miércoles, 16 de marzo de 2022

El dolor resiste

« … esa figura obcena y feroz que el analista llama su Superyo, y que hay que entender como el boquete abierto lo imaginario por todo rechazo (verwerfung) de los mandamientos de la palabra.
Lacan: Variantes de la cura tipo.

Dolores de cabeza insoportables, precedidos por otras manifestaciones que le hacían temer a Ana un posible encuadramiento en la categoría del “ataque de pánico”, categoría que conocía por su actividad profesional, fue el elemento que precipitó una salida del análisis que podría pensarse como una verdadera salida de escena, es decir, como un pasaje al acto. Quiero aclarar que esta situación no coincidió temporalmente con los mareos y temores ligados a ciertos espacios, sino que aconteció cuando éstos cesaron o al menos disminuyeron y se instaló entonces el dolor de cabeza. Esto, luego de aproximadamente dos años de análisis.

Se instaló consecutivamente a las restricciones motrices de ese primer tiempo, una limitación en el desplazamiento propio del discurso que valga la expresión tendió a dar vueltas una y otra vez sobre el dolor.

Fue así, luego de mareos, angustias, imposibilidades y dolor que comenzó un camino sin retorno al irse retirando del trabajo ya instalado en el análisis para comenzar a recorrer pasillos y consultorios de diversas especialidades médicas que por otra parte la acercaban a su posición de médica en ejercicio.

Si bien en su historia no estaban ausentes datos acerca de jaquecas y otras expresiones somáticas, incluido algún episodio de anorexia en la adolescencia, su aproximación al análisis se tramitó por otras razones: interrogantes y vacilaciones en cuanto a su especialización médica, y especialmente conflictos en torno a su vida afectiva y amorosa.

Dos acontecimientos que se entrecruzan en su vida ocupan un buen tiempo del trabajo en análisis. Coinciden temporalmente su casamiento y una grave enfermedad del padre que hizo temer por su vida y que comprometió a Ana en una intensa dedicación al mismo.

El casamiento, luego de un no muy largo noviazgo, pareció precipitarse en medio de esa situación y al modo de lo que podría definirse como una elección forzada, ya que por entonces se hallaba enredada en una suerte de aventura amorosa con un colega médico vinculado a la enfermedad del padre.

Vacilación y decisión terminan constituyendo una duda que permanecerá a lo largo del tiempo.

Algo más tarde un embarazo retroactivamente significado como deseado pero considerado como no conveniente en aquel momento, se define en un aborto. El dolor por ese acto no cesará de retornar a lo largo del tiempo. Tiempo en que la cuestión de la maternidad la ocupa y preocupa de un modo por momentos lacerante. Ese dolor se intensifica cuando su única hermana con la que comparte un vínculo pleno de ambivalencia y especularidad, adopta un  niño luego de numerosos fracasos con embarazos fallidos. Por otra parte esta adopción regresa a su hermana (con marido e hijo) al hogar paterno, hecho que desata abiertamente en Ana una hostilidad que oscila entre dirigirse a su madre o a su hermana. La cuestión “materna” ocupa lugar, no cualquier lugar. Simultáneamente se intensifican reproches y quejas contra el marido, o en su defecto contra algún jefe de turno en sus trabajos.

Son estos momentos productivos los que podían habilitar a una apuesta en el campo del trabajo analítico, dado que se producen asociaciones, emergen formaciones del inconsciente, etc. Pero cuando comienza a instalarse el dolor de cabeza, ese trabajo comienza a desbaratarse. Ausencias, llamados telefónicos (no sin angustia) precipitan en la interrupción del tratamiento.

¿Cómo denominar este tipo de situación? ¿Qué lugar ocupa el dolor? ¿Podemos ubicar allí algo del orden de lo que freudianamente llamamos resistencia? ¿Qué resiste?

Encabecé este escrito con una cita de Lacan de “Variantes de la cura tipo”, cita acerca del Superyo. Lo hice en tanto considero pertinente ubicar la cuestión resistencial en el caso que planteo, en relación a esa instancia. Quiero recortar específicamente de dicha cita, aquello que apunta precisamente a lo que podemos nombrar como caducidad de la palabra, “el boquete abierto de lo imaginario de todo rechazo de los mandamientos de la palabra”, es lo que nos dice Lacan.

Respecto al caso planteado creo pertinente decir que el dolor tomó lugar para que las palabras cesaran.

Otra anotación de Lacan, esta vez del Seminario de la Etica: “¿de qué desean Uds. curar al sujeto? No hay duda de que esto es absolutamente inherente a nuestra experiencia, a nuestra vía, a nuestra inspiración – curarlo de las ilusiones que lo retienen en la vía de su deseo -.

Pero ¿hasta dónde podemos llegar en esta dirección? Y, después de todo, esas ilusiones aún cuando no entrañasen en sí mismas nada respetable, es todavía necesario que el sujeto quiera abandonarlas. ¿El límite de la resistencia, es aquí meramente individual?

¿Acaso esta cita no nos recuerda algo de lo que dice Freud en “Las perspectivas futuras de la terapia analítica”? Lo que no impide que esta interrogación de Lacan, sobre todo si leemos en continuidad la referencia que hace a los bienes en relación al deseo y cómo se le ofrecen al sujeto bienes tentadores cuya vía de acceso llama “la vía americana”, sea toda una cuestión.

¿Entrará en esta vía el acceso que desde el discurso y la práctica médica habilitan a esos bienes que tan generosamente ofrecen los más diversos laboratorios?

En el caso de la paciente mencionada parece ser que esa opción tentadora tuvo cierto éxito.

Por otra parte, quiero señalar, que la interrupción del tratamiento más que un a decisión pareció definirse por el lado de un quedar tomada por ese dolor incoercible que la sumía en una suerte de dependencia a un Otro (encarnado en el dolor) frente al cual parecía no quedarle otra opción que entregarse y dedicarse al mismo.

En algún momento surgió cierta cuestión que ubicaba su cuerpo como alojando los dolores y sufrimientos que padeció el padre. Cuestión sacrificial que marcaba cierta posición subjetiva en relación al mismo, pero al momento de la interrupción se había producido la clausura del movimiento fantasmático, como si éste hubiera quedado congelado y el dolor pasara a ser un objeto omnipresente, un objeto que velaba y taponaba toda interrogación. Es en este punto que sugiero la idea del dolor como aquello que resiste. ¿Resiste a qué? ¿Tal vez a dar por  perdido lo perdido? Dado que operaba como presencia absoluta sin fisuras.

Ahora mi pregunta: ¿podemos ubicar esta resistencia en el análisis, como resistencia del Superyo? ¿Será el Superyo el que no quiere saber nada de ninguna falla, falta o pérdida? En este sentido pienso que el dolor operaría como una retención.

En relación a la angustia cuya operatoria también es en torno a la pérdida (recordemos las diferencias que establece Freud en la Adenda a Inhibición, síntoma y angustia), ésta, la angustia, nos es comunicable, más aún puede recaer sobre el propio analista. En cambio con el dolor, éste se torna absolutamente incomunicable.

Viene a cuento en relación a esto, una cita del libro de Laplanche “Entre el sueño y el dolor” - “Tengo angustia, soy dolor.” “La angustia todavía puede decirse, amonedarse en formaciones de síntomas, modularse en representaciones y fantasmas o descargarse en acciones. Sucede que llega a ser contagiosa, el dolor en cambio no sale de uno.”

Es este amurallamiento al que llamo resistencia.

Ahora bien, esta división en que la analizante queda subsumida, atada al abrazo doloroso de ese Otro que la puede ¿no nos recuerda el cruel avasallamiento al que el Yo puede quedar sometido bajo el poder del Superyo? ¿No se trata de una suerte de servidumbre gozosa, la que la catapulta a búsquedas interminables de estudios, indicaciones y medicaciones que por otra parte o mejor dicho, quizás precisamente por ello, tiende a no cumplir, recreando así, un círculo infernal donde queda expuesta la impotencia de cualquiera que no sea el dolor mismo? ¿No es una mostración también de lo que podría ubicarse como una resistencia a la resistencia de transferencia? La presuposición de algún saber cae rápidamente, no hay nada que pueda con la certeza del dolor.

Y ahora una nueva vuelta al Freud de “Análisis terminable e interminable”:

En estado de crisis aguda, el análisis es poco menos que inutilizable. En tal caso todo interés del Yo, será reclamado por la dolorosa realidad objetiva y se rehuirá al análisis que pretende penetrar esa superficie y poner en descubierto los influjos del pasado”.

Dos cuestiones a tomar de esta cita: la primera de ellas la cuestión de lo que define y como define la crisis aguda, y en segundo término lo relacionado con la “realidad objetiva”. En relación a lo primero, una cuestión que haciendo puente con el final de la misma cita, nos confronta al vector de la temporalidad que hace que una situación (dolor en este caso) se recorte como un puro “actual” (no digo presente) que se presentifica de un modo absoluto y que se desgaja de todo movimiento o circulación que pudiera implicar algún tipo de sustitución o desplazamiento. Recuerdo que para Freud cuando se ocupó de las llamadas neurosis actuales, esa actualidad fundaba la diferenciación con la posibilidad de procesamiento psíquico.

En cuanto a la realidad objetiva podría pensarse si no es lo que nos pone en el camino de ubicar esta cuestión en el campo de lo real. Ese dolor de cabeza como un puro real que no se deja morder por lo simbólico.

Otra cita de Freud del mismo texto nos puede acompañar en este recorrido que no es sin vueltas, dice así: “Durante el trabajo analítico no hay impresión más fuerte de las resistencias, que la de una fuerza que se defiende por todos los medios contra la curación y a toda costa quiere aferrarse a la enfermedad y el padecimiento, a una parte de esa fuerza la hemos individualizado, con acierto sin duda, como conciencia de culpa y necesidad de castigo, y la  hemos localizado en la relación del Yo con el Superyo”.

Necesidad de castigo que sabemos no es lo mismo que conciencia de culpa, sino que prescinde de la misma en tanto opera desde lo inconsciente. Poder mortífero del Superyo que inmoviliza y clava al Yo en una posición de mortificación.

A esta altura podría uno preguntarse qué diferencia esta situación relatada y que culmina en una interrupción del análisis, con lo que se define como RTN.

No sé si efectivamente podré dar respuesta a mi propia pregunta, simplemente señalaré algunas ocurrencias sin cerrar la cuestión. La lógica de la RTN parece tener correspondencia con el mejoramiento durante la cura, suele asociarse con momentos avanzados de un análisis.

En este caso, el de mi presentación, no habría al menos de un modo definido tal evolución, diría que era un análisis más cercano a un tiempo inicial. Tampoco la reacción (dolor) parecía tener correspondencia con los síntomas que la trajeron a la consulta.

Lo que sí podría y a modo de hipótesis plantear es que la interrupción pareció guardar el carácter de repetición (digo efecto de la compulsión repetitiva, expresión de la pulsión de muerte) y actualizó el acontecimiento traumático del aborto, que insistió como tal, en un más allá de lo que vía palabras el análisis pudo acotar. Sería difícil poder precisar por qué y en qué momento aflora en transferencia la presencia de este dolor que resiste y/o expresa la resistencia al trabajo del análisis.

En algunas de sus primeras contribuciones y en relación a las resistencias del Yo, Freud planteaba su acrecentamiento cuando se producía un acercamiento al núcleo patógeno.

Tal vez intentar cercar la cuestión de esta manera, no da cuenta de lo que en realidad ordena cierto tipo de funcionamiento de la dinámica transferencial, dado que se trata de ubicar en una coordenada de sentido aquello que por esencia no lo tiene y es lo que apunta a la puesta en acto de ese quantum pulsional que operaría por fuera de toda circulación significante.

Entiendo que la cuestión planteada no hace sino reabrir una vez más, la problemática de los obstáculos que surgen en la dirección de una cura, bajo la forma que sea, resistencias (en cualquiera de sus variantes), RTN, u otros, que no dejan de ser fuente y causa para seguir avanzando, en este caso singular la cuestión del dolor y las implicancias que tuvo en la consecución del análisis motivaron en mí la necesidad de comunicar alguna de mis inquietudes. Quizás éste ha sido un intento por salir de ese circuito cerrado en que entiendo culminó este análisis.

Fuente: Lic. Estela S. de Gurman: "El dolor resiste" - Agrupo Institución Psicoanalítico

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