martes, 30 de agosto de 2022

Sexualidad, el carácter de la verdad y la mentira

Entrada previa: El psicoanálisis en la historia del pensamiento

Lo interesante es que en Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad", Freud supo postular la sexualidad como esencialmente polimorfa, aberrante. Así quedó roto el encanto de la supuesta inocencia infantil. Por haberse impuesto tan pronto, no se examinó detenidamente qué representa esta sexualidad en su esencia.

La sexualidad en Freud no es considerada como algo natural, sino más bien antinatural. Hasta entonces, la sexualidad se pensaba en términos de evolución, de manera que los etólogos hacían comparación del ser humano con los animales. Freud describe algo totalmente diferente, al proponer que la sexualidad hbumana está ligada al deseo y que además tiene una historia, cosa que no tiene la sexualidad de los animales. Hay, de esta manera, una sexualidad infantil y en el adulto.

Lo que se descubre de la sexualidad es que cualquier parte del cuerpo puede ser una zona erógena y que el objeto de satisfacción puede ser cualquiera. Krafft-Ebing fue un autor contemporáneo a Freud y escribió Psychopathia sexualis" (1886), el primer libro dedicado enteramente a las llamadas perversiones sexuales: travestismo, fetichismo, sadomasoquismo, homosexualidad, la zoofilia, etc. En el libro está el caso del fetichista de las trenzas, que toma Freud en El fetichismo

En Krafft-Ebing vamos a encontrar diversas prácticas que el considera aberrantes, incluso aquellas que para hoy serían normales. Freud va a decir que la sexualidad no responde a fines reproductivos, como los juegos, los besos, etc. ¿Pero cuál es la verdad en el orden de la sexualidad?

Habíamos visto que ni siquiera Sócrates podía decir que había una ciencia del amor y en Freud, la sexualidad va a ser algo erróneo, antinatural y traumático. Lo traumático lo encuentra a partir de escuchar a las histéricas .

Lacan va a decir que la sexualidad tiene que ver con la ética del deseo. Va a decir que "no hay relación sexual", frase que debe ser completada: no hay relación sexual que dé cuenta de un goce perfecto (incestuoso). Más que relación sexual, para lacan lo que hay es un aparejarse. Aparece el cuerpo que podríamos designar con el término de aparejo.

Dice Lacan:
"La integración de la sexualidad a la dialéctica del deseo requiere que entre en juego algo del cuerpo que podríamos designar con el término de aparejo - entendido como aquello con lo que los cuerpos pueden aparejarse en lo que toca a la sexualidad, que ha de distinguirse de aquello con que los cuerpos pueden aparearse".

Aparejo, por otro lado, es el conjunto de instrumentos, herramientas y objetos necesarios para realizar un trabajo o una acción.

La primera mentira de la histérica. Lo cierto es que Freud presenta una relación difícil con el concepto de verdad desde el inicio. y más aún con el concepto de realidad. En los primeros escritos, el concepto de realidad y de verdad son cuestionados. Es necesario referirse al proyecto para poder entender ciertas premisas que impugnan el concepto de realidad tradicional y efectiva (wirklichkleit) y el concepto lógico deductivo.

Por empezar, Freud hace suyo un concepto aristotélico: proton pseudos histericon. la expresión procede de los primeros analíticos de Aristóteles y se refiere a la primera premisa falsa en un silogismo. esa expresión había sido utilizada por un médico vienés, Max Herz, en una monografía presentada en un congreso de neurología, en la cual Freud era secretario en 1896.

Freud, de esta manera, ubica un primer falso enlace inicial en el caso Emma:
Emma está hoy bajo la compulsión de no poder ir sola a una tienda. Como fundamento, un recuerdo de cuando tenía doce años (poco después de la pubertad). Fue a una tienda a comprar algo, vio a los dos empleados (de uno de los cuales guarda memoria) reírse entre ellos, y salió corriendo presa de algún afecto de terror. Sobre esto se despiertan unos pensamientos: que esos dos se reían de su vestido, y que uno le había gustado sexualmente.
(...)
La paciente puede quedar curada de su fobia a las tiendas tras el desciframiento de que su miedo a entrar en ellas es miedo al encuentro con los hombres, pero este logro terapéutico no cura su rechazo sexual. Es a esto a lo que se refiere Lacan en su intervención en Strasbourg, que: "...bajo el pretexto de hablar de defensa, se puede llegar a decir que el síntoma es mentiroso, pero una defensa no es en absoluto mentirosa, lo que es mentiroso es aquello contra lo que el sujeto se defiende".

La exploración ulterior descubre un segundo recuerdo que Emma pone en entredicho haber tenido en el momento de la escena I. Tampoco hay nada que pruebe esto último. Siendo una niña de ocho años, fue por dos veces a la tienda de un pastelero para comprar golosinas, y este caballero le pellizcó los genitales a través del vestido. No obstante la primera experiencia, acudió allí una segunda vez. Luego de la segunda, no fue más. Ahora bien, se reprocha haber ido por segunda vez, como si de ese modo hubiera querido provocar el atentado. De hecho, cabe reconducir a esta vivencia un estado de «mala conciencia oprimente».

La segunda escena resignifica a la primera, siendo que la primera no es verificable. Por eso, el síntoma revela una verdad escondida detrás de una falsa apariencia (fenómeno). Esa verdad no tiene relación lógica con la verdad deductiva. hay un goce que se mantiene y es referido a la verdad del síntoma.

Cuando queremos estudiar un cuadro clínico mediante las evidencias, estamos en problemas, porque no nos podemos adelantar a qué se encuentra detrás. Podemos tomar los índices y abducir una cierta conclusión. El médico deductivo implica una premisa mayor y una conclusión menor ; el método inductivo consiste en una premisa menor y una conclusión y premisa mayor. El método abductivo es intermedio entre estos dos. La cuestión es, que podemos anticiparnos a algunas cuestiones apres-coup de lo que podemos inferir, pero de ninguna manera uno puede llegar al núcleo de una verdad objetiva. Lo único que tenemos es una lectura de la realidad, subjetiva, que es la que nos interesa.

No hay en la neurosis una causa necesaria que tenga que ver con la neurosis en sí. Ese orden de causalidad está totalmente subvertido. 

La proton pseudos es una expresión de la poética, que encontramos en Aristóteles. Pseudos significa mentira, falsedad, y también "mentira dicha sin intención de mentir, para tranquilizar". En la extensión, pseudos tiene acepción de invención poética y, en el arte de la guerra, una acción disfrazada. este concepto también se encuentra en La Poética de Aristóteles. Como verbo, significa engañar a alguien y en la voz pasiva, ser engañado.  En Plutarco, se encuentra el sentido de algo que parece ser y no es. En Lucrecio, como señuelo. Proton pseudos es el engaño fundamental del sujeto en el lenguaje. El sujeto no encontrará jamás la verdad primera.

La histérica se maneja en esa dimensión, de una verdad que podríamos llamar poética, poietica, productora. Promueve acción a partir de su deseo. En tal sentido, ese proton pseudos oculta el aspecto engañoso del síntoma, pero que opera en tanto semblante de una verdad pero que se apoya en una falsedad inicial: la sexualidad. La histeria se presenta como traumática por efecto de la sexualidad.

La histeria se presenta como traumática, siendo lo traumático la sexualidad. La sexualidad es traumática porque no tiene una relación lógica natural, su objeto es contingente, pero se presenta en términos de una relación necesaria. Hace un falso enlace el origen de su padecer y de su ser. 

Ser histérica no es, necesariamente, ser mujer. No hay una representación psíquica de lo femenino, según Freud.

La sexualidad es presentada, desde el punto de vista lógico, como un entimema, que es una proposición silogística que tiene la primera premisa falsa. Dice Lacan (25/2/77):
"Estafa y proton pseudos, es lo mismo. Freud dice lo mismo que yo llamo con un nombre francés. De todos modos, él no podía decir que educaba a un cierto número de estafadores. Desde el punto de vista ético, nuestra profesión es insostenible"

El carácter de la verdad y la mentira
El caso de la joven homosexual tiene un lugar importante en esta tesitura. En ese punto, Freud propone pensarla de un modo particular. En determinado punto del tratamiento, se advierte que la paciente se dirige al analista en una vinculación muy estrecha con el padre.

Freud consigna "Tampoco esta manifestación estaba exenta del agregado de otro motivo, pero la menciono porque pone sobre el tapete, en una dirección distinta, un interesante problema de la técnica analítica".

Este interesante problema estaba sujeto a una serie de sueños que, convenientemente desfigurados y vertidos en un correcto lenguaje onírico, eran empero de traducción fácil y cierta. Ahora bien, su contenido interpretado, era sorprendente. En estos sueños surgía la añoranza por el amor de un hombre y por tener hijos. Freud advierte y le advierte que esos sueños eran mentirosos. "Ella tenía el propósito de engañarme como solía engañar al padre". Acto seguido, consigna que los sueños de dicha clase cesaron tras ese esclarecimiento. El propósito de engañarlo se correlacionaba con la idea de seducirlo.

El inconsciente puede mentir
Surge el interrogante: 
"¡Conque también el inconsciente puede mentir, ese núcleo real de nuestra vida anímica, aquello en nosotros que se acerca a lo divino tanto más que nuestra misérrima conciencia! Y entonces, ¿cómo podemos todavía edificar sobre las interpretaciones del análisis y la certeza de nuestros conocimientos?"

Freud aduce una dificultad técnica y una propuesta a una resolución de índole metapsicológico. El sueño no es lo "inconsciente"; es la forma en que un pensamiento que ha quedado pendiente desde lo preconsciente, o aún desde lo conciente de la vida de vigilia.

Cuando la joven homosexual dice "Miento", en realidad hay otra lectura posible que es "Te engaño". En el enunciado hay un deseo de engañar.

Deseo de engañar. Para Lacan, en Freud "El inconsciente sigue mereciendo confianza. El discurso del sueño, nos dice, es algo diferente del inconsciente; está hecho por un deseo que viene de éste, pero al mismo tiempo admite que lo que se expresa es ese deseo. Por lo tanto, el deseo viene de algo, y viviendo del inconsciente, es el deseo lo que se expresa con mentiras"

La propia paciente le dice que sus sueños son mentirosos. Freud se detiene, por lo tanto, ante el problema de toda mentira sintomática.

La verdad tiene estructura de ficción.
Dice Lacan "En este punto Freud rehúsa ver que en la verdad, que es su pasión, la estreuctura de ficción se halla como el origen". Una ficción no es algo que haya o no existido, sino que tiene efecto. No se analiza viendo si lo que dice el paciente tiene que ver con la verdad objetiva o no, sino que lo que importa es su realidad psíquica.

La paradoja de Epiménides dice: "Todos los cretenses son unos mentirosos". Sabiendo que él mismo era cretense, ¿decía Epiménides la verdad?

Lacan (22/1/66) dice, sobre Freud:
"No meditó bastante sobre aquello que, hablando del fantasma, recalqué en un reciente discurso sobre la paradoja de Epiménides, el "yo miento" y su perfecta admisibilidad, en la medida en que lo que miente es el deseo en el momento en que, afirmándose como tal, libra al sujeto a esa anulación lógica sobre la cual se detiene el filósofo cuando advierte la contradicción del "yo miento".

"Pero después de todo, lo que falta aquí en Freud es lo que falta en su discurso. Aquello que siempre permaneció en él en estado de pregunta: "¿Qué quiere una mujer?". El tropiezo del pensamiento de Freud con algo que podemos llamar provisoriamente ... no me hagan decir que la mujer es mentirosa por ser mujer, sino que la femineidad se escurre y algo hay en ese sesgo"

Hay un punto donde se abre el sesgo entre palabra plena y palabra mentirosa, donde uno no puede discernir si eso es del orden de la verdad.

Es totalmente falso responder a ese "yo miento" con: si dices yo miento, es que dices la verdad y, por tanto, no mientes... Y así sucesivamente. Es por completo evidente que el "yo miento", a pesar de su paradoja, es perfectamente válido. En efecto, el yo que enuncia, el yo de la enunciación no es lo mismo que el yo del enunciado, es decir, el shifter que, en el enunciado, lo designa. Por eso, desde el punto en que yo enuncio, me es perfectamente posible formular de un modo válido que el yo que, en ese momento formula el enunciado -está mintiendo que ha mentido poco antes, que miente después, o incluso, que al decir yo miento afirma que tiene la intención de engañar.

Dice Lacan: "No hay que ir muy lejos para conseguir un ejemplo -vean la historieta judía del tren que uno de los dos sujetos de la historia afirma al otro que va a coger. -Voy a Lemberg, -le dice, a lo cual el otro le responde -¿Por qué me dices que vas a a lemberg ya que allí vas realmente? Y si me lo dices, ¿Es para que crea que vas a Cracovia?"

Cuando alguien dice algo en el orden del enunciado, lo hace en el orden de la palabra corriente. ¿Pero dónde está la palabra plena? En esa palabra que el sujeto no reconoce como auténtica ni dicha por él. Ahí vamos a tener la diferencia entre enunciado y enunciación: el enunciado es lo dicho; la enunciación es lo que subyace en la posición subjetiva respecto a lo dicho.

Esta división entre enunciado y la enunciación hace que efectivamente el yo miento que está a nivel de la cadena del enunciado -el mismo es un significante que forma parte, en el Otro, del tesoro de vocabulario en el que el yo, determinado retroactivamente, se convierte en significación engendrada al nivel del enunciado, de lo que produce al nivel de la enunciación- resulte un yo te engaño.

El "yo te engaño" proviene del punto desde donde el analista espera al sujeto, y le remite según la fórmula, su propio mensaje en su significación verdadera, decir, bajo una forma invertida. Le dice -en ese yo te engaño- "Lo que tu envías como mensaje es lo que yo te expreso y, haciéndolo así, tu dices la verdad"

En el camino del engaño en el que el sujeto se aventura, el analista en situación de formular ese tú dices la verdad, y nuestra interpretación nunca tiene sentido más que en esa dimensión.

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