Ante la irrupción del trauma y la desestructuración psíquica consecuente, la constitución de una defensa deviene de la necesidad de un aparato psíquico afectado de hacer soportable de alguna manera el excedente de una tensión libre, sin anclaje que, por lo tanto, angustia. Opera allí, donde no hay sujeto libre sino un sujeto objetivado, irrumpido de tempestades pulsionales que lo dejan sesgado al azar de sus impulsiones, con la dolencia del sentirse por fuera de la posibilidad de elegir y esclavizado en la repetición. Su narcisismo se encuentra arrasado por un circuito de satisfacción que desborda en goce y afecta el desempeño del yo que se vuelve incapaz para su mediación. El sujeto mantiene como única vía de descarga el goce en sobre-investir una fantasía omnipotente que sostiene la creencia de éxito y niega los fracasos brindando una adaptación ilusoria. De tal manera, se constituye una defensa que emplea los patrones que marca su historia, la cultura familiar y la época de éxito del universo actual en la cual se perciben los efectos de la sobre-estimulación en la subjetividad a través del borramiento ilusorio de los síntomas que podrían dar cuenta del problema. Los estados excitatorios asociados a la manía operan como una modalidad de respuesta asociada a esta fantasía de control permitiendo la descarga del excedente intolerable a través de la formula redentora de “ganar y salvarse”. Se sirven de un estilo de pensamiento mágico y primitivo y de la desvalorización del dinero como factores que abogan por su mantenimiento.
El juego de azar ofrece la matriz ideal donde se instala dicha fantasía. Sus atractivas características en relación con la satisfacción inmediata, la adrenalina interviniente y la promesa de éxito alimentan la ilusión de una forma mágica de resolución de problemas. Si bien el lugar que ocupa el juego para el sujeto responde a la particularidad del caso a caso, se pudo inferir cierto denominador común. Actúa como distractor e invisibilizador de la realidad no deseada, escondite para la soledad y muleta afectiva ante la carencia de vínculos.
La adicción al juego es una salida posible frente al desvalimiento subjetivo ocasionado por la presencia de traumas respondiendo a un intento de defensa maníaca. Desde esta perspectiva, sumar una variable a ser tenida en cuenta en su causalidad nos abre una nueva dirección de la cura ponderando la elaboración de estos eventos como medio para intentar irrumpir el circuito del goce vía la palabra. El recorrido sobre la génesis del juego patológico, la discusión con las diversas posiciones teóricas e incluir la prevalencia en nuestro país cobra la relevancia de contextualizar el marco actual de esta problemática y demostrar la importancia de ocupar un lugar en la agenda presupuestaria de la Salud Pública para disponer de medios económicos a fin de desarrollar programas de tratamientos adecuados y específicos.
El presentar los últimos estudios epidemiológicos a partir de nuestra propia casuística evidencia que contamos con información particular sobre el impacto de la ludopatía a nivel nacional, más allá de las investigaciones a nivel mundial. El fin de desarrollar políticas de prevención, asistencia y tratamientos ajustados a nuestra cultura también contempla el visibilizar aquello que los sectores privados y políticos desestiman por sus propios intereses ya que la actividad en si misma es uno de los soportes clave de la economía de nuestro país. La desidia observada en los sectores sanitarios y de salud pública, aquellos quienes deberían responder a la necesidad de creación de espacios específicos para su tratamiento, debe ser denunciada a través de estudios que den cuenta de la real dimensión de esta problemática, independientemente a su baja prevalencia. El crecimiento notable de la práctica de juego en la población mundial en los últimos años presupone un incremento de personas que asisten y, por lo tanto, un mayor número de afectados por su práctica inadecuada. Independientemente del bajo índice de consulta, el hecho de que el momento de pedido de asistencia del jugador patológico acontezca durante estadios agudos amerita disponer tratamientos que alojen la complejidad de los factores que se conjugan en su génesis para un abordaje adecuado.
El análisis y discusión con las distintas escuelas de saber refleja que nuestra disciplina es la indicada para comprender el mecanismo generador de la compulsión y su resolución causal. El Psicoanálisis se esfuerza en pesquisar las coordenadas y condiciones de los síntomas y su función en el psiquismo.
“El psicoanálisis se propone que el paciente se responsabilice, invente y transforme, del modo que pueda, esa fuerza pulsional que rechaza y que lo domina en la repetición. No apelamos a la voluntad ni a pautar conductas reeducativas. Los síntomas, las inhibiciones y las compulsiones, podemos pensarlas como un modo singular en que cada uno trata el sufrimiento que su vida acarrea. El psicoanalista no se guía por el deseo de curar, sino por el deseo de analizar, y los efectos terapéuticos sobrevienen por añadidura”. [1] El desafío terapéutico —entonces— comprenderá el análisis del sujeto en juego y buscará la responsabilidad del mismo sobre su propio goce.
En el más allá de las peripecias de las pulsiones y su vía predeterminada de descarga, se abogará por la pregunta sobre ellas y el reconocimiento en su elección con el deseo de un cambio de posición subjetiva que permita al sujeto modificarla y renunciar a ella.
Notas al pie
[1] Coletti, M. (2015). Los poderes de la pulsión y los resortes de la recuperación. En D. Blanca y S. Jiménez Murcia (comps.), Cuando el juego no es juego.¿Es adicción? Buenos Aires: Lugar.
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