viernes, 22 de diciembre de 2017

La Función Materna.

O. ¿De dónde viene la necesidad del concepto 'función materna'? Seguramente del hecho de que todo concepto, al menos en psicoanálisis, deja escapar, como de una red, algo de real, en el mismo acto de aprehenderlo.

1. ¿Por qué nombrar una nueva función? ¿Acaso no basta con una para sostener el edificio analítico y la estructura subjetiva? Osaremos adelantar pues: aún cuando la mujer esté referida al Nombre-del-Padre, puede ocurrirle no ser su pasadora para uno de sus hijos, aunque lo haya sido para otros.

1.1. Plantear la existencia de una función materna implica forzosamente, por el hecho mismo de hacerlo, reconocer que la afirmación del Nombre-del-Padre no asegura por sí sola el modo por el cual la estructura se reproduce. La definición de esta función prescribe que una mujer, al desear a un niño fálicamente marcado, lo reconoce como un producto que es en su carne, nombre. La reproducción sexuada es pues, no sólo de monto metafórico, sino materialmente, producción de nombres.

1.2. Podemos afirmar por lo tanto, que una madre, por más estructurada que esté en el discurso, no puede asegurar por sí sola, en tanto sujeto, que su simple función pueda cumplirse más o menos felizmente.

2. En el origen de las psicosis que vienen del lado materno —porque también pueden venir del lado del padre o de ambos— existe un desconocimiento radical de que el falo es un Nombre-del Padre.

2.1. Cada uno, falo y Nombre-del-Padre, son uno y binarios a la vez. El tercero, el objeto, es un producto, pero excede, a la vez, toda identidad con los otros dos y consigo mismo.

2.2. En el hecho de que el falo pueda no ser un Nombre-del-Padre, yace un goce que merece un estudio profundo. La no identidad entre uno y otro, que no es simplemente lo contrario a su identidad —pudiendo sostenerse la negación de manera distinta— es, aquí, el resultado de un rehusamiento específico —sentido exacto de la Versagung [frustración] freudiana.

3. Por otra parte, esta Versagung, este rehusamiento, reside en tanto tal en la estructura y se declina de manera distinta en hombres y mujeres. Cuando resulta ser eficaz en una madre, le permite pensarse única creadora y decirle a su hijo: "eres carne de mi carne".

4. Curiosamente, cuando esta diferencia ocurre en la 'vida sexual' de una mujer, no existe motivo alguno para que se encuentre nuevamente en el goce específicamente materno. Y viceversa.

5. Que el falo pueda permanecer en lo real, parcialmente innominado, es un efecto de la estructura en el Otro. Sin embargo, no da igual que haya o no una incidencia subjetiva producida por la madre en tanto tal, que ensanche o inclusive, cristalice, esta brecha.

5.1. Brecha que se dice de distintas maneras:
- goce femenino de un falo sin nombre —lo cual puede ser un borde demasiado subrayado en la histeria y que Lacan llamaba su "sin fe" (sans foi);
- goce materno de un falo que goza solo, y de sí mismo, como la idea hegeliana —en la Pequeña Lógica—, siendo entonces su único destino el ser rechazado. Ambas operaciones —que producen presentaciones distintas de este significante— son diferentes y asimétricas y encuentran su apoyo gramatical en la ruptura de los sentidos objetivo y subjetivo del genitivo.

6. Igualmente, en general, la entrada de una mujer en el discurso se realiza deseando el falo como nombre. Sin esta condición que hace a la estructura de la feminidad —y a su forclusión inherente—, la función nominante del Nombre-del-Padre se vería comprometida.

6.1. Pensamos que esto es válido como regla en la historia que conocemos; las excepciones —Mesalina, Catalina de Rusia, etc.— no hacen serie.

6.2. Resulta esto válido hasta aquí, porque actualmente el discurso de la ciencia ejerce su eficacia clivando profundamente el binario fálico e introduciendo con esta operación condiciones históricamente nuevas de producción de locura. Asimismo, psicoanálisis y discurso de la ciencia —en particular aquel que se desprende del estado actual de la genética— se han vuelto profundamente antinómicos, cuando no lo eran en la época de Freud, y el primero es quien debe tomar, sin garantía alguna y profundamente solitario, la posición de guardián de la cultura, ya que ésta siempre existió en una relación sustancial con la función nominante.

7. En las "psicosis infantiles" el niño es recibido como puro objeto: la marca fálica es ciertamente inscriptible, pero difícilmente'. Mientras que en el autismo llamado primario, al aparecer como falo radiante, no puede radicalmente, y con razón, ser marcado por ésta. Fracasa el Nombre-del-Padre en su carácter doble o bifaz: aquí es puro goce.'

8. La madre del niño autista no logra pensar, inclusive inconscientemente, que el niño que lleva —en su vientre o en sus brazos— es un ser hablante desde siempre, que es hablante en su ser, aunque no lo haga efectivamente al nacer o unos meses después. El hecho de hablarle es para ella totalmente incongruente.

8.1 Esto me ha sido dicho, tanto por madres que consultaban por un niño llamado autista, como por ciertas pacientes en análisis que se encontraron ante un niño, nacido durante la cura, del cual no hablaban, al cual no le dirigían la palabra en la casa, y que aún no hablaban a la edad en que otro niños ya lo hacían.

9. Este carácter incongruente de la palabra con un ser que no habla podría decirse en tres tiempos simultáneos:

1°) El goce de este niño es inconmensurable, ya que
2°) No hay unidad de medida, y además
3°) No hay ningún goce.

9.1. No obstante, las consecuencias de esta no-congruencia —vivida como tal— de la relación entre el Uno (el 1) —instrumento de medida por excelencia— y el objeto, entre la palabra y el niño no tardarán demasiado en hacerse notar, porque para poder incorporar la voz es necesario que ésta sea la alteridad de aquello que se dice (Lacan). No es sólo sustancia, sino pura diferencia. La voz como objeto presenta, única entre los demás, un isomorfismo con el gran Otro.

10. Así es como se le habla al niño con el mismo tono que se habla en la calle, en la oficina, al padre, o a la familia en general. La persona que me comunicaba esto —que pasaba su vida en silencio, tanto en la oficina frente a la pantalla de la computadora, como en su casa ante su caballete de pintora, o bien leyendo un libro— me decía, luego de demorar mucho, mucho tiempo para encontrar las palabras, que emplear un tono de voz diferente para dirigirse al bebe le hubiese parecido.. .una payasada. Y —podríamos agregar—, una actitud contraria a su ética, ya que para ella el pan no era más que pan, y el vino sólo vino. Por otra parte, nunca comenzaba a hablar primero con nadie—excepto con Usted..., pero aquí es distinto...— y pensar en dirigirse a su hijo la sometía a una extraña sensación de sin-sentido.

Rápidamente derivado por mí a un análisis, el niño habló, probablemente, no sólo porque la analista elegida fuera excelente, ni tampoco por haber podido la madre considerar nuevamente su ética con relación al pan y al vino, sino, principalmente y en nuestra opinión porque, siendo portadora de un nombre de origen eslavo, esta mujer había elegido para su hijo un nombre poco y nada usado en Francia, igualmente eslavo, aunque el padre tuviera un nombre perfectamente francés y su hijo, reconocido, llevara su nombre patronímico.

11. La madre de Fabian tampoco hablaba. O raras veces. Fue su marido quien me contaba, semana tras semana qué hacía o deshacía su hijo en la casa, los pequeños gestos de la vida cotidiana. Nacida en una familia pobre y numerosa, ella había sido enviada a una escuela de monjas y había vuelto al hogar años después, sólo para encargarse de los hermanitos. El padre, alcohólico, le pegaba a su mujer, y una noche, antes de que comenzaran los golpes, un hermano mayor, cansado de esta escena que no acababa nunca, clavó un cuchillo en la espalda del padre. Ella fue, de toda la casa, quien se inclinó para retirárselo de la herida.

El filo se había deslizado hacia el omóplato, cuando oyó al médico que acudía decir en voz alta que con su gesto hubiera podido acabarlo, comprendió que su culpa no tenía remisión. Muchos años después, habiéndose separado los padres, lo volvió a ver en una de esas ceremonias que permiten, en una suerte de solemne confirmación, celebrar el reencuentro de toda la familia. Pero éste no la reconoció y pasó a su lado sin siquiera reparar en ella. En ese momento pensó: "No tengo padre; nunca lo tuve".

Fabian nació un fin de semana en que no lo esperaban, ya que el embarazo sólo llegaba a término dos semanas después. Contando con ese —largo— tiempo, el padre había viajado por dos días para ser testigo de la boda de su hermano en otra cuidad.

Cuando la madre lo tomó en sus brazos, tuvo —me dirá años más tarde— dos pensamientos: "Cuanto más rápido muera, mejor para él"; "Sabe todo, todo de mí". Al percatarse de lo que había pensado, la certeza de su profunda indignidad le volvió abruptamente, más clara que nunca. Años más tarde, cuando el mundo médico comenzaba a preocuparse por la mudez de su hijo, otro pensamiento se apoderó de ella y, al darme aquel día esos pensamientos se desprendía repentinamente, como justificándose, de un peso enorme. De tal forma que nunca más volvió a hablar de eso. "Se calla porque no quiere que sepan cómo está hecho por dentro. Como yo".

La noche del nacimiento de Fabián, estando su marido ausente, coincidía con el aniversario de la muerte (por un ataque de epilepsia) del hermano mayor que había clavado el cuchillo en la espalda del padre.

Durante este largo relato en que la madre unía trozo a trozo los fragmentos esenciales de su vida, Fabian estaba en la sala de espera junto a su padre y no había oído nada. A la semana, este niño que a los cinco años jamás había emitido ningún sonido articulado. comenzaba a pronunciar palabras, luego oraciones, sin dudar siquiera sobre la articulación de algún fonema.

12. Si lo propio de la función materna es crear la alteridad de lo que se dice, es porque una madre no ocupa el lugar del Otro por el sólo hecho de ser madre. A contrario imperio, la creación de la alteridad es la que permite, estando en el lugar del Otro, separarse del objeto. Tanto del niño para dárselo al padre, corno del pecho para dárselo al niño, o de su voz para estar en condiciones de escuchar los movimientos corporales del bebe como mensaje propiamente lingüístico.

Cuando no ocurre esta creación del Otro, no le queda sino el lugar de objeto, sometida a la angustia que ello supone: sentirse succionada por cualquier demanda, así como amenazada constantemente por la pérdida, no del objeto, sino de su propio cuerpo.

13. Por su parte, el niño autista pareciera haberlo "comprendido", porque realiza, con relación a su madre, una tarea que llevará a ésta a serle eternamente deudora: él no le pide nada, verbalmente. Aunque, gracias al análisis, logre unir palabras con palabras y oraciones con oraciones.

14. Por otra parte, la función materna, tanto como el falo y el Nombre del-Padre, es bifaz. Y existe, por excelencia, en una apuesta: que el objeto portado por la madre será sujeto. Porque recién al apostarlo el sujeto existe, es producido, al mismo tiempo yen la misma jugada que el lugar del Otro. Esta doble creación es la propiedad específica y definitoria de la función. Creando el lugar del Otro en su propio cuerpo, la madre permite y otorga al niño las condiciones para que, al mismo tiempo, el cuerpo del niño se vuelva también lugar del Otro.

15. Feminidad y función materna echan raíces en un solo y mismo lugar, pero sus relaciones no necesariamente son pacíficas, porque cada cual destina el falo a un lugar diferente.

15.1 Este lugar, que hace que la función sea posible y deseada, pero, a su vez, falible y hasta evanescente, es escrita por Lacan
Lugar de escritura por él llamado, al menos una vez, de la Virgen', que hace que cada hombre de su vida y cada uno de sus hijos, sean para una mujer, únicos. Sin embargo, si ella permanece allí como tal, este lugar se vuelve, además, la sede de una angustia difícilmente bordeable. Por otra parte, es en este lugar y negativizándolo, que una mujer produce, por su decir y en un decir, la función del Urvater de la cual está separada
y puede, entonces, articular 𝚽 con a, que es el efecto por excelencia de la función. Al ser pasadora se vuelve pasante, y en este mismo acto ocurre el pasaje.

16. Esta correlación entre a y 𝚽 es lo que permite, en el cuerpo real del niño, la aparición y el anudamiento de las pulsiones, como 'su' respuesta al decir del Otro.

16.1. Tal vez esto fuera lo que Winnicott llamaba, según las circunstancias, solicitud materna primaria y locura funcional de la madre.

16.2. La escritura lógica permite articular que la función materna, pasante del Nombre-del-Padre, posibilita no sólo crear el lugar del Otro —que es la condición apenas necesaria para dar cuenta del nacimiento de la pulsión— sino también creer que se es el Otro. Por lo menos un tiempo suficiente.

Fuente: Yankelevich Héctor, "Lógica del goce", capítulo III

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