sábado, 6 de febrero de 2021

Diferencias entre la clínica de carteles y grupos de investigación

Agradezco la invitación [...], de retomar, una vez más, algunas cuestiones acerca del Cartel en nuestra Escuela. 

La particularidad de la ocasión consiste para mí en poder decir algunas palabras relativas al tema por mi participación en un cartel de enseñantes.

Recordemos lo que Lacan nos decía respecto de la enseñanza en distintos tramos de su transmisión, que se trata de provocar en los demás un saber hacer allí (26 de feb del 77), que la enseñanza del psicoanálisis no es amaestrable, (Alocución 1979), que de una enseñanza no resulta necesariamente un saber, que podría ocurrir que la enseñanza haga barrera al saber y que el saber se halla en relación al goce (Alocución 1970).

Entonces, a la luz de estas brevísimas referencias, busquemos los lugares de cruce desde donde ese entramado se pueda sostener para tejer la transmisión, y que se produzca su acto.

Trataré de no abundar en reiteraciones pero quizás sea inevitable pasar por aquellos lugares conocidos para arribar a algunas conclusiones.

El cartel resulta de un trabajo que se instituye instituyéndose, o sea un cartel no es un cartel hasta que concluye, conclusión que se homologa de este modo al producto.

Producto que no puede de ningún modo ser grupal, puesto que atañe a la singular subjetividad de cada quien, pero que sí deviene de un trabajo que se realiza en el intercambio con esos otros que forman el cartel, es en esa juntura que es posible que se sostenga una brecha que albergue el motor de su vectorización. Cuando digo vectorización lo pienso como esa orientación que direcciona el deseo, o sea que en ello está en juego la causa. La causa por lo tanto que afianza la producción, no obstante, permanece enraizada en la autorización que cada quien hace de sí mismo y ante esos otros que forman el cartel.

Se trata entonces de un dispositivo que ha sido inventado por Lacan para que prosperen algunas condiciones de funcionamiento que respondan a una lógica colectiva precisa y que funda una práctica de Escuela junto al Pase y al Seminario, lo cual no excluye que haya otros en ese funcionamiento, en el pasaje de la intensión a la extensión.

Ahora bien, la lógica de los agrupamientos atraviesa con su estructura el modo con que los analistas se plantean su trabajo con otros y en una Escuela de psicoanálisis se articula a la política que cada gestión imprime al funcionamiento de la misma, en nuestro caso cartel-seminario constituyen un eje desgajado de la estructura de la red de enseñanza.

También recordemos que es de la estructura, que la formación del yo resulta de un “nudo de servidumbre imaginaria” (Lacan “El estadio del espejo..”) y que todo lazo social lleva la impronta de dicha formación, ya que el otro imaginario será siempre el depositario también de la tensión con el semejante puesto que el lazo social por sí mismo no pacifica.

No obstante, por inevitable de esa misma estructura, Lacan decía que si los seres humanos no se identificaban al grupo estaban para encerrar.

Es en esa misma coyuntura que a veces, puede suceder que la identificación al grupo cristalice como el uno de la masa para mantener su permanencia, coagulándose en un imaginario que funciona solo y que lleva al cierre del sentido, riesgo por el que la vida grupal podría caer en el estancamiento y el rebajamiento de lo que se produce en relación al avance del psicoanálisis.

Desde esta perspectiva un dispositivo aunque no garantice, ya que funciona sujeto a las leyes de la contingencia, es posible que sí pueda generar las condiciones para posibilitar la lectura de dichos riesgos y ponerlas a trabajar, como así también favorecer la realización de una producción desgajada de los términos que son inherentes a la transmisión del psicoanálisis. Si en ello está implicada la experiencia del cartel como dispositivo que permite dicho acontecer en su funcionamiento, se desprenderá también que el mismo actúa operando como regulador de aquel goce que puede fijarse como tapón del real que está en el centro de la experiencia, cuando nuestra práctica de escuela se realiza en los diferentes lugares.

Vamos, para concluir estas brevísimas aproximaciones, a plantearnos entonces en qué podría el cartel interesar a la hora de la transmisión en la enseñanza, como un dispositivo particular que reúne propiedades intrínsecas para la misma.

Si la enseñanza del psicoanálisis se transmite por la vía de una transferencia de trabajo, transferencia de trabajo que es inherente a la vida del cartel, es en ese hacer del cartel, que se irá produciendo por sí mismo una transmisión, puesto que ya sabemos que enseña por añadidura, en tanto ponga en acto cuestiones relativas a los fundamentos que rigen nuestra práctica como analistas. Dejo abierta la pregunta si el producto de un cartel de enseñanza es la enseñanza.

Por lo tanto, la estructura del dispositivo tres o más, más uno, podríamos decir, nos permite verificar que su funcionamiento se sostiene en el “no hay relación sexual” puesto que lo que no anda juega ahí como intérprete de su lectura y conlleva entonces la posibilidad de un saber hacer allí con eso.

Digámoslo de este modo, el cartel se sostiene en ese hacer, comportando una triplicidad de registros, en tanto anuda el imaginario grupal , a las coordenadas simbólicas de la estructura con que funciona, y a lo que de real ex –iste a la experiencia y nos convoca a ese saber hacer cada vez, cuando la tarea y su avance se obstaculiza.

En ello reside la posibilidad de horadar ese real del goce que retorna en el agrupamiento, de diversos modos según cada experiencia. Si el cartel permite agujerear el imaginario grupal, ¿de qué modo lo horada?

Me gusta un término que voy a parafrasear de Ana Casalla cuando ella se refiere al analista como lugar elaborativo de goce.

Creo que el cartel es “per se”, un lugar elaborativo de goce de la vida grupal, del colectivo de analistas y en tal sentido hace también transmisión en la enseñanza.

Para terminar.
En el cruce seminario-cartel, podemos decir, luego de este brevísimo recorrido desprendido, como les decía, fundamentalmente de mi experiencia compartida en diversas ocasiones, cuando funciona , ya que no siempre ni en todo momento puede ocurrir, pero cuando eso se efectúa, deja abierto el sesgo por donde la transmisión de un saber se constata.

Un saber que recrea la falta en tanto bordea el límite del saber, por eso no hace de éste una versión dogmática en la enseñanza, porque pone a la palabra a trabajar para escuchar la diversidad pero también nos presenta en acto su caída y la finitud que conlleva la misma pues el objeto no es a perpetuidad, y porque además, si hubiera algo de amaestrable en esa práctica, solo será, como decía Lacan, a título de síntoma.

También quizás podamos, lo dejo planteado para que lo pensemos, hacer una clínica de cartel a partir de que esta clínica, la considero de esta manera, es lo que se hace en un cartel y en tal sentido, adscribir allí la lógica de los discursos como modo de ordenamiento del lazo social y aportar con ello una inestimable ganancia para su funcionamiento.

Alejandra Rodrigo (2016) "Diferencias Entre La Clínica De Carteles Y Grupos De Investigación" - Escuela Freudiana de Buenos Aires

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