El estudio de las perversiones se aborda con mayor provecho a través de la lectura de las obras escritas por los mismos perversos y por aquellos que han sabido reconocer en ellos al prójimo: Sade, Masoch, Jean Genet, Georges Bataille, Gilíes Deleuze, Mishima. Estos autores construyen una bibliografía por supuesto censurada, pues lo que no desconoce esta literatura es que el lector, tanto como el autor de una obra que trata de las diferentes formas del erotismo y en consecuencia de la perversión, no puede permanecer indiferente u "objetivo" frente a tal sujeto. Él es interesado, seducido u horrorizado y "pervertido" por tales autores. Y aquellos que se erigen en censores de las obras que llaman pornográficas, condenando a los perversos, practican en realidad una venganza sádica contra aquello que no los deja insensibles.
Las razones invocadas por estas personas e instituciones son de una doble moral para mantener su buena conciencia. De hecho, cuando en las últimas décadas se han aplicado en algunos países medidas de liberalización en este sentido (publicaciones, prácticas eróticas, films) no ha ocurrido ninguna catástrofe, al contrario, han disminuido los crímenes sexuales, así como el interés mórbido del público por aquello que estaba prohibido. Por eso, es notable hoy, cuando hablamos de perversión en el mundo occidental, una tendencia a la desalienación de los perversos, paralela a la creciente conciencia de que no hay individuo común y corriente insensible a la atracción de la perversión.
La relación del perverso con la Ley es particularmente significativa. Lejos de ignorarla, producto de una supuesta debilidad del Superyó, el perverso provoca y desafía la Ley.
Así, él se asegura de su presencia y de que siempre se encuentre alguien que se la haga valer y lo sancione, lo que denunciará inmediatamente como abusivo. Pero si el perverso provoca e interroga, más allá del aparato legislativo de la sociedad, a aquél que es el soporte familiar de la Ley, el padre, es igualmente alguien preocupado por establecer los fundamentos mismos de la Ley y se convierte fácilmente en moralista: Sade es un predicador, y en todo perverso se descubre una vocación de educador o de iniciador. ¿Cuántos maestros y educadores hay en las escuelas, sobre todo en los colegios religiosos? De la misma forma, el cuestionamiento de los "valores" lo incita a rehacer y a reinterpretar la realidad comúnmente observada en una creación poética, artística o mística.
Por ello, en estas actividades encontramos con frecuencia muchos perversos.
Fuente: Enrique Lopez Flores "PSICOANÁLISIS Y PERVERSIÓN"
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