Para el psicoanálisis, el cuerpo no es algo dado, sino un cuerpo a construir en los distintos tiempos instituyentes del sujeto. Tiempos que son lógicos y que sufren sus avatares. Freud nos habla del cuerpo como cuerpo pulsional, del cuerpo erógeno, del autoertotismo y del narcisismo. Enuncia que desde el inicio de la vida anímica no existe ninguna unidad compatable al yo.Al principio, todo es ello. Son en este momento inicial las pulsiones autoeróticas; luego tiene que agregarse al autoerotismo una nueva acción psíquica para que se constituya el narcisismo.
Lacan, en un primer tiempo de su obra, para hablar del cuerpo nos plantea con su Estadío del Espejo la noción de cuerpo fragmentado y del júbilo del niño al captar su imagen como unificada desde el exterior. El niño anticipa, en el plano mental, la unidad se su propio cuerpo, toavía inacabado. Funda el cuerpo narcisista en la unificación que le presta el gran Otro, en posición de espejo plano. Una primera captación de la imagen, entonces, el primer momento de las identificaciones, imagen real, imagen del cuerpo que es valorizada a raíz de todo el desamparo original. Este primer cuerpo es el resultado de la eficaia del amor del Otro, que funda ese primer cuerpo, dejando de fuera el soma para el psiquismo. Es decir, produce una escisión fundamental.
Esto es solidario de la primera identificación, producida por amor al padre. Es una identificación al padre primordial, al padre muerto. Esta prumera aparición del cuerpo no es especular todavía. Aún así, es pulsional y ya constituye el narcisismo primario. El estadío del espejo se ordena sobre una experiencia de identificación fundamental (al padre primordial), en cuyo transcurso el niño realiza la conquista de la imagen del cuerpo propio. Allí coloca Lacan el esfecto estructural de la identificación primaria, que va a hacer posibles las identificaciones secundarias. Esta identificación primaria nos lleva a Tótem y Tabú, al asesinato del padre, al padre muerto, a la entrada del Nombe del Padre.
La identificación primera supone una anterioridad on respecto a las otras identificaciones y es condición de posibilidad, porque en ella está en juego el inicio de un primer movimiento de constitución del cuerpo. Es el primer impacto de la palabra sobre el cuerpo. La identificación no es pensable, entonces, fuera de la articulación significante. ¿Cómo ubicamos la articulación significante en la identificación primaria y qué del cuerpo se pone en juego?
Freud define a la identificación en el capítulo 7 de Psicología de las masas y análisis del yo como la exteriorización más temprana de un enlace afectivo a otra persona y desempeña un papel fundamental en la prehistoria del complejo de Edipo. Nos dice que la identificacion desde un primer momento es ambivalente y se conecta con la fase oral, durante la cual el sujeto incorpora el objeto, comiéndoselo. Se trata, entonces, de la identificación primaria, presubjetiva, que nos va a remitir al mito freudiano de Tótem y Tabú. Se trata de la incorporación de un padre mítico, incorporación de un fragmento de su fuerza, dice Freud. El primer movimiento identificatorio se funda, entonces, en el amor al padre: el caníbal se come a quien ama.
La identificación primaria marca la necesariedad de la incorporación de la palabra, que permitirá que se den las identificaciones sucesivas y va a posibilitar, entonces, que el sujeto pueda designarse como el que habla. En ea incorporacion, el cuerpo a ser devorado es el cuerpo del padre asesinado, la comida canibalistica, que en tanto padre muerto será padre asesinado, ley. Lo que se incorpora por vía oral no es materia. Se trata de un fragmento de su fuuerza, como Freud nombró. Como efecto del acto de devoración se poseen cualidades, atributos de aquello que se devora.
El lenguaje está allí desde antes que el niño llegue al mundo. Ek sujeto se constituye como excluído del campo significante donde se determina. esta identficacion primaria implica la pérdida de un real del cuerpo, a partir de la entrada del Nombre del Padre.
La enseñanza de Lacan va avanzando y nos dice que en el encuentro con el lenguaje, lo vital del cuerpo sufre una pérdida, que puede ser o no inscripta como castración. La castración supone una regulación del goce, un ordenamiento por lo simbólico. Por lo tanto, lo simbólico introduce una pérdida, pero también un orden y una orientación del deseo.
En la psicosis, esta operación no se produce por efecto del rechazo de ese significante fundamental, el Nombre del Padre. Entonces, el cuerpo del psicótico es demasiado real, demasiado vivo, un cuerpo que se vive como extraño, cortado, desmembrado. Aparecen serias dificultades en la constitución del espejo-
Si bien la constitución del sujeto depende de la castración operada por el padre real, la barra de la castración recae sobre el niño y sobre la madre con distintos efectos. Es una operación fundamental, ya que sobre el niño abre la posibilidad de que se engendre un sujeto con la entrada del mismo en la neurosis. Si no se produce esta operación, por efecto de la forclusión del Nombre del Padre, su efecto es la estructura de la psicosis.
Cuando opera la castración del lado de la madre, separa la madre del niño y la reenvía hacia su deseo. Cuando la mujer no tiene el deseo de tener un hijo como sustituto simbólico, el niño no ocupa el lugar de objeto que causa su deseo. No llegar a ser el falo de la madre, como ocurre en la psicosis. Se producen, entonces, grandes fallas en la constitución del cuerpo. Es una falla radical en la relación con el Otro primordial y vuelve al sujeto permeable a la intrusión del semejante.
En la tesis de Lacan conocida como el caso Aimée, vems la intrusión del semejante. La hermana toma su lugar en la casa porque ella no se puede hacer cargo, pero Aimée no se opone, no dice nada. Ningún afecto. Ella no se pudo hacer cargo de su hijo una vez que lo tuvo y la herana empieza hacer con lo Aimée no puede hacer cargo. Ella no dice nada ni se enoja. Lacan va a indicar que Aimée está dominada por esta hermana, que logra suplantarla y representa la imagen misma del ser que ella es incapaz de realizar, por efecto de la forclusión. Ella siente la intrusión del semejante, que se apodera de su vida.
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