Pensemos en un paciente que no esté anoticiado de una fobia, por ejemplo. Pienso en una paciente que tenía sus destinos trazados, siempre fijos e iba a todos lados en taxi. Ella no tenía noticias de que tenía una agorafobia y que no podía salir a la calle. Con su camino ya trazado, no se preguntaba nada de esto. Pero en el análisis se empieza a preguntar sobre esto y se construye ahí este síntoma, que antes no era. Un médico diría que hay un síntoma, pero al síntoma analítico hay que construirlo. El síntoma en análisis surge cuando le dirige la pregunta al analista, porque un sujeto puede venir padeciendo de algo y no hacerse ninguna pregunta.
El síntoma es algo de lo que el sujeto se quiere desembarazar; le pide ayuda al analista diciendo que esto no lo soporta más. El síntoma es extranjero a mi. Es algo extraño pero a la vez lo más propio, aunque se siente insoportable y extraño.
Cuando uno empieza a escuchar por la vía de la comprensión, una queja puede seguir desplazándose metonímicamente hasta el infinito. Uno tiene que escuchar hasta ponerle un punto de basta. De este recorte (que puede ser de una queja, de un impedimento o una inhibición), uno empieza a pedir una historización sobre esto. Siempre vamos a constituir síntoma al cernir algo e historizarlo. Vía la asociación libre, va a articular con otros significantes y lo va a llevar a este Otro que no “lo ha dejado”.
Todo podría ser llegar a ser un síntoma si algo no se puede, si algo se repite o de la relación del sujeto con el Otro, digamos. Esto se escucha permanentemente en el discurso de los neuróticos, que vienen a hablar de esto. El analista puede suponer un síntoma, pero quizá para ese sujeto no lo es, por eso hay que pensar qué se puede cernir para construir un síntoma. El neurótico siempre viene quejándose del Otro. Síntoma va a ser si el sujeto se pregunta por lo que le pasa y el analista debe ayudar a construir esa pregunta.
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