jueves, 14 de agosto de 2025

El síntoma como Nombre del Padre y la imposibilidad del universal femenino

La articulación entre el síntoma y el Nombre del Padre en lo nodal se hace evidente cuando el síntoma se asocia a la función de hacer excepción. Definir así su función implica que no hay un modelo previo: se trata de un “particular” que introduce la excepción. Una vez efectivizada, el modelo puede constituirse a posteriori. De aquí se desprende que la operación del Nombre del Padre responde a una necesidad lógica que se sostiene sobre el trasfondo de una contingencia.

En su condición de excepción, el síntoma introduce la función del cuarto: el Nombre del Padre como cuarto es, precisamente, el síntoma. La novedad en este punto radica en que entra en juego una dimensión ausente en los años previos de elaboración: el deseo del Padre.

Hasta aquí, el Padre había operado como nombre; ahora se pone en juego el valor —operatorio, podríamos decir— de su deseo. Esto no implica abandonar la relevancia de su nombre ni del acto de nombrar que su operación habilita. Lacan ubica la causa del deseo del Padre en una mujer. ¿Por qué en una mujer? Porque a través de ella el Padre queda ligado a lo medio dicho, a lo apenas no dicho. Tal vez por eso, y sin pretensión de universalidad, si el Padre “dice demasiado”, su función podría verse afectada.

El síntoma, entonces, es uno de los Nombres del Padre, y su función es establecer la excepción que habilita un inicio. Pero también es el punto de referencia para responder una pregunta que no admite una respuesta universal: ¿qué es una mujer?

Esto es así porque el síntoma opera como suplencia allí donde, en la estructura del nudo, no hay relación. La pregunta por qué es una mujer sólo puede responderse desde una suplencia, lo que confirma la imposibilidad de un universal en este terreno.

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