Para este taller se utilizó la siguiente bibliografía
- Nadie viene sin un mundo (Vir Cano)
- Ser analista hoy (Luis Hornstein)
- Sentirse "precaries": afectos, emociones y gobiernos del cuerpo.
- Violencia de género y psicoanálisis (Irene Friedman)
Dice Virginia Cano, en un segmento llamado Si duele no es amor, hace una lectura de un escrito. "Si duele y no es amor, como dicen algunas consignas callejeras, quizá más que decir que el amor no duele, casi como un mantra, como una apuesta, como un deseo de control, podamos atender con hospitalidad los dolores vividos, la mayor parte de ellos no elegidos, pero sí inscriptos en nuestra memoria corporal y afectiva".
Para pensar las posibilidades de trazar otras cartografías erótico afectivas, otras anatomías de placeres y dolores -para parafrasear a Foucault- otras apuestas amorosas. Quizás nos urge tejer otras estrategias y otras fantasías para dar lugar a lo que muchas veces sí nos pasa, y es que los vínculos son una fuente de dolor, de incomodidad, de malestar, de exposición de vulnerabilidad.
Más adelante Cano dice que lo que le gusta del amor, es lo mismo que el pensamiento: su potencia de conmoción, de abrir escenarios y nuevas experiencias.
1) El amor y los giros afectivos: el uso de los afectos
Freud utilizaba la palabra afecto para hablar de lo que sucedía en la escisión y la elaboración del síntoma.
Por otro lado, el significado del amor del diccionario remite a sentimientos de intensa atracción emocional y sexual hacia una persona con la que se desea compartir una vida en común. Es decir, se habla de intensidad, emocional y sexual. También tira otras aristas que tienen que ver con muchas reglas a las que estamos acostumbrados y que tienen que ver con el amor romántico. Sabemos, sin embargo, que hay muchas otras maneras de vincularse con los otros.
Ahora, ¿Cómo se pone en juego las variantes que no responden al amor clásico, como las parejas abiertas?
El giro afectivo de los estudios de género está basado en propuestas epistemológicas tales como la teoría de la subjetividad, las teorías del cuerpo, las feministas y las queer. De lo que se trata es que incluso hay algo económico en las emociones. El giro afectivo implica una reformulación epistemológica sobre los afectos, en donde se considera que hay algo más amplio que el amor romántico y se basa en la insatisfacción e incomodidad frente a este concepto del amor romántico. En este último, el amor es caballeresco, estático, inmutable.
También cabe la pregunta por el cuerpo: ¿Por qué en el amor hay que tener sexo obligatoriamente? ¿Es realmente necesario para hablar de amor?
Por otro lado, está esta cuestión de la intensidad, de que al amor hay que sentirlo y que el amor no duele, como si el amor fuera una cuestión armónica y pacífica. Cuando Freud habló del enamoramiento, relacionándolo con la hipnosis, habla de un período de obnubilación intensa, donde algo de sí se perdía, quedando incluso expuesto ante ese vínculo. De manera que podemos ubicar un giro afectivo allí también. Es difícil sostener que el amor esté exento de dolor. Para lacan, amar es dar lo que no se tiene a quien no quiere eso, por lo tanto hay un desencuentro entre lo que se da, el otro espera, etc.
En el giro afectivo hablan de las emociones del cuerpo y de las diferencias culturales que atraviesan al cuerpo. Es decir, el giro afectivo cuestiona varias áreas de las ciencias sociales, la investigación sobre los afectos, pero se acota a dos preguntas: ¿Cómo siento? y ¿Cómo me siento?
Un ejemplo es que a las masculinidades se les ha enseñado a no llorar y que la única emoción habilitada es la angustia ó la rabia. La amabilidad, la sensibilidad con el otro quedan vedadas. De manera que según cómo alguien fue criado, tiene acceso a determinadas políticas afectivas. Lo mismo con las femineidades, que deben ser amables, serviciales, receptivas, empáticas... Las ideas que se perpetúan forman políticas de los afectos. Son constructos que marcan cómo debe ser cada uno. Débora Tájer dice que son modos de subjetivación. El amor también entra en un comercio económico y social, como San Valentín, lo que muestran los medios de comunicación, las redes sociales. Todo esto forma parte de las políticas económicas que tienen afecto sobre los afectos.
Las autoras se preguntan cómo es posible dar a conocer los sentimientos y emociones con cierta veracidad. Acá tenemos el problema de que el otro no puede totalmente entender la afectividad de cada quien, de manera que puede criticarse la empatía y la idea de poder ponerse en el lugar del otro. Muchas veces los afectos son incomunicables.
Una investigación del colectivo asexual, que no siente la atracción sexual en el vínculo afectivo, determinó que sí ocurrían otro tipo de atracciones. Una persona asexual puede enamorarse de alguien, desear estar en contacto con una persona, compartir, convivir, tenerla cerca, etc., pero no cuadra dentro de lo sexual ni lo romántico. Existe una atracción estética, en la que se aprecia a la persona en tanto apariencia, la observación del comportamiento, el tono de voz, etc. Lo mismo ocurre con la atracción intelectual, que tiene que ver con los conocimientos, las habilidades de la persona, el dominio profesional, etc. Todas son formas de atracción que pueden darse en una pareja.
Hablando de todo este tipo de atracciones que pueden estar o no en la manera que nos vinculamos, podemos pensar que hay algo de la monogamia que se ha establecido durante mucho tiempo, que implica mantener un vínculo cerrado con otra persona. Hay un mandato del amor romántico en la monogamia, que es el de que en ese objeto deben caer todas estas atracciones y esto no siempre pasa. Entonces, muchos pacientes traen como problema de que con su pareja no tienen el suficiente sexo. ¿Pero cómo poner un parámetro?
Tanto la monogamia como la heterosexualidad son socialmente impuestas, de manera que los vínculos están encuadrados por estos tipos de regulaciones. Si no se puede salir de esto, aparece la angustia con los otros. ¿Quién pone los parámetros de vinculación? ¿Ambas partes de la pareja, uno de ellos? Estos temas dan lugar a los abusos, donde el analista debe hacer una intervención. En estos encuentros de a dos, de a tres, de cuatro, tienen que ver con los contratos que se arman y con situaciones fantasmáticas y la historia de cada quien. La territorialidad también es importante a tener en cuenta, no es lo mismo un lugar que otro, donde hay políticas diferentes. Todo esto puede trabajarse en un análisis.
Algunas veces una persona puede pretender que los otros hagan lo que ella quiere y como lo quiere. Es una de las premisas fundamentales del abuso en el nombre del amor. Es otro es otro, justamente. Carga con necesidades y deseos y no tienen la capacidad de leer lo que a la persona le sucede internamente. Es función del analista marcar esto. Los conflictos neuróticos pueden invisibilizar al otro.
No todo abuso es producto de la perversión, muchos abusos ocurren por la falta de reflexión. Muchas personas pueden recalcular cuando los vínculos se repiensan.
Luis Hornstein habla de la posición narcisista, donde la patología hace que el otro es inalcanzable, sin capacidad de registrarlo y por eso se lo avasalla. En muchas patologías del narcisismo no está presente la idea de la otredad. Luis Hornstein habla, en estos casos, de un yo autosuficiente que no necesita de las otredades salvo en términos puntuales. Acá tenemos casos donde la posibilidad de acción está complicada. ¿Cómo elaborar ese narcisismo para que la persona registre a los otros? Estos casos no son perversiones, sino de cuestiones narcisistas. En todo vínculo hay una cuota de renuncia a los propios anhelos y deseos.
En estos casos, el vínculo transferencial va a estar complicado. Son pacientes que faltan, no pagan, no registran al analista como otro.
2) Las políticas afectivas y los abusos
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