de ira, lo que incide fuertemente en la ocurrencia de episodios agudos.
La hostilidad en relación con la enfermedad coronaria:
1. La hostilidad contribuye a la enfermedad coronaria en la medida en que se asocia con una reactividad cardiovascular elevada: incremento de la presión sanguínea, aumento de la frecuencia cardíaca, aumento de los niveles de norepinefrina que provocan trastornos en las arterias coronarias.
2. Las personas hostiles, generalmente, presentan bajos niveles de apoyo social, tanto en cantidad como en calidad: la ausencia de soporte social y la excesiva hostilidad aumentarían el riesgo a padecer enfermedad coronaria y la ocurrencia de episodios agudos mortales. Se ha observado, también una disminución de los niveles de soporte social que refuerza sus creencias y conductas.
3. Las personas hostiles son más vulnerables a constituir hábitos nocivos para la salud coronaria: se ha señalado la asociación de hostilidad con el sedentarismo, la ingesta de alcohol y el tabaquismo.
El impacto que tiene la ira en la función cardíaca:
Actualmente, la tendencia a las investigaciones que relacionan la enfermedad coronaria con las emociones negativas han enfocado la cuestión en la ira como la emoción base que, en relación con la percepción que hacemos del entorno a lo largo de la vida, permite la constitución de una actitud permanente de hostilidad hacia el medio ambiente.
En pacientes que habían sufrido al menos un ataque cardíaco, cuando se sentían furiosos, o, incluso cuando recordaban ese episodio, se producía una disminución en la eficacia del bombeo o de su corazón.
Si una persona se enfurece repetidas veces, cada episodio de ira añade una tensión adicional al corazón aumentando el ritmo cardíaco y la presión sanguínea.
Fuente: Instituto de Psicocardiología.
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