En la interpretación prescindimos de la negación y acogemos sólo el contenido estricto de las asociaciones. El contenido de una imagen o un pensamiento reprimidos pueden abrirse paso hasta la conciencia bajo la condición de ser negados.
Ejemplos:
“Va usted a creer ahora que quiero decir algo ofensivo para usted, pero le aseguro que no es tal mi intención”.» Vemos la repulsa, por medio de una proyección sobre nuestra persona, de una asociación emergente.
“Me pregunta usted quién puede ser esa persona de mi sueño. Mi madre, desde luego, no.” Y nosotros rectificamos: «Se trata seguramente de la madre.» Es como si el paciente hubiera dicho: «A la persona de mi sueño he asociado realmente la de mi madre, pero me disgusta dar por buena tal asociación.»
Preguntamos: «¿Qué es lo que le parece a usted más inverosímil de la situación de que tratamos? ¿Qué es lo que le pareció más extraño y ajeno a usted?» Si el paciente cae y designa aquello que más increíble le parece, habrá contestado, casi siempre, la verdad buscada.
El neurótico obsesivo iniciado en la comprensión de sus síntomas dice “He tenido una nueva idea obsesiva y se me ha ocurrido que podía significar tal y tal cosa. Pero no es posible, pues entonces no podría habérseme ocurrido.” Aquello que el sujeto rechaza es, naturalmente el verdadero sentido de la nueva representación obsesiva.
La negación supone un alzamiento de la represión, aunque no una aceptación de lo reprimido. En este punto, la función intelectual se separa del proceso afectivo. Con ayuda de la negación se logra que el contenido de la representación logre acceso a la conciencia, una especie de aceptación intelectual de lo reprimido, en tanto que subsiste aún lo esencial de la represión. En el curso de la labor analítica conseguimos vencer también la negación e imponer una plena aceptación intelectual de lo reprimido, pero sin que ello traiga consigo la renovación del proceso represivo mismo.
Negar algo en nuestro juicio equivale, en el fondo, a decir: «Esto es algo que me gustaría reprimir.» El enjuiciamiento es el sustitutivo intelectual de la represión, y su «no», un signo distintivo de la misma. Por medio del símbolo de la negación se liberta el pensamiento de las restricciones de la represión y se enriquece con elementos de los que no puede prescindir para su función.
La función del juicio toma dos decisiones.
Atribuir o negar a una cosa una cualidad: El yo primitivo, regido por el principio del placer, quiere introyectarse todo lo bueno y expulsar de sí todo lo malo. Lo malo, lo ajeno al yo y lo exterior son para él, en un principio, idénticos.
Conceder o negar a una imagen la existencia en la realidad. No se trata de si algo percibido (un objeto) ha de ser o no acogido en el yo, sino de si algo existente en el yo como imagen puede ser también vuelto a hallar en la percepción (realidad). Como puede verse es una cuestión de lo exterior y lo interior.
Lo irreal, simplemente imaginado, subjetivo, existe sólo dentro; lo otro, real, existe también fuera. En esta etapa del desarrollo ha dejado ya de tenerse en cuenta el principio del placer. La experiencia ha enseñado que lo importante no es sólo que un objeto de satisfacción sea «buena» y, por tanto, que merece ser incorporada dentro del yo, sino también que exista en el mundo exterior, de modo que pueda uno apoderarse de ella en caso necesario.
Todas las imágenes proceden de percepciones y son repeticiones de las mismas. La existencia de una imagen es ya una garantía de la realidad de lo representado. La reproducción de una percepción como imagen no es siempre su repetición exacta y fiel, puede estar modificada por omisiones y alterada por la fusión de distintos elementos. El examen de la realidad debe comprobar hasta dónde alcanzan tales deformaciones. Pero descubrimos, como condición del desarrollo del examen de la realidad, la pérdida de objetos que un día procuraron una satisfacción real. El juicio es el acto intelectual que decide la elección de la acción motora, pone término al aplazamiento debido al pensamiento y conduce del pensamiento a la acción.
El juicio es la evolución adecuada del proceso primitivo por el cual el yo incorporaba cosas en su interior o las expulsaba fuera de sí, de acuerdo al principio del placer. Su polarización parece corresponder a la antítesis de los dos grupos de instintos por nosotros supuestos.
La afirmación —como sustitutivo de la unión— pertenece al Eros;
La negación —consecuencia de la expulsión— pertenece al instinto de destrucción.
El negativismo de algunos psicóticos debe interpretarse como signo de la de fusión de las pulsiones, por retracción de los componentes libidinosos. La función del juicio se hace posible por la creación del símbolo de la negación que permite al pensamiento un primer grado de independencia de los resultados de la represión y con ello también de la compulsión del principio del placer. En el análisis no hallemos ningún «no» procedente de lo inconsciente, pero lo inconsciente por parte del yo se manifiesta por medio de una fórmula negativa. La prueba: el analizado reacciona con las palabras: «En eso no he pensado jamás.» el análisis ha llegado al descubrimiento de lo inconsciente.
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