La pregunta por las intervenciones del analista suelen aparecer bastante luego de la formación de grado, en el mejor de los casos. Muchos analistas comenzaron a levantar la bandera roja con el tema de la técnica, asunto inexistente en varios espacios académicos. Un psicólogo puede obtener su título sabiendo diagnosticar perfectamente un cuadro psicopatológico, pero muy probablemente no sepa qué hacer con él.
El tema de las intervenciones es tan opaco que en algunos casos, que se ha llegado a creer que no decir palabra alguna es una modalidad de intervención. Lo mismo ocurre con los abusos simbólicos mediante los retruécanos de palabras que nada tienen que ver con la lógica del caso (Ah, ¿Así que usted tiene un tumor? Claro, tu-humor), cuando no se trata de consejos generales sumamente cuestionables, al estilo "En la psicosis no se interpreta", "Los perversos no consultan", "En el ataque de pánico hay que historizar". A veces, la falta de criterio hace que hasta los mismos psicólogos se apoyen en lo absurdo:
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¿Por qué no se les enseña a los estudiantes de psicología a intervenir? Es imposible saberlo. Mi hipótesis -no comprobada- es que saber sobre técnica es tener la gallina de los huevos de oro de la profesión y la facultad no desea -o peor, no puede- compartir ese conocimiento. El psicólogo que sabe de técnica trabaja bien, porque interviene mediante lógicas que guían su práctica. Los profesores -siempre hipotetizando- muchas veces están atados a programas vetustos. Además, ¿Por qué deberían enseñar los secretos del tratamiento de determinado cuadro si puede hacerlo mediante un curso privado?
Sea cual fuere la causa o la razón por la cual no se enseña técnica, el peligro está en que los profesionales ni siquiera se pregunten si intervienen bien. Voy a tomar un ejemplo:
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