En la práctica, suele haber dificultades para reconocer que ciertos síntomas, parecidos a la angustia, no son lo que Freud llamó angustia señal. Lo mismo pasa en relación a la angustia y lo siniestro, que el mismo Lacan homologó en el seminario 10. ¡Y no son lo mismo!
¿Cómo se juega la angustia en la clínica?
¿Cuál es la relación de la angustia con la dirección a la cura?
¿Cuál es la diferencia entre la angustia y la ansiedad? ¿Y con lo siniestro?
Lacan tomó de Freud el concepto de angustia señal. Pero nos preguntamos, ¿señal de qué? En psicoanálisis se suele opner la angustia señal a la angustia de muerte, que es otra manifestación diferente.
En la teoría freudiana se distinguen dos tiempos doferentes de esta angustia.
En la primera teoría, Freud adjunta esta angustia a lo que él llamaba neurosis actuales, efectos tóxicos de la acumulación de la libido. Esta angustia podía darse por una relación sexual ineficiente, con descarga escasa de la libido. La libido es un concepto fibológico, que nombra tanto a la pulsión sexual como a la energía de la pulsión sexual. Esa descarga insuficiente haría que hubiera un acúmulo en el cuerpo de esa energía, que se convertiría en angustia. A través de ese sufrimiento, la angustia le indicaría al sujeto que hay un esceso de energía sexual acumulada. También nos recuerda que la represión también puede llevar a ingibiciones sexuales y producir ese mismo efecto de angustia. En esta primera formulación, la represión antecede y lleva a la angustia. La represión disminuye la descarga sexual, acumulando libido y producuente angustia.
La segunda teoría, que la podemos leer en el historial de Juanito, es la que la angustia desencadena la represión. Juanito, dominado por la angustia, inventa su fobia a los caballos como respuesta sintomica para vivir el espacio. De esta manera, hay lugares donde la angustia lo invade y otros donde estpa protegido de ella. Lo mismo podemos ver en el historial del hombre de las ratas, donde la duda obsesiva de poner o no poner la piedra en el camino donde pasaba el carruaje de la amada le sirve para controlr esa angustia que lo acompaña. Se trata de un movimiento inverso de la primera teoría: la angustia lleva a la represión.
Lacan le consagró un seminario entero a la angustia. Esto es porque hablar de la angustia implica mencionar los resortes principales de la estructura que constituye al parletre. Situar esos lugares determina la dirección de la cura y el valor que habremos de otorgarle a la angustia.
Para Lacan la angustia es un afecto. Se produce un cambio enorme en la teoría, porque para Freud la angustia señal era señal de una amenaza para el sujeto: la amenaza de castración, que Freud situaba en el órgano, en el pene. Por su eficacia, permitía que el niño o la niña dejara de lado su deseo de matar al padre para mantener una relación incestuosa con la madre. Esa era la culminación del Edipo en Freud. El complejo de castración es la disolución, la caída o el sepultamiento del Edipo. Lacan intenta deshacerse de los aspectos imaginarios de esa posición, al decir que no se trata del órgano.
Hay que subrayar la magnitud de lo que implica el cambio que Lacan hace en La significación del falo. La tesis principal de ese texto es que el falo no es el órgano, lo cual liberó a los psicoanalistas de controversias imaginarias. El falo, para Lacan, es un significante de la falta en el Otro. El deseo, como el deseo de tener un hijo, no se constituye por una fuerza vital, sino sustentado en la falta: se busca aquello que uno carece. El falo es el significante, metaforizado por el órgano, de una falta en el Otro.
El falo es un significante porque partimos de un primer aforimo: al homo sapiens lo caracteriza el saber, que es un conjunto articulado de significantes. Para Lacan, el inconsciente está estructurado como un lenguaje. La palabra clave de esto es "como". El lenguaje se constituye por fonemas que forman palabras, palabras que forman frases. El lenguaje está constituído por elementos discretos, donde al menos un elemento no le pertenece. Esto es porque no hay conjunto universal. El falo es precisamente ese significante que le falta a ese conjunto. Esto habita en el Otro, que puede ser ka madre real (como lo usa en el seminario de la angustia) y oreas veces es el software ya incorporado, el saber inconsciente. La barra viene a representar un conjunto que es no-todo.
Lacan dio una serie de esquemas que sirven como apoyo al pensamiento y que ya describimos en otra conferencia.
En los tiempos de estructuración del sujeto, primero hay un Otro que desea tener un sujeto, que Lacan dice que es la madre real. El sujeto sin barrar es el bebé, que para la madre es el falo imaginario que responde a su deseo. En la dimensión inconsciente, una madre tiene la opción cultural de la maternidad para responder a su falta.
Si ocurre la prohibición del incesto, que para la madre implica no reincorporar a su hijo; para el niño, no acostarse con la madre, se produce un movmiento cruzado y el sujeto y el Otro pasan a estar barrados. La barra se refiere a la división entre consciente e inconsciente, entre lo que dice y lo que sabe, entre el significante y el objeto. El niño incorpora a ese Otro barrado. Toma como propio lo que antes era un decir de la madre, campo del que el niño se deberá descontar.
En el tercer nivel vemos una pérdida. La madre pierde el falo imaginario, pero recupera su relación al deseo. Del objeto a, que Lacan dijo que era su único invento... Aunque sabemos que Freud habló del objeto, Melanie Klein también. Lo que Lacan hizo fue articuar la lógica que le concierne al objeto. El objeto a tiene que ver con los objetos parciales de la pulsión y tiene 2 funciones:
1. Como objeto falta causa de deseo. Uno no desea lo ya tiene. Es el objeto del que se trata en el fantasma:
$◊a
El fantasma, cuando está bien articulado, sostiene al deseo. El sujeto, de esta manera, transcurre por la vida con una cuota de felicidad. Lo que caracteriza al ser humano es una carencia en ser que lo invita a hacerse, a realizarse.
2. Objeto a como plus de gozar. Acá el objeto funciona como tapón, como un goce que tape al deseo, pero también puede articularse al deseo y son los pequeños goces que le dan gusto a la vida.
Cuando alguien consulta al analista por un síntoma, una inhibición, angustia, actings que no puede parar, sufrimientos que no da cuenta, lo que vamos a encontrar es un esquema diferente:
En donde estaba el sujeto barrado, el sujeto hace una regresión hacia algún lugar de la red que lo constituye y se ofrece como objeto para el deseo y el goce del Otro. En función de eso, el sujeto se posterga como sujeto deseante y sufre por ello. El piso de arriba del esquema corresponde al goce; el inferior, al deseo.
El goce del primer escalón está a cargo del Otro y no del sujeto. Vemos que allí hay un viviente (S) y no un sujeto ($). Este goce es mítico, no se puede registrar como tal porque no había sujeto.
La Angst (angustia) del piso del medio, implica que en ese lugar donde el sujeto está retenido como objeto puede llegar a producirse la angustia, pero no es seguro que suceda. Muchos pacientes viven en el confort. La angustia anuncia el lugar donde el sujeto se encuentra y qué precio paga. Uno puede gozar sin saber, pero una vez que sabe ya no goza. Esta angustia es la angustia señal, que no debe ser confundida con un trastorno como el que describe el DSM.
Para el analista, la angustia es un aviso que le llega al analizante, que no hay que aminorar (mientras esté en límites aceptables) para que el sujeto saque la consecuencia favorecedora de lo que este anuncio le dice: tu estás preso y tienes la posibilidad de liberarte de ese lugar. La angustia marca el ubral donde se puede pasar de la posición de objeto a constiuírse como sujeto de deseo que apunta a sus propios goces.
La angustia no debe ser ahogada, sino dosificada mediante aumento de las sesiones, dar el teléfono al paciente, etc. Se trata de una angustia propiciatoria. Lacan da dos aforismos sobre la angustia:
1. La angustia surge ante el deseo del Otro, que implica que el sujeto ya tuvo alguna separación de su goce y ya puede advertir que está retenido en el deseo del Otro.
2. La angustia no es sin objeto. La psiquiatría decía que en la fobia hay un objeto y en la angustia no hay objeto definible. En la angustia, para el psicoanálisis, el objeto está cuando el sujeto advierte a qué está fijado. Freud hablaba de la fixierung, fijación. La fijación es a un goce parasitario, que Kierkegaard lo describe así: La angustia surge cuando la libertad se anuncia, pero nada la asegura. Acompañar a los analizantes en ese recorrido es acompañarlos en una tarea de liberación.
Angustia y ansiedad
La ansiedad implica una serie de manifestaciones que parecen semejantes a la angustia: se siente en el cuerpo, el sujeto vive en una sensación de desazón, no encuentra un lugar que le convenga, insomnios, puede empujarlo al acting y al pasaje al acto. La ansiedad es un sufrimiento del sujeto ante el reclamos a los que no encuentra respuesta. Se manifiesta con variados efectos ante los diversos apremios. Se trata de un sujeto apremiado, un apremio que toca su cuerpo y es allí donde actúan los ansiolíticos. La supresión de la ansiedad no implica que se resuelva su causa, así que no logra liberarse de eso que lo vuelve a condenar en una nueva ansiedad.
Lacan, en su anteúltimo seminario, El momento de concluir, dice que no alcanza con que el analizante se libere de sus síntomas; es preciso que también sepa dónde se enredaban sus pies para producir esos síntomas. En la ansiedad, los apremios le llegan al sujeto desde distintos lugares. Son apremios ante los que el sujeto no tiene letra para responder.
En la angustia, en cambio, el sujeto está en el umbral de su liberación.
El analista debe advertir la diferencia, en el juego transferencial, si el sujeto está en el umbral de un cambio que apunta a su deseo, donde ya recibió el anuncio de la angustia y ya no puede retroceder, que cuando está la ansiedad, que tiene manifestaciones parecidas a la angustia. En la ansiedad, el sujeto no encuentra respuesta, por ejemplo:
- ante una irrupción de lo real (ej. un evento inesperado),
- apremios desde el ello (tentaciones) a las cuales el yo no puede ponerles coto y que contradicen sus ideales,
- apremios del superyó, exigencias desmesuradas antes las cuales el sujeto no puede responder, porque haga lo que haga siempre se siente menos o desvalorizado.
En la ansiedad, entonces, de lo que se trata es una respuesta ante la que el sujeto no tiene letra. ¿Qué hace el analista con eso? Hay que intentar descubrir los inicios de esa ansiedad, que el paciente cuente los momentos concomitantes de ese tiempo. Yendo a su historia, hay que investigar los condicionantes en su estructura como sujeto que llevan a esa carencia de una respuesta o de letra adecuada para frenar esos apremios que llegan de tentaciones y mandatos a los que no puede enlazar. Esto suele funcionar cuando la ansiedad es producto de una regresión, es decir, cuando se trata de tentaciones y mandatos que en algún momento pasaron por el colador del inconsciente, por la castración y por la pérdida de goce necesaria.
Cuando se trata de fijaciones primarias que no pasaron ni pasarán nunca por el colador del inconsciente, tenemos síntomas que persisten. Hay allí un goce anclado ó una exigencia de homeostasis de un yo que quiere tener todo ordenado. En estos casos, la interpretación simbólica no funciona. Hay que ayudar al analizante a encontrar un remedio en lo real. Ante un déficit simbólico, una falta de letra para enlazar adecuadamente los distintos apremios que llegan, puede construirse en lo real algo que detenga el flujo de la ansiedad, que sino arrasaría e inundaría todo. Por ejemplo, la escritura en el caso Joyce (estuvo 12 años escribiendo El Ulises) canalizaba un goce que él no podía resolver pasándolo por el colador del inconsciente. Lacan decía que Joyce era un desabonado del inconsciente, lo cual es una desgracia, porque es producto de una forclusión del nombre del padre.
Los analistas no solo intervenimos desde lo simbólico, sino también desde lo real y lo imaginario cuando la lógica del discurso lo requiere.
Angustia y lo siniestro
Al referirnos a lo siniestro, la referencia clásica es inevitable: Lo siniestro de Freud. Lo siniestro es algo que afecta al sujeto hasta el límite del terror que lo anulaba. Es angustia más horror. Cuando Lacan dio como ejemplo de angustia a lo siniestro y no hay que temer que se hubiera equivocado.
La angustia no es lo siniestro, sino que lo siniestro es la angustia más el horror. Tiene que ver con lo secreto, lo oscuro, lo sombrío. Lo siniestro aparece desde el exterior, pero tiene que ver con lo más íntimo del sujeto. Un ejemplo podría ser el que da Freud del Hombre de arena de los cuestos de Hoffman.
Tratándose de la literatura, lo siniestro tiene dos efectos: el que aparece aludido en los protagonistas de la ficción y el efecto que puede producir en el lector o el espectador. Lo característico de lo siniestro es la irrupción de un real que no coincide con lo que estamos habituados como realidad, como cuando Edipo ve en el suelo sus propios ojos que acababa de arrancarse. La realidad es una cubierta imaginaria acorde con nuestro fantasma. Lo real puede desbordar esa cubierta y ahí sucede algo atípico, como que Edipo vea sus propios ojos sangrantes, símbolo de un goce que está prohibido: no tener relaciones sexuales con la madre ni gozar de la mirada del cuerpo desnudo del Otro.
Entonces, en lo siniestro hay una irrupción de lo real que produce angustia y se le suma un sentimiento de horror. Freud cuenta que estando en el tren ve entrar a su camarote a un hombre viejo y que cuando fue a hablarle, vio que era él mismo refejado en un espejo. Su imagen, por un instante, se le apareció como un doble.
Lo siniestro alude a un tiempo donde la estructura desfallece o nos retrotrae a una tiempo anterior a la constitución adecuada de lo imaginario, como en el ejemplo de Freud. Se trata de un primer tiempo donde el infans se ve como yo ideal en el espejo del Otro, que antecede a la operación de identificación de cuando se mira al espejo y ve que la imagen no es él, pues se ha descontado una parte de goce que no pasa el espejo. Lacan, enigmáticamente, dice que el objeto a no es especularizable. Cuando eso no esto no está, lo que aparece no es una imagen de júbilo, sino una imagen amenazante.
Lo siniestro nos da cuenta de que aún en la neurosis hay lugar en la red que lo constituye que hay lugares que no pasaron ni pasarán nunca por el colador del inconsciente. La referencia al colador es porque al inconsciente lo caracteriza la lógica de imcompletud. Esta lógica tiene una ganancia gracias a una pérdida. Una pérdida de goce, la castración simbólica del Otro y una ganancia que es la de disfrutar los goces de la vida, enlazados al deseo y quizás al amor. Hay zonas de la red que nos habitan que no están castradas. Esas zonas son las que dan el diagnóstico de fijación primaria. En un diagnóstico estructural dominante (neurosis, psicosis, perversión), se puede hacer un diagnóstico de fijación primaria, que es a aquellos trazos que no han pasado por el colador del inconsciente.
Con lo siniestro, hay que hace ligazón. El paciente, ante el horror, tiene que empezar a contar y a armar la cubierta imaginaria a ese real, que sino se convierte en una bomba mortífera. Esta intervención por lo imaginario requiere una articulación simbólica.
Fuente: Entrada confeccionada con las notas de la conferencia "La angustia y la ansiedad. La angustia y lo siniestro. Distinciones desde la clínica" a cargo Isidoro Vegh, el martes 6 de abril de 2021.
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