jueves, 25 de agosto de 2022

El psicoanálisis, en la historia del pensamiento

 La historia del pensamiento podría dividirese en tres momentos:

1. Desde el siglo IV aC hasta el siglo XVI, con el paradigma ontológico.

2. Desde el siglo XVII hasta fines del siglo XIX, con el paradigma representacional. Es decir, a partir de que Descartes formulara el sujeto en términos de representación. Las cosas no eran "las cosas en sí", sino que se representan en la mente, en el aparato psíquico.

3. Desde fines del siglo XIX hasta la actualidad, el paradigma lingüístico. este paradigma comienza con la sospecha de la misma representación y se toma al lenguaje como una orientación para el pensamiento. A esto se lo llamó giro lingüístico.

Sir Charles Pierce introdujo, más allá del carácter semiótico y gramatical del lenguaje, el carácter pragmático: aquello que tiene que ver con los índices y los signos. Lo pragmático del lenguaje, por ejemplo, es que el receptor no recibe un mensaje con el sentido que el emisor lo emite. Todo esto genera un cambio en el orden de la filosofía, sobre todo en la escuela de Frankfurt. En la escuela de Viena también tuvo su impacto, como en el caso de Saussure, que Freud no llegó a conocer. 

La obra de Freud se introdujo anteriormente al giro lingüístico y se encuentra en los fines de las teorías representativistas y de la modernidad. En cambio, la obra de lacan se introduce en el marco del giro lingüístico.

Subjetidad y subjetividad

Desde la modernidad, todo se introdujo desde la razón y la representación. Posteriormente, la razón fue articulándose para pensar otro tipo de subjetividad. 

Dice Heidegger, introduciendo esa problemática:

En su comienzo pleno, la metafísica moderna lleva, según la historia del ser, la esencia del ser como realidad efectiva a una pluralidad esencial que, a partir de entonces, no llega nunca a la palabra de modo unitario y por lo tanto resulta siempre deformada en algún respecto por títulos anteriores. No obstante, precisamente por ello, el primer intento de señalar hacia la historia del ser quizás pueda recurrir a la ayuda de tales títulos, aunque este proceder solo sirva a la tarea más próxima, la de preparar de una vez que el recuerdo que se interna en esta historia que nos es tempranamente más cercana vaya necesariamente al encuentro de la pluralidad en sí conclusa de la esencia del ser.

La subjetividad es un invento racional que introduce Kant, como reflejo de la objetividad. A Heidegger le interesa la subjetidad, el grado cero del sujeto para que emerja la subjetividad, siendo esta una construcción en función del ser, que articula nociones que tienen que ver con la realidad objetiva. 
Este problema habla de que hay en la subjetividad algo que se aparta del sujeto racional y que tiene  que ver con una raíz que se puede ubicar como sujeto puro, problemática que disparó Heidegger, que Foucault toma y Lacan desarrolla.

Para la modernidad, el concepto de sujeto es considerado un agente y dueño de la razón, el que la promueve, autor y autoridad en la razón. Para Heidegger:
Habitualmente, o por lo menos en la actualidad, se circunscribe la utilización del término sujeto a un concepto relativo casi a la noción de agente del acto o del pensamiento. Esta propuesta, de pensar al sujeto como un agente, es una propuesta que deberíamos decir está más ligada a lo que podríamos llamar sujeto en la modernidad.

Toda la modernidad tiene que ver con esta idea de la ilustración y que tiene que ver con la idea de este sujeto autónomo, racional, como aquel que garantiza el desarrollo de la modernidad. El momento de la historia en que esto se cristalizó, antes de Kant, fue lo que Foucault llamó momento cartesiano.

En la historia del sujeto hay puntos que pareciesen estar fuera de un camino, como hay puntos determinantes y hay puntos eruptivos. Cuando Foucault se refiere al momento cartesiano, aclara muy bien que dicho "momento" no quiere decir que haya una remisión a un evento en particular, sino que es producto de un cambio relativo a una época que se fue dando a partir de una serie de circunstancias conexas y que promovió una modificación radical en la modalidad de pensar a este concepto de sujeto.

Descartes ubica una certeza, en donde ubica al pensar en función a un agente del pensamiento, que es el yo. El "Pienso-soy" deviene en Kant como la garantía del desarrollo de la modernidad. 

En si, se podría considerar al sujeto de la modernidad en términos de la caracterización de la condición de agente, o una agencia, que remite a la autoría y al mismo tiempo a la pretendida autonomía del autor del acto. En ese sentido, confluyen la idea de sujeto con la idea de agente y la idea de autoría, pero también con la idea de autoridad. El sujeto tiene dominio sobre el acto del pensamiento.

La subversión freudiana
En Freud no encontramos ese "soy" en función del pensamiento (Pienso, luego soy). En lugar de esos términos, Freud propone otra cosa:
Wo es war, soll Ich werden
Ahí donde el ello estaba, el yo debe advenir.

Lacan le da a esto otra lectura. En alemán no hay una contrapartida en Ich, como el je y moi franceses. ¿De qué ich se trata? Lo mismo con el es: puede ser la cosa, el ello, incluso el sujeto.

Hay otra historia. Hubo un encuentro fallido con Heidegger, que nunca le prestó atención a Lacan. Se puede decir que la lectura que él hace de Freud está formalizada bajo otras articulaciones culturales: la lingüística, la matemática, la filosofía.

debemos preguntarnos cuál es el estatuto de la verdad en Freud. Esto es para pensarlo en el amplio espectro psicopatológico. Está quien apuesta a la clínica por la vía de la evidencia, por una vía de la ciencia extremadamente positiva, pero también está quien apuesta a encontrar una articulación entramada en esos puntos en donde la lógica positiva no puede insertarse desde lo racional.

¿Pero por dónde buscar esa verdad? En el seminario 12, Lacan dice "El psicoanalista es la presencia del sofista en nuestra época pero con otro estatuto". Los sofistas, habíamos visto, no eran verdaderos filósofos, pero hablaban muy bien y tenían poder porque toda la política y el derecho se discutía y ocurría en el ágora. Hay un libro, Jacques el sofista, de Barbara Cassin. La sofística no tiene que ver con la episteme ni con el conocimiento verdadero de la realidad, aunque es un discurso que tiene su efectividad.

El sofista es un maestro de la retórica, pero también de la virtud. Es en si un falso maestro, porque no enseña ciencia, ya que cree que saber y la verdad no pueden nunca unirse, porque el lenguaje se sostiene en una convención. Quienes se dedicaron a este tema son antifilósofos y en ese sentido, el psicoanálisis participa de esta vertiente de la antifilosofía. Spinozza, Niestzche y Kierkegaard son los llamados antifilósofos, corriente a la Lacan adscribió. 

Los sofistas, que se presentaban a sí mismos como maestros de virtud y sabiduría política, debieron de reflexionar sobre una de las cuestiones que más preocupó a los pensadores políticos y a los filósofos de la época, a saber, la de si se puede o no enseñar la virtud.

Los maestros de la sospecha

Hay una noción que se debe a Paul Ricoeur, que califica a Freud, junto con Nietzsche y Marx como uno de los maestros de la sospecha, que aparece hacia fines de la era de la representación y comienzo del giro lingüístico. Es una extraña relación que propone una suerte de lectura, de paridad, entre estos tres maestros de la virtud de la lectura de un cambio de época y de paradigma.

Freud comienza a sospechar y contribuye a la caída de los paradigmas de la modernidad (sujeto ligado a la razón). Esta caída proviene de una situación particular que se da a fines del siglo XIX, cuando la debilidad de los paradigmas de la modernidad ofrecen la oportunidad de hacer tambalear las teorías de la representación. Otros nombres asumen el lugar de la verdad (giro lingüístico).

Esto tiene consecuencias clínicas. La histeria, para el orden científico, era considerada una mentira. Los tratamientos iniciales eran casi métodos de tortura. Se las bañaba, pellizcaba los pezones, la silla giratoria, etc. El pensamiento debía ser corregido y llevado hacia lo racional. Esto comienza a cambiar a partir de las clases de Charcot, quien empieza a ver que hay algo detrás de lo racional. De allí surgen Freud y Bleuler.

En la Viena de 900 era una cultura avanzada donde muchos actores comenzaban a proponer algo nuevo, poniendo en jaque al paradigma del hombre moderno. Aparece el idealismo, el romanticismo y autores. En Ibsen, la mujer toma otro protagonismo. A la histeria se la empieza a escuchar de otra manera.

En si, el problema de la verdad es un problema que implica a la filosofía, campo al que Freud se niega a acceder.

Efectivamente, Freud propone no tomar el pensamiento filosófico, aunque no puede desentenderse de sus significantes y su peso histórico. Si pudiésemos proponer a Freud en una relación con la filosofía, seguramente tendríamos que ubicarlo en la lectura de la época en la Viena del 900 y también del empuje de una corriente  alemana que tiene que ver con el idealismo y con el romanticismo.

¿Pero cuál es el carácter de la verdad en filosofía? En la filosofía presocrática, la verdad consistía en la búsqueda de un principio inicial y fundante que los griegos llamaban arjé. Todo el trabajo filosófico consiste en la búsqueda de esa arjé.

En realidad es un paso que se hace por la vía del logos, que busca quitarle peso al relato que operaba en forma mágica en el decir de los pueblos. Estos relatos se llamaban mythos.

En cuanto a la verdad, encontramos una gran cantidad de definiciones.

La primera intelección de la verdad tiene que ver con la correspondencia, la verdad como correspondencia y relación del pensamiento con las cosas, implícitamente está presente en la filosofía presocrática y de modo determinado y explícito en Platón. "Verdadero -señala el filósofo- es el discurso que dice las cosas como son, falso el que las dice como no son"

Esta concepción de la verdad como correspondencia (o relación) se continúa en la filosofía casi de modo predominante, incluyendo a los lógicos contemporáneos.

La segunda comprensión de la verdad tiene que ver con la revelación, se expresa en dos direcciones:

1- Como revelación inmediata al hombre, en las sensaciones, la intuición, en fin como fenómeno dado (empirista).
2- Como revelación de un conocimiento excepcional de esencias de las cosas, su ser o su mismo proincipio (forma metafísica teológica).

La tercera intelección de la verdad tiene que ver con la conformidad a una regla, está presente en Platón, quien consideraba verdadero todo lo que concordaba con la idea. 

La cuarta intelección de la verdad la encontramos en la filosofía de Kant, que continúa con esta forma de pensamiento, pero la conformidad respecto a la ley se reduce solo al momento formal de la verdad, es decir del pensamiento general, en conformidad con las leyes generales necesarias del entendimiento.

El quinto concepto de verdad, en tanto utilidad, está presente en algunas formas de pragmatismo. 

En cuanto a la creencia, hay más de 150 formas de considerarla y más de 300 formas de considerar a la verdad, anudadas en las intelecciones que vimos. De esta manera, la ciencia es un espectro.

Las primeras aproximaciones de Freud respecto de la verdad tienen que ver comn la filosofía de la naturaleza, pero sin embargo, hay una sospecha que es bien leída por Ricoeur: Freud se resiste a tomar en consideración a la verdad histórica en el sentido estricto de la palabra.

Popper, al analizar la posibilidad de poder pensar la epistemología y el psicoanálisis, dice que esta es una disciplina que se autovalida, por lo cual sus premisas no resisten una exigencia de falsación.

¿Pero qué encontramos en Freud? Un método indiciario. Hay una nota en el Moisés de Miguel Ángel que introduce un esbozo epistemológico interesante. No se puede pensar un criterio epistemológico neto en Freud, lo cual el acercamiento a la verdad no es de corte netamente decutivo ni tampoco inductivo. 

Hay un autor que arriega a pensar un método freudiano a partir de la propia lectura de Freud: Carlo Ginzburg, quien propone un método abductivo partiendo del Moisés de Miguel Ángel. Carlo Ginzburg publicó, en 1979, el artículo Radici di un paradigma indiziario.

El artículo de Ginzburg se dedica a una serie de investigaciones sobre Giovanni Morelli, Arthur Conan Doyle (con su personaje Sherlock Holmes) y Sigmund Freud. Freud (1913) habla de este método:

"Mucho antes de toda actividad psicoanalítica supe que un crítico de arte ruso, Iván Lermolieff, cuyos primeros trabajos publicados en alemán datan de los años 1874 a 1876, había provocado una revolución en las galerías de pinturas de Europa, revisando la atribución de muchos cuadros a diversos pintores, enseñando a distinguir con seguridad las copias de los originales y estableciendo, con las obras así libertadas de su anterior clasificación, nuevas individualidades artísticas. A estos resultados llegó prescindiendo de la impresión de conjunto y acentuando la importancia característica de los detalles secundarios, de minucias tales como la estructura de las uñas de los dedos, el pabellón de la oreja, el nimbo de las figuras de santos y otros elementos que el copista descuida imitar y que todo artista ejecuta en una forma que le es característica.

Me interesó luego mucho averiguar que detrás del seudónimo ruso se había ocultado un médico italiano llamado Morelli, muerto en 1891, cuando ocupaba un puesto en el Senado de su patria.

A mi juicio, su procedimiento muestra grandes afinidades con el psicoanálisis."

El método abductivo no es inductivo ni deductivo. Humberto Eco escribió mucho sobre esto, tomando a Ginzburg. Pensar la verdad en Freud nos va a dejar pensar en la ética analítica. 

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