viernes, 24 de julio de 2020

Sugestión y transferencia.

El equívoco sobre la transferencia del post-freudismo requirió poner la experiencia en dirección al inconsciente sacándola de la alienación imaginaria en el ideal del analista. Los pacientes tenían que dejar de mirarse a sí mismos en el espejo montado del otro y buscar en sus asociaciones las claves de su propia colaboración en sus padecimientos, obteniendo el alivio que da no el cumplimiento de sus ilusiones sino el descubrir las posibilidades del pensar cuando éste no queda fijado a lo que Freud llamó teorías sexuales infantiles. Ese movimiento, hecho por Lacan, fue decantándose en algunas precisiones entre las que se cuenta la distinción entre transferencia e intersubjetividad.

La intersubjetividad (concepto de Husserl), aunque había sido situada en relación al hacer del sujeto en el campo del Otro, simbólico, no daba cuenta de la índole de la disparidad que se reconocía en el amor de transferencia, bien ilustrada por Platón en la relación entre erastés y eromenos (1). El concepto no sólo no aportaba más luz que la comprobación de Freud de que el tratamiento sólo puede avanzar al calor del amor de transferencia, tampoco ayudaba a operar sobre el carácter resistencial de este último. Era indispensable advertir en toda su dimensión que la transferencia no sólo impulsaba la cura sino que también la obstaculizaba, en el sentido preciso que le dio su definición como cierre del inconsciente (2).

Congruente con que la estructura del amor es la misma que la de la sugestión y la hipnosis, la expresión “el psicoanálisis se realiza en transferencia” significa que en el lugar donde operan la sugestión y la hipnosis el psicoanalista lee transferencias. La operación de Lacan fue subrayar la de Freud, que demostró que sin esta lectura no hay psicoanálisis sino sólo sugestión e hipnosis, que son también los mecanismos propios de la masa.

Una vez remarcada la diferencia entre el lazo social psicoanalítico y el de la masa, era esperable que los psicoanalistas estuvieran más alertas sobre las trampas de la sugestión; sin embargo, el efecto de verdad producido no evitó el atiborramiento de sus espacios de enseñanza (seminarios) por parte de sus pacientes, que corrían a participar de esa masa ávida por escucharlo. Sabiendo que la abstinencia de verborragia por parte del psicoanalista hace posible al psicoanalizante llenar ese silencio comprometiéndose con sus propias palabras, no podía escapársele el acting-out que implicaba ir a buscar las suyas para pensarse ahí donde él no estaba en posición de interpretarlo.

Como se sabe, la interpretación sólo es eficaz en sentido psicoanalítico si opera en transferencia, es decir: en presencia del psicoanalista, no del profesor, disertante o conferencista. El concepto no es más que el de Freud cuando advertía que sin trabajar con las transferencias la cura no podría producirse, “pues, en definitiva”, según escribía, “nadie puede ser ajusticiado in absentia o in effigie”(3). El mismo Lacan así lo entendía cuando destacaba que “la presencia del analista (…) debe incluirse en el concepto de inconsciente” (4).

Del modo señalado, el lacanismo, que había conducido a situar la transferencia en su función propia permitiendo salir del impasse de una sugestión no interpretada, terminó derivando en otra sugestión tampoco interpretada.

Tal vez Lacan, percatado de que las reflexiones que requerían sus disertaciones se convertían en el contexto de las sesiones en chácharas huecas, encontró conveniente acortar al extremo sus duraciones. Pero éste tema requiere otras consideraciones que no haremos aquí.

Notas:
1. cf. Lacan, 1960, S.VIII, p.11 y ss.
2. Lacan, 1964, S.XI, p.149.
3. Freud, 1912, vol.XII, p.105.
4. Lacan, S.XI, p.133.

Fuente: Raúl Courel (2016), "Sugestión y transferencia".

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