viernes, 25 de septiembre de 2020

El pasaje al acto en el caso Dora.

Estuvimos viendo, en relación a la posición de Dora y a la otra mujer, la pregunta por la femineidad: ¿Qué es una mujer?

El sujeto en la histeria, frente a la angustia, tiene distintas respuestas. Entre ellas, el pasaje al acto. Ahí hay un punto de caída, donde el sujeto se queda sin ningún lugar. Es un puro objeto. A esto se va a referir Lacan en su lectura de una escena en el historial de Dora y nos vamos a volver a situar allí para ubicar los ejes.

En esta historia, tenemos un cuarteto: el sr. y la sra K, el padre de Dora y Dora. El padre de Dora tenía una relación particular y amorosa con la sra. K. El padre estaba con la madre de Dora; pero ella tenía una actitud bastante reticente con él. Él había tenido una enfermedad venérea de joven, así que ella tenía mucho temor al contagio. Él tenía sus encuentros con la sra. K, que lo había acompañado bastante en distintos momentos de su enfermedad y en una depresión. El esposo de ella, el sr. K, tenía su amor colocado en Dora, con lo cual la asediaba bastante. En estas idas y vueltas, en esos encuentros, pasan las 2 familias en una residencia de verano. Hubo un suceso que produjo en Dora una depresión, una excitabilidad e ideas de suicidio, que hasta ahora no habían aparecido. Dora le cuenta a su madre que durante un paseo por el lago con el sr. K él le hizo una propuesta amorosa. A partir de este momento, ella le pide al padre que rompa todo tipo de relación con los K.

Hasta ese momento, no había ningún problema. Es más, Dora tenía una participación importante y activa, porque le cuidaba los hijos a la sra. K para que ella pudiera hacer la escapada con su padre, o sea que ella siempre era muy laboriosa, en ese sentido. Siempre estaba dispuesta para sortear las dificultades que su padre tenía con los encuentros con la señora K. Entonces, a partir de ese momento, cambia totalmente la actitud de Dora. Le pide al padre muy enojada que corte todo tipo de relación con los K.

El padre de Dora encara al sr. K y este niega toda la cuestión. Le dice que son cosas de Dora, que es la edad, que ella una adolescente y que estaba muy interesada por temas sexuales y que lo sabe por las conversaciones que su mujer tuvo con ella. Aún más, le dice que Dora había leído un libro sobre fisiología del amor. Entonces, el padre considera que la escena esta que contó la hija es producto de su fantasía y se rehúsa a romper relaciones con el sr. K y, especialmente, con la sra. K. El padre no quería renunciar de ningún modo a ella. El padre no daba valor a lo que Dora decía por no verse perturbado en sus relacione con la sra K. Dora era bien cómplice de estas relaciones, en el punto de cuidarle los niños a ella, de promover los encuentros y el planteo de ruptura fue a partir de esta escena del lago.

En el historial, Freud no nos transmite nada sobre la madre de Dora. Más allá que así se haya dado en las entrevistas, esto nos dice algo en el texto. Dora solo habla de su padre, quiere el amor de él. Son pensamientos recurrentes e insistentes sobre el padre. Es a su padre a quien Dora le dirige su demanda de amor. Su padre tiene un deseo: la sra K. Él la desea a ella, pero Dora sabe que su padre es impotente. Lo sabe porque él ha sido siempre un hombre muy enfermo, de problemas de visión, enfermedad venérea y otros trastornos.

Freud, en principio, equivoca su interpretación por sostener allí la relación de objeto, por quedarse allí en una relación más imaginaria: Freud sostiene que Dora sostiene al sr. K. Esto es por pensar que a Dora le corresponde desear a un hombre y que no podría ser la sra. K. Al final del historial Freud mismo coloca algo en relación a su equívoco. Dice que él no tuvo en cuenta esos pensamientos homosexuales, según él coloca, aunque no se trata allí de una homosexualidad sino de una posición frente al deseo del padre.

Lacan nos dice, en el seminario de las relaciones de objeto, que Freud hace trampa: Dora, desde esta posición, en algún lugar entre el padre y la sra. K, retoma la pregunta histérica: ¿Qué ama mi padre en la sra. K? La sra. K se presenta como alguien a quien su padre puede amar, más allá de ella misma. Y esto produce curiosidad en Dora. Curiosidad en el punto de qué es una mujer, una mujer que provoca deseo. La sra. K es el centro de adoración en la que ella participa y donde la femineidad es un misterio. Dora adora a la señora K: se prueba su ropa, está allí con ella, habla de cosas sobre las mujeres, quiere saber sobre la sexualidad. está en un lugar de adoración a la dama, a la Otra mujer.

Lacan nos aporta que para Dora es necesario, para mantener este equilibrio, una identificación. Él lo plantea no como una identificación al padre, como el padre al que se le dirige la demanda. La figura del padre se desdobla entre el padre y el sr. K. El sr. K ocupa el lugar de la potencia y el de su padre el de la impotencia. O sea, a Dora el padre impotente le es necesario una desdoblación, el Otro que ocupa un lugar de padre. La identificación se produce con un otro especular que está en posición de satisfacer el deseo. No su deseo, sino el deseo. El deseo de una mujer. Esta identificación se produce con el sr. K, que es el poseedor de la potencia, el marido de la sra. K. Y ella es el verdadero objeto de deseo de Dora. La sra. K es para ella esa mujer deseada y amada. esa es la razón por la que a Dora le interesa el sr. K.

Freud cree que Dora ama al sr. K, pero él no lo ama: le es indispensable que él desee a la sra. K. Nos dice Lacan que el sr. K es su forma de normativizar esta posición, tratando de reintegrar en el circuito el elemento masculino. Este equilibrio marcha hasta que el sr. K le dice a Dora, en el momento de la propuesta amorosa, una frase terrible: "Ella (la sra. K) no es nada para mi". K desata en enojo de Dora, pues si su mujer no es nada para él, ella cae como objeto de deseo. Se cae la construcción de Dora.  Dora le da una bofetada y escapa. En otras palabras, el sujeto pasa al acto.

El padre suple su impotencia con regalos. O sea, que lo que no realiza con presencia viril, lo hace con regalos que benefician a su amante y a Dora. Nos dice Lacan, en relación a esa escena del lago, que cuando cae el equilibrio, vuelve a la demanda pura y simple: a la reivindicación del amor a su padre. Dora entra en una estado paranoico donde se concibe como lo que ella es mucho más objetivamente para su padre. O sea, un objeto de intercambio, alguien que entretiene al sr. K mientras que su padre puede ocuparse de la sra. K. Dora empieza a tener una actitud reivindicativa con su padre y bastante furiosa, donde ella dice que él la usa para tener tranquilo al sr. K y que no se dé cuenta lo que su padre hace con la sra. K.

Lacan nos dice que con la frase de K Dora aterriza otra vez y ella vuelve al nivel primitivo de la demanda. Exige que su padre solo se ocupe de ella, que le dé su amor. Dicho de otro amor, todo lo que no tiene. En el seminario de la angustia, Lacan ubica ese momento, donde luego de la frase "Mi mujer no es nada para mi", Dora pasa al acto con una bofetada y se escapa. El sujeto se dirige, según Lacan, en dirección a irse de la escena. esa es la estructura del pasaje al acto. El sr. K, con esas palabras, la hace sentir expulsada, fuera de la escena. La bofetada que Dora le da al sr. K reafirma el funcionamiento anterior de esta estructura de a 3 y la frase "Mi mujer no es nada para mi" cobra su peso a partir de lo anterior. esta estructura de 3 es el sr. K, la sra. K y Dora. El padre ama a la sra. K y esto no producía celos en Dora. A partir del momento en que ya no funcionaba este equilibrio, es cuando Dora denuncia que el padre la entrega como objeto al sr. K para entretenerlo y poder estar con la sra. K.

Lacan utiliza la bofetada de Dora como un ejemplo de pasaje al acto. En el pasaje al acto, el sujeto sale repentinamente de la escena. Lacan nos dice que Dora pasa al acto en el momento más angustioso y de más conmoción, en la que la pone la "frase trampa", pero semejante bofetada es uno de aquellos signos, de aquellos momentos cruciales del destino, que podemos ver resurgir de generación en generación con su valor de cambio de agujas en un destino. El sujeto se mueve en dirección a evadirse de la escena. Es lo que permite reconocer al pasaje al acto en su valor propio.

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