El vacío prolifera en épocas de hiperconexiones. La foto subida en las redes sociales, al alcance de los camuflajes, hacen que los encuentros cedan a lo ficticio, sean ganados por la decepción, y borren lo ficcional del amor.
Es a través de la ficción, del montaje del amor que la pulsión es soportable en la vida.
"Si a tu corazón yo llego igual, todo siempre se podrá elegir. No me escribas la pared, solo quiero estar entre tu piel..." Luis Alberto Spinetta.
El presente escrito intenta hacer una aproximación al amor como aquello que nos encuentra bajo diversas vestiduras, ropajes, ficciones, que cuando acontece anudan el deseo y el goce. Desde el Psicoanálisis sabemos que no hay "el amor" o "un amor", no hay una esencia, entidad finita, aprehensible, explicable en una serie limitada de conceptos.
Tanto Freud como Lacan han escrito acerca del amor, separándose de toda pretensión de sublime universalización. Son ensayos, intentos de decir, ya que el amor sólo puede cernirse en la contingencia. El encuentro transcurre en el terreno de lo contingente. El amor parte de una falta y vuelve a ella, en principio, bajo la forma de una ilusión.
Para aproximarnos al nudo amor y deseo, el "entre" spinetteano nos servirá de brújula. Quiero decir que "entre dos que se aman hay piel o no hay nada". Si plegamos la frase, podría decirse que "al corazón se llega a través de la piel". La piel como envoltura sensible, cálida, en principio, indeterminada e ilusoria donde se constituye el cuerpo. Es la primera envoltura que soporta nuestra fragilidad fundamental como humanos. Sin el contacto amoroso del Otro no habría cuerpo.
El amor nace en la piel (del Otro) y vuelve a ella, como marca. La piel es, entonces, un objeto que se pone en juego, vale decir, cuando algo del amor está en juego. Es real, en tanto cuerpo, y es también escenario del deseo. La piel, como superficie sensible, delimita un "entre", una extimidad se vuelve íntima, frontera del cuerpo que se concibe "propio" solo a través del Otro. El amor sale al encuentro de los sujetos, cuando algo del otro toca la piel, como correlato inconsciente del acaecer subjetivo. Lo genuino del amor es la falta que lo funda. Una falta que habilita a la construcción de ficciones posibles.
"Lo ficcional" se diferencia de "lo ficticio". En tiempos de las hiperconexiones prolifera el vacío. Al vacío de la foto subida a las redes sociales, salen al alcance los más diversos camuflajes, hashtags -palabras concatenadas de difícil lectura, apelmasadas, que fluyen ilimitadamente como ríos al mar- un mar de datos y coordenadas precisas, para nunca perderse. Etiquetas sin "entre", sin espacios. Los encuentros post-redes ceden a lo ficticio, siendo rápidamente encontrados por la decepción, desconociendo y borrando lo ficcional del amor.
Lo imaginario se hace presente denunciando ese punto de extrañamiento donde algo de ese espejo que era la pantalla (en tanto reflejo de la propia sombra), no retorna igual. Pasar a la segunda cita es soportar la emergencia del deseo, de ese resto, esa pregunta, ese no saber, al que expone el encuentro, ya no con el otro, sino con el propio vacío.
Recuerdo una paciente que le temía, no al encuentro per-se con el candidato, sino a los mensajes inquisitorios de sus amigas luego de la cita. ¿Qué les diría si el joven no le gustaba, si no tenía "toda" la onda, si había silencios, si mencionaba a su madre? En cierta forma, se privó de pasarla bien por no privar a sus amigas de las migajas de aquél encuentro, (fallido). Pero, ¿qué encuentro no lo es? Que sea fallido es un poco garantía de que fue realmente un encuentro piel a piel, aunque no se hayan tocado. Aquí me interesa destacar la piel como lo perdido, como superficie inconsciente que retorna en el amor. En este punto, cabe destacar que la era de la hiperconexión no es demonizable, por el contrario, puede habilitar lazos así como estar al servicio de las privaciones del sujeto, como cualquier otra escena a la que se le pueda echar mano para que nunca haya piel.
Cabe, entonces, preguntarnos desde el Psicoanálisis, qué amor se cuela entre esos rincones de intimidad, donde existe la ilusión de un otro al alcance de la mirada… asequible, transparente, visible. La prevalencia de la mirada tiene, en su reverso, un fundamental ocultamiento. Mirarlo "todo" del otro, parece equivalente a saberlo todo. El saber-mirada se vuelve escenario para nuevas formas del amor capturadas en lo imaginario. Lacan advertía acerca del engaño de lo imaginario, su carácter de ocultamiento, donde algo queda velado.
Volviendo a Spinetta, me interesa pensar el lazo entre amor y piel. En el lenguaje cotidiano, "tener piel" remite a cierto pacto inconsciente, que compromete entonces a los sujetos, más allá de sus voluntades.
Es a través de la ficción, del montaje del amor que la pulsión es soportable en la vida. El amor es un velo a la falta del Otro, sólo en tanto ese velo también, y fundamentalmente, recae sobre la propia falta.
Pasar de "lo ficticio" a "lo ficcional" es hacer con el engaño constitutivo del amor. En este punto, es preciso interrogarnos por el lugar que el Psicoanálisis puede darle a estas nuevas formas del amor y al modo en que pueden suscitarse esos encuentros con la propia falta, allí donde "ya no brillara el sol… y no quedara más que viento".
Fuente: Giordanengo, María Paula (2019) "Aquello que sólo se enlaza en la piel" - Investigación en "El Carretel", Institución de Funes.
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