En esta entrada vamos a hacer un salto del seminario 3 "La psicosis" (1955-56) al seminario 23 "El sinthome" (75-1976)
Hay una serie de textos que hay que ubicar, en donde se resaltan los más importantes:
- "Lo simbólico, lo imaginario y lo real" (1953)
- Conferencia I en Roma (1923): "Función y campo de la palabra y del lenguaje en Psicoanálisis" (1953)
- Seminario III "Las psicosis"
- De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis" (1957-58)
...Pegamos un salto de 20 años para encontrar a este grupo de textos:
- Seminario 20 "Aún" (1972-73)
- Seminario 21 "Los Nombres del Padre" (1973-74)
- Seminario 22 "R.S.I." (1974-75)
- Conferencia en la Sorbona "De James Joyce como síntoma" (1976)
- Seminario 23 "El síntoma" (1975-76)
Dijimos acá que la obra de Lacan tuvo, del seminario I al V, una primacía de lo simbólico. Del seminario VII al X (La angustia) hay un período de transición hacia lo real.
El período de la primacía de lo real se encuentra en los seminarios XI al XX (Aún) El nudo aparece en el seminario XIV.
Finalmente, en los seminarios XXI a XXVII, habrá equivalencia entre los registros R.S.I.
En La Tercera, el nudo aparece con apertura de los registros, formando hipérbolas y donde cada registro va inmiccionando en el campo del otro, dejando un agujero en el centro que corresponde al objeto a:
El seminario 3: El esquema LEl esquema L permite orientar el discurso del sujeto en función del Otro (A), pensado en este momento como tesoro de los significantes, el lugar de la lengua y también como el inconsciente. Quien habla, el yo, de dirige a un otro. Hay un lugar tercero, el Sujeto, más virtual, no se corresponde por entero con elñ yo, que pretende ignorar que está determinado por el Otro, que es el inconsciente.
En el seminario 3, Lacan aborda las psicosis, más específicamente la paranoia. Freud había distinguido a la paranoia y a las parafrenias, que incluía a la parafrenia de Kraepelin y a la esquizofrenia de Breuler. Lacan le hace una crítica a Jaspers y a Krapelin. A Jaspers, le critica la idea que él había introducido entre sexualidad y desarrollo, porque decía que en los cuadros donde su evolución no era comprensible, sino que prima lo inefable o la dificultad para establecer algún tipo de identificación, lo diferencia de lo que ocurre en la paranoia, donde el desarrollo del cuadro es más comprensible e identificable y se puede establecer una empatía con el componente ideativo. Lacan propone que esta idea es anacrónica y hace un llamado a no comprender o a suspender la comprensión inmediata que se le atribuye a la paranoica y a no tomar esta cuestión de la locura lúcida que fue siempre objeto.
Para Lacan, el delirio y la alucinación de las psicosis, que suponen un desciframiento para los neuróticos, en realidad sucede que en la psicosis es un poco ilusorio, ya que el inconsciente está en la superficie, a cielo abierto, expuesto. El inconsciente, en la psicosis, es consciente y no se encuentra a la manera de la neurosis. De esa manera, no hay ciframiento ni desciframiento que sea comparable a lo que ocurre en la neurosis.
lacan expone que el inconsciente está estructurado como un lenguaje. El psicótico, pese a hallarse en ella, habla esa lengua pero la ignora. En ese punto, uno debe recordar textos de Derridá como La hospitalidad, donde uno puede hacer una analogía con la idea de aquel extranjero que se encuentra en un lugar que no es el suyo y tiene que hablar en una lengua que le es extraña. En esta situación es la que se encuentra el sujeto psicótico. Ese inconsciente, está ahí pero no funciona. En otro momento dice que el psicótico es un desabonado del inconsciente, estando el sujeto excluido de él porque gran parte de lo que desconoce viene de lo real (hay un cambio de registro desde retorna). En la neurosis, en cambio, lo que el sujeto desconoce proviene de lo simbólico. En la Conferencia de Roma, Lacan define a lo real como lo imposible de ser aprehendido por lo simbólico.
Lacan dice, utilizando el esquema Lambda, que en la mayor parte del tiempo cuando la persona habla recibe las palabras desde ese Otro, lo sepa o no, que es el inconsciente. El psicoanalista está escuchando entrelíneas eso que el paciente dice, que es más de lo que dice. El yo ignora esta determinación inconsciente, dirigiéndose a un otro. En la neurosis, el yo se dirige a un otro y lo que recibe es su propio mensaje en forma invertida.
Ej: Yo le digo a una mujer que la quiero, es para que ella me diga "Yo también". El receptor ratifica el lugar que yo tengo en el otro. Lo importante acá no era lo que yo quiero, sino escuchar el otro que habla y dice que tengo un lugar en el otro. Ese lugar llega desde el otro.
Si vamos al esquema Z, podemos ver qué es lo que pasa en las psicosis. Cuando aparece la sintomatología psicótica y evidencia la falla en el nombre del padre, el lugar del Otro desaparece y el sujeto queda definido con una especie de aplastamiento de los dos pisos superiores, reduciéndose a una relación totalmente imaginaria y especular entre el yo y el otro.
De esta manera, el psicótico se transforma en una especie de títere, donde a veces se confunde quién es el títere y el titiritero. No se sabe quién habla y quién es hablado. La psicosis revela lo que ocurre también en la psicosis, pero encubierto: todos somos hablados por el Otro del lenguaje, el inconsciente, solamente que en la psicosis aparece de manera descarnada. Lo que se produjo en la psicosis fue un desastre, un arrasamiento imaginario sobre el registro simbólico y real. Lacan dice que esto es debido a que un significante relacionado con la posibilidad de la castración ha sido admitido en lo simbólico, pero luego rechazado de allí para ser arrojado a una exterioridad. Ese rechazo primordial se expresa en una forma de retorno particular y es lo que da origen a los síntomas psicóticos. El psicótico es arrojado con su yo, desconociendo por completo el lugar parasitario de ese Otro que lo habita, por el cual el sujeto es usado y no usuario del lenguaje. Muchas veces no sabe si ocupa el lugar de su yo o su semejante y quien es habla a veces es él mismo en tercera persona. A veces también aparecen los fenómenos elementales, que suponen la amenaza del doble en la imagen especular, la aparición de las alucinaciones y el delirio como formas de aparición en lo real, que sellan el carácter del cuadro.
Por ejemplo, Lacan sitúa el caso de "Vengo del fiambrero". El caso se trata de dos mujeres, madre e hija, en una especie de locura compartida. Se la presenta como una paranoia, pero la lectura del paciente se trata de un paciente esquizofrénico, aunque Lacan toma el aspecto paranoide de esto, aunque la paciente presenta fenómenos de fragmentación del cuerpo bastantes pronunciados. La alucinación que esta mujer tiene, cuando escucha que le dicen "marrana", alucinación acústica verbal, es aquello que una histérica podría haber reprimido y luego recordado, o pensado que eso podrían haber dicho de ella. En este caso, no hay nada reprimido, este significante fue expulsado y rechazado y retorna desde lo real.
La crítica que Lacan le hace a Kraepelin tiene que ver con su definición del delirio. Kraepelin define a la idea delirante que se trata de la evolución continua de un sistema delirante, duradero e inquebrantable surgido por causas internas con conservación completa de la claridad, del orden del pensar, la abolición y la acción.
Lacan critica, respecto a lo duradero, que eso no es necesariamente así. Lo de las causas internas no es el caso, las causas no tienen que ver con cuestiones orgánicas. Y lo inquebrantable tampoco ocurre de tal manera. A veces se puede ver que la idea delirante puede ser rectificada, solo que hay un punto cero en la cual no se puede hacer mucho más nada. El punto inquebrantable en delirio e irreductible, no es sobre cualquier idea, sino sobre una sola: aquello que al sujeto le ha hecho signo y que lo convoca a interpretar algo de la realidad, le concierne a él. En estar concernido en aquello que lo toca es justamente un punto inquebrantable. De esa certeza inconmovible, el sujeto psicótico no sale.
Respecto de los psiquiatras franceses que estudiaron los resonantes, que estudiaron estos delirios con apariencia silogística, razonada y razonantes, tienen un núcleo de total imcomprensibilidad. Si uno cuestiona al extremo la idea delirante, llega un punto donde el sujeto no puede dar cuenta ni defender los argumentos de su delirio. Hay un punto inaccesible para el propio sujeto que no puede saber por qué piensa lo que piensa ni puede justificar. El razonamiento paranoico es lógico y suele conmover por la necesidad de justificar su razonamiento, suele -según Lacan- llegar a un punto donde no puede decir mucho sobre ello, porque se encuentra con el agujero que provocó el rechazo de la castración. Allí aparece, en lugar de la razón, algún fenómeno delirante, neologismos, estereotipias, estribillos... Todo ello habla de una significación que ha ido a la deriva, que pierde la referencia fálica y básicamente es una significación de significación, una necesidad de encontrarle sentido a todo sin ningún tipo de amarre o referencia central.
Calligaris, un autor que trabajó muy bien la psicosis, hace una gráfica por la cual la significación fálica tiene un punto de capitoneado, es decir, ese punto de amarre donde todo lo que se dice cobra sentido porque cada significante remite al otro y a su vez a uno central. Es como al hacer una monografía, uno no tiene que explicar todo porque se da por cierto que algunas cosas el otro ya sabe. Es como si fuera una espiral, donde se gira en torno a algo.
En la psicosis, sería más bien como una red con infinitos puntos, donde no hay ningún punto central. El sujeto psicótico queda condenado a encontrar sentido, significaciones a esos signos, a esas cosas, de manera permanente, como si fueran algo nuevo o una novedad. Es como hacer una monografía teniendo que definir términos o darles un sentido, porque no hay una referencia inmediata. De manera que se forma una significación infinita, o a lo sumo, la significación que remite a sí mismo. En la psicosis, se pierden las reglas del lenguaje.
En el seminario 3, Lacan dice que la exclusión originaria de un significante relacionado a la castración produce varios efectos. A nivel de la lengua, pero también en relación a la posición sexual del sujeto. Una histeria puede preguntarse si es hombre o mujer, lo cual es una pregunta sin respuesta. Aparece la duda. En la psicosis aparece una respuesta anticipada, o peor aún, no hay pregunta. Aparece frecuentemente el empuje a la mujer, la emasculación, que es la puesta en acto de una sexualidad anómala, sin ley, sin ordenamiento fálico. Es decir, no aparece toda esta maquinaria que aparece en los neuróticos, que es el Edipo. Collete Soler habla del "empuje a la excepción".
La no constitución de la metáfora paterna o del Edipo, esa instalación entre el segundo y tercer tiempo del Edipo, hace que el padre aparezca en su versión imaginaria, como un padre cruel, un padre conflictivo, en su vertiente incestuosa. En el aspecto simbólico, como esto falla, hay un retorno desde un lugar real de un padre omnipotente, gozador, un padre perverso, un padre poderoso que puede, que no es el que sujeta la ley, sino el que hace la ley. Puro capricho, que puede ser asexuado, polisexuado, hipersexuado... Ese padre lo puede todo y, por estar conminado por el goce, también todo es posible.
Lacan dice que los sujetos psicóticos tienen, al igual que la neurosis, momentos de descompensación. Esto en general tiene que ver con un significante que hace un llamado a ese Nombre-del-Padre, esa inscripción psíquica que da cierto orden y que permite enfrentar algunas situaciones, como la herencia, la paternidad, maternidad, tomar un título, un cargo, un cambio de posición que implique responsabilidad en relación a una figura de autoridad. O transformarse en la autoridad. Si los neuróticos tienen sus descompensaciones aquí, los psicóticos no escapan de ello.
En ese punto, esos sujetos aparentemente normales, neuróticos, prespsicóticos, andaban como un taburete de 3 patas. Al producirse ese llamado, se produce el desgarro del registro simbólico. Ese agujero que se produce en lo simbólico por esa falta, produce una exacerbación de lo imaginario, que inmicciona para dar sentido ante esa pérdida de incertidumbre. Es decir, donde uno busca una respuesta para saber qué lugar, se encuentra con un vacío y la perplejidad misma.
Lacan dice que ese sujeto, que antes podía contar con una serie de identificaciones imaginarias conformistas, un enchapado que le permitía funcionar como las personalidades "como si" que describían los ingleses. Son recursos que le permiten comportarse, qué es un hombre, qué es una mujer, etc. De repente, se encuentra con algo que lo convoca y esas identificaciones ya no le dan una respuesta. Ahí empiezan a aparecer fenómenos de franja, fenómenos entre lo simbólico y lo real, toda una compensación imaginaria a ese desastre que se ha producido por perder esas muletas que el sujeto no encuentra. Ese llamado, de un significante al otro y se encontró en falta, lo que produce es la necesidad de un amarre al sentido, en una especie de desesperación de lo que podría ser una significación para no quedar en la perplejidad y donde para encontrar esa significación se pierde el camino "por la carretera principal", según Lacan. No es lo mismo transitar una carretera con carteles donde uno sabe cómo ir, las voces del Otro lo guían. En el sujeto psicótico, esos elementos simbólicos regulatorios, del orden social, provienen desde el Otro afuera, desde lo real, a partir de las voces y las alucinaciones que dan otras pistas. Es como caminar por caminos secundarios, con desvíos, lo cual supone demoras y un infinitud de caminos tomados, en una especie de errancia, que lo hacen vagar y perderse en el sentido.
"De una cuestión preliminar..."
En este texto ya no aparece la mención a los fenómenos elementales de Clerembault. Hay una serie de conjeturas si es que perdieron vigor y valor clínico. Muchos consideran que si, otros que no. Lacan comienza a hablar de síntoma psicótico y después síntoma a secas, sobre todo cuando empieza a acercarse a lo real. Allí deja de diferenciar el síntoma de la neurosis y de la psicosis, llamándolo síntoma. Los fenómenos elementales siguen estando presentes, en el seminario 23. Posiblemente los fenómenos elementales quedaran muy ligados a la psiquiatría y se corriera el riesgo de hacer diagnósticos psiquiatrizando al psicoanálisis.
En "De una cuestión preliminar...", lacan hace varias críticas que tienen que ver con la posición del sujeto en general y con el sujeto psicótico. Una de las cuestiones que trabaja es la posición de la alucinación tomada desde la escolástica básica, la filosofía, la teología y la filosofía cristiana. Básicamente, el sujeto que percibe tiene el estímulo de un perceptum, representado con un vector que va desde el ojo hacia el objeto, como si se tratara de un sujeto activo. Cuando el sujeto percibe mal (ej. una alucinación), Lacan dice que se le pide dar cuentas de ese error.
Esquirol se equivocó cuando dijo que la alucinación era sin objeto. Hay un objeto, el objeto a, así que no se trata de una percepción sin objeto, sino de un percibidor sin su objeto. Lacan dice que la cosa funciona al revés, saliendo de la mecánica clásica: es el objeto el que funciona atrapando la mirada del percipiente y es el objeto el que convoca la mirada. No es el sujeto el que activamente pretende mirar. De esta manera, no hay tanta diferencia entre el trastorno de la sensopercepción y la que resulta normal, si bien hay algunas diferencias. Los sujetos psicóticos no ignoran del todo que aquellas cosas que perciben no tienen el carácter tan objetivable que tiene la realidad.
Lacan dice que si bien los psiquiatras diferencian a la alucinación (sensopercepción) del delirio (esfera del pensamiento). Para Lacan, ambos corresponden a lo mismo. Todo lo que es percibido ya está estructurado antes por el lenguaje. nada de lo que se perciba escapa del lenguaje, por lo tanto, la alucinación no escapa a ello y de alguna manera, tanto la alucinación como el delirio comparten el mismo principio fundamental.
Por ejemplo, en el caso Schreber aparecen trastornos en el lenguaje (neologismos, estribillos, palabras impuestas). Lacan resalta los fenómenos de código y fenómenos de mensaje. Aquellos fenómenos de código, como los neologismos, son voces que hablan en un alemán muy arcaico y están llenos de eufemismos, como almicidio, anexión de nervios. Son todos significantes que no remiten a la significación fálica, sino a la significación de significación, mo dice Silvia Amigo, deriva psíquica.
Los fenómenos de mensaje son todos aquellos mensajes interrumpidos qué el debía completar inmediatamente. Cuando a Schreber se le imponía "Debe ud., por su parte...", Schreber debía completarlo con algo como "...prestarle pronta atención". Estos fenómenos eclosionan cuando el cuadro aparece. Todos estos fenómenos son propios del síndrome de pasividad o de influencia que algunos pacientes aseguran tener. Adquieren un carácter parasitario y son explicados como la intervención de alguien desde afuera.
Lacan también se mete con el apartado de las formas de negación freudianas "Yo no lo amo" y dar forma del delirio persecutorio, al delirio megalómano, celotípico, etc.
El esquema Lambda da origen a este otro gráfico:
El esquema R aparece en "De una cuestión preliminar...". Él área verde es imaginaria, el área roja es el cuadrángulo de la realidad y el triángulo amarillo corresponde a lo simbólico. Básicamente, Lacan quiere decir con esto que la realidad está montada sobre lo simbólico y es enmascarada por lo imaginario. Lo que nosotros llamamos realidad psíquica, el fantasma, es una veladura de lo imaginario que se asienta en lo simbólico.
El efecto imaginario está sostenido básicamente por el yo (m), por la imagen especular (i) que es el origen del yo y por el falo (Φ). De esta manera, se puede encontrar:
El falo imaginario (phi), el ideal del yo I(a), que remite al estadío del espejo de Lacan y el yo, o moi, o a. Esto es lo mismo que falo - madre - niño, que es el famoso triángulo pre edípico.
El campo simbólico toma la cuestión de la madre (M) como lo Otro, el ideal del yo (I) como referencia simbólica y la metáfora paterna (P), que es básicamente el padre, encarnado por el A.
En la banda de la realidad, está puesto el yo (a) y el a', es decir el otro.
Ese cuadrángulo puede formar una banda de Moëbius. Esa bandas produce un estiramiento del cuadrángulo y una retorción que hace coincidir la imagen del ideal con el especular (I e i) y al yo con el otro (a y a'). Esto es lo que sucede en la psicosis.
La notación de la neurosis significa Nombre del padre (P) y la castración (Φo). (en la imagen está mal escrito). La castración se ha hecho efectiva y está presente en Nombre-del-padre. En la psicosis, no.
Lacan trata de marcar, con el esquema R, un esquema para el caso Schreber. La falta del falo imaginario (en verde) y del Nombre del Padre produce una distorsión del cuadrángulo de arriba, específicamente de la realidad, que es lo que queda afectado por la inmicción de lo real:
Los estiramientos que se producen en las diagonales por las desgarraduras en los registros imaginario y simbólico producen una distorsión, representada por las curvas que, en el análisis matemático, tienen una tendencia al límite. Esa tendencia a juntarse en los extremos hace, según Lacan, que el yo coincida con el Otro (M), que es el Otro del capricho, el Otro no barrado.
Este esquema, básicamente dice que ante un llamado al NdP no encuentra al significante y produce dos agujeros en lo imaginario y lo simbólico, causando el desgarro del inconsciente, la pérdida de la significación fálica precaria que pudiera haber conseguido, la desaparición del A (del Otro), que tiende a confundirse con el ideal del yo. El yo y el semejante (a-a') también se confunden en esas curvas y llegan a tomar el mismo valor. Lacan dice que la realidad se deforma y se distorsiona de tal manera, en un intento de restauración del sentido que adquiere este carácter caprichoso.
Lacan hace una propuesta topológica, en donde la banda de Moëbius se puede transformar en un crosscap:
La banda de Moëbius hace un ocho interior, una retorsión interna. Vuelve a retorcer los puntos donde se cruzan, donde hay un punto medio (8) donde el punto se anula.
En la próxima entrada vamos a ver qué pasa con el Lacan del seminario 21, 22 y 23.
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