¿Hay sólo “síntoma” o hay “síntoma” y “sinthome”? ¿Qué enseñan estas diferentes escrituras?
El síntoma, además de una función que llamamos metafórica, ¿cumple un papel de sostén del sujeto en sociedad, llamándose entonces “sinthome”?, en este caso, ¿se trata solamente de subrayar otra función del viejo síntoma?
¿En qué se recubren y en qué no las referencias de los términos “síntoma” y “sinthome”?
Si la palabra “sinthome” designa una función otra que la designada por la palabra “síntoma”, ¿por qué no usar una palabra diferente? Uno se ve llevado a suponer que, aunque involucre algo nuevo, no excluye del todo ser el síntoma clásico: una formación del inconsciente legible como metáfora, en el fondo de la cual el análisis aprehenderá un fantasma.
Supongamos provisoriamente, aunque dista de ser el punto al que llegaremos en esta breve nota, que de esto se trata y que lo llamado “sinthome” no excluye seguir siendo síntoma. En este caso, nosotros, en castellano, podríamos quedarnos con la misma palabra “síntoma” sin decir “sinthome”, ni “sínthoma”, como a veces se hace. No hace falta correr a tomar el neologismo de Lacan como un concepto de la teoría. Es que el uso de la palabra “symptôme” en francés no implica lo mismo que el de la palabra “síntoma” en castellano. Nosotros no necesitamos agregarle la letra “h” porque no tuvimos la necesidad de advertir que la concepción moderna del síntoma en Francia se había vestido de griego escribiendo “symptôme” con “y”.
Cabe considerar que el viejo síntoma no es ajeno a la religiosidad, por lo que hace falta detenerse en cómo entender que Lacan traiga a colación que en Francia se escribía “sinthome” antes de que Rabelais, médico, buscara salir, usando el griego, de la latinización que imponía la iglesia romana (1). Como en nuestro caso el vocabulario de la medicina se mantuvo más latino, queda más a la vista el espíritu católico que hacia el siglo XV había regido el mundo durante más de mil años. De aquí que el uso por el francés Lacan de la palabra “sinthome” (que además es homófona de “Saint Thomas”) lleve a focalizar una función religiosa.
Finalmente, el síntoma es un hecho de lenguaje que se lee como metáfora, que involucra a Dios/Padre en la operación que lo subtiende que llamamos metáfora paterna. Pero, ¿cuál es el alcance que cabe dar a la religiosidad como una función inherente al síntoma, qué cuestiones de fondo se abren aquí? Nuevamente: ¿hasta dónde coinciden y hasta dónde divergen “síntoma” y “sinthome”?
La idea de un anudamiento de la estructura que se hace no con la función paterna sino con el llamado “sinthome”, que se escribe como reparación de una relación no borromea entre simbólico, real e imaginario, aparece en Lacan a propósito de Joyce. Supone que éste inventa su propia generación porque la de su padre no es suficiente. No tiene por qué ser psicótico, como tampoco tiene por qué serlo un “self made man” nacido de todas las miserias. Que tuvieran que procurarse los medios para arreglarse solos, y lograran hacerlo, prueba que funcionaron no fuera sino dentro de discurso.
Crecer sin amparos paternos o divinos y sin deudas correspondientes no hace necesariamente una sociabilidad prescindente de religiosidad y de función paterna. La neurosis obsesiva enseña con frecuencia el ideal de hacerse solo y no deberle nada a nadie. Es la locura del obsesivo que se cree ateo y juega a ser un Gran Padre, sin que se trate ya del dios que se encarna en el hijo del hombre sino de éste haciéndose Dios, como un Akenatón contemporáneo identificado con él.
Tal vez para enriquecer los debates sobre síntoma y sinthome habría que advertir cuánto el psicoanálisis se queda en una conversación entre cristianos.
Fuente: Raúl Courel (2019) "Sobre "síntoma y sinthome"
Nota:
1. Cf. Lacan, S23, Paidós, p.160.
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