jueves, 22 de julio de 2021

Los cinco tipos de resistencia en la obra de Freud

Las resistencias existen sólo en los tratamientos psicoanalíticos. En ningún otro tratamiento o fuera de un tratamiento psicoanalítico nos vamos a encontrar con resistencias. ¿Por qué?

Porque las resistencias son resistencias al progreso del proceso psicoanalítico

Freud las menciona más de 1000 veces en su obra, ya sea como resistencias o como obstáculos al avance del tratamiento. Sin una meta a alcanzar, sin un objetivo, lo llamemos llenar las lagunas mnémicas, hacer consciente lo inconsciente, donde era ello devendrá yo, o buscar que el yo sea más independiente del superyó, no nos encontramos con resistencias. Nos damos cuenta enseguida que el analista está implicado en esta percepción de la resistencia. Eso nos ofrece un amplísimo camino para seguir: el análisis del analista, el vencimiento de sus propias resistencias es imprescindible para poder analizar las resistencias del paciente. 

A partir de 1923, da comienzo de lo que se denomina la segunda tópica. Consiste en un esquema teórico espacial (el yo es un yo corpóreo) de la conformación del alma humana. Y desde su formulación, que por supuesto no fue repentina porque se venía anunciando por lo menos desde la llamada metapsicología del 15, Freud se entusiasmó en comprender los distintos fenómenos anímicos en relación con ese esquema. Así trató de entender las neurosis y psicosis en ese esquema, el humor,  y todo el funcionamiento anímico a través de las relaciones del ello, lo inconsciente reprimido del yo y lo inconsciente no reprimido, el retorno desde el ello, el superyó y las relaciones con el mundo exterior. 

Así llega en poco tiempo a ubicar las resistencias como distintos modos de cada uno de los elementos de la estructura del psiquismo que se pueden oponer al progreso del tratamiento psicoanalítico. Y ellas estarán presentes en todo tratamiento psicoanalítico teniendo su peso particular en obstaculizar la tarea. 

Por lo tanto todo analista tiene que estar advertido: nuestro trabajo consiste en vencer resistencias y si una persona, supuesta, verdadero producto de ciencia ficción, no llegara a tener resistencias, no necesitaría tratamiento psicoanalítico. A veces nos desalentamos o vemos colegas contrariados y desalentados por las resistencias de los pacientes, pero tenemos que recordar y recordarles que esa es la razón de nuestra tarea: el análisis es el análisis de las resistencias. Un análisis que transcurre sin resistencias es un análisis que no transcurre. O mejor dicho: no es un análisis. La intensidad de las resistencias es directamente proporcional a la cercanía con el núcleo del conflicto de cada uno de nosotros y al llegar allí el análisis transcurre sobre la cornisa, si no transcurre sobre una estrecha cornisa no estamos conmoviendo nada importante. 

Freud, con su gran honestidad intelectual que lo llevó a publicar fracasos terapéuticos, nos mostró a veces cómo chocó contra la muralla de las resistencias sin poder vencerlas: p.ej. en el hombre de los lobos recurrió a la amenaza de poner término al tratamiento en un plazo limitado si no vencía sus resistencias. También sabemos por relatos de testigos que, impotente para comprender la tendencia de Marie Bonaparte a operarse la vulva, 7 veces, llego a echarla de una sesión diciéndole: Si vuelve a hacerlo no vuelva por acá. Mientras Freud se operaba una y otra vez de su cáncer y Topsy, el chow chow de Bonaparte era operado una y otra vez, ella también lo hacía para acercar el clítoris a la vagina.  Eso ocurría mientras se trataba con Freud quien no llegó a entender esa tendencia de su paciente. 

En forma oficial en el período de la segunda tópica Freud menciona cinco tipos de resistencias: tres del yo, una del ello y una del superyó. 

Las del YO: La resistencia de la represión, la resistencia de la transferencia, y la resistencia del beneficio secundario de la enfermedad.

El beneficio de la enfermedad

En un párrafo del caso Dora, muestra dos resistencias, el sentimiento de culpa inconsciente y el beneficio de la enfermedad. Pero a diferencia de lo que dirá años después, acá el beneficio secundario parece un obstáculo más fuerte que el sentimiento de culpa. Dice ahí: 

A.E. tomo VII,41/2: "Motivos que sostienen la condición de enfermo se hallarán, probablemente, en todos los casos bien desarrollados. Pero hay casos con motivos puramente internos, como el autocastigo, vale decir, el arrepentimiento y la expiación. En ellos la tarea terapéutica resultará más fácil de solucionar que en los casos en que la enfermedad está vinculada al logro de una meta exterior. Para Dora, evidentemente, esta meta era mover a compasión al padre y hacerlo apartarse de la señora K."

Otro beneficio que puede encontrar un paciente, especialmente si el paciente es analista es analizarse con destacados analistas, pioneros, maestros de maestros. El paciente puede sacar un beneficio secundario de ser analizado de ellos lo que puede mantener la neurosis hasta que se prolongue sospechosamente. Lo mismo puede ocurrir con el beneficio secundario que sacan los analistas cuando trasciende a la sociedad que son analistas de personas socialmente destacadas, importantes, políticos, economistas, deportistas. Etc. Otro beneficio secundario de los pacientes analistas es el de formar parte del círculo íntimo o de una institución encabezada por su analista: la derivación de pacientes, de supervisados, de funciones docentes, etc. les ofrecen beneficios, los mantienen económicamente y eso hace que muchas veces se establezca una relación interminable. Incluso el tema fue discutido en el instituto de Berlín a fines de la década del 20 y llevó a que algunos, como Ernest Simmel,  propusieran que un analista didacta no podía estar ocupando un cargo institucional mientras analizaba a un candidato para evitar el efecto de poder sobre el candidato y los beneficios secundarios de parte suya. 

La resistencia de la represión

Que el analista tenga suficientemente superada la resistencia de la represión se comprende porque en el tratamiento se pone en juego su capacidad de captar el inconsciente del paciente. Es lo que se llama comunicación de inconsciente a inconsciente. ¿En qué consiste y cómo se explica?

El aparato protector contra estímulos consta de tres elementos que se engrana: la atención, la cantidad de representaciones  preconscientes disponibles (es decir inconscientes descriptivamente) y la percepción intermitente. 

Con el primero fijamos la percepción en un estímulo y no no puede agarrar de sorpresa, no hay schreck, no hay susto, no hay trauma.

Con el segundo más estimulos puedo ligar y por lo tanto evito que sean traumáticos . Si tengo levantada más represiones, tengo más representaciones  preconscientes disponibles para ligar los estímulos. Esas representaciones son inconscientes descriptivamente pero no son inconscientes dinámicamente y por lo tanto están disponibles para ser conscienes. Son preconscientes. Lo inconsciente del paciente es reprimido, lo inconsciente del analista que está en juego, es preconsciente, a esto se refiere Freud cuando dice “comunicación de inconscinete a inconsciente”. (ver correspondencia con Ludwig Binswanger).

Pero la represión del paciente, y las otras defensas a las que alude Freud, actúan y se hicieron notar desde la época en que se instaba al paciente a recordar. La manifestación clínica típica de la represión es el olvido y a lo largo de la obra de Freud hemos estudiado sus motivaciones y consecuencias. Acá sólo quiero llamar la atención a la represión que se produce especialmente en presencia del analista: muchos pacientes relatan que iban a contar algo en sesión, que al venir caminando, incluso subiendo en el ascensor, estaban pensando en contar algo, un sueño, un recuerdo, una anécdota, pero al abrir la puerta el analista se olvidaron. Ahí se hace evidente el efecto represor de la presencia del analista. Si uno le muestra al paciente que el olvido ocurrió por sometimiento a la presencia del analista, porque el analista se opone a escuchar esas palabras, aunque el paciente lo niegue rotundamente, comprobarán que en pocos segundos el paciente recupera la memoria. Otro fenómeno de esas características es que cuando terminamos los tratamientos solemos acordarnos de algo de nuestra historia que jamás habíamos recordado mientras estábamos en análisis. De ese modo mucha veces ocurre lo que ocurrió con Ferenczi: se termina echando la culpa al analista por no haber analizado ciertas cosas. 

La resistencia de la transferencia

Es la resistencia del acting out, para Freud. El paciente vive como algo actual lo que es un recuerdo. Esa transferencia era entendida como una resistencia mientras perduraba el principio del placer como regla del funcionamiento del psiquismo, pero, a medida que a través de la repetición, de la compulsión a la repetición y más allá del principio del placer Freud le encuentra un nuevo sentido a la transferencia sin quitarle el anterior: es decir, es cierto, la transferencia es una resistencia, pero también es lo resistido: eso que se olvida el paciente está ocurriendo delante de nuestros ojos. Freud menciona varios tipos de transferencia: la positiva erótica y la negativa son formas de resistencia pero coloca la transferencia positiva sublimada como uno de los motores del tratamiento. Casi podríamos decir que la transferencia positiva sublimada es el famoso camino de retorno de lo inconsciente a la conciencia. 

Recordemos también que en la obra de Melanie Klein la transferencia negativa toma casi el monopolio total de la función de resistencia. 

La resistencia del ello

Es la llamada Viscosidad de la libido: esta resistencia es la única que Freud adscribe al ello. Le da cierto carácter instintivo, o traumático, como evidenciando una fijación. Consiste en la permanencia de un lazo objetal o un tipo de lazo objetal el cual el paciente no puede o no logra modificar. 

A veces esa situación se nos muestra en la misma cara del analista, o digamos, en el mismo diván: son tratamientos prolongadísimos en los cuales el paciente parece colaborar y aportar nuevos elementos cada tanto pero que ha trasladado esa fijación, ese atrapamiento en el surco muy profundizado por la repetición, a la misma situación analítica. Tiene un gran componente de pasividad y de espera del paciente que sea otro el que le cambie la vida, y en el análisis, que sea su analista el que tome el timón de su vida. Parece ser una reedición de lo que en la época del Proyecto llamaba facilitación

Esa falta de desplazamiento de la libido, tan ajena al modo del funcionamiento del proceso primario, despierta horror en el ambiente que rodea al paciente y a veces al analista mismo. Eso debió ocurrir con Freud en el Hombre de los lobos pues allí dice: “Tratándose de neuróticos, hacemos el ingrato descubrimiento de que, dadas las condiciones aparentemente iguales, no es posible lograr en unos modificaciones que en otros hemos conseguido fácilmente. De modo tal que al considerar la conversión de energía psíquica debemos hacer uso del concepto de 'entropía”. Freud percibía allí que el paciente se empezaba a aferrar ahí como antes a su neurosis, claro que hubo una contribución del parte del analista: la económica. 

Si entendemos esa adherencia al objeto o al modo de relacionarse ligada a la fijación, suponemos la existencia de un trauma primitivo y por lo tanto vemos en juego la compulsión a la repetición.

Este tipo de resistencia es la que explica tratamientos de 10, 20, 30 años sin que pase nada más en la vida del paciente. 


Y por fin:

La resistencia del superyó

La última, la más importante, la que indica la severidad del cuadro, la que marca el pronóstico, la que empeora cuando se espera una mejoría (la reacción terapéutica negativa) es la resistencia del superyó: el sentimiento de culpa inconsciente, la necesidad de estar enfermo, de castigo.

En la segunda tópica, de todas las resistencias con que se choca en un tratamiento analítico tanto en el paciente como en el analista la del superyó es la que tiene más peso en determinar su pronóstico.

El superyó es la condición de las represiones que nos alejan de la realidad. 

Estamos demasiado acostumbrados a considerarlo normal pero pasamos por alto que la transformación de una compulsión externa en una interna es un fenómeno patológico. 

Sólo un yo que ha retirado la libido de sí mismo considera al superyó como protector. 

En el tratamiento no sólo se hace presente como transferencia al analista de esa figura crítica sino como idealización del analista. Esta idealización a veces es compartida por ambos y lleva al analista a ponerse en el papel de salvador del paciente, consejero, guía de su vida. Freud advirtió contra esto en El yo y el ello

La creencia más difundida es que el superyó nos protege y conviene para la vida en sociedad, autoengaño llamativo porque los analistas de ese modo tenemos que desestimar todo lo que sabemos del funcionamiento anímico y confundimos así represiones (que son inconscientes) y dominio de los impulsos, que es el resultado de un buen análisis. 

Es un verdadero caballo de Troya que se introduce en el tratamiento y lleva a imponer ideales al paciente y al analista, uno de los cuales es tener pareja e hijos. 

El superyó  produce una alteración general de las leyes de funcionamiento del psiquismo: lo que una vez era placentero ahora se vuelve displacentero y lo que una vez fue penoso y frustrante se torna una fuente de autoestima, de orgullo narcisista. Produce una narcotización del guardián de la vida, y es de extremo peligro para el paciente. Un tratamiento psicoanalítico subvierte las bases de una vida sometida al superyó. 

Hay una confusión general entre superyó y sentimientos de culpa conscientes, pero no son coincidentes como Freud mismo lo mostró en la histeria. Sin embargo muchos siguen aseverando que hay individuos que no tienen superyó porque no muestran culpa consciente. Debemos considerar que el superyó adquiere formas distintas de acuerdo al cuadro clínico y en las regresiones intensas del yo no es extraño que el superyó se descomponga y retorne a su origen, el exterior, con sus prohibiciones y reproches. En algunos cuadros como en la paranoia aparece ese retorno como proyección y en otros cuadros clínicos aparece como conductas crónicas que generan el reproche, la crítica, el desprecio habituales del medio que rodea a dichas personas. A tal punto que habitualmente se utilizan los nombres de cuadros psicopatológicos como formas de reproche, p.ej. histérico, psicópata, etc. 

El superyó psicoanalitico lleva a un tipo de resistencia en el ambiente psicoanalítico que conduce a los analistas a formar parte de los acólitos de sus analistas y criticar a los analistas que piensan distinto. 

Otra muestra del superyó como resistencia en el análisis es el intento, por supuesto siempre fallido, de parte del analista de que el paciente sublime parte de sus instintos. Esa influencia defensiva se entiende si entendemos a la sublimación como una desexualización instintiva. 

Una manifestación especialmente destacada en el tratamiento analítico es la aparición de la reacción terapéutica negativa ante una reconstrucción exitosa parcial. Gracias a Freud hemos llegado a comprenderla como una expresión del sentimiento de culpa inconsciente expresado en actos y expresiones: Esto ya es demasiado, el psicoanálisis será bueno para otros pero no para mí, o, yo no soy bueno para el psicoanálisis, o hemos cumplido un ciclo, etc etc. Son frases repetidas y que muchos de ustedes habrán escuchado y volverán a escuchar. Hay un paso más que  dar en el análisis de la RTN y que Freud no pudo mostrar, como es lógico no podemos esperar todo de él. Me refiero a la intervención del analista superyoico inconsciente en la RTN: es el sometimiento del paciente al analista inconsciente superyoico lo que le impide dar un paso más en su análisis. 

No forma parte del tratamiento analítico la eliminación del superyó. El objetivo final, el cambio psíquico, apuntará al posicionamiento del yo: hacerlo consciente de su sometimiento al superyó transferido en el analista, lo que se erige en el factor principal del mantenimiento en la enfermedad. De este modo las satisfacciones logradas no tienen el significado de acercarse al ideal y son consideradas como fruto de las aptitudes y el trabajo y no provocan agradecimiento a “los cielos”. 

Por eso ante un tratamiento exitoso el paciente no está agradecido al analista sino que reconoce que es fruto de un buen trabajo entre ambos. Vencer esa resistencia de las críticas del analista y del sometimiento a sus ideales es el objetivo principal del análisis.


Fuente: Ferrati, Andrea "Resistencias en la 2° Tópica Freudiana" - APA

No hay comentarios.:

Publicar un comentario