1. Tensión del matema.
La función del matema en el psicoanálisis está sometida a una tensión entre dos polos. Por un lado, responde a la idea de una formulación matemáticamente bien acabada que posibilitaría una transmisión integral, necesariamente liberada de equívocos y, por lo tanto, translingüística. Por otro lado, y a la vez, debe mantener una proximidad con las funciones metonímica y metafórica del lenguaje en el habla, implicada en la recomendación de Lacan de ejercitarse en una “matemática dialéctica” (“La cosa freudiana”, p.404 ). Es que su función debe corresponderse con que el psicoanálisis es una experiencia que se ubica entre el habla y la escritura, o entre la letra y el significante (ídem., p.461).
El siguiente esquema resume esta “tensión”:
matemática – verdad formal – letra <<<matema>>> significante – dialéctica
La psicosis social en el psicoanálisis es el desconocimiento generalizado, “socializado”, de esta tensión y otras homólogas, que replican el inherente al narcisismo. Eso está en el fondo cuando Lacan señala su “no hay progreso”.
La tensión referida se encuentra también en la lectura que el psicoanálisis hace de lo que llamamos “el sentido”. Son “tensiones” que van de la mano de las equivocidades inherentes al ejercicio del lenguaje, no son eliminables salvo excluyendo el inconsciente.
El uso que hacemos del término “sentido” está en tensión entre dos polos: uno es el lograr un saber hacer con el síntoma, el otro resulta del tipo de bla-bla que lo alimenta.
La cuestión interesa a qué entendemos cuando decimos que el “sentido alimenta el síntoma” (cf. La 3ª, p.84). Sucede que depende de quién y de cuándo.
El sentido que alimenta el síntoma no es obligadamente el sentido que se elabora en el bla-bla. La satisfacción del bla-bla no es sinónimo de habla vacía.
2. Matemática y delirio. Matemas y neologismos.
¿En qué del hacer matemático se reconocería la “rúbrica del delirio” que Lacan advierte en la “intuición delirante” y en la “fórmula”? (cf. L, S3, p. 53).
Eso concierne al compromiso del matemático en el asunto. Hay “intuición delirante” si la matemática funciona para él como una “lengua fundamental” que satisface la función de ofrecerle una certidumbre como la que encontraba Schreber en el fondo de su experiencia psicótica. “La intuición delirante es un fenómeno pleno que tiene para el sujeto un carácter inundante, que lo colma”, observaba Lacan (S3, p.53). La fórmula matemática guarda de la fórmula psicótica el vacío de significación, precisamente en el punto en que no remite a otra cosa que a sí misma (cf. ídem).
Las letras matemáticas, los matemas de los escritos científicos matemáticos, considerando las funciones $ y a, son neologismos que por sí solos no hacen lazo social; para hacerlo han de entrar en discurso como significantes y haciendo metáforas que el sujeto requiere para hacer sociedad. De estas razones no se desprende que la matemática pueda ofrecer una salida de la psicosis social.
Decía Lacan en La Tercera: “sólo hay un síntoma social: cada individuo es realmente un proletario, es decir, no tiene ningún discurso con qué hacer lazo social” (L, 1974, p.86).
Fuente: Raúl Courel.
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