Una de las mayores dificultades en la clínica con neuróticos obsesivos, a la luz del discurso actual de que todo se puede de manera voluntaria, son las diversas inhibiciones y malestar psíquico que tienen estos pacientes.
¿De qué se trata la neurosis obsesiva? Podemos pensarla a partir de los tres registros: simbólico, imaginario y real.
El neurótico obsesivo es producto de un complejo de Edipo y castración, el cual efectivamente ha atravesado. No obstante, en el cuadro hay una fijación en el narcisismo (con una prevalencia del falo en estos términos) y una gran erotización de las defensas. Es decir, la neurosis obsesiva el complejo de Edipo es narcisista y defensivo.
La relación del neurótico obsesivo con su madre es muy particular: se trata de una madre insatisfecha. Es decir, son madres que demandan al hijo permanentemente y desde allí el paciente leerá todo lo que reciba en términos de demanda (reducen el deseo a la demanda). Esto los agobia y los hace sufrir, motivo por el cual los obsesivos crean un personaje bastante estereotipado: racionales, lo saben y explican todo. El saber les evita encontrarse con lo real, porque como ya vimos, las palabras y el intentan recubrir lo real. Un neurótico, en ese sentido, puede pasar por las mismas escenas una y otra vez, aunque saque las mismas conclusiones.
Lacan propuso que el deseo del neurótico obsesivo es quedar fuera de juego. Si él estuviera dentro, el Otro se le vendría encima con sus demandas, lo que lo aterra. Si vamos al nivel fantasmático, entre lo simbólico y lo real, la escena que muchas veces encontramos tiene tintes de guerra. El obsesivo, fantasmáticamente, se enfrenta al otro en una guerra a muerte. Mientras no se implique emocionalmente, todo va bien. Ahora, si lo hace, se repliega porque lo que lo invade es esto de "matar o morir", a nivel fantasmático. El obsesivo se angustia porque no puede ponerle un límite al Otro, por lo que siente que puede ser atrapado. En esta escena, odio y amor están fusionados. En este sentido, Freud describió muy bien la ambivalencia del obsesivo.
Al obsesivo le cuesta pedir, porque cuando lo hace queda ob-ligado en una relación de deuda y culpa. Por eso el obsesivo suele mostrarse como autosuficiente, que no hay manera de entrarle. Las intervenciones cuestan muchísimo, porque el obsesivo se cuida de la división subjetiva. Por eso el analista debe ser cauteloso y trabajar en la confianza con este tipos de pacientes, pues detrás de esas murallas que construyen se ubica una sensibilidad enorme. Esto ocurre especialmente en las mujeres obsesivas, en donde es esperable encontrar que en la historia han sufrido mucho (un daño concreto) y por eso han tomado al control como forma de ser. La regresión, en todos los casos, es a un punto del erotismo anal: control para defenderse de la situación traumática.
En la clínica, otra de las dificultades en la neurosis obsesiva es que a estos pacientes les cuesta hablar del pasado, pues esto es vivido por ellos como una penetración del analista en su interior. En su lugar, el obsesivo ofrece un personaje, más por el lado de lo imaginario, que tiene que ver con el éxito y distintos emblemas de los que hace uso y que ha servido para calmar las demandas maternas. Por supuesto, este personaje ha fallado y por eso hace la consulta.
El obsesivo puede haber sido el favorito de su madre, pero ésta le pide que él lo satisfaga. También hay casos de que ese hijo no ha sido elegido, pero aún así exigido. El obsesivo se identifica al a como resto, ofreciéndose como falo imaginario esta escena de ser impecable, ideal y maravilloso para su madre.
En esta característica del obsesivo de lucha a vida ó muerte, al obsesivo le cuesta abrirse. Depender de otro o abrirse, entregarse a un análisis y dejar de lado sus certezas lo aterra profundamente. Como amor y odio se encuentran fusionados, muchas veces al obsesivo no le queda otra que huir. La dificultad técnica acá está en que se logre abrir y que logre hablar de esa madre, a la cual protege como a sí mismo. Hay un punto de identificación con su madre, a la cual odia y a la vez ama. La primacía del narcisismo es defensiva y el analista no debe salirse del análisis.
El método socrático sirve muchísimo para abordar estos casos, porque existe en el obsesivo un punto de real intocado, muy sufreinte, que no obstante está amurallado. Esa muralla de palabras, aunque parece impecable, no es infranqueable. En el Seminario 8 (La transferencia), Lacan menciona a Sócrates como modelo de analista, cuando éste desarma el discurso de Agatón. Si uno estudia lógica, va a notar en este tipo de discursos un nivel muy alto de falacias. Concretamente, Sócrates dirá que el discurso de Agatón no vale nada. Utiliza las propuestas de Agatón y las extiende al infinito, ó hasta llevarlo a un punto de absurdo. El discurso del obsesivo está lleno de máximas, es muy kantiano en ese sentido.
Sabemos que las intervenciones en lo simbólico tienen inscripción, al contrario de las imaginarias, por lo que le dan una mayor duración. Estas intervenciones son ante la pulsión de muerte que se traga al sujeto, frente al cual el obsesivo se defiende creándose un personaje que él mismo padece. Este personaje hace que muchas veces no pidan ayuda, cosa que la histeria sí hace a través del acting, por ejemplo.
El deseo imposible en la neurosis obsesiva
En la neurosis obsesiva, cuyo nombre viene del latín obsidere, tiene que ver con sitiar (una ciudad, por ejemplo). La neurosis obsesiva presenta un sujeto sitiado por sus pensamientos, ceremoniales y compulsiones. El obsesivo se instala afuera del espacio y del tiempo. Su pensamiento circula en un punto que lo enloquece.
En el historial del hombre de las ratas, aparece que él está lleno de buenas intenciones y esta frase de "Dios los proteja". Algo interviene y aparece el "No", que no los proteja. Aparece una lucha entre el sí y no. También aparece el síntoma en dos tiempos, cuando el paciente relata que iba en el carruaje con la mujer amada y se imagina que en el futuro el carruaje podría chocarse con una piedra y causar un accidente. El hombre detiene el carruaje, agarra la piedra y la corre. En el pensamiento le aparece la idea de que el carruaje podía pasar por donde él corrió la piedra. Aparece la culpa, que lo señala como culpable de una gran tragedia. Los afectos aparecen invertidos, como el temor a que muera el padre o le pase algo. Freud se entera que su padre ya había muerto. Ahí aparece un circuito imposible, porque teme algo que ya ocurrió.
El neurótico obsesivo tiene problemas con la temporalidad, se mira a si mismo y a los demás evidenciando la profunda vulnerabilidad que siente. A diferencia de la histeria, que es más ruidosa y denuncia, en la neurosis obsesiva el sujeto se reviste de una idea de sí omnipotente. Por ejemplo, se matan trabajando envueltos en una figura que se puede encargar de todo.
En sí mismo, en la neurosis obsesiva se padece de un manojo de contradicciones. ¿Cómo pensar las intervenciones?
Por empezar, hay que histerizar el discurso de la neurosis obsesiva, es decir, preguntar por qué, desde un lugar de saber, acerca de sus contradicciones. El neurótico obsesivo no respeta tan fácilmente al Otro que sabe, cosa que en la histeria sí sucede. El obsesivo intenta medir las intervenciones del analista. Las preguntas del analista deben hacer pensar al sujeto acerca de ese punto irracional de sus contradicciones. Por ejemplo, como cuando Freud sitúa ¿Cómo temor a que tu padre le pase algo si ya está muerto?. Se trata de puntos donde el sujeto no puede responder desde la conciencia. Esa búsqueda de contradicciones, esa histerizacion del discurso, es importante.
Los ideales son también un punto a hacer caer. El neurótico obsesivo está tomado por ideales. Puede hacer eso, justamente, por situarse fuera del tiempo. Cualquiera sabe que en la vida no hay recetas ni justicia, por eso se crean tribunales. El obsesivo sufre de mandamientos autoimpuestos y nosotros tenemos que saber cómo los construyó, porque los sostiene hasta el punto de la mortificación.
El obsesivo se agarra a recetas para esconder su propia vulnerabilidad al prever tragedias, pero irónicamente sufre y pierde tiempo, afectos. Se encierra en sí mismo y por ejemplo, puede trabajar incansablemente porque le va a servir a los demás, por ejemplo a los hijos. Lo que el obsesivo puede perder es que el precio a pagar es que hoy sus hijos no tienen un padre.
En cuanto a la técnica, el analista debe ser activo y señalar las contradicciones que el obsesivo no quiere ver. También marcar lo que se pierde al dedicarse a sostener esa imagen ideal, en la cual puede perder todo.
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