La "hipopraxia", que define Morselli como una alteración de la conducta caracterizada por la disminución de la actividad psicomotriz, da su fisonomía propia a los estados depresivos . El simulador aparenta estar deprimido por la excesiva acción de sus centros inhibidores o por la inercia de los centros psicomotores.
A la inversa de la simulación de los estados maníacos, éste comprende:
1º, las formas poco acentuadas, la simple "depresión melancólica", cuyo límite es difícil de establecer con la tristeza verdadera, muy frecuente después del delito en los criminales de ocasión y pasión;
2º, estados depresivos referibles al síndrome "melancolía aguda";
3º, las formas intensas de "melancolía estuporosa", atónica, locuras catatónicas y estados similares.
Las formas leves rara vez suelen ser simuladas, por ser dudoso su valor clínico-jurídico. En realidad, gran número de delincuentes se muestran después de su delito mucho más tristes, afligidos, deprimidos de lo que realmente están, a fin de apiadar a sus jueces, pero esas formas larvadas de hipopraxia no influyen sobre la atribución de la responsabilidad. Los jueces o los peritos no consideran esas depresiones como "locura"; no hay, pues, probabilidad de que los delincuentes las simulen con el fin jurídico de obtener la irresponsabilidad. En cambio se observa con relativa frecuencia la similución de estados sintomáticos, de franca melancolía, prolongables con relativa facilidad, acompañados generalmente de mutismo, hipoestesia, abulia, algunas ideas delirantes, inercia, apatía, estupor, etc. La simulación de las formas sobreagudas, con sitofobia y atonía, es intentada rara vez; suele ser de breve duración, viéndose obligado el simulador a atenuarla si quiere persistir en la simulación.
Cuatro casos referiremos de este grupo; uno de ellos lo presentaremos por separado (obs. XXXIX) por haberse producido en un ex alienado, aun convaleciente de melancolía estuporosa. He aquí los otros tres casos. Merece consignarse especialmente que dos de ellos se refieren a mujeres, proporción no observada en los demás grupos.
Caso 1. - Melancolía religiosa
Diecinueve años, argentina, ejerce la prostitución clandestina, vive en concubinato, blanca, ha tenido ya dos abortos, no lee, ni escribe, carácter voluble. Es diminuta pero elegante, bastante hermosa, en buen estado de nutrición. Es huérfana de madre.
Su padre alcoholista consuetudinario, la entregó al vicio por dinero a la edad de catorce años, obligándola a yacer con un hombre de edad avanzada; en esa forma continuó su padre explotándola vilmente. Embarazada a la edad de quince años, le produjeron un aborto de tres meses; un año más tarde embarazóse de nuevo y tuvo un aborto espontáneo de dos meses. Cansada de vivir con su padre, que a la inicua explotación agregaba toda clase de injurias y maltratamientos, escapó de su casa en compañía de un joven que la trataba bien, no obstante vivir del producto de su lenocinio.
Un año después su querido comenzó a descuidarla, prefiriendo otra mujer que habíase fingido su amiga para robarle el amante. Después de numerosas reyertas y peleas, consiguió, por fin, comprobar de manera innegable la traición. En el mismo momento se abalanzó sobre su rival, e impulsada por terribles celos le produjo graves contusiones y una mordedura en la cara, sobre la mejilla izquierda. La intervención policial puso fin a la escena, siendo pasada a la Cárcel Correccional e iniciándosele el correspondiente sumario. Supo allí que las presas enloquecidas eran pasadas al Manicomio, sobreseyéndose el sumario, y una vez en el Manicomio eran puestas en libertad cuando curaban. Con estos datos consideró útil simular. Para hacer más eficaz la simulación mandó llamar a un médico amigo, le confió su proyecto y le pidió consejo sobre lo que debía hacer. De resultas de la entrevista, la enferma, pocos días después comenzó a mostrarse triste, arrepentida, presa de crueles arrepentimientos; pedía a cada instante, se le permitiera confesarse para descargar su alma de muy graves culpas. No conversaba con las otras presas, se arrinconaba para orar fervientemente, rechazaba toda clase de alimentos, con exclusión del pan y el agua, que consideraba compatibles con sus culpas. Refería a su confesor y a las hermanas de la caridad, encargadas de la custodia de la cárcel, imaginarias conferencias con personajes venidos de la corte celestial para reprocharle sus faltas. Se le diagnosticó melancolía religiosa, y fue enviada al Hospital Nacional de Alienadas, donde se descubrió su simulación en pocos días. Parece que la enferma había sido transferida allí como indigente; pero a los pocos días, encontrándose demasiado incómoda, cometió la imprudencia de insinuar que la asistieran como pensionista, a cuyo efecto indicó quién podría responsabilizarse por los gastos consiguientes. Esta ocurrencia, en completo desacuerdo con la forma clínica de alienación que padecía, puso sobre la pista para descubrirla.
Caso 2 - Observación persecutoria
Veintitrés años, argentino, empleado, soltero, blanco, anticlerical, de ilustración superior a la mediana, carácter jovial, buena constitución física y discreto estado de nutrición. Empleado desde muchos años en una fuerte casa de comercio, ha ascendido hasta el puesto de cajero; sus antecedentes son honorables. No tiene herencia neuropática; hábitos moderados de alcoholismo. En cambio tiene muy arraigado el vicio del juego, siendo asiduo concurrente de carreras y ruletas. En una de sus desgraciadas aventuras de jugador vióse obligado a tomar una fuerte suma de la caja para hacer frente a ineludibles compromisos de juego. Sus patrones supieron o sospecharon lo ocurrido, procediendo a un arqueo de la caja y notando el serio desfalco.
Es arrestado. Al día siguiente, al ser llamado a declarar, su aspecto es deprimido y atontado; contesta con dificultad, tiene actitud desconfiada, hipodinamia, hipoestesia. Pocos días más tarde presenta también ideas delirantes de naturaleza persecutoria, acompañadas por alucinaciones del oído, de la vista y del olfato, que no sabe especificar; manifiesta también ideas de suicidio.
La rápida intensificación del cuadro sintomático, la falta de período prodrómico, la incoherencia misma de los síntomas de esa depresión melancólica, se agregan a la ausencia de los signos físicos propios de la enfermedad; no hay inapetencia, ni insomnio, ni hipotermia, ni enfriamiento de las extremidades, ni disminución del número de respiraciones, ni modificación de reflejos, etc.
Simultáneamente con el examen médico, el juez recibió el alegato del defensor, solicitando se declarase irresponsable al sujeto por padecer de una afección mental que le imposibilitaba para decidir normalmente de sus acciones, debiendo verse el origen de la enfermedad en los hábitos alcohólicos del sujeto.
Este escrito de la defensa aumentó la sospecha de simulación, comprobada plenamente en seguida, mediante una observación cuidadosa.
En realidad, existía un fondo de intensa depresión moral, sirviendo de base propicia a la exageración de algunos síntomas en forma de melancolía, y para la agregación de otros inventados, como eran las ideas delirantes y las alucinaciones.
Fue condenado; en la cárcel su falsa melancolía no desapareció repentinamente, pero se fue normalizando poco a poco. Ello demostró que en este delincuente de ocasión el sentido moral estaba conservado, avergonzándose de reconocer que había simulado con el propósito de engañar a la justicia. Su pretendida enfermedad mental era, por otra parte, un justificativo de su conducta ante el ambiente social, ya que no ante la ley.
Caso 3 - Melancolía puerperal
Italiana, treinta y cuatro años, sirvienta, blanca, católica, lee y escribe. Es de buena constitución física y ha llevado siempre una conducta correcta.
Antecedentes personales buenos; los hereditarios se ignoran. Su carácter ha sido dócil, teniendo muy buenas recomendaciones de las casas en que ha servido. Sus relaciones con un mucamo le determinaron un embarazo; el sujeto desapareció cuando ella se lo hizo saber. No obstante las insinuaciones de muchas amigas y de su misma patrona, no intentó abortar; pero al acercarse la hora del parto su estado moral decayó, poseyéndola gran desesperación. Producido el alumbramiento a las catorce, la partera se retiró a las diecinueve, dejándola sola en su habitación, en aparente estado de tranquilidad. A las veintidós, después de reflexionar sobre su equívoca posición, asediada por los prejuicios sociales, estranguló a su criatura en un arranque de desesperación. Se vistió de prisa, salió a la calle y depositó detrás de una puerta el pequeño cadáver. Descubierto el hecho, fue arrestada al día siguiente; la infanticida presentó síntomas de profunda melancolía, negándose a contestar las preguntas que se le dirigían y resistiéndose a tomar alimentos; permanecía con la cabeza baja, los brazos cruzados, insensible a cuanto pasaba en torno suyo.
Después de mantenerse en esa actitud durante veniticuatro horas, la enferma estalló en ruidoso llanto, sumida en dolorosa desesperación por el delito cometido, confesando al mismo tiempo su propósito de simular una melancolía para no ser castigada por su crimen. Esta enferma había visitado varias veces el Hospital Nacional de Alienadas y conocía el aspecto clínico de la melancolía.
Fuente: José Ingenieros (2003) “Formas clinicas de la simulación”
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