En la entrada anterior trabajamos sobre la lectura del fantasma y las intervenciones del analista para realizar su desmontaje. El fantasma, decíamos, es la respuesta que el sujeto neurótico se da a la pregunta de qué quiere el Otro con él. El neurótico se pregunta por el deseo y el goce del Otro y deduce el fantasma.
También dijimos que el sujeto queda paralizado ante la aparición del objeto a, que puede aparecer en las palabras del Otro, su mirada, etc. En La subversión del sujeto Lacan explica que los objetos son la mirada, la voz, el pecho, las heces, pero también la orina, el fonema y la nada. Ahí donde el sujeto palidece, es que se está frente a un punto fantasmático. Estos lugares deben ser abiertos, porque siempre hay una presunción donde el fantasma se abre para ese sujeto. En el caso que vimos la vez pasada, con A mirado por B, A sabe (presupone) inmediatamente que le produce un daño a B por haber estado mirando el celular.
Entonces, hay que tratar de pescar estos momentos donde el sujeto percibe algo, queda congelado y hay una presunción de que él causó el año del que el Otro se queja. Se trata de una significación absoluta. El momento del palidecer permite entender el acercamiento del sujeto al das-ding, que tine que ver con este punto de acercarse a esto imposible de decir.
El fantasma no es una defensa. La defensa es algo que ayuda frente al montante pulsional del afuera. El exceso de excitación es frenado por la defensa, para que esta no barra con el interior del aparato psíquico.
El fantasma no es una defensa, como muchas veces se dice, sino una construcción del neurótico. Para ello, ha atravesado el Edipo y se ha hecho preguntas acerca del deseo de sus padres y se ubica allí. Ha sido tomado por su madre como falo y ha sido objeto de ese acto del padre que empuja al niño hacia la exogamia. El fantasma es una marca de la neurosis y no una defensa.
Tomar el fantasma como defensa puede agravar los síntomas. En la neurosis el fantasma es una escena de tres personajes, donde el sujeto recorre las distintas posiciones: mirarse, ser mirado y el tercero que se queda mirando.
El psicótico no dispone de este movimiento, es un "fantasma" que no califica como tal, porque la escena aparece en lo real: alucinaciones auditivas y visuales que torturan al sujeto, que realmente escucha lo que ese Otro con todos los recursos le dice. En la psicosis no hay tres personajes, porque no ha pasado por la castración.
En la perversión, lo que vemos es que si bien hay tres personajes, el sujeto se fija a una de las posiciones.
Como vemos el fantasma neurótico es de una enorme riqueza, porque implica una mayor posibilidad de atravesamiento, aunque lo haga sufrir. Pensar que el fantasma es una defensa implicaría tomarla como la represión, la regresión, etc. En el caso del fantasma, lo que se intenta es intervenir sobre el goce. El fantasma es lo que estructura la manera con la que el sujeto lee el mundo y esto es de lo que padece el neurótico.
Frente al fantasma, es importante no poner significación. El lugar del analista es, en el grafo del deseo, el corredor que va desde el Otro hasta la pulsión.
Este es el deseo del analista. Si el analista se ubica como el tesoro de significantes y no permite pasar hacia arriba, a la pulsión, nos quedamos en el piso imaginario, del lado de la significación. La angustia es lo que nos guía hacia allí, por eso no debe ser acallada por el lado de lo imaginario.
Por ejemplo, ante una paciente que se queja de sentirse invisible ante su jefe, uno puede intervenir "Ay, cómo te habrás sentido"... O subir hacia la pulsión para ver qué está en juego en ese fantasma de invisibilidad. ¿Qué le supone al Otro, en tanto mirada? ¿Qué le supone a ese Otro? Podría ser que ese jefe no viera a nadie y ya ahí estaríamos hablando en relación a la falta.
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