(LILIANA DONZIS)
Una futura mamá embarazada de siete meses de gestación plantea en una entrevista lo siguiente. "Al nene o nena que está por nacer lo llamare Yoel. ¿Es bonito no? Tiene algo de bueno ese nombre. No es de varón ni de mujer exclusivamente. Sirve para ambos sexos y es probable, al paso que vamos, que nazca varón y luego quiera ser mujer o al revés. Todo es posible".
Acto seguido comenta que la hija adolescente de una amiga suya ha decidido cambiar de sexo, se siente hombre, varón, aunque haya nacido con forma de mujer. Gusta de las mujeres como un varón.
"Mi amiga esta muy angustiada, están haciendo terapia de familia pero nada cambia. Ella esta dispuesta a aceptar que su hija sea lesbiana, si prefiere estar con alguien de su mismo sexo. Pero no es eso, Milena quiere cambiar su género y estar con chicas como un varón. La solución es operarse cuando tenga dieciocho años, por ahora toma hormonas, ya esta transformándose. Pronto se cambiará de nombre, se hace llamar Mikel. Por eso yo prefiero que sea desde cero, Yoel da en el clavo".
Más allá de las asociaciones que pueda realizar con el nombre y las sílabas Yo y el. Yoel es el nombre elegido ni de varón ni de mujer. Que luego elija lo que prefiera. Tampoco lo adscribirá a una religión, ni bautismo ni otra marca para que elija por sí mismo en el futuro.
¿Se puede elegir tan libremente y sin algún determinismo el sexo y la religión? ¿No debemos plantear que hay algunas condiciones que se juegan en la transmisión de padres a hijos?
Freud referencia en el caso Schreber el transexualismo en las psicosis, Lacan en su seminario plantea que no tiene ningún fundamento biológico, no obstante hoy es un tema que parece entrar en la cotidianeidad de la clínica y que rebasa la psicopatología para tallar en la ética que nos incumbe en el psicoanálisis. Ética que demarca la relación del sujeto con el deseo, la ley y el nombre del padre. Es menester subrayar que no se trata de los anhelos más o menos concientes sino de la relación entre el sujeto y su cuerpo. Entre el nombre de su sexo y la concordancia corporal con él. No siempre entra a tallar el enlace entre amor, goce y deseo. La posición trans pone en entredicho el engarce pulsional entre inconsciente, cuerpo y lenguaje.
Más aún si de niños y púberes se trata, nos encontramos ante algunas alternativas que lejos de aportar soluciones, conllevan riesgos y pueden conducir a dificultades mayores.
Tal vez sea obvio pero es de interés diferenciar la elección de objeto homosexual del transexualismo, este último concierne a un cambio de los atributos genitales mediante mecanismos quirúrgicos y aportes hormonales a partir de una decisión o definición previa personal. También en relación con niños y jóvenes surge en el decir de los padres que su hijo nació en el cuerpo equivocado. En la actualidad hay asociaciones de padres que se reúnen en tomo a este complejo problema en común.
En el borde de lo imposible, la tecnología, la medicina y la farmacología acercan soluciones las más de las veces precipitadas. Un padre, una madre, los parientes próximos, ¿pueden tomar la iniciativa de solicitar un cambio corporal de su hijo con certeza positiva para que sea nene o nena según una supuesta inclinación en la infancia?
Hay algunos casos testigo, muy difundidos en diferentes partes del mundo que nos interrogan. ¿Cuál es la responsabilidad del sujeto que acude al psicoanálisis buscando una opción ante su dramática sexual y su porvenir amoroso? ¿Qué nos sucede cuando en la clínica una madre prefiere nombrar a su futuro hijo en la indiferencia sexual? ¿Madre que no pretende un hijo bisexual sino que esté situado en una posible indiferencia?
Y aún puede interrogarnos la no coincidencia, ni lógica ni argumentativa entre lo dicho y el decir. Por otra parte, ¿cual es la posición del padre ante este evento?
El psicoanálisis nos propone que la responsabilidad no es necesariamente del orden del superyó ni de los ideales sino que concierne al respondere, respuesta del sujeto.
La asunción sexual no coincide necesariamente con las normas jurídicas que rigen la convivencia ciudadana aunque éstas traten de tener en cuenta los valores de cada época y la no discriminación entre los sexos en relación con el acceso a la educación, el trabajo, y a otras instancias no menos importantes. El derecho a la identidad autopercibida puede permitir a los padres de un niño/a solicitar una modificación en el registro identario sin que medie acción judicial aunque admitan que existe una brecha entre esta acción y la subjetividad del infante.
Estos cambios generalmente propician que llegada la pubertad, el joven deba someterse a tratamientos hormonales de diversa índole para inhibir el desarrollo que el sexo de nacimiento reclama. Así como también suele acontecer que cambie de institución escolar para que los nuevos compañeros no reconozcan en el ahora Yoel varón o en la ahora Yoel mujer al que otrora fuera nene o nena. ¿El problema que se plantea en estos casos no es el goce que la sexualidad promete o que se reconozca la libra de carne asociada a un nuevo destino anatómico? ¿Simplemente una cuestión de cuerpo?
La anatomía no es el destino. Nos hallamos ante las consecuencias de las eventuales metamorfosis quirúrgicas y jurídicas de las que aún no conocemos acabadamente sus consecuencias en la subjetividad.
El psicoanálisis nos enseña que para asumir el sexo y la sexualidad se requiere de un complejo proceso que no siempre se cifra en el nombre. (Sin perjuicio de lo que poéticamente nos dice Jorge Luis Borges sobre "la laya fiel de aquel hombre" a propósito de la "Milonga de Jacinto Chidana").
La pregunta por la sexualidad, tan cara a Freud, se ha multiplicado así como también se ha banalizado. La asunción sexual comprende diferentes operaciones psíquicas que nos conducen a reflexionar sobre sus efectos. Masculino y femenino son posiciones no ajenas a la diferencia sexual anatómica pero tampoco son ajenas a las identificaciones que suceden al Edipo y que inciden en la fantasmática parental, del mismo modo que las contingencias sexuales y amorosas del niño.
La organización sexual infantil es solidaria del trabajo pulsional así como es solidaria de la instauración del yo, y fundamentalmente está enraizada en relación al falo.
Masculino y femenino se engarzan en la significación y la función fálica que se diferencia de la identificación al falo. Es de interés destacar que quien se dirá hombre o mujer puede identificarse más o menos problemáticamente al tipo ideal del sexo a encarnar de acuerdo con la función fálica y a las diferencias que esta función fálica ya las diferencias que esta función reparte entre los sexos.
La experiencia clínica nos permite plantear que muchos de los obstáculos que surgen en la transmisión de padres a hijos constituyen los avatares de las neurosis, los padecimientos graves, así como también juegan un papel preponderante en la constitución de la sexualidad.
Los padres nombran al hijo, le transmiten historias, relatos y epopeyas.
Tragedias y dramas que marcan necesariamente lo que será la posición singular del hijo, escenas con briznas del fantasma que en la niñez se sostienen en el campo lúdico.
La emergencia del sujeto se vincula indisolublemente con los sedimentos de la lengua parental que se anuda al cuerpo, la palabra y la ex-sistencia del inconsciente.
Advertimos en los niños y los púberes que lo real del sexo constituye la pasta que se amasa a través de lo lúdico y lo gráfico con los argumentos que incidirán luego en la vinculación con el partenaire. Entre el primer y segundo despertar sexual se va cocinando a fuego lento quién se dirá hombre y quién se dirá mujer, aunque su definitivo anclaje se produzca en la adolescencia.
Cuando leemos los textos freudianos advertimos que el maestro no era para nada prejuicioso, en sus desarrollos nos invita a posponer al tiempo de la adolescencia la estructura definitiva que comportara la posición sexual de cada quien.
Desde esta perspectiva la consulta al analista por la eventual decisión de sexo reclama respuestas enmarcadas en la ética del psicoanálisis que se diferencia de cualquier postura moral, costumbrista o religiosa.
Es posible que un niño plantee que desee pertenecer a un sexo o a otro, que quiera cambiar su nombre y sus documentos de identidad. Pero no por ello es menester validar esta demanda a través de mecanismos jurídicos o quirúrgicos que determinarán un cambio de por vida sin que antes se cristalice la definitiva posición sexual en la adolescencia.
La experiencia nos indica que un nene puede jugar a ser nena o al revés y que además juegue a esto durante mucho tiempo, que lo sostenga y que cuente a posteriori, pero no por ello estamos en el transexualismo.
El juego es una apuesta en la que se pierde o se gana y siempre permite una merma de goce. Jugar preferiendo niños del mismo sexo no nos autoriza a indicar una tendencia homosexual y resulta tan exagerado como situar que un niño que se prueba los zapatos de su mamá será un travesti. Como bien sabemos no alcanza el uso sostenido de un objeto transicional para augurar el fetichismo. Cada uno de estos hechos pasa inexorablemente por la operación de castración. Operación simbólica, imaginaria y real que produce el filtrado necesario para que el sujeto se escriture en la economía de los goces de un modo u otro.
Ahora bien, nos sorprende que se asevere que un juego es equivalente a una definición. El juego participa de lo serio, es estructurante del sujeto en la niñez, pero el estatuto lúdico no puede confundirse ni puede trasladarse de derecho al status jurídico. Un pedido no constituye un compromiso. Un niño juega, fantasea, se disfraza pero puede modificar sus juegos, sus fantaseos y sus disfraces un tiempo después o en la adolescencia.
Los niños declaran su sexo, crean y recrean teorías sexuales, investigan y exploran la sexualidad, siendo ésta parte de sus experiencias de infancia, los restos de la misma subyacen en el fantasma singular del sujeto.
Las experiencias de carácter sexual no escasean entre los niños y dejan huellas indelebles aunque su inicio surja en una zona de juego.
Plantea Lacan 2" el funcionamiento del inconsciente no tiene nada de biológico.... lo que se estudia en biología, a saber el cromosoma y su combinación XY o XX o XXY, esto no tiene absolutamente nada que ver con lo que está en cuestión, que tiene un nombre perfectamente enunciable, y que se llama las relaciones del hombre y la mujer. (...)
La identidad de género es (...) eso el hombre y la mujer (...) aunque surge muy precozmente ... en la edad adulta es destino de los seres parlantes repartirse entre hombre y mujer". Subrayo del texto de Jacques Lacan "Edad adulta". Acuerdo con Ricardo Rodríguez Ponte que las neurosis, perversiones o psicosis son respuestas diferentes ante la carencia del Otro. Quien se dice hombre o mujer toma posición en relación con el objeto a. Causa irreductible que en su envoltura narcisista sitúa el objeto a haciendo consistencia de hombre o de mujer. Hay quienes requieren que esa consistencia sea anatómica, casos en los que el destino sexual es incierto debido a que, aún ocupando el cuerpo-sexo solicitado, el sujeto no termina de encontrar sino una nueva brecha entre cuerpo, lenguaje y sexualidad que es imposible suturar de modo absoluto tanto en las respuestas de la psicosis como en la perversión y en la neurosis, ya que en cada una el lenguaje hace su obra.
¿Se puede inscribir definitivamente en la infancia quien gozará envuelto en su propio cuerpo identificado al objeto a y rechazando la falta?
Una breve anécdota nos informa de la distancia entre el narcisismo y el semejante, entre cuerpo y sexualidad. Dos niños de aproximadamente cinco años jugaban a ser una pareja, él le escribe tamo (te amo), ella le responde vamos a dormir juntos. Entonces cada uno toma lugar en la cama y se abraza a su osito de peluche antes de apagar la luz del velador.
Bibliografía:
1. Jacques Lacan Seminario 18. Versión Inédita de circulación interna de la Biblioteca de la EFBA. Traducción Ricardo Rodríguez Ponte.
2. Ibid 1.
3. Ricardo Rodríguez Ponte. "Qué hacemos cuando analizamos.., las psi-
cosis". Intervención en un seminario de la EFBA del 20 de noviembre de 1997.
Fuente: Imago Agenda N° 185 1 Octubre 2014
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