miércoles, 9 de diciembre de 2020

El odio y la venganza en la clínica psicoanalítica y las intervenciones del analista

¿Qué es el odio, cuáles son sus manifiestaciones y qué intervenciones son posibles en la clínica psicoanalítica?

En el primer seminario de Lacan, donde aún no encontramos la concepción del inconciente estructurado como un lenguaje, él ubica al odio, al amor y a la ignorancia como tres pasiones del ser. El ser en Heidegger está trabajado en relación al desocultamiento progresivo de lo que sucede en un análisis. Las pasiones del ser que Lacan trabaja tienen que ver con cuestiones del narcisismo.

En la clínica, efectivamente vemos que algunos pacientes están tomados por una gran pasión imaginaria hacia el otro. Están enojados porque alguien no les da lo que creen que les corresponden y quedan ahí frenados. Como caso clínico, tenemos el monólogo inicial de “Vida y muerte del rey Ricardo III” de Shakespeare que Freud cita en "Varios tipos de carácter...".

Pero yo, que no he sido hecho para los juegos placenteros ni formado para poder admirarme en un espejo; yo, cuyas rudas facciones no pueden reflejar las gracias del amor ante una ninfa incitativa y diáfana; yo a quien la caprichosa Naturaleza ha negado las bellas proporciones y los nobles rasgos, y a quien ha enviado antes de tiempo al mundo de los vivos disforme, incompleto, bosquejado apenas y hasta tal punto contrahecho y desgraciado que los perros me ladran cuando me encuentran a su paso (…). Si no puedo ser amante ni tomar parte en los placeres de estos bellos días de felicidad, he de determinarme a ser un malvado y a odiar con toda mi alma esos goces frívolos”.

La fenomenología del odio comienza con un enojo, con este concepto de la deuda de algo que el otro le debe. Es el inicio de una autopista de ida que incluso puede llevarse pueto el trabajo analítico, por lo que el analista debe tener cuidado.

Cuando el narcisismo está anudado de modo que lo simbólico no funciona bien, allí encontramos los trastornos del narcisismo especular. Lacan ubica al odio en la juntura de lo real y lo imaginario. Lo simbólico queda un poco desenganchado y dificultado para articular un modo en que ese otro deje de ser un semejante y que pase a ser un representante del Otro. 

Si el odio, el amor y la ignorancia están puestos como pasiones del ser, que están allí para que el sujeto no se las vea con la verdad. Este es un modo en lo que después Lacan va a trabajar lo real. El horror a la diferencia, a ese punto donde el otro es absolutamente desconocido va a producir la ilusión del amor, la ignorancia de no querer saber sobre la diferencia y el odio.

El odio es uno de los modos en los que el sujeto evita encontrarse con lo real del otro. El odio es la cobertura de la angustia, porque lo que está en juego es que el sujeto no quiere saber sobre esa diferencia: se angustia antre lo real del otro real. En el seminario 24 Lacan trabaja los tres tipos de identificaciones:

- A lo imaginario del Otro real.

- A lo simbólico del Otro real.

- A lo real del Otro real.

Las identificaciones son siempre versiones, registros y modos en que el sujeto registra lo más desconocido del Otro. Si uno logra entender que el otro es un profundo desconocido y que el aparato psíquico produce diversas capas como forma defensiva para no vérselas con el Otro, entenderá varias de estas cuestiones en la clínica. Los sujetos neuróticos odian para que no se vea ese punto donde los angutia fuertemente la percepción del otro.

Los razonamientos de Lacan a partir del Estadío del espejo como constitutivo del yo por la asunción anticipada y la identificación a un Otro nos permite pensar más aspectos sobre el odio. Lacan dice que si el estadío del espejo se produce, hay dos en lugar de uno. Una identificación siempre pone en juego que hay un solo lugar al cual se aspira y eso produce necesariamente una vertiente de colisión entre el sujeto y ese otro al cual se ha identificado. Podemos pensar en John Lennon y su asesinato, cometido por Mark Chapman. Chapman había repetido los pasos la vida de John Lennon de manera idéntica, casándose con una mujer asiática y copiado miméticamente otros aspectos. Llegó un momento donde había un cara a cara, sin haber forma de que hubieran dos en el mismo lugar. 

Sin llegar a una picosis, como el caso de Mark Chapman, en la neurosis también ocurre esto. Para Lacan, el narcisismo es la antesala de la pulsión de muerte. En el seminario 7, se trabaja al narcisismo en su parte especular como la parte donde el sujeto se constituye como otro y tiene una pendiente hacia el odio. Freud puntualizó al narcisismo de manera diferente, incluso contrario. Para Freud, el narcisismo es el complemento libidinal del egoísmo. El narcisismo frena al sujeto frente a la pulsión de muerte al haber una investidura libidinal producto del amor del Otro, para quien fue "su majestad el bebé". 

Cuando Lacan ubica el narcisismo más ligado a la vía especular y su conducción a la pulsión de muerte, no es que Lacan desconociera lo que dijo Freud, sino que quiso puntualizar cuestiones que en Freud no habían quedado tan claras. En la dificultades que presentan los pacientes neuróticos y psicóticos, hay que tener en claro esta pendiente mortífera hacia la cual un sujeto se puede dirigir debido a su narcisismo.

¿Es allí el narcisismo como parte de un sostén del aparato psiquico, como una investidura libidinal necesaria para la existencia, como dice Freud? Un sujeto que no está investido libidinalmente no podría vivir. Esto es cierto y así como Freud lo notó, lo podemos constatar en la clínica. Pero, ¿Puede ser pensado el narcisismo en esta vertiente del egoísmo y de la pulsión de muerte? 

En los momentos en que un neurótico desvaría debido al dolor, supongamos en el caso de un divorcio, el sujeto puede entrar en una vía en donde se crea esta armazón imaginaria que es el odio y su descarga, que es la vengaza. La venganza parte de querer hacerle sufrir al otro el mismo dolor que éste infringió, supuestamente con el objetivo de asegurarse de que esta persona o grupo no volverá a cometer el daño otra vez. En realidad, la venganza persigue un objetivo más injurioso que reparador. El odio puede llevarse puesto al otro, a quienes lo rodean y también a sí mismo. Hay un cuento infantil llamado “La gota de miel” que se puede utilizar como viñeta para pensar.

Mientras recorría el bosque, un cazador encontró un inmenso panal de abejas, del que rezumaba una exquisita miel. Con la intención de venderla en el mercado, tomó un frasco y lo llenó de aquel manjar.
Ya en el pueblo, pasó primero por el puesto del carnicero que le compraba sus presas. Mientras pactaba el precio, de su morral cayó al suelo una gota de miel. Un pajarito que acostumbraba a merodear por allí dio un par de saltitos para picotearla, momento que aprovechó el gato del carnicero para saltarle encima. Aquel felino llamó la atención del perro del cazador, que se arrojó sobre él y lo mató de un solo mordisco. 
Indignado por haber perdido a su mascota, el carnicero cogió un cuchillo y degolló al perro, lo que provocó la iracunda reacción del cazador, que sin dudar un segundo asestó un tiro mortal al carnicero. Al oír aquel jaleo, salieron sus hijos del interior de la tienda y al ver el cuerpo de su padre en el suelo se abalanzaron sobre el cazador y le dieron muerte.
Como la familia del cazador pertenecía al pueblo vecino, en pocos días había estallado una batalla entre ambos clanes, a lo que pronto se agregaron otros, hasta incendiar el país entero en una sangrienta guerra que duró diez años y dejó cicatrices para siempre.

Este breve cuento nos advierte también sobre la escalada mortífera de la venganza, que como dijimos, tiene una capacidad reparadora cuestionable.

Cuestiones técnicas para tener en cuenta: ¿cuáles son las situaciones previas que se despiertan en el sujeto retroactivamente y lo hacen entrar en el odio? En este punto, el sujeto no quiere sufrir; quiere que el otro sufra. Es una vertiente de lo imaginario más ligada a lo especular. En el discurso religioso, como en cualquier discurso, hay graduaciones que el analista debe estar atento. 

En el seminario I, Lacan se refiere a al amor como contrapartida y como punto para tener en cuenta que hay que dintinguir el amor como pasión imaginaria del don activo del amor simbólico. Es muy interesante, porque uno da lo que tiene por deseo y el otro no nos debe nada. Si el otro no da nada a cambio y uno siente que no funciona, se corta esa relación. Esto no es del orden del odio. Recordemos que el odio está entre lo real y lo imaginario, en ese punto del nudo borromeo donde también está la angustia.

En el consultorio, tenemos que buscar el punto donde el sujeto se clausuró y no quiso pensar más y en dónde sintió que si el otro recibe un daño, él se acaba. Allí hay un punto de identificación, el sujeto cree que está fundido con el otro y quiere fundirlo. En ese mismo sentido el sujeto se funde.

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