-Kinderfeste (Fiestas infantiles) 1853 y años siguientes. Cuaderno 1: La fiesta escolar; Cuaderno 2: La fiesta de Navidad; Cuaderno 3: la fiesta de Pentecostés; Cuaderno 4: La fiesta de la Patria.
Citado por el editor en carta de Freud a Silberstein del 24/7/73, pág. 131 del “Correspondencia de Sigmund Freud, Tomo I. 1871-1886. La prehistoria del psicoanálisis”. En esta carta le dice a su amigo que le envió a su hermana esos cuatro números de Viena a Roznau.
Aunque el apellido está escrito distinto parece ser este el libro al que se refiere Freud en esta carta a Silberstein y en la carta del 24 de julio de 1921 a Karl Abraham en la que Freud cita un fenómeno suyo de criptomnesia e ironiza sobre esta pequeña colección: “Usted conoce seguramente estas perlas de una biblioteca infantil en los gimnasios. Por supuesto, yo he leído y olvidado muchos de estos pequeños volúmenes, pues siempre que uno se daba aires por algún libro serio, algunos de estos libritos de Hofmann, que eran innumerables, lo retrotraía a la niñez”.
-Struwwelpeter,(Slovenly Peter)
A.E.VII: Tres ensayos de Teoría Sexual, 163 n.11: en esta nota al pie Strachey dice que el Conrad del Struwwelpeter era un Lutscher, un chupeteador. En el mismo tomo, pero en el caso Dora, aparece el tema de que la paciente había sido una chupeteadora y luego deja una caja de fósforos intencionalmente a la vista (pág. 63) ligado a la prohibición a los niños de encender fósforos: en el libro de Hoffmann hay una moraleja en la cual la niña se transforma en cenizas.
A.E.:XVI, 336: Conferencias de Introducción al psicoanálisis, conferencia 23, Los caminos de la formación de síntomas: Freud habla de la popularidad de este libro debido a que comprendía las fantasías y los complejos sexuales infantiles y otros. Era un libro muy conocido ( y lo sigue siendo) de cuentos infantiles en rima con intención pedagógica que terminaban en un castigo o desgracia a los niños que “no se portaban adecuadamente”: chuparse el pulgar, encender fósforos, inclinarse en la silla, caminar distraído, etc.
Groddeck lo menciona en carta a Freud del 2 de marzo de 1920. Hay un artículo de Groddeck que figura en su libro “Estudios psicoanalíticos sobre arte y literatura", pág. 229 y sig.
Esta es una de las versiones del Struwwelpeter en castellano:
La historia del Chupadedos
"¡Conrado!", dice mamá:
"Salgo un rato, estate acá;
sé bueno, juicioso y pío,
hasta que vuelva, hijo mío,
y no te chupes el dedo
porque entonces —¡ay, qué miedo!—
vendrá a buscarte, pillastre,
con las tijeras el sastre,
y te cortará —tris, tras!—
los pulgares, ya verás".
Sale doña Berta y ¡zas!
¡Chupa que te chuparás…!
Se abre la puerta y de un salto,
entra en la casa, al asalto,
el terrible sastre aquél
que venía en busca de él.
Con la afilada tijera
le corta los dedos —¡fuera!—
y deja al pobre Conrado,
llorando desconsolado.
Cuando vuelve doña Berta,
lo encuentra, triste, en la puerta.
¡Sin pulgares se quedó,
el sastre se los cortó!
La tristísima historia de las cerillas
Los papás de Paulinita
la dejan sola en casita.
La niña corre, jugando
con su muñeca y cantando,
hasta que —¡Oh maravillas!—
ve una caja de cerillas.
"¡Qué juguete! ¡Qué bonita!",
dice, al verla, Paulinita:
"Voy a probar a encender
como mamá suele hacer".
Y Minta y Maula, las gatas,
levantan, tristes, las patas:
"¡Tu papá te lo ha prohibido!",
le dicen, con un maullido:
"¡Miau, mio! ¡Miau, mio!
¡Te quemarás! ¡Déjalo…!"
Paulinita desatiende
el buen consejo y enciende,
como se ve en la figura,
la cerilla —¡ay, qué locura!—
mientras salta de contento
sin descansar un momento.
Y Minta y Maula, las gatas,
levantan, tristes, las patas:
"¡Tu mamá te lo ha prohibido!",
le dicen, con un maullido:
"¡Miau, mio! ¡Miau, mio!
¡Te quemarás! ¡Dejaló…!"
Las llamas —¡ay!— han prendido
en la manga, en el vestido,
la falda, la cabellera…
se quema la niña entera.
Minta y Maula, al contemplarla,
gimen a dúo: "¡Salvadla!
¡Socorro! ¡Auxilio! ¡Corriendo!
¡La pobre niña está ardiendo!
¡Miau, mio! ¡Miau, mio!
¡Paulinita se quemó!"
La niña —¡qué gran tristeza!—
ardió de pies a cabeza.
Quedaron los zapatitos,
cenizas y dos lacitos.
Minta y Maula, frente a frente,
lloran muy amargamente:
"¡Pobres papás! ¡Miau, mio!
¿Dónde estarán? ¿Dónde? ¿Do?"
Y derraman, tristemente,
de lágrimas un torrente.
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