miércoles, 4 de octubre de 2017

Los cortes en el cuerpo en función de la estructura clínica.


Algunos autores ubican casos donde es la estructura clínica el elemento que los fundamenta, ya sea porque encuentran casos de cortes que constituyen un efecto propio de determinada estructura o se configuran como la forma de tratamiento propia de un tipo clínico.

1) Cortes como una forma de extracción de goce en la psicosis.
Específicamente, algunos autores han hallado el fenómeno de la autoincisión en relación con la psicosis.

Ahora, de los numerosos fenómenos de la psicosis que recaen sobre la condición de la estructura, estos psicoanalistas han llamado la atención sobre uno en especial, el retorno de goce como intrusión en el cuerpo. El ser hablante se distingue por la necesidad de tratar lo real del goce. De hecho, lo que compromete al sujeto en su estructura, es la relación con lo real del goce, es la confrontación con el propio ser de goce. Lacan ha enseñado que la forma fundamental del tratamiento del goce es la del lenguaje. Ahora, existe retorno de goce ya que la acción negativizadora del lenguaje no lo simboliza todo. El sujeto psicótico es el que encarna el problema de encontrar una solución al retorno real del goce, al no contar con el recurso del Nombre del Padre. Al sujeto psicótico, no es el retorno de lo reprimido, sino el retorno en lo real lo que lo abruma. El retorno en lo real de lo que fue forcluido en lo simbólico es lo que se impone al sujeto, para su tormento y perplejidad, en distintos tipos de fenómenos. Se trata del retorno de lo real, como efecto del vacío forclusivo de lo simbólico y, por lo tanto, su ineficacia en la limitación del goce. Es la no extracción del objeto a en el campo de la psicosis lo que devuelve una experiencia plagada de la intrusión de goce no limitado por la castración.

Son los casos en los que no es el retorno del significante en lo real, sino el retorno de goce en el cuerpo, donde se experimenta la intrusión de un goce en exceso, los que se relacionan con los cortes en el cuerpo. Ahora bien, es necesario en la psicosis distinguir entre los fenómenos de la estructura y las elaboraciones por las cuales el sujeto responde a esos fenómenos que padece. Específicamente, es necesario diferenciar los fenómenos de la psicosis de las "soluciones" del sujeto para "tratar" esos retornos de lo real, de los intentos de controlar el goce haciéndolo soportable, es decir, de los intentos de suplencia, de las reparaciones sinthomáticas o no sintomáticas. En este sentido, existe la posibilidad de una solución imaginaria, y su tipo de nominación o identificación; de un "tratamiento simbólico" de la intrusión de lo real y del goce en exceso, que estribe en la metáfora delirante, en una nominación, en una solución por el Ideal, en sublimaciones creacionistas, etc.

Asimismo, existen en la psicosis, para tratar el retorno de lo real, soluciones que proceden de una operación real sobre lo real del goce. Es, siguiendo esta perspectiva, que se ubican algunas referencias sobre los cortes. En primer lugar, C. Soler en su libro Estudios sobre la psicosis escribe sobre la mutilación -tratándose, en este caso de un acto más abarcativo que el corte en el cuerpo- en casos de pacientes psicóticos. Lo aborda como un tratamiento de lo real, como "operación real sobre lo real del goce". Propone que la mutilación en el cuerpo, en la psicosis, puede constituirse como una operación para limitar el efecto de goce en el cuerpo a falta de otra regulación.

Este tipo de intervención en el cuerpo para C. Soler realiza en acto, sin llegar a constituirse en una suplencia, el efecto capital de lo simbólico, su efecto de negativización del ser viviente. Se trata así, específicamente, de una mutilación o "daño real" como un intento de limitar los efectos de la falta de eficacia de la castración.

Respecto de estos casos, C. Soler declara a su vez su limitación: "En efecto, el acto negativizador se estrella a la vez con los límites de la legalidad, como tratamiento que al Otro social le es imposible soportar, y con sus límites propios, al no tener otro futuro que su repetición." Son varios los autores que han reportado casos de cortes ubicando esta misma función de la intervención en el cuerpo.

Silvia Tendlarz, por ejemplo, sostiene que el corte en el cuerpo en la psicosis puede constituirse como la operación de desembarazarse de un goce invasor -de la misma manera que C. Soler-o Tendlarz da cuenta del caso de un paciente psicótico, donde la incisión en la piel cumple esta función. Dice:

"El corte en el cuerpo no intenta inscribir la eficacia simbólica del padre, sino que apunta a la extracción de un goce que se experimenta en más, y, como tal, busca paliar la falla de la castración cumpliéndose en lo real."

Ubica, a su vez, el fracaso de este intento ya que apunta a las consecuencias antes que a la reparación de la falla. Dice, a propósito de esta función del corte en el caso: "El fracaso de este intento lo lleva inútilmente a repetir esta búsqueda. De esta manera la solución precaria del corte deja en suspenso la presencia de un goce en acecho".

Aparece, de este modo, claramente ubicada, la función del corte en el cuerpo en la psicosis no como suplencia de la carencia sino como un límite real, un dique a los efectos de lo real por la ineficacia de la castración. Exactamente, de la misma manera, se presentan y se conceptualizan dos casos de pacientes psicóticos que se realizan cortes en la piel en la publicación Cuerpo y Subjetividad, de Alicia Donghi. Se reporta en primer lugar, el caso de un joven que se realizaba incisiones en el cuerpo, como único recurso para el acotamiento a la intrusión del goce en el cuerpo, hasta que comienza el tratamiento. La analista postula que los cortes en el cuerpo fueron la intervención que el joven encontraba para limitar aquel exceso de goce.

En segundo lugar, se publica el caso de otro paciente psicótico que se caracteriza por padecer de invasiones de goce en el cuerpo que lo conducen a un perpetuo malestar y preocupación física, a algunos fenómenos alucinatorios, eventualmente, a realizarse cortes en brazos y piernas y, fundamentalmente, a un grave consumo de drogas. En este caso, también se postula que los cortes "intentan producir alivio ante la invasión de goce'" y que logran en el momento apaciguar para el joven sus fenómenos corporales.

A su vez, se reportan otros dos casos, uno en un libro de M. Recalcati y otro en la publicación La psicosis ordinaria,6 donde se ubica esta función de la inflicción de cortes, en casos de psicosis, es decir, donde la función del acotamiento de goce se da por la incisión en sí misma pero, además en estos casos, se suma el papel de la "marca" en el cuerpo que de ella deviene.

Recalcati reporta el caso de una paciente psicótica que se enmarca en esta función del corte. Refiere que los tajos en el cuerpo se constituyen como un intento de vaciamiento de goce del cuerpo, como forma de crear un dique frente a la intrusión del goce del Otro. El caso expuesto presenta la particularidad de que los tajos, a su vez, constituían signos, letras de una especie de sistema de escritura arcaico. En este caso, Recalcati sitúa la función de "letra" del corte y lo ubica dentro de la misma modalidad, como una forma de tratar de salvar e! cuerpo del goce del Otro. Dice:

"El defecto de la acción de mortificación significante del Otro, de la incorporación significante, se veía compensado con esta modalidad inquietante, por el trámite de un corte real del cuerpo, a través de una transformación del cuerpo en "página en blanco". El efecto de estas incisiones, de estos cortes en el cuerpo era el de producir una especie de apaciguamiento en el sujeto: las voces se apagaban, podía dormirse, podía quedarse más tranquila. El cuerpo se convertía en un campo de batalla: por una parte aparecía como poseído por el goce del Otro, por otra, el sujeto parecía recurrir a la letra como función capaz de exorcizar la voz persecutoria y, por tanto, marcar el cuerpo para tratar de fijar el goce."

Asimismo, la Sección Clínica de Burdeos en el libro La psicosis ordinaria publica el caso de una paciente que presenta una psicosis no tradicional. Se trata de una paciente que a partir de sus quince años se realiza cortes en la cara y en los antebrazos. La analista sitúa que los cortes se producen como respuesta a lo "insoportable" de! lazo con los otros, de la inminencia de ser gozada por los otros. Los cortes como "pasaje al acto psicótico" son los que la alivian de esa "angustia insoportable". Estos cortes, para la analista, operaban como una "cesión de goce" que lograba separar un "goce incluido en e! cuerpo".

En este caso, los cortes no sólo valen por esta función de la incisión, sino también por las "marcas" que dejan en la piel. Las marcas en las mejillas, consecuencia de los tajos, le dibujan una suerte de "máscara" en el rostro. Y es a partir de estas marcas que la paciente puede mirarse al espejo y soportar la mirada de los otros.

En la publicación se postula que la paciente "logra hacerse un cuerpo" a través de la realización de cortes, ubicándolos, de este modo, a propósito de la psicosis ordinaria, como una "neoconversión", que, finalmente, cede a través del manejo de la transferencia logrando que la cesión de goce se vehiculice por un trabajo de escritura y no por tajos en la piel.

2) Cortes en el cuerpo como modalidad perversa.
Es en el campo de la perversión donde cobra toda su relevancia distinguir prácticas fenomenológicamente perversas de su función en la estructura. Esta delimitación entre la práctica y su función en la estructura es la que echará luz sobre la relación de! sujeto con el goce, con el tratamiento del goce que realiza y, por lo tanto, sobre el estatuto de su cuerpo y su relación al Otro.

La cruzada de la subjetividad perversa es su particular relación al goce como "voluntad". Sabemos, siguiendo las enseñanzas de Lacan, especialmente en función de lo que propone en el seminario 16, que la posición del sujeto perverso es la de la restitución del objeto a al Otro. El sujeto perverso se hace objeto para servir como "instrumento" al goce del Otro, destinado a devolver ese objeto a al Otro. La posición subjetiva del perverso está orientada a recuperar ese goce perdido, ese goce supuesto y restituirlo al Otro:

"Y se satisface cuando tiene alguna señal de que el otro ha sido alcanzado por su acto, que el otro de alguna manera se ha conmovido, le ha producido algún efecto. Aunque este efecto sea de rechazo, de displacer, el perverso sabe que el verdadero deseo y el goce están más allá del principio del placer. El perverso apunta al deseo y al goce del Otro aún contra el placer y el goce del otro. No se dirige a la conciencia del sujeto, a su yo, apunta más allá."

El sujeto está en el lugar de objeto para satisfacer el goce del Otro, para devolver ese ánimo de goce a un cuerpo que fue vaciado, para hacer existir en el Otro eso que se suponía inerte. En este sentido, existe cierto predominio del objeto mirada y el objeto voz en esta función del acto perverso -dimensión que, justamente, será tomada respecto de los cortes-. Lacan, en el seminario 16, retoma los pares freudianos de masoquismosadismo y exhibicionismo-voyerismo. Serán los dos primeros términos de cada par las categorías clínicas que explican algunos casos de cortes, ya sea en el masoquismo de manera manifiesta respecto de la posición del sujeto en el lugar de objeto, ya sea en el exhibicionismo, donde en el campo del Otro "el acto exhibicionista plantea para hacer surgir allí la mirada".

Santiere es quien ubica cortes en esta perspectiva en base a un caso reportado en el 2002, sobre un conjunto de adolescentes. Plantea, como hipótesis clínica, la cuestión de una posición perversa, de un goce masoquista puesto en juego y, por otro lado, del lugar de la mirada.

Existe, según el autor, en el marco de la situación de estos adolescentes, casos en los que los cortes que se realizan algunos sujetos responderían a un "goce sacrificial ofrecido al goce del Otro". El autor propone que se trata, en algún caso, de un sujeto abolido en su ser, devuelto al lugar de objeto para colmar al Otro. Santiere dice refiriéndose a la práctica de los cortes: "Marcas mutilatorias que son la punta del ovillo de un goce masoquista, sacrificial, en el cual el Otro gozador toma cuerpo. Cuerpo objetivizado por la vía del masoquismo".

Por otra parte, en esta situación reportada se trata, no sólo de la práctica de los adolescentes de tajearse la piel, sino de la mirada horrorizada de los docentes frente a este acto público. El autor advierte esta perspectiva: "que alguien decida el momento de provocarse daños severos habla de una posición particular en relación con el goce, el dolor y la mirada". y postula a los cortes en el cuerpo como "anzuelo en busca de la mirada del Otro. Otro gozador al que se le paga con sangre".

3) Cortes en la neurosis.
Es multívoca esta práctica en el cuerpo para ofrecer expresión a distintas funciones en la neurosis. Encontramos:

1. Cortes en la histeria como expresión del "rechazo del cuerpo" frente a la dificultad de asumir el semblante femenino. La elección de la feminidad, la constitución del semblante femenino en relación a la lógica fálica, e incluso más allá de ella, puede presentar perturbaciones.

Para todo sujeto la imagen en el espejo recubre la falta fálica estructural, pero particularmente para las mujeres, existiria un redoblamiento de ese encubrimiento estructural de la falta fálica, ya que es su cuerpo mismo el que adquiere el valor del falo.

Lacan especifica en varias instancias de su enseñanza que el cuerpo en la mujer toma valor fálico, es decir, que todo el cuerpo suple al falo fa ltan te. En "La significación del falo" lo instituye así:

"Pero se puede, ateniéndose a la función del falo, señalar las estructuras a las que estarán sometidas las relaciones entre los sexos. Digamos que esas relaciones regirán alrededor de un ser y un tener que, por referirse a un significante, el falo, tienen el efecto contrariado de dar por una parte realidad al sujeto en ese significante, y por otra parte irrealizar las relaciones que han de significarse. Esto por la intervención de un parecer que se sustituye al tener, para protegerlo por un lado, para enmascarar la falta en otro."

La mujer construye el semblante femenino de la mascarada. Es el falo, a condición de no tenerlo y a condición, a su vez, de evocar su falta. Ahora, tanto para el hombre como para la mujer la sexuación implica no sólo una determinada forma de relación al goce, sino también una identificación, una elección. No obstante, en la mujer existe una complicación particular para la identificación sexual, suplir la ausencia de representación del órgano sexual en el inconsciente. Para la mujer, la imagen especular funciona como una máscara primera y fundamental que recubre su no-tener fálico. Y de aquí la distinta intensidad libidinal de la investidura ante el espejo y el valor que la imagen estética del cuerpo adquiere en la mujer respecto del hombre.

Es, precisamente, con relación a este punto que Recalcati ubica el fenómeno de cortes en el cuerpo en ciertos casos de pacientes histéricas. Postula -para casos donde se presentan autoinflicción de lesiones y cortes en el cuerpo en pacientes histéricas- una hipótesis clínica respecto de la relación con el semblante femenino y su relación con el cuerpo.

Recalcati hace alusión al escrito de Lacan "El psicoanálisis y su enseñanza". Allí Lacan ubica:

"Pero hombre o mujer, puede que no tenga nada que presentar al otro real más que ese otro imaginario en el que no ha reconocido su ser. ¿Entonces cómo puede alcanzar su objeto? Por un intercambio de lugares entre sus galanes, diremos si confiamos desde ese momento a la dama la demostración del paso de la histérica. Pues ese otro real no puede encontrarlo sino de su propio sexo, pues es en ese más allá donde llama a lo que puede darle cuerpo, yeso por no haber sabido tomar cuerpo más acá. [".] Incansablemente en busca de lo que es ser una mujer, no puede sino engañar a su deseo, puesto que ese deseo es el deseo del otro, a falta de haber satisfecho la identificación narcisista que la hubiera preparado para satisfacer al uno y al otro en posición de objeto."

En virtud del texto, Recalcati enmarca a la histeria en relación al "rechazo del cuerpo" . Rechazo que se basa en cierta dificultad para "tomar cuerpo", para la asunción de la dimensión del semblante que encarna su cuerpo. Y sitúa la existencia de casos en que los cortes -como lesiones son la expresión de dicho rechazo:

"La histeria, concebida como el efecto de una dificultad del sujeto femenino para 'tomar cuerpo' en el momento de la constitución de la imagen narcisista, pone de manifiesto la serie de perturbaciones que esta dificultad entraña, entre las cuáles podemos incluir también el 'rechazo del cuerpo' como rasgo esencial de la histeria misma. En él no se expresa solamente el rechazo del dominio imaginario del falo -rechazo histérico de la Ley del Amo-, sino también la dificultad más estructural de la mujer para acceder a la asunción del semblante femenino, que, como sabemos, cubre el vacío de la ausencia del falo. La exasperación contemporánea de comportamientos masoquistas que convierten el cuerpo femenino en un blanco de autoagresiones continuas (pequeñas lesiones, pinchazos, cortes, quemaduras, ete.) indica una posible declinación del rechazo histérico del cuerpo, la cual, en el ultraje a la forma estética del cuerpo que el mismo comporta, exhibe la existencia de una dificu ltad añadida en la declinación femenina del estadio del espejo: ¿cómo especularizar aquello que no existe? ¿Cómo especularizar una ausencia simbólica? ¿Con qué imagen recubrir la no-existencia de La mujer?"

2. Cortes en la neurosis con función de significante de la demanda. Algunos autores encuentran casos de cortes que se sostienen de la relación con el significante y su función respecto del goce. Explican casos donde el corte opera en relación a la función del significante, en tanto el significante sirve de vehículo a un mensaje, de articulación a otro significante. Se ubica este fenómeno en relación al intercambio simbólico entre el goce y el significante, quedando los cortes del lado del significante. Es, en esta perspectiva clínica, que Joucla trabaja el caso de una paciente que se realiza cortes en el cuerpo, en la conversación que se publicó como Los inclasificables de la clínica psicoanalítica."

Se trata de una mujer que, luego de sufrir un cambio de puesto de trabajo en su empresa, presenta una "depresión", acompañada de permanentes quejas somáticas y sobre todo un aumento de peso de 50 kilos en tres meses.

La analista sitúa que, ya sea por sus "enfermedades corporales", ya sea por su obesidad, la paciente sostenía una posición de "anteposición del cuerpo en su vertiente de goce", satisfaciéndose en sus síntomas y sin nada para decir. Circunscribe que, en este caso, el síntoma no sólo no propicia una pregunta, sino que, el goce en juego recubre de forma absoluta la falta en ser del sujeto. Y Jouela sitúa que, frente a esta pregnancia del goce y la ineficacia de distintas maniobras que dieran lugar a la dimensión de la palabra, son, justamente, los cortes realizados en la superficie de la piel lo que hace incluir la dimensión significante, hace operar la división subjetiva y reducir la vertiente gozosa.

La analista claramente transmite que, en principio, la realización de las incisiones se constituye como rasgo tomado de otra paciente durante una internación bajo la forma de una "identificación histérica". Y que, luego, este accionar se transforma en la modalidad de dirección al otro, abusando de esta escena hacia médicos y enfermeros.

Sin embargo, Jouela destaca que la función predominante de los cortes en la paciente es la de constituirse en "inscripciones significantes" sobre el cuerpo. Incisiones, con valor significante, que representa al sujeto para otro significante y permite el despliegue de cadenas asociativas. Jouela refiere:

"Nelly articula entonces las incisiones, las inscripciones significantes sobre el cuerpo, con otras representaciones. Estos cortes con el goce serán la señal de una demanda articulada y de un principio de historización." y no duda en aseverar: "Las incisiones se presentan como el significante de la demanda -para denunciar se necesitan marcas-. A partir de allí podemos hablar de una puesta en marcha de 'un trabajo analítico: rectificación subjetiva y desarrollo de la transferencia." Es decir, que en el reporte del caso clínico, Jouela identifica los cortes como significante de la demanda, que habilita la división subjetiva y con ella una dirección al Otro desde la falta, que reduce la anteposición de goce.

Jouela ubica la función de los cortes como significante -que conduce a anudarse con otro significante- por los efectos de los mismos. Paulatinamente, son los cortes los que conducen a asociaciones sobre un padre que la descuida, sobre golpes en la infancia, un accidente, un recuerdo infantil sobre toqueteos sexuales, el suicidio de un tío idealizado y la relación del aumento de peso con el desplazamiento del trabajo. Alojadas así las incisiones, más que como tajo en la piel, como significante hacia el Otro, abierta la vía de la palabra y su lugar en el Otro, las visitas al analista se regularizaron y los cortes prácticamente cesaron.

De esta manera, en este reporte aparece la función del corte como un significante dirigido al Otro, en este caso, al Otro de la transferencia. Sin la precisión aportada por la apoyatura en el trabajo clínico con un paciente y de manera más general, cabe resaltar, sin embargo, que esta función del corte en su articulación de mensaje-significante al Otro, también es concebida en el artículo de Goldstein sobre el fenómeno" O, más bien, Goldstein reflexiona sobre los casos en los que el cortarse intenta ocupar el lugar de significante, significante que habilite una cadena dirigida indefectiblemente a algún Otro, aunque finalmente se reduzca a una marca bastarda. Es decir, cuando no alcanza a inscribirse como significante de la demanda. Goldstein refiere respecto de cortarse:

"Pero no basta con una marca para que algo se escriba; esa marca del
tajo debe reiterarse una tras otra, tras una, tras otra, sin que se pueda armar una serie que se nombre y que nombre al sujeto, sin que se pueda limitar el padecer. [...] Estas acciones ser escriben en e! cuerpo; el cuerpo se convierte en una superficie donde escribir lo que e! sujeto no puede elaborar ni intelectualmente ni emocionalmente; se escribe como un texto sin lector. [...] Las heridas en el cuerpo, que alcanzan distintos grados de profundidad, constituyen un intento desesperado de dejar testimonio del padecimiento y de demandar que alguien lea ese testimonio."

3. Cortes como reparación real sobre lo imaginario del cuerpo. La constitución del cuerpo como tal puede presentar fallas , que se manifiestan en la clínica como toda una serie de diversos fenómenos que evidencian la perturbación del anudamiento de lo simbólico, real e imaginario, es decir, que lo imaginario no se sostiene de lo simbólico de modo de poder velar lo real. Existen casos donde los cortes se erigen como una operación que apunta directamente al cuerpo, aunque no para dañarlo ni encarnar su falla, sino, por el contrario, como solución a su función fallida.

Verónica Buchanan, con gran precisión, se detiene a analizar el fenómeno de los cortes en el cuerpo en la neurosis, o más estrictamente en los casos que "bordean" la neurosis, las "borders", en tanto un modo de presentación de la histeria. Aborda varias de las coordenadas que se agrupan en este cuadro respecto a la estructura y analiza, entre ellas, a la "inconsistencia" del cuerpo y su relación a la constitución en este tipo de casos. Dice: 

"En general, pensamos la función del registro imaginario como aquello que da consistencia al cuerpo; es así que el estadio del espejo permite conformar una imagen consistente del propio cuerpo sostenida desde lo simbólico (Ideal del yo). Sin embargo, en las borders no encontramos que sea el registro simbólico aquel que mediatiza la consistencia del cuerpo".

 Ahora bien, es frente a esta inconsistencia que Buchanan halla en estos casos a los cortes bajo la función de su solución. Sitúa que el corte se instala como una operación real sobre lo imaginario del cuerpo, específicamente cumpliendo con localizar, anudar y proveer de consistencia a un cuerpo que carece de ella. Dice del corte: "es una intervención real que cierne y localiza un cuerpo que sino queda "flotando", a la deriva". Explica: "Las borders refieren que con la realización de cortes en la superficie del cuerpo intentan suturar un sentimiento de vacío e inconsistencia. Los cortes vienen a anudar y dar consistencia a un cuerpo que sino queda "flotando". Es el estar flotando lo que para ella es insoportable, no los cortes". Y ubica esta intervención real en el marco de un particular modo de anudamiento de la estructura neurótica para estos casos, justamente, como la reversión de un cuarto toro real que envuelve a los otros tres.

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