jueves, 11 de agosto de 2022

Cuando el pedido no es una demanda: intervenciones clínicas

El pedido es una demanda en el sentido genérico, pero no es una demanda en el sentido analítico. Un paciente va a un servicio por una demanda espontánea, en la mayoría de los casos, y se encuentra con una terapéutica orientada desde el psicoanálisis, generando una tensión en el campo sintomático. El paciente pide una terapéutica al Hospital, pero que muchas veces no está orientada en el análisis.

¿Cómo pensar estos pedidos sin demanda y cómo se cruzan con nuestras concepciones teóricas? ¿Cómo intervenir?

Pensemos en una neurosis o psicosis funcionales. Por ejemplo, hay neurosis obsesivas que nunca llegan a la consultan porque trasladan todo su bagaje de funcionalidad al carácter o a la forma de ser. Entonces, dicen "Siempre fui así, soy así, las cosas son así", son personas que quizá pidan algo, pero nunca una demanda de conmover a ese ser. En las psicosis funcionales, vamos a encontrar que muchos fenómenos adosables a un trastorno mental son justamente lo que les permite funcionar. 

Luego tenemos "los mandados sin demanda" En tanto funcionan, no demandan. Pero, empujados por el discurso de la ciencia, nosotros tenemos que producir alguna maniobra preliminar para ver si es posible un tratamiento. ¿Es posible intervenir sobre el pedido e incidir sobre la no demanda?

El encuentro de dos discursos. Por un lado está el que el analista sostiene y es en el que se formó. Y por otro lado está el discurso del patjhos, de aquel que padece y que consulta, por el motivo que sea, pero no piden ni un análisis ni una psicoterapia orientada desde esa perspectiva. Cada vez aparecen más cuestionamientos a la formación psicoanalítica, sumado a los profesionales que se interesan cada vez más por la orientación cognitivo conductual. Esto, lejos de ser un problema, abre al juego y a la oferta. La hegemonía de la psiquiatría dio paso a la hegemonía del psicoanálisis de orientación lacaniana, que tampoco fue la felicidad de los prados: como en toda hegemonía, genera exclusiones y segregaciones, además de otros problemas éticos. Actualmente estamos ante una tercera etapa, que es la caída de la hegemonía del discurso analítico y la aparición de dispositivos integrados, que enriquece el intercambio.

Pensemos en los vectores de la demanda terapéutica y la demanda analítica:

La S central se refiere al síntoma. El analista que trabaja en una institución se ve interpelado entre la demanda terapéutica y la analítica. 

La dimensión analítica apunta al síntoma, ordenando los trastornos, los malestares y el pathos en tanto pueda darle forma a un síntoma. El síntoma no solo porta una solución de compromiso, sino que también porta una demanda de carácter inconsciente. 

La dimensión terapéutica se centra en ser una respuestas al pathos. No solo a la patología, sino al pathos de los goces, intentando dar una respuesta terapéutica a eso. Quien sostiene esta idea, apunta a curar o normalizar el pathos. 

Nosotros sabemos que los goces, en tanto no son goces del cuerpo como imaginario, solo permiten hacer operaciones sobre el cuerpo real o el simbólico, pero no agota a lo real, que sigue estando allí. Lo que si se puede es cambiar la posición del sujeto a lo largo de un tratamiento frente a lo real y por ende, a algunos goces que se pueden acotar. Acotamiento no es agotamiento, sin embargo. El discurso psiquiátrico sostiene que los goces se pueden agotar; el psicoanálisis va por el lado del acotamiento. Por ejemplo, para la psiquiatría el delirio, en tanto pathos, puede ser agotado, aunque ningún médico sostiene en la práctica que una psicosis pueda ser "curada". No hay posibilidad de estado anterior al pathos. 

La dimensión analítica encuentra al agente tensionado por esos dos vectores no simétricos. La dimensión analítica es un vector ético que tracciona e interpela a la dimensión terapéutica a su eje ético: la ética del bien decir, una ética sostenida en el deseo y en un trabajo o acotamiento de los goces, orientado desde el síntoma. Toda intervención, toda relación con el pathos ó el paciente (transferencia), toda economía que acontezca en el cuerpo (RSI), debe estar al servicio de una política: el síntoma.

Táctica, estrategia y economía están al servicio de ser orientados desde la política del síntoma. Si uno decide mantener la política del psicoanálisis en una institución, el analista también hace síntoma, porque la dimensión terapéutica, que para el psicoanálisis llega por añadidura de la dimensión analítica, en este campo de la salud pública, la dimensión terapéutica es el sentido de esa fundación, además que el paciente lo pide. raramente un paciente viene a analizarse, sino que demanda una terapéutica. De manera que el analista no solo debe saber hacer con su síntoma, sino también con su ética.

De lo que se trata es de sostener una terapéutica, pero como subraya Lacan en Variantes de la cura tipo, una terapéutica que no es como las demás. 

En este esquema superior vemos la TÁCTICA, que son las intervenciones, al servicio de una ESTRATEGIA (que es la transferencia), con un vector ÉTICO  que regula los dispositivos, que es la ECONOMÍA. Por último, la función del analista se ordena bajo una política.

Podemos pensar en un campo de pedidos sin demanda. Siguiendo a Lacan en Saber y verdad, penúltimo de los Escritos 2, hay una permanente tensión entre saber y verdad, dos campos heterogéneos que por eso separamos:

La división entre saber y verdad nos sirve para saber de qué tipo de pedidos se trata: hay pedidos que vienen del campo del saber, como el discurso médico, el psicológico y el discurso tóxico. El discurso tóxico es un saber que tiene el consumidor, que rivaliza con el saber del médico y psicológico y definitivamente rechaza el saber analítico. El consumidor adicto es un desconfiado del inconsciente. El adicto rechaza cualquier planteo diferente al de la palabra, un rechazo casi forclusivo de querer saber. Esto genera agotamiento en quienes intentan mantener una terapéutica centrada en el psicoanálisis en los pacientes con patologías de consumo.

Otras demandas que vienen como pedido de tratamiento que vienen del campo del saber son las demandas sociales, escolares. Las demandas médico-psicológica son las demandas del orden de la interconsulta, como los médicos clínicos con pacientes que no le responden a la terapéutica, el psiquiatra que deriva porque no le funciona la medicación. 

Los pedidos del campo de la verdad son el pathos del paciente. También las demandas familiares, el pathos de la familia, de la pareja, de los hijos, sea cual sea el pedido. 

Para pasar del campo del pedido a la demanda es necesaria una operación preliminar, que podemos llamar, siguiendo a Badiou, una operación de forzamiento. Badiou, en Lógica del acontecimiento, habla del forzamiento, que no es obligar, sino forzar el carácter de la neutralidad. El analista tiene dos principios: neutralidad y abstinencia. Cuando no hay pedido, hay una paradoja. Debe poner en suspenso la neutralidad: no todo es lo mismo. Muchas veces el analista debe recortar, señalar, denotar que ahí hay algo. Cuando el sujeto ve que su discurso de saber, su discurso tóxico o su hábito no le funcionan del todo, cuando el sujeto viene a quejarse que quiere sacarse de encima una pareja, un síntoma, un hábito... hay algo de decepción en relación al estado anterior. El analista debe subrayar que hay algo del no-todo del saber: algo tiene que fallar en el orden del saber y en la verdad.

Si logramos este forzamiento como maniobra preliminar, pasamos de un pedido terapéutico a quizás algo del orden de la demanda. Cuando el sujeto toca el agujero del "no todo" (centro de la imagen), se da cuenta que el no todo del discurso tóxico o el no-todo del discurso de la familia continúa siendo funcional, abriendo un horizonte de dos salidas posibles.

En general, los pedidos del campo del saber van hacia el campo de la verdad, al estilo consciente. Por ejemplo, un médico que hizo todos los protocolos y su paciente sigue teniendo úlcera. El saber pide verdad y la verdad ¡Pide saber! ¿Cómo romper ese circuito cerrado? Con la operación de forzamiento que vimos, suspendiendo la neutralidad, pero sin suspender la abstinencia. Esto es, no mostrar el deseo personal de "yo quiero que te trates". Solo debería subrayar algo así como "Esto que me decís, que siempre hiciste X cosa y ahora no te funciona, es clave".

Si el sujeto logra meterse en el agujero del no-todo, puede abrir a la dimensión de la demanda. En el campo de la demanda se invierte la ecuación, aparece el campo de "OTRA VERDAD", que es la verdad del pathos y no la verdad de la forma de ser. estamos en el territorio del campo pulsional. El saber del discurso de la ciencia, el saber de la psicología, deviene "OTRO SABER", un saber no-todo que es parte del campo de lo inconsciente. 

En la demanda no hay saber/verdad, sino un saber no-todo y una verdad no-toda. Si eso acontece, hay espacio para el trabajo analítico... creo. No es una hipótesis científica ni una creencia religiosa, sino una conjetura de trabajo. Hacemos existir al inconsciente en tanto somos lectores, pero esa es una operación de forzamiento. Muchas veces esta operación no podrá realizarse, como vimos en Psicoanálisis y Medicina. Muchas veces la demanda consciente del sujeto no coincide con la demanda inconsciente. A veces, quien pide una terapéutica, lo que pide es que lo confirmemos en su condición de enfermo. A veces piden que le quitemos el pathos y otra veces ni siquiera eso: quiere que le confirmemos que no está enfermo, que no es pathos. La diferencia entre demanda consciente e inconsciente quedará para otra entrada.

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