lunes, 24 de febrero de 2020

La singularidad de la relación de amor en la transferencia

Hoy vamos a hablar sobre la transferencia y el amor. La transferencia es evidencia del inconsciente y para Freud, fue un modo de decir del inconsciente en las vías de la creencia del Otro, ya que el Otro es el representante del inconsciente. Al comienzo de sus investigaciones, Freud ya había tomado en cuenta las diferentes formas de ese lazo discursivo en 2 vías:
  • Una que posibilitaba leer el inconsciente.
  • Otra por el cual se volvía un obstáculo.
En el comienzo de la experiencia analítica estuvo el amor. Es un comienzo que toca la relación entre un hombre y una mujer: Breuer y Anna O. Anna O., paciente de Breuer, tenía 21 años, una formación intelectual importante. Pasando tiempo cuidando a su padre enfermo, desarrolló una tos importante que no tenía explicación. Tenía dificultad para hablar, que terminó en mutismo. Luego decía expresiones en inglés y en su lengua natal era alemán. Cuando el padre enfermó, ella lo empezó a cuidar sin moverse de su cama. Al fallecer, ella empieza a rechazar la comida y se le presenta una serie de síntomas: perdió sensibilidad de pies y manos, tenía parálisis parciales, espasmos involuntarios y alucinaciones visuales. Pasó por cambios de humor e intentos de suicidio. Breuer le diagnosticó histeria.

Piensen que este es un comienzo donde Breuer comenzaba a escuchar pacientes con Freud. Freud era de algunas manera su discípulo. Breuer ayudó mucho a Freud, porque inclusive le dio la posibilidad de un consultorio, de que comenzara a tener pacientes. Fue alguien muy importante para Freud. Entonces, Breuer le diagnosticó histeria a Anna. A pesar de los estados de trance, ella podía hablar de fantasía y recuerdos y ubicó que esto la aliviaba. O sea, el hablar aliviaba.

Breuer llamó a este método como catártico o cura por la palabra. Todo transcurría existosamente en el tratamiento. Iba avanzando, aliviándose los síntomas, hasta que Anna dice estar enamorada del médico. También dijo estar embarazada del médico. Breuer se asusta de este efecto y abandona la cura de esta paciente dejando a Freud a cargo de este tratamiento. 

¿Qué consecuencias tuvo esto para Breuer? Él viaja a Venecia con su mujer y de este viaje nace una niña. Podemos decir, por los efectos inconscientes que estaban allí implicados, que el embarazo anunciado por su paciente se realiza con su mujer. 

Luego de un tiempo, Breuer y Freud escriben un trabajo juntos, donde están los primeros casos de histeria, y despupes de un tiempo Freud se separa de Breuer por diferencias teóricas. Freud va a servirse de este caso de Anna O. y servirse de la transferencia como efecto de la cura. No cree para nada que se trate de un verdadero amor. Ahí nace el psicoanálisis. 

Lacan nos propone, en este punto, colocar la interrogación en el fenómeno de la transferencia. El amor no es la transferencia, sino un efecto de ella. Surge en un segundo tiempo, tras la suposición de saber. La entrada en la transferencia produce el efecto sorpresivo del amor. Lacan va a poner en cuestión el concepto de intersubjetividad y nos dirá que es lo más ajeno al encuentro analítico. En relación a este punto, Lacan nos advierte para evitar toda situación de consuelo, consejo o seducción. Esa intersubjetividad es dejada en reserva por parte del analista para que aparezca la transferencia. El análisis es la única praxis en la que el encanto es un inconveniente, nos dice Lacan. El dispositivo analítico no es un lecho de amor. En el fondo de la relación analítica, se trata de que el analista muestre lo que le falta, lo que le falta en el discurso.

En el terreno del deseo entre un sujeto y otro, se trata de un sujeto y su objeto. Coloca allí el amor y el deseo. El amor está relacionado con la pregunta al Otro, acerca de lo que él puede darnos y lo que tiene que respondernos. No es que el amor sea idéntico a la demanda, pero se sitúa en el más allá de esa demanda, en la medida que el Otro puede respondernos o no, como última presencia. De lo que se trata del deseo es de un objeto, no de un sujeto. Frente a ese objeto, desaparecemos como sujetos. vacilamos, desfallecemos. Con el objeto ocurre todo lo contrario: es sobrevalorado. 

Con estos términos, Lacan pone a rodar la transferencia para ver las consecuencias en lo más íntimo de nuestra práctica. ¿Cómo conjugar las 2 vías de la transferencia -positiva y negativa?

La transferencia es el automatismo de repetición. Introducir la vía del amor es introducirnos en la transferencia por otro lado. En el origen, la transferencia es descubierta por Freud como un proceso espontáneo. Está vinculada con lo más escencial la presencia del pasado en el análisis. Por la repetición, es manejable por la interpretación y permeable a la acción de la palabra. Para tomar el caso de Anna O., la relación terapéutica con Breuer, fue el soporte donde se enlazó la transferencia de amor que tocaba su relación con el padre. Breuer creyó que era él el destinatario de ese amor y perdió su camino. Freud tomó el guante y ubicó que no se trataba de él, sino de otra cosa: de la presencia del pasado en el análisis.

Lacan nos aporta que en las neurosis, si el analista interpreta e interviene en la transferencia, tiene que hacerlo desde el lugar que la propia transferencia le otorga. A la transferencia y a la interpretación les antece un elemento muy importante: el deseo de analista.

Lacan comienza a articular la posición de la transferencia en lo que llama la disparidad subjetiva. La posición de los 2 sujetos no es equivalente y cuestiona la noción de intersubjetividad. En el discurso analítico no hay una relación analista - analizante, no se trata de una relación entre sujetos, ya que en el transforndo de una relación de amor, el deseo apunta a un objeto. Si la apertura de la trasnferencia requiere del amor para que pueda instalarse, es a su vez obstáculo, resistencia, cierre del inconsciente.

Freud, con Anna O., nos enseño a no retroceder frente a este efecto ni ceder ante los sentimientos amorosos de los pacientes ni de los propios. El amor de transferencia es un amor auténtico y como todo amor, es engañoso: desconoce el sostén de su fantasma y la trampa narcisista en la que se asienta. El sujeto hace en el análisis lo mismo que con sus objetos: transfiere en el analista el lazo que ha establecido con otros y la satisfacción que obtiene de su fantasma. La demanda de amor pide satisfacción directa al objeto que se dirige, repitiendo el tipo de satisfacción obtenida con otros. Pone al analista en el lugar al que se dirige la demanda de amor, revelando la disparidad del amor: el analizante como amante; el analista como amado. 

El analizante, por amar al analista, cree en su saber y por suponerle un saber, lo ama. Ante la demanda, el analista se deja tomar por la cobertura que el sujeto hace de sus objetos. Se prestará al fantasma, ¿pero para qué? Su respuesta por la interpretación y al deseo de analista apuesta a operar para poder trasmutar el amor en trabajo. Amor a los significantes del psicoanálisis y trabajo que implica saber. El analista apunta a que se anude ese amor a los significantes, al saber, para hacer surgir el inconsciente. Puede hacerlo por su deseo de analista, por su relación con los significantes del psicoanálisis. 

La singularidad de cada relación de amor que cada análisis revela, tiene consecuencia sobre la tranferencia y su salida como fin del análisis. Por esta singularidad, existen tantos analistas como analizantes. ¿Qué quiere decir esto? Que la singularidad de la relación de transferencia entre analizante y analista es única, entonces ara cada analizante hay un analista. Por ejemplo, alguien que se analiza y deriva a su amigo al analista, ¿van al mismo analista? No, porque las condiciones de la transferencia que se establecen no son las mismas. Lo mismo podemos pensar para el final de análisis: hay finales de análisis con su particularidad. Hay "finales" porque no existe un solo final de análisis. Hay finales de análisis por las condiciones de amor que tocan el comienzo, o sea, el amor de transferencia.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario