Una vez establecida la transferencia con un paciente, el analista debe intervenir con una pregunta que promueva una nueva vía de trabajo.
Esa vía tiene que apuntar a la posición de sujeto. Un desvío en este sentido puede conducir a la interrupción del tratamiento.
Ahora bien, ¿cómo nos dirigimos hacia la posición de sujeto? En principio no hay que perder la brújula, cosa que fácilmente puede suceder si el analista se orienta por sus ideales.
A propósito de la transferencia, tema del que venimos hablando desde hace algunas semanas, hoy quiero tomar un trabajo de Lacan llamado, precisamente, “Intervenciones sobre la transferencia”.
Allí Lacan presenta el trabajo freudiano en el historial de Dora.
Recordemos: el padre de Dora consulta preocupado por su hija, quien, mortificada por la relación amorosa entre él y una mujer llamada la Sra. K, ha escrito una nota donde habla de la posibilidad de suicidarse. Hay un cuarto personaje en la historia, el Sr. K (esposo de la Sra. K), quien corteja a Dora.
El momento en que Dora inicia el tratamiento es dos años posterior a la llamada “escena del lago”, en la que el Sr. K le dice: “mi mujer no es nada para mí”. Esa frase hace caer las fantasías de Dora: no puede ofrecerse como objeto de deseo para el Sr. K. Dora, de modo que le da una bofetada y huye.
El padre de Dora le pide a Freud que “enderece” a su hija para que no interfiera en su relación con la Sra. K.
Luego de un corto tiempo durante el cual Freud trabaja con dos sueños que tocan la sexualidad infantil, Dora interrumpe el tratamiento.
Freud, en el historial, se interroga acerca de esta interrupción. Lacan, por su parte, se propone ubicar las intervenciones que Freud realiza para el surgimiento de la verdad.
Nos dice Freud: “también otro factor [además de lo que se iba abordando en el tratamiento], inherente al caso mismo, impidió que la cura concluyese con la mejoría que en otras ocasiones puede alcanzarse”.
(Esto nos trae cuestiones en relación a la interrupción de un tratamiento, un tema siempre actual para los analistas.)
La puesta en escena de Dora (la escena del lago) se anudó, en el tratamiento, a la transferencia con Freud.
“Así fui sorprendido —dice Freud— por la transferencia y a causa de esa x [ese interrogante] por la cual yo le recordaba al Sr. K, ella se vengó de mí como se vengara de él, y me abandonó, tal como se había creído engañada y abandonada por él. De tal modo actuó un fragmento esencial de sus recuerdos y fantasías, en lugar de reproducirlo en la cura”.
Como hemos visto, en la transferencia no se recuerda, sino que se reproduce, se repite en acto.
Cuando Dora va descubriendo el entusiasmo de Freud y el suyo propio en el trabajo analítico se produce la interrupción de la cura. Esta es la puesta en acto.
Lacan se pregunta por la transferencia y nos dice que la podemos definir en términos de pura dialéctica.
Nos va a presentar una serie de inversiones dialécticas, modos de intervención para hacer surgir una verdad. Se coloca la inversión dialéctica y como efecto se produce un desarrollo de la verdad. A continuación nos muestra una serie de desarrollos lógicos que apuntan a confrontar la verdad con la realidad.
Lacan sitúa una primera inversión dialéctica cuando Freud interroga a Dora.
Al comienzo de la cura, Dora relata una serie de cuestiones de las que padece. “Estos hechos están ahí —dice Dora—, proceden de la realidad, ¿qué quiere usted cambiar de ellos?”, a lo que Freud responde: “Observa cuál es tu propia parte en el desorden del que te quejas”.
Freud apunta al sujeto que habita en Dora, cuál es su implicancia en esta comedia de enredos.
Se abre el segundo desarrollo de la verdad: Dora revela su complicidad en estos hechos, por ejemplo al cuidar a los niños de la Sra. K para que su padre y su amante se encuentren.
La segunda inversión dialéctica apunta al objeto de los celos de Dora, la Sra. K.
Freud interroga la conducta de Dora, la falta de rencor hacia la Sra. K, ya que ella, a quien consideraba su amiga, la traicionó: denunció ante el padre de Dora las lecturas de su hija sobre temas sexuales.
¿A qué se debe la lealtad de Dora hacia la Sra. K?
Surge un tercer desarrollo de la verdad: Dora se muestra atraída hacia el “cuerpo blanco” de la Sra. K, y lo revela con expresiones que corresponden más a una enamorada que a una rival celosa.
Nos dice Lacan que Freud no alcanza a ubicar el valor de objeto de deseo que es la otra mujer para Dora e insiste con el lugar del Sr. K, como la vía amorosa. Freud mismo dice que no pudo reconocer en su momento la “corriente de amor homosexual” de Dora hacia la Sra. K.
Lacan nos aporta que si Freud en una tercera inversión dialéctica “hubiese orientado a Dora hacia el reconocimiento de lo que era para ella la Sra. K., le hubiera permitido abrir el reconocimiento del objeto viril” y hubieran aparecido las identificaciones en las que Dora estaba sumergida, su posición inconsciente de identificación, su posición de varón.
Aquí Freud no pudo avanzar porque lo detuvieron sus ideales.
Lacan dice que Freud se enredó en sostener “el hilo para la aguja”, es decir, la correspondencia de los sexos, la niña para el varón. La transferencia, nos dice Lacan “no es nada real en el sujeto, sino la aparición, en un momento de estancamiento de la dialéctica analítica, de los modos permanentes según los cuales constituyen sus objetos”.
Vemos en este caso, lo que pasa cuando el analista interviene desde los ideales, como por ejemplo el del furor curandis (la cura rápida), el ideal genital, el ideal del bien, etc.
En el tratamiento, entonces, no debemos orientarnos por estos ideales. De lo que se trata, en cambio, es de propiciar que el analizante resuelva el impasse de su deseo.
El caso Dora es fundamental para pensar desde la clínica el enigma que nos muestra la histeria: ¿qué quiere una mujer?
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