domingo, 6 de noviembre de 2022

¿Por qué Freud pasa de la primera tópica a la segunda?

Entrada anterior: La pulsión en Freud y Lacan

A partir de la teorización del narcisismo y sin duda poniendo el acento en la interrogación sobre dolor en el duelo y la melancolía, Freud produce un nuevo reordenamiento del campo de la praxis a través de la oposición neurosis de transferencia - neurosis narcisistas. la capacidad de transferencia se constituye en condición de posibilidad de la práctica analítica.

El amor de transferencia viene al lugar del síntoma como tal y transforma a la neurosis en neurosis de transferencia. Se trata de un nuevo problema en tanto el retorno de lo reprimido se juega ahora no solo en las formaciones del inconsciente, sino también en el escenario privilegiado que ofrece la transferencia.

Esto lo lleva más allá de la primera tópica. En función de esto, Freud pudo ordenar el campo clínico en términos de política del deseo, economía de goce y transferencia.

Las neurosis narcisistas se manifiestan como cuadros en los cuales no resulta posible la transferencia, por lo tanto el análisis. estas, sin embargo, no configuran verdaderamente una estructura clínica. 

Un año antes de la introducción del Más allá, Freud se estaba interrogando sobre nuevos fenómenos que excedían la primera tópica. En 1919 en la Introducción al Simposio sobre las neurosis de guerra se aboca a interrogar las neurosis traumáticas. En el contexto de la posguerra, éstas se presentan como un problema de sumo interés teórico, a la vez que problematizan los términos del conflicto psíquico definido, en la primera tópica, a partir del yo y la pulsión sexual.

Más allá del principio del placer constituye un punto de inflexión en el camino que conduce a las teoprizaciones correspondientes a las nuevas nociones metapsicológicas. La formulación de un más allá del principio del placer permite resignificar el valor de lo traumático en términos de irrupción pulsional sin ligadura. Se recorta entonces una dimensión psíquica heterogénea a la lógica que comanda el retorno de lo reprimido. 

El referente para pensar los fenómenos que remiten al Más allá deja de ser la energía libremente móvil, la oposición será enunciada ahora en términos de ligada o no ligada. Lo no ligado es testimonio del encuentro con lo traumático, es decir con aquello que escapa a las redes del principio del placer y por ende a la posibilidad del cifrado inconsciente. 

El problema económico del masoquismo. La conceptualización del superyó adquiere una nueva consistencia a partir de El problema económico del masoquismo. Luego de recortar el masoquismo del yo, cobra cabal alcance la hipótesis anticipada por Freud en 1923 relativa a la relación entre sadismo, el superyó y la pulsión de muerte.

Desde esta perspectiva, Freud puede abordar la problemática relativa al suicidio y formular los fundamentos de la reacción terapéutica negativa y la melancolía. Se trata de diferentes configuraciones que atentan contra las coordenadas de la escena analítica y dan cuenta del núcleo central del más allá del principio de placer.

La formulación del superyó permite recuperar fenómenos que anteriormente no podían ser explicados con la lógica de la primera tópica: la autocrítica, la culpa, la compulsión del síntoma (1896); los diques pulsionales de la vergüenza y la hipermoral (1905); la melancolía y los duelos patológicos (1917). 

Si hay una referencia a la tristeza en Freud, es bajo la interrogación acerca de la economía del dolor y posiblemente el ensayo "Duelo y melancolía" sea el texto articulador de esta cuestión. Duelo y melancolía es un ensayo que está integrado en una serie de trabajos llamados comúnmente metapsicológicos.

En "Duelo y melancolía" se pone en evidencia una modalidad particular en lo que se refiere a esta última cuestión; tanto es así que Freud propone llamar a la melancolía: neurosis narcisistas. El inconveniente que se pone en relieve en dicho tipo de neurosis es que ofrece un particular problema en los tratamientos analíticos dada por la dificultad en el establecimiento de la transferencia. Por eso, se puede interpretar que el interés de Freud es, también, práctico y por lo tanto ético, en un doble sentido: por un lado, incumbe a la ética de la praxis analítica y por  otro lado, concurre a reformular un interrogante sobre el carácter inquietante en que la instancia moral, que en la melancolía se evidencia en una forma desmesurada y que se presenta correlativa a la expresión de un dolor sin límite que lleva muchas veces a la aniquilación del sujeto.

La pregunta es por qué hay síntomas que pese a ser muy bien analizados no terminan de desaparecer. En Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica, Freud empieza a pensar en la RTN, la pulsión de muerte, en el beneficio primario del síntoma, inquietud que empieza con Duelo y melancolía.

El dolor psíquico surge una y otra vez como problema y la importancia económica del mismo es puesta en evidencia desde los primeros escritos en donde la inquietud se centra sobre sobre le melancolía; esta es promovida como reacción a una pérdida de libido en "la vida pulsional". La comparación con el duelo es inevitable: el "afecto que corresponde a la melancolía" resulta familiar al "duelo" o a la "aflicción".

Desde el punto de vista económico se encuentra la primera operación en la comparación entre melancolía y neurosis de angustia: "La acumulación de tensión sexual física será a las neurosis de angustia como la acumulación de tensión sexual psíquica será a la melancolía". La acumulación de tensión sexual suministra una base primera para pensar en una connotación económica compleja.

Por otro lado, antes de duelo y melancolía hay un texto "Adición metapsicológica a la teoría de los sueños", en donde aborda el tema de la psicosis alucinatoria de deseo, la amencia de Meynert. Incluso en los duelos normales, alguien puede sufrir alucinaciones del ser querido que le habla. Aunque la amencia de Meynert es un cuadro extremo, a Freud le permite situar que la alucinación se debe a que el deseo se realiza y esto aparece en forma alucinatoria. El objeto, que debería estar perdido, se presentifica. Eso permite leer Duelo y melancolía desde otro ángulo.

El duelo, la melancolía y, por otra parte, la psicosis alucinatoria comportan tres modalidades de tratamiento de un mismo problema: la pérdida de ese objeto en su carácter económico; cuestión que es correlativa al concepto de trabajo de duelo (Trauerarbeit), y por lo tanto definido en relación al mismo. Esta dimensión de trabajo es considerada en dos tiempos: el primero, de desprendimiento y el segundo, de renuncia frente a la prueba que la realidad aporta. El objeto no existe más y exige retirar la libido de sus conexiones con el mismo. Por ese motivo se pone de relevancia un intento de confrontar, por un lado, la constatación de la pérdida del objeto, y por otro lado, la tendencia a la conservación del mismo.

El duelo es el intento por mantener durante un tiempo más ese objeto que se ha perdido. Eso es lo que lleva al dolor: es desasimiento de las investiduras y la reinvestidura es el juego del trabajo de duelo. Por otro lado, está todo el trabajo simbólico que intenta recubrir eso que ya no está, de ahí los ritos.

El trabajo de análisis, para lacan, está homologado al trabajo de duelo, porque el objeto ya está perdido y el duelo hace emergerlo. El trabajo es inconsciente y tiene que ver con la economía política. Ganancia, pérdida, ahorro, beneficio... Todo eso es el trabajo, es interesante leer duelo y melancolía en función de eso. 



Esa dimensión aparece en relación al sentimiento de culpa.

¿Pero de qué se trata esa culpa? hay una culpa de lo social, imaginaria. la culpa que uno siente cuando le piden algo y no puede responder. Pero hay otra cosa que es el sentimiento inconsciente de culpa, que junto con la angustia, son los únicos dos sentimientos que Freud ubica en el inconsciente. La culpa inconsciente, ya tiene que ver con un orden simbólico. 

Lacan dice que el único reconocimiento de la culpa tiene que ver con haber cedido frente al deseo, cuando uno no fue consecuente con su deseo. El ejemplo que da Lacan en La Ética es Antígona, que lleva a cabo su deseo más allá de los honores, de las disposiciones familiares, los bienes, de su patria, su dignidad y su propia muerte... Va adelante en función de su deseo; de no haberlo hecho, dice Lacan, sería un ser melancólico. Pero hay otra dimensión de la culpa, que es la que menciona Freud en Tótem y tabú: la culpa de sangre o trágica, esa culpa que tiene el héroe que mata al proto-padre de la horda primitiva. se trata de una culpa muda, que tiene que ver con ese acto primordial.

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