En mi experiencia con el tratamiento de personas trans, suelo ubicar una insistente dificultad relacionada a los distintos lugares de objeto donde la sociedad las ha colocado, que no solo se limitan a la prostitución y la violencia, sino que también incluye la categoría de objeto de estudio de la ciencia y también del psicoanálisis, discursos que no pocas veces han proferido máximas que son del orden de la injuria y del insulto.
No obstante, la cosificación más grave que se ha hecho y sigue haciendo sobre las personas trans es la falsa elección de la prostitución, donde podemos tomar las palabras de Lohana Berkins:
"El único espacio que se nos reserva a nosotras las travestis, no a las mujeres, es la calle y la noche. Sólo se nos busca, somos deseadas, en la prostitución. No es que yo un día me senté en el mullido sillón de mi casa y dije: 'A ver, ¿qué me vuelvo? ¿Una vecina facha, una prostituta o una travesti?' ¡No tuve alternativa! El Estado me ha impuesto y me ha condenado a la prostitución y esto vale para todas las travestis. Si te echan de tu casa a los 10 años, ¿qué se espera que hagas para sobrevivir? Y te voy a decir más: si la trava que más clientes levanta, lleva tetas de 400 (centímetros cúbicos de silicona), la de al lado se va a poner 500. Entonces, ¿quién define el cuerpo? ¿La trava o el cliente? ¿De qué elección pueden hablar?".
La cosificación de las personas trans aparece bajo dos modalidades: la fobia o el fetiche. Una amiga trans lo define "Nosotras somos como un lomo de burro: de día los esquivan, de noche se los comen".
La cara fóbica de la cosificación, en tanto la persona trans está en lugar de objeto fobígeno, lo vemos en la discriminación y la segregación, la violencia en todos los niveles, la falta de oportunidades laborales ó la invisibilización.
La fetichización del cuerpo de la trans es algo de los que pocos hablan, porque interpela a la sexualidad masculina: ¿Qué busca el hombre que busca a la chica trans en tanto cuerpo cosificado? Acá la persona es reducida al estatuto de objeto fetiche, objeto degradado digno de un trato tal como podemos leer en Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa de Freud, donde sólo está en juego la satisfacción sexual (corriente sensual) del hombre. Lo más peligroso, a mi entender, son los casos en donde una vez cumplida la fantasía, acontecen graves hechos de violencia, que han llegado hasta el femicidio. Hay que preguntarnos por qué ocurre tal polaridad afectiva en estos hombres, ó este viraje abrupto del deseo a la repulsión.
La fetichización de las personas trans aparece en muchos relatos, angustia mediante, con una pregunta muy atinada en los análisis: ¿Por qué me elige quien me elige? Recuerdo a una paciente decepcionada con su pareja, quien le había sido infiel con otras mujeres trans, lo que la puso en la pista de que ella no fue elegida en tanto una mujer, sino más bien por el indeseado rasgo (considerado así por ella) que compartía con las otras.
Resaltemos que quien fetichiza -un objeto inanimado, animal, persona, lo que sea- jamás se conforma con uno solo. En los hechos, cualquier fetiche aparece siempre en una serie de escenas en donde lo que se pone en juego es la repetición, repetición de la diferencia en donde hay ínfimas variaciones. Por eso, cuando una persona trans cae en esta categoría de fetiche, lo que esperamos es que aparezca como parte de una serie de objetos a consumir... y descartar. La angustia debería señalarle este peligro, siempre que la resignación no haya ganado el terreno ante la falta de alternativas.
La frase de Berkins también trae un tema acerca de la edición y de los cuerpos. Alguien demanda un cambio, ¿Lo hace la persona desde su deseo ó desde un mandato del mercado? ¿Hay deseos que no pasen por la cultura? ¿Qué significa ser hombre, mujer, trans, intersex o no binario? ¿Cómo goza ese cuerpo? Estas preguntas son pertinentes de alojar en pos de las ofertas de la ciencia y el mercado para la transformación de los cuerpos. Antes de la Ley de identidad de género, una paciente planteaba la duda de operarse bajo esta pregunta: ¿debía despojarse de aquello que a ella le daba placer para ser más mujer? ¿Más mujer que quien? Para ese entonces, la división de género basada en los genitales a mí ya me parecía una auténtica locura, aunque estaba dispuesto a acompañarla en la decisión que tomara. El tema ahí no era para qué operarse, sino para quién.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario