Suele creerse que las pulsiones que se subliman son aquellos que han caído bajo la represión. No es así para Freud, sino que son dos destinos independientes uno del otro aunque aclara que en ambos casos hay una comunidad de destino. Así, en una carta de Freud a Putnam, del 5 de diciembre de 1909, dice:
"La sublimación crea nuevas metas tan pronto como la represión es levantada".
Es lo que se observa en un análisis: a medida que levantamos las represiones se libera la capacidad sublimatoria que, por otra parte, es distinta en cada uno de nosotros. No es un objetivo del análisis llevar al paciente por el camino de la sublimación.
En la sublimación se produce una desmezcla pulsional y la pulsión de muerte (o de destrucción) se deposita en el superyó, creando una moral más severa y una idealización del yo. Una parte de la pulsión sexual queda desexualizada. Ese yo que sublima está idealizado porque se va desexualizando, que es lo que se considera valioso. Por eso las personas que subliman más se sienten superiores a aquellas que subliman menos y las desprecian, lo que muestra la marca superyoica.
La sublimación es una desexualización de Eros. No podemos afirmar, o mejor dicho, por lo que sabemos, podemos afirmar que van Gogh no sublimaba. Su actividad artística estaba erotizada, era un apasionado, y la sublimación no es un destino que produzca esa tipo de actividad. No debemos confundir la sublimación, actividad deserotizada, desapasionada, con el producto de la actividad. Gente que produce obras de ningún valor artísitico o artísticamente de mal gusto puede estar sublimando y gente que produce bajo un la acción de un destino instintivo no deserotizado puede estar produciendo una genial obra de arte.
Lo valorado culturalmente no es la obra producida sino el destino pulsional, la desexualización. Y en van Gogh se nota esa necesidad de diferenciación. Cuando pintó, en raptos totalmente en un conflicto erotizado, hace más de 100 años, su obra no estaba valorizada y ahora está muy valorizada, hasta hay museos dedicados sólo a su obra. Y no podemos decir que antes no sublimaba y ahora sí. Al respecto, Freud diferencia idealización del objeto y sublimación del instinto. Lo dicho sobre van Gogh se apoya, en parte, en su epistolario con su hermano Theo.
Por otro lado, como dice la cita de Freud de El yo y el ello a referida anteriormente: al desexualizar se desmezclan las pulsiones y Eros tiene menos capacidad de neutralizar al instinto de muerte que, como desperdicio, se acumula en la moral superyoica. Y terminaremos sepultados, como producto de la asimilación cultural del yo, en esos productos de deshecho, en morales que buscarán imponerse cada vez más agresivamente. Ocurre un paralelo psíquico con el desastre ecológico que estamos produciendo en el planeta: mares y rios que son depósitos de basura, tierras fértiles arrasadas, etc. El daño a la naturaleza que estamos produciendo es más rápido y más intenso que la capacidad que tenemos de repararlo.
La represión y la sublimación contribuyen al malestar en la cultura. La sublimación es un mecanismo o destino de la pulsión muy valorado socialmente porque implica una desexualización. No debemos cansarnos de diferenciar la sublimación del producto de la sublimación: lo que está valorado socialmente es ese destino del instinto y eso no tiene nada que ver con el producto. El producto puede no ser valorado.
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