lunes, 18 de agosto de 2025

El cuarto anudante: del decir fundante al decir que anuda

En esta entrada vimos el cambio que produce en la estructura de la cadena borromea la inclusión de un cuarto elemento. Este cuarto introduce la posibilidad de un sentido como orientación: algo que dirige, ordena y regula allí donde el sujeto se enfrenta con el “desarreglo”. Incluso, salvando las diferencias, podríamos asociar esta función orientadora a aquella “carretera principal” del Seminario 3, que traza un camino en el terreno donde no hay relación.

Este sentido no es una significación; se trata de un sentido real, un “ausentido” como lo nombra Lacan en L’Etourdit, condensando en un neologismo la imposibilidad de significación plena.

El síntoma, en tanto uno de los Nombres del Padre, funciona como cuarto anudante y adopta la modalidad de un decir: un decir que anuda. Aquí se vislumbra un desplazamiento que a la vez es una conexión: un decir fundante en lo modal y un decir anudante en lo nodal. Ambos se conjugan, pues fundar es también anudar. Esta articulación confirma que el inconsciente oscila entre lo modal y lo nodal.

¿Por qué fundar por anudar? Porque al mantener unidas las tres consistencias, se cimenta la posibilidad del nudo como soporte del sujeto. No hay sujeto sin orientación y sin límite. Si ese cuarto no entra en juego, las consistencias permanecen “disjuntas” y la pregunta se impone: ¿qué tipo de sujeto podría suponerse en esas condiciones?

En suma, lo que opera como cuarto a nivel de RSI es la nominación: una función de suplencia que, al dar un nombre, permite al sujeto suturar su relación a una cadena en la que ocupa el lugar de término faltante.

Queda entonces la pregunta: ¿cuál es la consistencia de la nominación?, y si acaso esta consistencia sólo puede sostenerse en una nominación particular. Es un interrogante que evidencia la pérdida de la primacía de lo simbólico y que justifica que Lacan hable de “los” Nombres del Padre, en plural.

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