En el sujeto hablante, la idea de algo completamente acabado o totalizado se revela como imposible, dejando siempre un resto que no puede ser integrado por completo. Esta imposibilidad marca una diferencia fundamental en la teoría psicoanalítica. En los inicios de "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis", Lacan sitúa al sujeto y a lo real en una posición marginal respecto a los conceptos principales. Sin embargo, esta aparente marginalidad no disminuye su impacto tanto conceptual como clínico.
El sujeto y lo real, lejos de ser secundarios, podrían ser vistos como los elementos que impiden que el psicoanálisis se configure como una ciencia en términos tradicionales. Estos conceptos abren la puerta a la paradoja, la aporía y la singularidad, introduciendo una perspectiva que trasciende lo meramente particular. Este planteamiento lleva a la pregunta central: ¿de qué manera afecta esta singularidad al inconsciente?
Aunque el inconsciente tiene una estructura basada en el lenguaje, y por tanto en la materialidad del significante, Lacan señala una operación fundante que encuentra sus raíces en la Bahnung freudiana. Esta operación, que Lacan desarrolla como una nominación, constituye un acto fundante, un "decir" que se inscribe en el nivel de la enunciación y que trasciende lo dicho. Es una marca primaria, previa a cualquier forma de representación imaginaria o colectiva.
Pero si este acto no se enuncia, ¿cómo podemos reconocerlo? Aquí surge la noción de lo discreto, entendido tanto como un corte como un acto de contar. Esta inscripción primaria habilita la posibilidad de contar y de ser contado, estableciendo un campo en el que un sujeto puede entrar en juego y adquirir existencia. En este proceso, lo que queda registrado se convierte en algo que puede ser accesible y significante, estableciendo las bases de la subjetividad y su relación con lo real.
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