domingo, 14 de noviembre de 2021

Las intervenciones del analista... ¡Con las redes sociales del paciente!

Parte de la subjetividad de nuestra época tiene que ver con cómo habitamos y nos manejamos en las redes. Lo que acontece en los  mensajes de Whatsapp y otras redes sociales tienen mucha presencia en los análisis. Estos sirven muchísimo para trabajar los fantasmas y las resistencias que el paciente tiene, sumado a la lectura de lo que el paciente hace sobre lo que ocurre del otro lado.


Freud, en Recuerdo, repetición y elaboración, hace al comienzo un pequeño recorrido histórico desde la hipnosis, su abandono para buscar el hecho reprimido para hacer consciente lo inconciente y dice que al día de hoy la técnica analítica implica seguir al paciente en la superficie psíquica, hacia dónde va. En esta tercera etapa ya no se busca perseguir al hecho reprimido, sino seguirlo en la superficie de su discurso, idea fuertemente tomada por Lacan posteriormente. La repetición hace que el sujeto, al preguntarse por lo que le pasa, por qué se choca con la misma piedra. A partir de ahí se busca el recuerdo.

El tema de la realidad cotidiana importa mucho en Freud. Él veía a sus pacientes todos los días, porque no quería perder la cotidianeidad de cómo se desarrollaban las cosas en la vida diaria del paciente. Lo que a nosotros nos importa es cómo el aparato psíquico lee esa realidad mediante su fantasma. En los ámbitos psicoanalíticos, no está bien visto que el analista vaya a la realidad material. Esto le ha valido severas críticas al psicoanálisis por parte de otras corrientes, porque así se están dejando por fuera realidades. Un paciente puede decir, por ejemplo, "soy buen padre" y concretamente no saber cuál es la comida favorita de su hijo ó siquiera por qué llora. El ideal del bien, del que Lacan habla todo un año, termina haciendo que muchas veces uno tome por obvio cuando alguien dice que es bueno en algo. Puede ser que el paciente se vea como buen padre ó madre, pero esa es la distinción entre el yo (je) y el yo (moi), lo que yo pienso de mí y lo que la estructura me hace posible pensar de mí.

Al analista le importa la realidad psíquica del paciente, pero lo simbólico no alcanza a cubrir lo real del paciente. No todo lo que el sujeto piensa de sí es tan definitivo. Lo real sobre un determinado hecho puede cambiar todo el relato. Es interesante, entonces, la distinción entre lo real y la realidad. Este último concepto tiene que ver con lo que el sujeto ve desde su fantasma. El das ding como lo real es lo más familiar, pero a la vez lo más ajeno que tenemos, por eso es un punto de siniestro de la madre. 

Trabajar con las comunicaciones del paciente nos permite ver aspectos que ellos no ven de sí mismos. Es una oportunidad de verse allí donde no se ven. El fantasma puede aparecer a través del texto y los comportamientos del paciente en la red. 

En el esquema L del seminario 2  de Lacan vemos que hay 4 elementos que se relacionan entre sí:
A esta altura del seminario de Lacan, no existe el concepto del Otro barrado, concepto que empieza a aparecer en el seminario 5. En este seminario, Lacan está trabajando la determinación que el símbolo tiene sobre la realidad imaginada. Recordemos que Lacan en el Seminario 1 ya había trabajado el esquema del florero invertido y la constitución de lo imaginario. Lo simbólico, dira Lacan, determina el modo en que nosotros vemos esa realidad. El ser humano no tiene un acceso directo a la realidad, sino que lo hace a partir de su fantasma. En el fantasma está, más adelante en la obra, tanto lo simbólico como lo real. 

En el esquema L, hay flechas salen del Otro (A). Una de ellas se dirige al sujeto (S), el sujeto sujetado al símbolo. Otra flecha sale y llega al yo "moi" (a), esa parte imaginaria del yo. En el camino del Otro al sujeto, vemos lo inconsciente. Ahora, esa flecha se cruza con el eje imaginario que une al yo (a) con el otro imaginario (a'). Eso que se interpone es el muro del lenguaje. La relación imaginaria invierte, retarda, interrumpe e impide que el sujeto tome contacto con la realidad. Es por eso que para estar cerca de la realidad del paciente hay que intervenir sobre las cuetiones que hacen a esa realidad, utilizándolas para ponerlo a trabajar y a disposición del análisis del fantasma.

Lo imaginario, en esta época, tiene una vertiente muy importante y que va a hacer que este registro determine, respecto a lo simbólico, la forma en que el sujeto lea la realidad. El trabajo que el analista haga sobre lo simbólico va a hacer que el sujeto lea a la realidad de otro modo. 

Lacan dice, por estos años (55-56), que la resistencia es del analista. Esto ocurre cuando el analista no se mete en determinados temas o no pregunta de lo otro. También Lacan dice que el psicoanálisis tiene que mirar de frente a lo real. En ese punto, lo real como das ding, como siniestro que aparece en la realidad del objeto material, es lo que hay que dilucidar. Se trata de un encastre entre lo real, lo simbólico e imaginario, que en la clínica se traduce en qué puntos lo imaginario hace de obstáculo, o en qué punto las marcas del discurso de Otro, o el fantasma en lo real hace que el sujeto vea allí algo que no está y que tiene que ver con él.

El aparato psíquico es defensivo, ¿pero es defensa frente a qué? La perspectiva de lo traumático del encuentro con la realidad es necesaria en el análisis, para que el sujeto funcione en distintos ámbitos como el amor y el trabajo.

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