En la entrada pasada vimos que hay una cierta predisposición de la pasión dolorosa a participar en el campo de la ética. Esto que desde el psicoanálisis llamamos superyó, se viene evidenciando a partir del pensamiento y la acción moral del sacrificio desde los griegos. El Sacrificio como renuncia, que llega a puntos extremos en la religión, donde se va a secularizar.
Existe un carácter anómalo entre la tristeza y el padecer. Hay una larga tradición manifiesta, una particular afinidad entre la tristeza melancólica y la moral, desde los Problemata XXX de Aristóteles (en particular el carácter melancólico del genio) hasta Pinel como lector de los estoicos. Para Aristóteles, la melancolía se debía a la bilis negra en la teoría de los humores y afectaba más a los genios. Esto de la tristeza y la genialidad aparece repetitivamente en la historia de la filosofía y la psiquiatría. En esa serie puede leerse la ambigüedad de la lectura paulina y la mirada agustiniana, hasta el carácter pecaminoso de la acedia descrito por Cassiano.
La tristeza romántica no escapa a tal particularidad, pero en ella se encuentra un rasgo erótico que dota a la tristeza de un carácter estético, al tiempo que hace de ella una exposición sublime del dolor. En La Religión hay una contraposición muy interesante ubicada en la Biblia, que San Agustín recoge.
Sin embargo, en la literatura de la psiquiatría del siglo XVIII se encuentra en esta expresión una entidad diferenciada, el ennui, por lo que se entiende una condición patológica a considerar como entidad nosográfica. Pero tanto en la veta romántica como en la mórbida, el ennui resume una modalidad de la tristeza que no es fácil de precisar, porque su margen es amplio y se extiende en torno al concepto de tristeza, desesperación, aburrimiento, hasta hastío ó tedio. Hoy en día, este cuadro clínico está en desuso.
Quien lo va a mencionar al ennui es Lacan en Radiofonía, donde hace el juego de palabras con "uno", con el encuentro con lo real.
La ennui tuvo diferentes nombres. De acuerdo a George Steiner, ennui es un término a precisar. En tal sentido, boredom no es una traducción apropiada y tampoco lo es Langweile (salvo quizás en el sentido que lo emplea Schopenhauer). Por otro lado, noia como es empleado por Leopardi o el empleo que hace Baudelaire de la voz spleen es el que mas se aproxima al concepto. Todas las apreciaciones cercanas a este concepto que pueden encontrarse mezcladas en las diferentes versiones de la "enfermedad isabelina" en el cual el tedio, el hastío o la tristeza no está despojada de cierto erotismo. (BABB 1951)
Por otro lado, Pinel, en su tratado de 1801 recomienda a muchos autores clásicos, sobre todo a los estoicos:
"La excesiva sensibilidad, que generalmente constituye el carácter de los locos, y que los hace susceptibles de las más vivas emociones u concentradas pesadumbres, los expone sin dudas a recaídas; pero este es un motivo más para bencer susnpasiones, siguiendo los consejos de la sabiduría, y para fortificar su alma por las máximas morales de los filósofos antiguos: los escritos de Platón, Plutarco, Séneca, Tácito y las Tusculanas de Cicerón, serán mucho más útiles para los que cultivan sus talentos, que las recetas de tónicos y antiespasmódicos combinadas artificiosamente".
Si uno lee el tratado de Pinel y las Disputas Tusculanas de Ciceron, llama mucho la atención la traspolación que hay en lo que es el tratado de las pasiones y el tratado del dolor psíquico. Pinel tomó de Ciceron todo lo que tiene que ver con el dolor psíquico y lo quenpropuso como tratamiento de las alienaciones fue el tratamiento moral, que en muchos aspectos tiene que ver con la renuncia y el dolor.
El dolor es una pasión privilegiada por Pinel, porque es la única que puede restituir cierto desvío del encadenamiento de las ideas.
En las Tusculanas de Cicerón, la aflicción tiene un desarrollo notable y no es otra cosa que la opinión de un mal presente. Para Cicerón, la pasión del dolor psíquico es aceptable. De esta manera, se puede considerar que, si se ha vivido en forma honesta, la aflicción o no alcanza al sujeto, o apenas lo conmueve. El deber sufrir para compensar lo que nos ocurre es una opinión que surge solamente de las manifestaciones exteriores y que no guarda relación con el verdadero sentido de las acciones prácticas.
Ciceron hizo una amplia semiología de la aflicción, ubicándola como perturbación del alma. Los estoicos antiguos sostienen que estas perturbaciones se constituyen a partir de cuatro principales: el deseo y la alegría que nacen de las falsas opiniones de los bienes, y el miedo y la aflicción que nacen de los males de la opinión. Cuando se desea algo en concordancia con la razón, al apetito, se le da el nombre de voluntad (boulesis), pero cuando tiene un tenor irracional se constituye como deseo desenfrenado. El movimiento del alma que tiene un carácter racional frente a un bien, es llamado gozo; pero el movimiento irracional da lugar a la alegría nimia. El alejamiento de los males en forma racional da lugar a la caución, mientras que el movimiento sin razón debe llamarse miedo.
En ese punto, la pasión puede generar hasta una orientación en lo que tiene que ver con las pasiones desenfrenadas. Para los estoicos hay una opinión favorable sobre el dolor, porque es conciliable con la pasión moral. Gran parte de la psiquiatría clásica tiene su asidero en una lectura de los estoicos, cuya vigencia es hasta fines del siglo XIX, incidiendo en la psiquiatría clásica.
El estoicismo, cuyos representantes son Marco Aurelio, Epiteto, Séneca y Cicerón, sostenía que había que gozar de una radical libertad interior. Los ignorantes son esclavos de sus placeres, de sus afectos y pasiones. El sabio se preocupa por su alma, por desterrar de ella las pasiones o afectos, en el concepto conocido como apathía. Este régimen general moral permaneció en la filosofía y fue sintónico en Descartes, Kant y Hegel.
El estoicismo fue la filosofía helénica que permaneció por más tiempo.
Hay una afirmación aristotélica del problema XXX en donde la melancolía es una enfermedad de genios. Esto introduce de diversas maneras derivaciones históricas y no menos conflictivas.
En el tratamiento moral, la apatía tendrá un lugar legítimo para llevar adelante una acción. El dolor será el resultado de la renuncia de las pasiones, pero también favorece ese tipo de legitimación del orden de la moral.
En el seno mismo del dolor se da lugar a una profunda complejidad valorativa que condensa y revela el tenor absolutamente oscuro que envuelve a la misma. La valoración del dolor psíquico como afección es oscura. En primer lugar, es legítimo observar que se trata de un afecto. Pero por otro lado, se trata de un estado de ánimo, al mismo tiempo que resulta un humor particular y a su vez, un sentimiento.
En filosofía, el tema de las pasiones es muy complejo y entrañó severas dificultades, porque nos conduce al terreno del alma y, sin embargo, es el cuerpo el que, de alguna manera, también está comprometido. Los filósofos han rechazado el tema, hasta que Spinozza lo reinsertó.
El tratamiento del dolor psíquico como pasión introdujo, desde un inicio, en su interposición con la moral, una dimensión paradójica que repercutió intensamente en toda su historia. El tema ya estaba presente en las tragedias (donde había una rectificación ética, donde el espectador se movía pasionalmente en la catarsis) y en la filosofía griega, en la medieval y en la modernidad. En la actualidad, adquiere profunda vigencia cuando se trata el tema de la depresión.
Sobre la catarsis en la tragedia, Aristóteles dice que es una obra representada que produce el movimiento de dos pasiones: el temor y la compasión. El temor es la pasión que anticipa y la compasión es la pasión que identifica.
El término pasión viene del griego pathé, que no quiere decir padecer. No es un verbo exclusivamente pasivo. En el verbo pathé está también la acción. Lo que pasó fue que en la traducción al latín apareció como passio, un término reservado para la experiencia pasiva. Para los griegos, pathé significaba también acción.
En la Biblia aparece la misma ambigüedad que en el Problema XXX de Aristóteles. Em Corintios 2, San Pablo dice en su carta:
Porque si os entristecí con mi carta, no me pesa. Y si me pesó —pues veo que aquella carta os entristeció, aunque no fuera más que por un momento— ahora me alegro. No por haberos entristecido, sino porque aquella tristeza os movió a arrepentimiento (metanoia). Pues os entristecisteis según Dios, de manera que de nuestra parte no habéis sufrido perjuicio alguno.En efecto, la tristeza según Dios produce firme arrepentimiento para la salvación; mas la tristeza del mundo produce la muerte. Mirad qué ha producido entre vosotros esa tristeza según Dios: ¡qué interés y qué disculpas, qué enojo, qué temor, qué añoranza, qué celo, qué castigo! En todo habéis mostrado que erais inocentes en este asunto.
La metanoia fue traducida por arrepentimiento. Esta frase no solo tuvo un efecto inmediato en los padres de la Iglesia como San Agustín, sino que también lo tuvo en la psiquiatría. Esta frase nos pone en la pista de que hay una tristeza que es vista con benevolencia: la tristeza según Dios. La tristeza de Dios es buena; la tristeza del mundo es mala y esto pone en evidencia un aspecto muy ambiguo que siempre han pesado en la historia de las pasiones en la filosofía y sobre el carácter del dolor psíquico. En Kant, el carácter del dolor es algo imposible de definir. Lacan y otros autores antes propusieron cierto paralelismo entre Kant y Sade.
La comunidad de la culpa.
Alain Badiou dijo que San Pablo hizo filosofía política, porque al proponer esta dimensión de la tristeza, produjo un orden de gobernabilidad sostenido por la culpa. Dice:
"obre la culpa se construye la idea de comunión sobre cuya fuerza pasional se sostiene exclusivamente sobre lo que puede ser nombrado, en primera instancia, como pena o tristeza. Origen complejo y paradójico de la fundación de la ley; pero a su vez, núcleo perverso de su obediencia. La tristeza de su arrepentimiento (metanoia) es considerada bajo una mirada benevolente, como saludable."
Las traducciones latinas concordaron en traducir el término griego metanoia (cambio de posición del pensamiento) como poenitentia en latín. Pero metanoia no necesariamente quiere decir penitencia, arrepentimiento o conversión. En sí, lleva la posibilidad implícita de introducir la indagación de un más allá de las posibilidades noéticas y que toman cuerpo en la acción. De esta manera, resulta curioso tener en cuenta un cambio que es evidente, que es que la metanoia cristiana se refiere a un hecho virtuoso que se lleva adelante como una forma de mutación o arrepentimiento y que da origen a una nueva postura (conversio).
La metanoia se puede pensar como acontecimiento. En muchos filósofos se espera que haya un cambio en el sujeto, como si hubiera nacido con una deficiencia de sus condiciones intelectuales y por la filosofía se espera que algo cambie.
Si seguimos la orientación que nos propone Hadot, la acepción latina de la palabra conversio habla de un giro o cambio de dirección en la cual se puede reunir sin confundir, en todo caso diferenciar metanoia de epistrophe. La primera como cambio de posicionamiento y algunas veces sugiriendo la idea de una mutación o renacimiento. La segunda, como cambio en el rumbo o retorno al punto de origen. Por ejemplo, el carácter ascensional que tiene Platón en su filosofía, es por cambios que se dan de a poco. En cambio, la metanoia implica cambios que tienen que ver con un acto.
Mientras el estoicismo griego no consideraba a la tristeza una eupathia, el latino comienza un extraño derrotero en el cual la misma, su bien queda situada en términos de lo nocivo, adquiere cariz más indulgente. El caracter que adopta la moralidad estoica latina será de por sí sintonía con la acritud de la tristeza, aunque en una forma atenuada. Es decir, nos dirigimos a pensar que la tristeza llama a algún tipo de cambio, cambio relacionado con adoptar un orden de las pasiones.
Las pasiones relacionadas al ser no se consideraban malas, sino buenas. Se trata de las eupathias El dolor tiene este cariz indulgente, que se acentuó con la lectura cristiana. Las pasiones se consideran una intervención psíquica no racional, generalmente atribuida a los dioses.
El concilio de Cartago en el año 418 condenó las tesis de Pelagio y le dio la razón a Agustin. Si bien no pretende ser una exégesis de la enseñanza paulina es por lo menos una constatación de las mismas. El pecado, que entró al mundo por un hombre, se extendió a todos. Lo mismo fue tratado en el concilio de Orange del 529 y posteriormente, en el de Trento en el año 1546.
La melancolía ha tenido un extraño derrotero, pues si bien el dolor ha sido valorizado en ciertos momentos como en las Tusculanas, lo cierto que es que la manía hoy tiene también un cierto grado de virtud; pasarla siempre bien, estar siemprengeliz. La melancolía medieval era valorada solo si tenía una esfera sacrificial, donde el esfuerzo y la renuncianeran valorables. El Ascetismo, que tiene que ver con la renuncia, tiene que ver con cierta participación del dolor, tema al que nos referiremos en una próxima entrada
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